MIEL SALADA II
"Cuando el sexo y el amor se encuentran"
Por
Lady Fabiola & Lady Josie
En exclusiva para el Yahoo Group
Ángeles Rebeldes de Terry Grandchester
ART-G
Terryfic para público adulto y de amplio criterio
Capítulo I
Por Lady Josie
"Quiero hacerte el amor, llenarte de besos,
Soltar mis sentimientos de amor, sobre cada parte de tu cuerpo
Con un beso... Hacerte mi mundo, despojar mi pecho ... sobre tu pecho..."
Graci
17:20 hrs.
El avión llego al aeropuerto Charles de Gaulle de la ciudad de París con retraso a causa de la lluvia.
Era pleno otoño en la parte norte del orbe, así que no debía quejarse por el tiempo, a pesar de que venía haciendo escala de El Cairo, un lugar eternamente caluroso, donde había pasado una larga estancia, buscando algo que no podía encontrar y que al mismo tiempo no podía palpar, ni sentir, ni respirar, pero que al final lo había llenado de sabiduría y lo había hecho enfrentarse a sí mismo.
Con un gesto de hastío el hombre recogió su equipaje de la banda trasbordadora y se dirigió a la salida deseando que nadie de los ahí presentes gritara su nombre al reconocerlo, a pesar de su barba de días sin rasurar y los lentes oscuros que hacia unas horas lo habían protegido de los inclementes rayos del sol, pero que en ese momento sobraban como accesorio.
Pero no se iba a arriesgar.
Con paso decidido cruzo aquella terminal aérea hasta llegar a la acera. Con un solo movimiento, lleno de seguridad llamó la atención de un hombre que recostado sobre el cofre de su automóvil esperaba ansioso la llegada de un cliente.
Y fue así, que en muy poco tiempo se interno en la ciudad luz a bordo de un vehículo de alquiler con destino a un hotel céntrico.
Solo tenía 12 horas para arreglar un asunto que tenía pendiente y después volaría a los Estados Unidos a reiniciar el proyecto que por tanto tiempo le había absorbido y que ahora lo llenaría de satisfacción siempre y cuando lograra conseguir la autorización para utilizar un guión en una miniserie que estaba preparando para la televisión.
Pero no era fácil. El escritor se había negado en un principio a ceder los derechos a una productora norteamericana y más aun sí está estaba comenzando en el mundo del espectáculo y no tenía varios proyectos que avalaran la calidad de sus producciones.
Pero ese día era diferente. Por fin, el escritor comenzaba a ceder y sí él podía manejar la situación con maestría podría conseguir aquella firma tan anhelada.
Una sonrisa torcida se dibujo en el rostro del hombre mientras observaba las calles lluviosas de la ciudad a través de la ventanilla del vehículo de alquiler.
Sabía que sí hacía bien las cosas, su recién creada productora televisiva lograría ganar un EMMY con toda seguridad en la edición del año siguiente, la cual era su próxima meta a conseguir.
Porque en ese momento, podía jactarse de ya tener un OSCAR al mejor actor masculino protagónico en su curriculum, pero deseaba más y sabía que podía lograrlo.
Pero la diferencia estaba dentro de él. El mundo de las candilejas había perdido su brillo hacía mucho tiempo, por lo que se había enfrascado al trabajo detrás de cámaras guiado por su amigo Marcus.
- ¿Qu'est-ce que nomme d'hotel a été celui qui a dite?
La voz rasposa del chofer lo sacó de su ensimismamiento. Rápidamente su mente tradujo ¿qué nombre del hotel fue que dijo? Por lo que respondió sin vacilar.
- La Ville des Roses – el hotel era un pequeño oasis en aquella urbe de acero y que se encontraba oculto a solo unas cuadras de los Domaines Eliseos, del cual podía jactarse de ser un agradable descubrimiento realizado en uno de sus múltiples viajes.
El hombre que habló primero, asintió y en la siguiente calle torció a la derecha.
Pronto, el recién llegado se vio caminando a través de un pequeño pasillo del hotel en dirección a la habitación que había reservado con horas de antelación, después de haberse registrado con en la recepción del mismo, llevando consigo su única maleta. En los últimos años había aprendido a viajar ligero y ese momento no era la excepción a su gusto, por lo que no fue necesario contratar a un botones para que lo ayudara.
Observó la decoración mientras caminaba con paso decidido, tomando nota de que no había cambiado en nada desde su última estancia ahí. Aquel sitió le gustaba y a pesar de que solo permanecería esa noche, sabía que lograría la paz que deseaba.
Dejo su maleta sin abrir sobre la cama y se interno dentro del pequeño cuarto de baño. Cuando salió solo una pequeña toalla rodeaba sus caderas y el cabello corto, que en ese momento usaba así aun estaba mojado por efecto de la regadera. Se había rasurado.
Tomo varias prendas de su equipaje y se vistió de prisa. Sí sabía administrar el poco tiempo libre que poseía antes de la cita con el escurridizo escritor francés, podría pasar una velada placentera en el bar del hotel y sí tenía un poco de suerte hasta tocar el piano que arriba de un escenario siempre estaba dispuesto a ambientar el bar.
Silbando, salió de la habitación y con una mano dentro del bolsillo del pantalón se dirigió a la escalinata más próxima. Aquel edificio antiguo no tenía elevador y agradecía que el restaurador del mismo hubiese respetado la arquitectura de la construcción.
Llegó a la barra y pidió un whisky doble, el cual le fue servido casi inmediatamente por un barman francés entrado en años. Dando la espalda a la enorme barra que databa de más de un siglo, escudriño el pequeño salón. Varias mesas se encontraban esparcidas alrededor de un pequeño escenario, donde se encontraba el piano, la principal atracción del lugar y que en ese momento se encontraba en silencio.
Varias parejas charlaban sin prestar atención a quién entraba en el bar. La oscuridad ganaba batalla sobre los tenues rayos de sol que entraban por los ventanales emplomados y una ligera lluvia se hacía presencia en ellos, reflejando pequeños prismas de colores sobre las mesas desnudas, apenas decoradas con un pequeño florero y una rosa roja dentro de ellos.
Tomando un sorbo a su bebida, se dirigió al pequeño escenario y tomó asiento en el pequeño banco dispuesto frente al piano. Con conocimiento de causa, sabía que el músico contratado para amenizar el salón llegaría poco después de las 8 de la noche, así que tendría tiempo de sobra para disfrutar de unas cuantas melodías provenientes de su mente.
Dejo el vaso sobre el piano y sus dedos comenzaron a tocar algunas notas aisladas, sopesando el sonido. Después, sus dedos dieron las primeras notas de una melodía desconocida para los presentes pero no para él, quién la había creado en su mente hacía tres años en una playa lejana, mientras observaba el amanecer junto a una joven rubia. Llena de belleza en su interior.
Una mujer que su consciente se había resistido a olvidar y que su subconsciente se había empeñado en compararla con las mujeres que desfilaron en su vida desde hacía tres años, cuando la dejo marchar en aquel autobús con destino a Los Ángeles.
Pero todas las mujeres habían sido opacadas por su recuerdo.
En contra de los pronósticos del tiempo se había revelado esa mañana y para su desgracia ella había perdido en la batalla.
Esquivando varios charcos de agua, que la lluvia había creado a lo largo de las calles de París, una joven rubia corría deseando llegar a techo seguro antes de que las nubes sobre su cabeza decidieran darle un buen chapuzón.
Varias personas con sus impermeables caminaban en sentido contrario al de ella, por lo que era necesario hacerse un lado para hacerlas pasar y después continuar con su carrera contra el mal tiempo.
Claro, había decidido que ese día no llovería y se había llevado un fiasco al descubrir, después de salir del museo donde había estado haciendo su pasantía en la maestría de Restauración de Obras de Arte durante los últimos meses; que se había equivocado garrafalmente, equiparándose con algún turista recién llegado a Francia y que no estaba acostumbrado al clima otoñal de la ciudad, muy al contrario de alguien que había vivido el último año y medio ahí, dejando de ser una turista más y convirtiéndose en otra habitante anónima de aquel lugar tan hermoso, lleno de cultura, arte y literatura.
Pero las largas horas encerradas dentro de las paredes del museo no la habían preparado para ese día en particular. Parecía que Francia se despedía de ella en su última noche en el territorio gales, porque mañana estaría viajando de vuelta a su país y con el título de maestría bajo el brazo.
Tratando que las insipientes gotas de lluvia que comenzaron a mojar su cabello, dejaran huella sobre su ligero maquillaje, aumento el ritmo de la carrera mientras escondía el delgado portafolio con el pergamino de su título bajo la ligera chaqueta de su atuendo.
Su meta era llegar a La Ville des Roses, el pequeño hotel donde pernotaría esa última noche y le aguardaban sus escasas pertenencias después de abandonar el pequeño cuarto de alquiler donde había vivido el último año.
- Veillé! – gritó un francés a su paso, pero ella no hizo caso de la advertencia de que tuviera cuidado.
Estaba lo suficiente feliz como para ponerse a bailar bajo la lluvia igual que la película antigua de Gene Kelly, pero no lo haría sí deseaba poner a mejor resguardo su título que por tanto tiempo se había convertido en una obsesión para ella.
Como ese día había sido su despedida del museo, los compañeros con los que había convivido durante la pasantía le habían hecho una pequeña despedida y ella, suponiendo que habría una pequeña recepción se había vestido para la ocasión.
A pesar de que su traje sastre no era el adecuado para afrontar el clima, sus zapatillas de tacón no era impedimento para saltar pequeños charcos.
- Excusez! – gritó a un anciano que de pronto estorbó en su loca carrera, esquivándolo para no chocar contra él. Por poco no lograba su cometido. Dirigiéndole una sonrisa, siguió su camino pero esta vez a paso lento.
Sólo le faltaban unos cuantos metros para llegar a su hotel y si deseaba dar una buena impresión a la recepcionista, tendría que controlar su sonrojo y sobre todo su respiración agitada.
Parándose bajo una pequeña marquesina, observo su reflejo sobre el vidrio de un ventanal.
El dobladillo de su falta había subido varios centímetros por lo que tuvo que alisarla y bajarla. La blusa blanca bajo la chaqueta se había torcido un poco y la acomodo en su lugar junto con la misma y tomando el delgado portafolio donde llevaba el título con la mano, aprobó su nuevo reflejo. Parecía toda una ejecutiva y con una ligera sonrisa entro a la recepción del hotel disimulando su respiración entrecortada.
Cuando pidió la llave de la habitación, sus oídos escucharon una melodía proveniente del bar.
Algo dentro de ella y que estaba dormido desde hacía mucho tiempo se removió haciéndola estremecer involuntariamente.
Sin percatarse de que la recepcionista le extendió la llave, permaneció quieta en el lugar, petrificada por aquellas notas que llegaban a sus oídos.
Luchando contra sus recuerdos.
- Passe-t-il quelque chose?
"¿Le pasa algo?" le había preguntado la mujer que al otro lado del mostrador seguía esperando a que la joven recogiera su llave.
- Excusez. Je me suis distrait pour un moment.
"Disculpe. Me distraje por un momento" respondió en voz baja, tratando de disimular su estado nervioso, aunque su semblante reflejado en el espejo ubicado detrás de la empleada del hotel le indicó que su rostro había palidecido, dejando sobre su tez un tono mortecino.
Con mano temblorosa tomó las llaves que le ofrecían, al tiempo que su mente intensaba dejar de escuchar aquellas notas de piano.
"No, es imposible" – se dijo, moviendo la cabeza de un lado a otro.
Pero el deseo de saber quién estaba al otro lado de la puerta, pudo con ella.
Vacilante se dirigió hacia el salón donde provenía la música.
Abrió la puerta.
Sus ojos tardaron varios segundos en acostumbrarse a la oscuridad de la habitación.
Algunas parejas se encontraban observando hacia el escenario, pasando desapercibida para ellas la presencia de la joven junto a la puerta.
Entonces, lo vio.
Vio al hombre sentado frente al piano y a pesar de la distancia que los separaba, a pesar del tiempo que había transcurrido desde la última vez que estuvo en sus brazos, a pesar de su cabello corto que en ese momento usaba como look, supo que era él.
Y un estremecimiento de reconocimiento, de deseo dormido, de pasión latente, de sueños olvidados, recorrió su cuerpo.
El protagonista de sus sueños inalcanzables estaba ante ella a pesar de que su mente insistía que era una visión.
Quiso tocarlo, saber que era en realidad él.
Como autómata caminó hasta el escenario, para detenerse a un par de metros de distancia.
Sus pulmones se negaban a soltar el aire contenido. Sus piernas temblaban con peligro de no sostenerla, aun así permaneció ahí escuchando las últimas notas de una melodía olvidada por los años y al mismo tiempo presente como parte de ella.
Entonces, él levanto la mirada y giró su cabeza, presintiendo que era observado.
La vio.
Y ella se perdió en la profundidad de su mirada.
POR:
Jossie
Escrito en agradecimiento a todas aquellas que leyeron la primera parte y pidieron una continuación. En agradecimiento a sus mensajes, sus palabras de ánimo, su tiempo y sus espíritus campañezcos. Sus reviews, sus palabras, su amistad y su cariño. No tenemos mucho para darles en agradecimiento, pero les damos esta continuación esperando les guste.
Para todas ustedes, gracias por leernos!
Jossie & Fabiola
Nota: Estaremos publicando Lunes, Miércoles y Viernes :D
Para las que leyeron la versión pasada, no se pierdan el capítulo extra nuevo, escrito por Jossie con la voz de Terry XD!
Gracias por comentar!
