Boku no Hero Academia/My Hero Academia no me pertenece.

Necesito más de ellos, mucho más.

MiriDeku implícito. Relación no establecida. Spoilers del manga (capítulo 162).


En sus brazos

No estaba seguro de qué era lo que esperaba encontrar detrás de la puerta, con todo lo que había sucedido la mayoría debían tener el ánimo por los suelos, él mismo lo tenía. Así que al abrir la puerta y ver al rubio con la energía suficiente para saludarle a todo pulmón mientras se ejercitaba sobre la cama fue completamente inesperado para él.

Había perdido su individualidad y a la persona que fue su mentor durante un par de años, ¿cómo podía estar sonriéndole con tanta facilidad?

Él no podía.

—Lo sé, no tengo razones para sonreír —le dijo una vez se acomodó sobre la cama —pero es precisamente por eso que debo hacerlo.

Mirio cargaba con un rostro afligido, como si estuviera a punto de llorar; debía ser difícil hablar de Nighteye.

—Sonreía bastante cuando hablaba conmigo —recordó —y por eso no puedo cargar con la tristeza en mi rostro... me convertiré en un héroe sin precedentes después de todo —terminó con una sonrisa.

La sonrisa del mayor lucía genuina sin embargo de un momento a otro pareció quebrarse. Lo había visto llorar en el lecho de muerte de su mentor y jamás lo había visto de esa forma, desesperado y roto; se dio cuenta en ese instante que en realidad no conocía al más alto y que quizá vio algo que pocos habían visto.

Era tan diferente, la imagen del joven hincado al lado de la cama donde descansaba Nighteye asaltó su mente; su ancha espalda le figuró lejana, ajena, sus hombros temblando y su voz estropeada por los sollozos y el llanto que se esforzó por mantener en silencio, y ahora le veía como cualquier otro día... se sintió impotente.

—¿Midoriya? —le llamó confundido, se movió hasta quedar sentado en el borde de la cama y le miró fijamente.

No pudo sostenerle la mirada al rubio, se encogió de hombros y clavó la mirada en el piso al tiempo en que apretaba sus manos en puños hasta que sus nudillos palidecieron.

El pecho le dolió y se acercó a Tôgata para abrazarle.

—¿Eh? —probablemente tendría un gesto desorientado por sus acciones pero no podía pedirle perdón por lo que estaba haciendo —...todo estará bien —escuchó muy cerca de oído.

Para su sorpresa el mayor no correspondió el abrazo, sus brazos permanecieron a sus costados y nunca sintió su espalda más fría que en ese momento; tal vez fuera él quien necesitaba más de ese gesto que Mirio.

—Midoriya, en serio, todo estará bien —insistió.

Pero esa no era la razón por la cual su corazón se sintió oprimido, estaba aliviado de ver con bien al chico permeable; cuando llegó en rescate de Eri le vio mal herido, no podía imaginarse todo lo que había enfrentado para arrebatarle la niña a Chisaki... ¿cuánto habría soportado sin su singularidad? Inconscientemente se aferró con más fuerza al mayor.

El otro le correspondió, advirtió sus fornidos brazos rodear su espalda y entonces fue consciente de lo que estaba haciendo.

Le dejó de manera abrupta y los colores se le subieron al rostro; los brazos del rubio le impidieron alejarse así que no supo dónde meterse para ocultar su vergüenza. Pensó que debía pedirle perdón por lo extraño que estaba actuando mas no encontró la manera de hacerlo, porque después de todo no sentía que fuera un error.

Desde abajo Tôgata le miró —¿Estás mejor? —y antes de que pudiera responder el agarre que mantenía en su espalda se estrechó y el mayor inclinó la cabeza, recargando la frente sobre su abdomen —¿Te importa si me quedo así un momento?

La voz del rubio se quebró; no pudo darle una respuesta y en lugar de eso le volvió a abrazar. Debajo de sus manos la espalda del mayor tiritó e incapaz de hablar apretó con más fuerza al muchacho entre sus brazos, intentando calmar el dolorido corazón del joven y los sentimientos que empezaban a brotar en el suyo propio.