Disclaimer: Dragon Ball y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Akira Toriyama. Este fic fue hecho sin fines de lucro.
El más grande OOC
La vida de una madre no es nada fácil, y menos aún cuando tu hijo no es completamente humano y tiene sangre alienígena. Mucho peor para Bulma con su pequeño Trunks, quien está a punto de cumplir un año, sufre todas las mañanas por la increíble fuerza que posee el niño.
Exhausta, la mujer regresa de un tedioso día de compras.
"Sería mucho mejor si Vegeta se dignara a ayudarme un poco, pero ¡Por Kami! ¡Eso sería prácticamente imposible! Ni modo, tengo que arreglármelas sola"
El día en el Centro Comercial fue realmente cansado para la científica. Ropa, comida (mucha comida tomando en cuenta que son saiyans quienes habitan en casa), y demás utensilios necesarios para ella. Todo en muchas bolsas pesadas, porque la mujer olvidó sus cápsulas.
Para rematar el cansancio, a Trunks no se le ocurrió mejor idea que ponerse a llorar.
—Tranquilo bebé, mami está aquí—Bulma lo arrulló sobre su hombro acariciando su cabeza con ese curioso gorro de gatito que tenía —. No sabes todo lo que te he comprado, mi amor. Te he traído comida, y muchos juguetes de última generación para bebés súper desarrollados como tú, mi vida —. El bebé le contestó con una mueca como si hubiera entendido perfectamente lo que su madre le acababa de decir. Poco a poco cesó de llorar, y se acurrucó cerrando lentamente los ojos. Y de seguro se hubiera dormido si no fuera porque un saiyan furioso apareció frente a Bulma con el estómago gruñendo.
— ¡¿Dónde diablos te metiste, mujer?! ¡La comida no se cocina sola! — gritó.
El hambre saiyan no se hace esperar, y cuando Vegeta terminó de entrenar había ido a la cocina buscando como saciar su hambre. Pero no encontró absolutamente nada. Claro, con dos saiyans viviendo allí era lógico pensar que se acabaría pronto la comida. Los padres de Bulma tuvieron suerte de haber salido de viaje porque si no ellos se hubieran tenido que hacer cargo de la furia del príncipe.
Menos mal que la científica sabía perfectamente cómo tratarlo, o al menos, eso creía.
—¡A mí no me levantes la voz, Vegeta! Solo salí de compras un par de horas, ni que me hubiera tardado un siglo.
— Yo te hablo como me da la gana. Lo único que necesitabas traer era comida, ¿por qué pierdes tu tiempo comprando cosas innecesarias?— dijo al notar juguetes, ropa y demás cosas —. Razas guerreras como la mía no pierden el tiempo en tonterías como esas.
La potente voz de Vegeta, esté gritando o no, se hacía escuchar en toda la casa. No tuvo que pasar mucho tiempo para que el bebé Trunks se comenzara a molestar y se pusiera a llorar con la misma potencia de voz que su padre.
—¡Mira lo que has hecho! —dijo atacándolo con la mirada—. ¡Ahora tendré que hacerlo dormir otra vez! ¿Crees que es fácil? Y tanto que hablas de tu raza guerrera, creo que ellos son lo suficientemente fuertecitos para prepararse solos su comida —. En el punto. Ahora si conocería la furia de Vegeta.
—¡Tú no te metas con mi sangre, terrícola!—Bulma rodó los ojos y le hizo caso omiso. Había tenido ese tipo de discusiones cientos de veces.
—¿Sabes qué? Ya me tienes cansada, Vegeta. Como me gustaría que te dieras cuenta de tu comportamiento y cambiaras un poco, por favor.
—¡Yo no cambiare porque soy un Príncipe Saiyan y…!
—Sí, sí, ya me sé el resto— cansada de tantos gritos, se dio media vuelta y se dirigió hacia su habitación. No toleraría mas a Vegeta. Había tenido un día súper cansado, y aguantar sus reclamos no haría nada más que estresaría más de lo que ya estaba.
Necesitaba un respiro, ahora.
La científica sabía perfectamente que por más intentos que hiciera, Vegeta seguiría siendo el mismo patán de siempre. En los años que llevaban juntos, ella siempre se esmero por volverlo ligeramente más terrícola. Pero fue en vano, el continuaría siendo "El príncipe de los saiyans" con la misma mentalidad cerrada de siempre.
Y ya se había dado por vencida, su orgullo seguiría intacto por siempre. Y ella lo amaría igual. Resignada miro a Trunks con ojos de esperanza, de que él sería diferente.
—Mi vida, creo que ambos tenemos que acostumbrarnos a ese tipo de tratos porque tu padre no cambiará —el bebé había logrado calmarse de nuevo. Así, Bulma pudo dejarlo en su cuna junto a su pequeño oso de felpa y la manta azul que lo cubría.
Sonrió al ver a su bebé dormir. Parecía un ángel, lo único que tenía de Vegeta, era la, según Bulma, "mirada tan fea". Aún así, continuaba viéndose angelical.
Lo besó en la frente, ahora le tocaba a ella tomar la siesta.
Cansada del largo día, vio con ojos de amor a su cama. Tomó su almohada y se metió bajo las frazadas. Ni siquiera quiso ponerse el pijama, el sueño la estaba matando. Y así, dejó caer su cabeza mientras se dejaba llevar por Morfeo en el más profundo de los sueños.
—Bulma, Bulma despierta —aún entre sueños podía escuchar una voz conocida. Pero el cansancio era más fuerte.
—¿Ah? Cinco minutos más… —se dio la vuelta sobre la cama, hundiendo su cabeza en la almohada para estar más cómoda —. Todavía es temprano para trabajar —somnolienta, no era capaz de abrir los ojos.
— Vamos, mi amor. Ya es tarde, debes levantarte.
Hasta que escuchó eso.
"¡¿Mi amor?! ¡¿Dónde rayos estoy?!"
Escuchar esa frase hizo que pegara un salto. Aún mantenía los ojos cerrados por causa del cansancio, por lo tanto no distinguía de quien provenía esa extraña frase.
"¿Acaso me dijeron...? ¿Qué? ¿Vegeta? Já, si claro y yo puedo lanzar kamehameha ¿Será que Yamcha me habrá secuestrado?"
Se refregó los ojos con las manos para poder ver mejor. No podía ser lo que estaba creyendo.
Debía ser una equivocación.
¿O no?
— Ve... ¡Vegeta!
Casi se cae de espaldas al ver de quien se trataba. En realidad, ¿Vegeta le había dicho tales palabras?.
No. Eso no podría ser verdad. No viniendo de él.
¿Y si esa frase la había soñado?
¿Y si solo fue producto de su loca imaginación?
Debía ser eso, porque de lo contrario no tendría explicación alguna para lo sucedido.
—¿Sí? ¿Qué sucede, mi vida? —acaso el príncipe de los saiyans estaba... ¿sonriendo?
Esto no podía ser verdad.
—No, esto no puede ser cierto —se dijo Bulma, atónita. Sacudió la cabeza para cerciorarse de que estaba totalmente despierta.
Volvió a mirar.
Esa maldita sonrisa seguía impregnada en su rostro. ¡¿Por qué?! Ese no podría ser Vegeta, su Vegeta.
Lo que tenía al frente era una mala imitación.
Temblaba, Bulma temblaba de miedo por lo que tenía en frente.
—¿Sucede algo? —su rostro denotaba preocupación —. Prepararé el desayuno. Te llamo cuando esté listo —le guiño un ojo a Bulma, y le besó la frente antes de retirarse.
La mujer no salía del asombro. Pálida, se cubrió la boca con ambas manos.
Al parecer, eso no era todo. El príncipe se dirigió hacia la cuna del pequeño Trunks. El bebé estaba despierto, y parecía ser el único que no notaba la bizarra situación.
Lo tomó en sus brazos y lo alzó —¡Vamos, campeón! Tú me ayudaras a preparar el desayuno.
Suficiente, a Bulma casi le da un ataque.
—¡Espera! ¡¿Qué le vas a hacer?! —la confusión no la dejaba tranquila. ¿A dónde iba todo esto?
— ¿Qué le voy a hacer? Nada, ¿Quién crees que soy? —dijo. El menos preocupado era bebé Trunks, quien jugaba entretenido con la barbilla de papá —. Desde que despertaste has estado muy extraña, Bulma.
Eso sí que la sorprendió.
—¡¿Extraña, yo?! Pues yo creo que es otra personales que está actuando extraño. ¿Desde cuándo eres tan amable y cortés? ¡¿Desde cuándo sonríes?! ¡¿Dónde quedó el Vegeta malhumorado y orgulloso que conocí?! ¡¿Dónde?! —resignada, cayó sentada sobre la cama.
Estaba alterada, confundida, impresionada. No entendía absolutamente nada. Nada.
Y le daba tanta desconfianza que este hombre, para ella desconocido, tenga a su bebé en brazos.
¿Y ahora, que seguía? ¿Ahora trabajaría en obras de beneficencia y ganaría un premio Nobel por su bondad?
Vegeta sonrió y movió la cabeza negando. Dejó a Trunks nuevamente en su cuna y luego se acercó a su mujer. Ella al verlo, solo se le ocurrió trepar por la cama y alejarse.
Verlo sonreír así asustaba.
Es decir, ya lo había visto sonreír antes. Pero siempre lo hacía con un toque de malicia. En cambio, esta vez sonreía diferente. Y asustaba.
Vegeta se sentó al filo de la cama antes de disponerse a hablar.
—Bulma, mis épocas de malvado quedaron atrás —la miró sin fruncir el ceño. Se veía sumamente extraño así —. Gracias a tu ayuda y tu comprensión he salido adelante y he logrado cambiar. ¿No era lo que querías? —preguntó —. Ahora me doy cuenta de lo maravillosa que es la vida aquí en la Tierra y pienso disfrutarlo al máximo.
Luego de tales palabras a Bulma se le ocurrió la más lógica explicación.
—¿Vegeta, estás con fiebre? —puso su mano sobre la frente del príncipe. Se extrañó al encontrar todo normal —. Qué raro, estas fresco. No te preocupes, llamaré al mejor médico de la capital, vendrá inmediatamente.
—Estoy bien, Bulma —la misma horrenda sonrisa, otra vez —. Ahora, si me disculpas, me iré a preparar el desayuno —besó a su mujer en la frente dejándola helada otra vez, levantó a su hijo, y se fue directo a la cocina.
Mientras tanto, la científica seguía igual de confundida.
¿Qué le pasó al hombre más despiadado del mundo? ¿Uno puede cambiar de la noche a la mañana?
"Pero, ¿qué sucedió? ¿Será que Kamisama oyó mis plegarias? ¿Vegeta se volvió... bueno?"
Y entonces vio la luz.
"¡Lo logré! ¡Cambié a Vegeta! ¡Soy una genio! ¡Lo logré!"
Feliz y satisfecha, se levantó de la cama. Debía ver su triunfo con sus propios ojos.
Se puso una bata, las pantuflas y camino lentamente hacia la cocina.
Despacio...
Y lo vio.
Estaba cocinando con… ¿un mandil? ¿Y cantando?
—Vegeta... —susurró. La confusión volvió a su cabeza, otra vez.
Era tan extraño verlo en la cocina, sacudiendo la cuchara sobre lo que fuese que estuviera cocinando. Al notarla, giró su rostro hacia ella, e hizo aquella expresión que tanto había aterrado a Bulma.
Sonrió.
—Oh, Bulma, estabas aquí —se acercó —. Toma asiento, el desayuno está casi listo.
El príncipe la llevó hasta la mesa, al lado del pequeño Trunks que parecía disfrutar la situación desde su pequeña silla-comedor para bebés.
Bulma envidió la simpleza de su hijo para afrontar tal bizarra situación.
—Veo que aprendiste a cocinar, Vegeta —dijo, al verlo realizar aquella tarea. Parecía todo un profesional.
Y sí, parecía.
—Por supuesto, un saiyan sabe hacer de todo.
—Creí que habías dicho que una raza guerrera como la tuya no hace este tipo de cosas.
—Eso quedó en el pasado, ¿no?
El nuevo Vegeta comenzaba a estresar a Bulma. Era como tener a una persona totalmente nueva al frente. No había rastro del anterior Vegeta, ese que Bulma comenzaba a echar de menos.
Vegeta dio la indicación de que había terminado y le sirvió un generoso plato a su mujer. No se veía tan mal, pero el olor no era su favorito que digamos.
De todas maneras le dio una oportunidad, así que con desconfianza probó un bocado.
Inmediatamente se arrepintió.
Jamás había probado algo más asqueroso.
—¡Vegeta! ¡¿Qué es esto?! — su cara de asco lo decía todo. La comida de Vegeta era pésima —. ¡Te quejabas de mi cómoda u te atreves a darme de comer esta cosa!
Listo, lo dijo.
Por lo menos esperaba que él reaccionara de alguna manera característica en Vegeta. Un grito, una mirada de odio, ¡¿algo?!
Pero no.
El nuevo Vegeta no sería capaz.
Y eso era irritante.
—No, mi amor. Lo siento. Supongo que con la práctica mejoraré.
No. Bulma ya no aguantaba más. ¡¿Quién rayos era este ser que tenía en frente?! ¡¿Y qué demonios le había hecho al verdadero Vegeta?!
—¡Por Kami! ¡¿Qué sucede contigo?! —exclamó.
—Disculpa, es la primera vez que lo hago. Mejoraré, lo prometo —suplicó con la mano en el pecho.
Pero su mujer ya no podía más. Era demasiado.
—¡Calla, por favor! —tuvo que cubrir sus orejas con las manos. No aguantaba más tanta dulzura, era agobiante.
—Tranquila, Bulma. Es más, ve a cambiarte porque invité a la familia de Kakarotto para que viniera a almorzar con nosotros — su rostro alegre se tornó melancólico de repente—. Lástima que Kakarotto no esté vivo, me hubiera encantado tenerlo aquí también.
A Bulma casi se le para el corazón al escucharlo. Ella enloquecería en cualquier momento, estaba segura de eso.
—¡Qué invitaste a quién! ¡Pero si tú no los toleras! Además, ¿Tú, sintiendo lástima por la muerte de Goku?! ¡¿Desde cuándo?! ¡Ay no, a mi me da... !
Le faltaba el aire, la mujer estaba a punto de desmayarse.
Si no fuera porque el príncipe retuvo su caída.
—¡Suéltame, Vegeta!
Solo un poco más y enloquecería, de eso estaba completamente segura. Muchas emociones para una sola mañana.
—Pero, ¿qué sucede, mi amor?
—¡Qué no me digas mi amor!
—Pero, ¿por qué, mi cielo?
—¡Tampoco mi cielo! ¡Ni ninguna cursilería! ¡Quiero que vuelva mi Vegeta!
Y rompió en llanto.
Como si fuera una niña a la que le arrebataron su dulce. Desconsolada, no entendía que pasó. Quería a su Vegeta, al orgulloso, al patán, al malhumorado, lo necesitaba.
Necesitaba a su Vegeta.
No a aquel impostor que tenía en frente.
Se arrepintió de haber deseado que cambiara, solo quería regresar con el orgulloso príncipe de los saiyans. Al que conoció en Namek, al padre de su hijo y al que se robó su corazón.
—Pero aquí estoy, Bulma— se acercó el impostor.
—¡Tú no!
No aguantó más y salió corriendo de allí lo más rápido que pudo. Olvidando el pequeño detalle de que Vegeta es un saiyan y su rapidez supera abismalmente la de un humano.
En medio segundo, la alcanzó.
—¡Bulma! —la detuvo.
—¡Aléjate! —gritó.
Esto estaba mal, él que tenía en frente era completamente lo opuesto a su Vegeta.
—Quería guardar esto para después, pero la situación hace que me adelante —de su bolsillo sacó una cajita.
—¡Ay no, esto es el colmo!
—Bulma, te amo ¿Quieres casarse conmigo?
La mujer casi se cae de espaldas. No pudo evitar dar un grito de horror ante eso.
—¡NOOO! ¡NO QUIERO, NO QUIERO!
—¿Mujer? ¡¿Mujer, despierta?!
—NOOOO, NO QUIERO ¡QUIERO QUE VUELVAS!
—¡¿De qué demonios hablas?! ¡Despierta de una maldita vez! ¡Tus gritos me causan dolor de cabeza! ¡Dejarme entrenar en paz!
Bulma despertó.
Abrió los ojos y se emociono al ver a su Vegeta de vuelta.
Lo anterior había sido la peor pesadilla que había tenido. La peor.
Felizmente, él había vuelto. A pesar de que nunca se había ido.
Aun así, eso la puso feliz.
—¡Vegeta! —sus brazos rodearon el cuello del príncipe.
—¿Y ahora qué demonios te pasa? ¡Suéltame! —. Tantos gritos despertaron al bebé. Sus llantos molestaban al saiyan —. ¡Ya ves lo que ocasionas, mujer! ¡Ahora tú tendrás que callarlo!
—No te preocupes, Vegeta. Esta noche te recompensaré por haber vuelto —dijo. Su dedo jugueteaba con el pecho del guerrero.
—¿De qué hablas? Yo no me he ido —Vegeta creyó que tanto trabajo la estaba volviendo loca. Bulma despertó muy extraña.
—Y de eso me alegro.
—Como quieras. Pero déjame decirte que por culpa tuya, que decidiste dormir antes de atenderme como debe ser, tuve que preparar yo mismo mi alimento… ¿Quieres probar?
—¡Nooooooo!
FIN
N/A:
Espero que les guste este pequeño One Shot. Al ser un sueño me di la libertad de colocar a Vegeta en situaciones no aptas para vegetarianas (?) pero igual me divertí mucho imaginándomelo así.
¿No les ha pasado que cuando sueñan se meten tanto en él que enserio es como si lo estuvieran viviendo? Pues creo que eso le paso a Bulma esta vez :) En fin, creo que como a ella yo prefiero a Vegeta así como es él, con todos sus defectos :D
Y si les parece raro este fic pues tal vez es porque estoy con fiebre y ya me afecto el cerebro XDD
Un abrazo, Nos leemos nn
