¡Por fin! ¡Por fin terminé el primer de esta nueva historia! En serio, creo que voy a llorar de alegría ¡LAMENTO MUCHO LA ESPERA! Pero al fin ha llegado ;)

Antes de nada, quiero agradecer el apoyo que he recibido, tanto en privado como a través de reviews. Agradezco que seáis tan pacientes con este pequeño desastre que soy yo y espero que la espera haya merecido la pena :D

Quiero dar una advertencia antes de dejaros con el capítulo. La trama principal de esta historia es la MISMA, sin embargo, los acontecimientos que la producen son distintos (de hecho incluso cambié la descripción). Quedan advertidos ;)

Sin entretenerme más, os dejo con el capítulo ¡Disfrutadlo!

DISCLAIMER: Ni Saint Seiya ni los personajes creados por Masami Kurumada y Shiori Teshirogi. Por tanto, esta historia tiene una intención de entretenimiento y ninguna remuneración económica.


CAPÍTULO 1. LA MISIÓN A LEMURIA

El sol de la mañana se filtraba a través de las cristaleras de la sala de Patriarca. Él desfiló por la alfombra roja, dejando que los rayos del astro dotaran de nuevos y curiosos colores a su larga cabellera verde. Sus pasos de detuvieron al llegar al rellano donde se aposentaba el trono dorado. Sentado en él, un hombre de avanzada edad, de cabellos largos y canosos que caían sobre la tela de su túnica oscura.

El caballero hincó una rodilla en el suelo en señal de respeto y agachó ligeramente la cabeza, sin mirar directamente a la autoridad que tenía en frente.

— Patriarca, Shion de Aries a su servicio.

Sage bajó su mirada al santo, quien al mismo tiempo alzó el rostro en busca de los ojos del mayor. Cuando sus miradas se encontraron, el Patriarca habló por primera vez.

— Me alegra que hayas venido con tanta rapidez, Shion.

— Así es. En cuanto recibí su aviso, vine inmediatamente. En el mensaje que usted me mandó no figuraba ninguna explicación ¿Puedo preguntar, a qué se debe su llamado?

El Patriarca ladeó la cabeza. Shion temió haber sido demasiado osado al preguntarle el porqué de su llamada ¡Él era el Patriarca del Santuario! Por su puesto que su llamado tenía alguna razón y, como la autoridad que era, no tenía por qué darle explicaciones a él, un caballero dorado. La mente de Shion rápidamente pensó en alguna manera de explicar sus palabras, sin embargo Sage se le adelantó.

— Hubiese especificado el motivo de tu llamada, si no fuera porque se trata de un asunto confidencial —se excusó el mayor de los lemuvianos.

Shion aguardó en silencio. Puede que no se hubiese enfadado con su atrevimiento anterior, pero prefería curarse en salud y no tentar demasiado a la suerte. Sage no era alguien volátil, pero seguía siendo una autoridad por encima de él a la que debía tanto respeto como a la mismísima diosa.

— Hace un par de días nos llegó una notificación desde Lemuria —Shion se sobresaltó en escuchar el nombre de aquel país.

— ¿Lemuria, señor?

Sage asintió. La determinación y la contundencia de sus palabras siguientes, avisaron a Shion de la importancia que tenían.

— En efecto. Por esta misma razón, esta es una misión confidencial. Shion, la creencia popular de que Lemuria desapareció, es totalmente errónea. De hecho, Lemuria experimentó un destino similar a la Atlántida.

— ¿Quedó enterrada bajo el mar?

— Permanece oculta en un lapso de tiempo. Es imposible acceder allí a menos que se tenga un permiso especial de sus habitantes.

— ¿Por qué, Patriarca? —Sage le miró, buscando alguna explicación que le ayudase a entender aquella pregunta— ¿Por qué Lemuria permanece oculta?

Sage tomó aire y se levantó del trono. El Patriarca cruzó las manos tras su espalda y alzó la mirada, observando como algunos de los rayos se dibujaban sobre el techo de piedra.

— Allí hay secretos inconcebibles. Secretos que jamás pueden ser desvelados. Por eso y por otras muchas razones, Athena-sama les concedió su protección. Debido a eso, los lemuvianos crearon las armaduras que ahora portan los caballeros. Y también por esa razón, si Lemuria alguna vez necesita la ayuda del Santuario, nosotros estamos obligados a brindársela.

Shion permaneció en silencio asimilando lo que Sage le había confesado. Él era un lemuviano, su tierra era Lemuria y, sin embargo, siempre le habían dicho que su continente fue eliminado por dios-sabe-que-razón. Entonces, de la noche a la mañana, Lemuria SI existe pero no es accesible de forma "normal".

Aquello se le hacía extraño. Si no hubiese sido Sage quien se lo dijo, seguramente hubiese pensado que le estaban tomando el pelo.

— Shion —llamó Sage. El caballero alzó la mirada y el Patriarca sonrió cálidamente—. Comprendo que estés confundido. Pero entiende que la existencia de Lemuria debe quedar oculta bajo el más estricto silencio.

— Dígame algo, Patriarca —se arrepentiría de preguntar eso. Lo sabía, pero no podía callárselo— ¿Mi maestro está al corriente de esto?

La mirada de Sage se endureció. Shion se mantuvo firme, a pesar que el cambio de actitud del Patriarca le asustó.

— Si —dijo finalmente. Un sentimiento de traición cruzó la mente de Shion—. Creímos que lo correcto era mantenerlo en secreto entre ambos. Aunque fue un error por nuestra parte pensar que siempre sería así.

— ¿A qué se refiere?

Sage miró hacia el ventanal y tomó aire.

— Lemuria no ha pedido ayuda al Santuario desde hace más de 15 siglos. Muchos fueron los que pensaron que Lemuria se había extinguido, incluidos algunos de los Patriarcas. Sin embargo, el país siempre estuvo allí, resguardado en su lapso temporal. Mi hermano y yo creímos que este siglo sería igual que todos los presididos. Por eso y otras razones, creímos mejor dejar que ese fuese un secreto entre nosotros. Pero ocurrió. Lemuria nos volvió a pedir ayudar. Y con extremada urgencia.

— ¿Puedo preguntar cuál es la situación?

Sage volteó a verlo, notablemente sorprendido de escuchar a Shion. Pudo leer en la expresión del muchacho su decepción al saber que su maestro, alguien a quien admiraba y respetaba, le había engañado respecto a lo ocurrido con su país de origen de su raza. Pensó que Aries se quedaría callado y taciturno, sin embargo, le preguntó. Eso en sí ya era una señal de que había hecho bien en confiar en él. Claro, Shion ya no era más un niño. Por más que Hakurei insistiera en que era un crío inmaduro.

Una sonrisa tiró de los labios del Patriarca, transmitiendo al caballero de Aries, el orgullo que Sage sentía hacia su persona. Aquello reconfortó a Shion, pero no permitió que ese sentimiento se le subiera a la cabeza. Debía demostrarle a Sage que era digno de su orgullo. Sage endureció el rostro y su voz se volvió más severa y contundente.

— La familia real lemuviana nos mandó una carta conforme hace algunos días que sienten una extraña presencia. Como te he dicho antes, Lemuria está protegida por un lapso temporal. Sin embargo, hay formas de entrar. La más rápida es a través del permiso de alguien de allí, y no un habitante cualquiera. Hay otros métodos aunque no son demasiado ortodoxos.

— Patriarca —le interrumpió Shion— ¿Cree que puedan ser los espectros?

— Eso es lo que no podemos saber. Por eso te he llamado. Quiero que explores la zona y elimines cualquier elemento que pueda estar creando está presencia. Y recemos a Athena para que no sean los espectros de Hades.

— ¿Qué ocurriría si los espectros lograran penetrar en Lemuria?

Sage cambió de expresión, fruto de la terrible situación que su mente le mostró.

— Podría ser el fin de la humanidad.

Shion se horrorizó de inmediato.

— Sin embargo, Shion, soy consciente de las dificultades que puede tener esta misión. Por eso mismo, he buscado a alguien para que te acompañe.

— ¿Puedo saber de quién se trata, Patriarca?

— El caballero dorado de Virgo, Asmita.

La sola mención del nombre del santo de Virgo le incomodó. Él no conocía demasiado a Asmita. Siendo optimistas, habría intercambiado un par de frases con él. Shion no tenía ninguna especie de rencor hacia el guardián de la sexta casa, a diferencia de Aldebarán, por ejemplo, quien prácticamente gritaba a los cuatro vientos su inconformidad respecto a las actuaciones de Virgo. Sin embargo, él no era así. Shion era un claro defensor de que cada uno era libre de hacer lo que quisiese, siempre y cuando eso no repercutiera en terceras personas. Asmita jamás hizo nada que perturbase a los demás, a excepción de enclaustrarse en su templo día y noche. Pero Albafika hacía lo mismo y Piscis tenía una buena razón. Puede que Virgo también tuviese una razón para permanecer encerrado en Virgo siempre, aunque como no lo conocía era imposible que supiese porque.

Rápidamente, la idea de que aquella era la oportunidad de conocer mejor a su compañero, asomó por la cabeza de Shion. Puede que el Patriarca le hubiese avisado a él para que estrechara sus lazos con Asmita. Él bien sabía que Virgo apenas se hablaba con alguien de la orden dorada y conociendo a Sage, aquella misión también tenía la finalidad de que Asmita conociera un poco más a alguno de sus compañeros.

— Él ya está al corriente de la situación y justo ahora debe estar preparándose para partir.

— ¿Cuándo deberíamos marcharnos?

— Lo más pronto posible —contestó Sage con contundencia—. Como te he dicho, este asunto es delicado y puede convertirse en algo peor si no actuamos con rapidez. Perder el tiempo no es algo que se nos esté permitido.

Shion asintió.

— Puedes hablar de la hora de partida con Asmita cuando bajes hasta tu templo.

— Está bien, Patriarca. Así lo haré ¿Hay algo más de lo que debe tener conocimiento?

Sage permaneció en silencio unos instantes.

— No, sin embargo —Sage puso la mano en uno de los bolsillos de la túnica y extrajo una fotografía que le extendió a Shion. Este la tomó y observó con detenimiento a las personas que había allí retratadas—, esta es una imagen de la familia real.

Shion observó con cuidado a las cinco personas que aparecían allí. Identificó a quien sería el rey gracias a los ornamentos que vestía, la reina sería aquella que permanecía a su lado y los otros tres ¿Serían sus hijos? Sin embargo, uno de ellos se veía demasiado mayor.

— Patriarca.

— Supongo que habrás identificado a sus majestades —Shion asintió— ¿Y a sus hijas?

Shion miró un instante a las dos muchachas que aparecían en la imagen. Nuevamente asintió.

— Entonces ¿Quién es este hombre?

— Él es el sacerdote, Zwölf. Recuerda su nombre. Es alguien muy influyente en Lemuria.

Asintió y le regresó la imagen a Sage. Este la volvió a guardar en el bolsillo de su túnica.

— Eso era todo, Shion. Os deseo suerte a ti y a Asmita.

— Entonces, con su permiso.

Shion se levantó y, tras una pequeña reverencia, volvió por el camino que había realizado. Cuando cerró las puertas de la cámara del patriarca detrás suyo, sintió el peso de la responsabilidad cayendo sobre sus espaldas. Tenía una misión importante, dos en realidad: la primera, averiguar que causaba esa extraña presencia en Lemuria y eliminarla; la segunda, lograr que Asmita tomara algo de confianza con alguno de los caballero de la orden dorada. No le hizo falta nada más para darse cuenta que aquella sería una misión compleja. En varios niveles.

Tomó aire y recorrió los pasillos del templo principal. Los soldados que merodeaban por allí hacían una pequeña reverencia al verle e inmediatamente apuraban el paso. A pesar de la frecuentación de los caballeros dorados por aquel lugar, los soldados rasos del lugar parecían temerles. Ellos jamás habían sido irrespetuosos con los soldados, sin embargo, el hecho de portar una armadura dorada enfundaba a muchos a tenerles miedo.

Al salir del templo, el sol le golpeó en toda la cara. En el tiempo que había estado dentro, la fuerza del astro había aumentado con desmesurada rapidez. Shion sintió como su piel quemaba al sentir aquella luz tan intensa. No se detuvo mucho más tiempo. Tenía cosas que hacer.

Marchó hacia Piscis, donde Albafika lo recibió secamente y a una distancia más que prudencial para 'salvarlo' del veneno de su sangre.

— Buenos días, Albafika ¿Me permitirías el paso por tu templo?

Piscis asintió y desapareció tras una de las columnas de su templo. Shion le hubiese seguido de no ser por la prisa que le urgía. El Patriarca le había dicho que marcharan lo antes posible y antes de hacer todos los preparativos debía hablar con Asmita. Y él que pensó que aquella sería una mañana tranquila.

Siguió hasta Acuario, donde su guardián salió a recibirlo. Sus ojeras, los despeinado que estaba y lo desaliñada que estaba su ropa, delataban que Degel no había pasado la mejor de sus noches.

— ¿Pesadillas, Degel? —rio Shion en ver el cabello alborotado del onceavo guardián.

Degel se masajeó el puente de la nariz en busca de algo de paciencia.

— Una pesadilla llamada Kardia de Escorpio.

— ¿Qué ha hecho esta vez?

— La pregunta correcta sería que no ha hecho. Mon Dieu, como siga así voy a tenerle que pedir al Patriarca que lo reeduque.

El suspiro que acompañó aquella frase hizo reír a Shion. No queriendo molestar más a Degel, se despidió rápidamente y marchó al siguiente templo. Capricornio. Allí El Cid lo saludó secamente y le permitió su paso sin objetar nada. Así, en un tiempo menor al que esperaba, se plantó en la casa de Sagitario.

— Buenos días, Sísifo —saludó Shion en ver al guardián del templo acercarse.

— Buenos días —sonrió Sagitario— Veo que has madrugado bastante.

— El Patriarca me llamó a primera hora.

— Mmm… ¿Misión? —Shion encorvó la espalda y suspiró pesadamente ¿Solo misión? Aquello debería estar catalogado de 'super misión'. Sísifo rio al ver su reacción y trató de reconfortándolo un poco tanto algunos golpecitos en el hombro— Tranquilo. Si todo va bien, estarás de vuelto pronto.

— Eso espero.

Temía que Sísifo le preguntara detalles sobre la misión. Aunque no lo pareciese, Shion era increíblemente malo mintiendo o improvisando. De hecho, Dohko siempre le recriminaba su falta de creatividad en esas situaciones. Pero así era el caballero de Aries. A su suerte, Sísifo no le preguntó nada más y, con una cálida sonrisa le concedió el permiso para cruzar su templo. Shion se despidió y siguió camino abajo.

Le extrañó que Escorpio estuviese vacío pero, sabiendo que Kardia habría armado alguna importante durante la noche, muy posiblemente estuviese: o en el campo de entrenamiento intimidando a todos los aspirantes o encarcelado en la prisión del Santuario. Algo le decía a Shion que la segunda opción era la correcta. Así pues, sin guardián a la vista, el paso por el templo de Escorpio fue todo un paseo.

Ahora llegaba el templo complicado: Libra. Shion entró con extremo sigilo. Conocía a Dohko. A esas horas debería andar por el undécimo sueño. Si era silencioso no tenía por qué despertarse y, por tanto, no le preguntaría sobre la misión.

Pero al parecer, aquel día la suerte no estaba de suerte del ariano. Fue dar un paso en el templo, y Dohko apareció. Vestía con ropa de estilo oriental, una que solía usar para dormir aunque lucía más sucia que la última vez que Shion la había visto, hacía apenas un par de días atrás. El cabello de Dohko estaba completamente enmarañado (más de lo normal).

— ¡Shion! —su voz sonaba tan adormecida que a Shion le costó distinguir el tono de sorpresa— ¿Qué haces aquí?

— Pasar por tu templo.

Era nefasto mintiendo, cada vez lo tenía más claro. Dohko lo miró escéptico y se cruzó de brazos. Oh no.

— Claro —la ironía brotó de los labios del caballero de Libra— Y has venido a verme ¿Verdad? —Shion asintió— A estas horas —asintió de nuevo—. Cuando sabes que estoy durmiendo.

— Bien que estás despierto ahora —Dohko le lanzó una mirada furtiva pero su postura rápidamente de descompuso. Su espalda de encorvó y sus labios dibujaron una clara mueca de queja. Shion sonrió. Sabía que su amigo no podría aguantar esa faceta seria por demasiado tiempo— ¿Qué ha pasado?

— ¿Has pasado por el templo de Acuario? —Shion asintió— ¿Te has encontrado con Degel? —asintió nuevamente— Pues eso es lo que me ha pasado. El magnífico de Kardia nos ha dado la noche —Shion rio—. Lo digo en serio, esta vez se ha lucido.

— ¿En dónde está? No estaba en Escorpio.

Ahora fue el turno de Dohko en sonreír.

— Adivina.

— O el campo de entrenamiento o…

— Lo segundo —le interrumpió Libra—.

— ¿En serio?

— Y espérate a que Sage se entere. Degel y yo lo encerramos allí a traición.

— En cuanto se entere el Patriarca…

— Bueno, al menos el día será más entretenido.

Shion sonrió ante el optimismo que mostraba su amigo. Dohko dejó que sus manos reposaran sobre sus caderas y miró a Aries, aun de pie en la entrada posterior de su templo.

— ¿Y bien? ¿Por qué estás aquí? ¿Te ha llamado el Patriarca?

Ahí estaba, el momento crítico había llegado. Shion se tensó. Trató de improvisar algo, pero su creatividad estaba de vacaciones.

— Shion —insistió Dohko, acercándose a su compañero.

Shion esquivó la mano de Dohko, la cual tenía como destino su hombro. El caballero de la séptima casa se lo quedó mirando entre sorprendido y molesto.

— Te-Tengo que irme

Y echó a correr. Sabía que Dohko le seguía y también sabía que el caballero de Libra era mucho más rápido que él. Si no encontraba algún modo de distraerlo, pronto lo alcanzaría.

Dohko estiró su brazo. A punto estuvo de agarrar a Shion por la capa de no ser porque, por el rabillo del ojo, vio una luz azul electrizante. Dohko le dedicó un segundo, viendo como de la luz aparecía Manigoldo con cara de pocos amigos.

— ¡¿Se puede saber que os habéis tomado el iceberg y tú, encerrando al bichejo ese en la prisión?!

Shion pivotó en escuchar la inconfundible voz de Manigoldo. Vio que Dohko estaba entretenido asimilando la presencia de Cáncer. El momento perfecto para escapar. Sin perder un solo instante, volvió a correr.

— ¡Espera! ¡Shion!

Dohko hizo ademán de seguir siguiéndolo, pero Manigoldo lo agarró del brazo y le obligó a permanecer en el templo de Libra.

— A no. Tú te quedas aquí y me ayudas a solucionar este pollo antes de que el viejo se entere.

Al final, a Dohko no le quedó más remedio que ceder a la petición/exigencia de Manigoldo. Era eso o le estaría dando la lata hasta que cediera. Suspiró profundamente y se prometió averiguar en otro momento porque Shion había acudido a la cámara del Patriarca tan temprano.

.

Shion descendió a una velocidad sobrehumana la distancia entre el templo de Libra y Virgo. Para cuando entró en el sexto templo, su corazón latía con fuerza, fruto del esfuerzo que acababa de hacer. Cabe decir que, llegado a cierto punto de la escalinata, empezó a saltar los escalones de tres en tres. Para ese momento, lo único que quería era llegar al templo de Virgo y poder hablar con Asmita sobre la misión que tenían.

Tomó una bocanada de aire y esperó en la entrada al guardián del sexto templo. Nadie vino. Esbozó una mueca y se adentró en Virgo. No le gustaba profanar los templos de los demás sin su permiso pero ya que Asmita no daba señales de vida… Se detuvo delante de la puerta y llamó. Puede que fuesen 3 o puede que fuesen 40 las veces que llamó. Y ninguna respuesta. Algo molesto, entró a la parte residencial de Virgo.

Esta tenía una decoración bastante austera. Apenas había muebles, aquellos indispensables para vivir. Ni siquiera una planta o una fotografía. Shion ladeó la cabeza. Asmita era ciego, no tendría demasiado tener una fotografía de algo o alguien si no podía verla.

— Shion.

Se paralizó al instante. Lentamente volteó, viendo como Asmita permanecía detrás suyo, con el ceño fruncido. Seguro que estaba molesto por su intromisión. Shion tragó en seco y trató de organizar los pensamientos de su cabeza. Lo último que quería era que Asmita desconfiase de él. Más aún cuando tenían por delante una misión en conjunto.

— Verás Asmita, yo…

El rostro del virginiano se suavizó al instante.

— Ya lo sé. Estaba en una sala y por eso no pude salir a recibirte —Asmita le esquivó y entró en la estancia—. Perdona.

— No —se apresuró en decir. Asmita le miró con una ceja al alza—. Quiero decir que no pasa nada, Asmita —sonrió, a pesar de saber que el otro no podría verle.

Virgo le miró unos instantes más y asintió.

— Mi equipaje está listo ¿Y tú?

Shion ladeó al cabeza.

— Aún no he podido llegar a Aries. Aunque no me tomará demasiado tiempo.

— En ese caso…

Asmita entró en una de las habitaciones. Permaneció allí algunos segundos, tiempo de sobra para que Shion debatiera internamente si debería seguirle o quedarse allí. Al final, parece que optó por la opción correcta, puesto que Virgo salió con una sonrisa tirando de sus labios.

Cuando salió, ya no vestía su armadura. Aquella era la primera vez que Shion le veía en ropa de civil y fue cuando se percató de la delgadez del santo de Virgo. Puede que no lo aparentase debido a su musculatura, pero estaba demasiado flaco.

— ¿Ocurre algo? —le preguntó mientras le tendía un colgante.

Shion fue sacado de sus pensamientos por la pregunta de Asmita.

— No —se apuró en decir—. No pasa nada —los ojos del caballero de Aries viajaron al colgante que su compañero le ofrecía. Lo tomó con delicadeza, temeroso de que se rompiera. La piedra que colgaba de allí era una aguamarina. La reconocería en cualquier lugar. Él mismo adoraba el color de aquel mineral— ¿Qué es?

— El permiso para entrar en Lemuria. El Patriarca me los entregó cuando fui a hablar con él.

— ¿El permiso es una piedra?

Asmita asintió mientras se ataba el colgante.

— ¿Quieres que te lo ate yo?

Por la cara que Virgo puso, Shion supo que acababa de meter la pata estrepitosamente. Aunque realmente no sabía por qué. Él únicamente se había ofrecido a ponerle el colgante a su compañero. Palabra de santo dorado que lo hizo con toda la buena fe del mundo.

— No te molestes —aunque molesto, Asmita trató de sonar lo más cortés posible—. Puedo hacerlo por mí mismo.

Shion desvió la mirada y se resignó. Tendría en cuenta este pequeño 'incidente' para situaciones futuras. Suspiró y se ató su propio colgante.

— ¿Sabes en donde está la entrada?

Asmita le miró unos instantes y sonrió.

— No nos tomará mucho tiempo llegar.

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Shion cargó la caja de pandora (oculta bajo un mantel blanco) a sus espaldas y salió al exterior del templo de Aries. El aire que ahora corría ya no era tan sofocante como el de la mañana y el sol había perdido gran parte de su potencia. Sin duda Asmita había tenido una buena idea en no salir de inmediato. De haberlo hecho, podrían haber quedado tostados como gambas. Más teniendo en cuenta que sus pieles eran demasiado claras para el sofocante verano mediterráneo.

El guardián del primer templo miró a la lejanía, intuyendo lo que sería la entrada del Santuario. Prácticamente ya no había nadie para esas horas, la mayoría se encontrarían en las residencias, preparándose para la cena.

— ¿Listo?

Shion volteó, viendo a Asmita detrás suyo. Sonrió y asintió. Y al instante siguiente se sintió estúpido. Asmita era ciego ¡¿Por qué su cabeza se olvidaba de ese pequeño detalle?!

— Si —carraspeó y meneó la cabeza—. ¿Hacia dónde está la entrada?

Asmita soltó una risita y le mostró su colgante.

— ¿Pasa algo?

— Esta es la entrada. El colgante nos llevará.

— ¿Cómo funciona?

— Tienes que encender tu cosmos y el colgante de llevará directo a Lemuria. Funciona de forma similar a las tele-transportaciones.

Shion tomó su propio colgante y lo miró con cierto recelo ¿De verdad era tan sencillo? Sus ojos se posaron una vez más sobre Asmita.

— ¿Vamos? —preguntó el caballero de Virgo.

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.

La noche había caído sobre Lemuria. En la isla central, donde vivían la realeza y la nobleza, las calles estaban perfectamente alumbradas. Había soldados patrullando, presumiendo de vestir con el elegante uniforme blanco que los identificaba como miembros de la guardia real. Eran calles tranquilas, plagadas de lujo y edificios majestuosos que sacaba a relucir el poder de sus residentes. Sin embargo, ninguna de aquellas cases era tan espectacular como el palacio real, situado en la zona más alta de la isla y visible desde toda la capital. Desde allí arriba, ese edificio recordaba a todos los habitantes quien tenía el poder.

En los puentes que conectaban con la isla central, los militares ya se encontraban cerrando las barreras. El acceso a la isla era cerrado en desvanecerse el último rayo del sol, convirtiéndolo en la zona más segura de la ciudad. Sin embargo, más allá del puente, empezaba realmente la ciudad. Los lugares donde la gente vivía en las calles, donde la delincuencia era la única forma de vida para muchos, donde la policía se dedicaba a maltratar a aquel que osase incumplir alguna de las sagradas leyes del país. Lugares donde la oscuridad era la única aliada para sobrevivir un día más.

Ella corrió con todas sus fuerzas. Se conocía aquellas callejuelas mejor que aquellos fanfarrones de uniforme blanco. Esquivó una barricada de cajas de cartón y siguió su marcha. Ellos, por otro lado, las patearon y reanudaron su persecución.

La distancia entre ellos era cada vez más corta, pero eso no la iba a disuadir. Ella seguiría corriendo sin importar qué. Giró al primer callejón que encontró, siendo recibida por una ligera neblina. Señal que empezaba a acercarse a la zona próxima a los puentes.

— ¡Detente! —vociferó uno de sus perseguidores.

Y un cuerno se iba a detener. Se obligó a correr más rápido, a pesar del cansancio que acarreaba. Pocas veces había tenido persecuciones tan largas como aquellas. Usualmente los guardias se cansaban de perseguirla al cruzar un par de calles de la zona 'pobre', sin embargo, esos estaban en plena forma. Seguramente serían nuevos reclutas. Tanta fanfarronería y cabezonería solo era concebible en algún novato en la policía real que quisiera demostrar que él era el mejor.

Tomó una profunda bocanada, sintiendo como sus pulmones dolían al llenarlos de ese aire húmedo. Maldición, debía detenerse de inmediato. Pero no podía. Tenía que llegar a ese lugar y…

Una figura apareció delante suyo. Frenó de golpe, a un solo paso de caerse de bruces al suelo. Cuando alzó la mirada se quedó de piedra. Aquello no podía ser.

— No podemos permitir que sigas huyendo —dijo una voz a sus espaldas.

Ella volteó, viendo a otro chico acercarse. Estaba atrapada. Sintió el miedo escalar por su garganta y paralizarla por completo. Por primera vez, deseó que aquellos guardias la atrapasen. Deberían estar al caer ¿por qué no aparecían? Su cabeza empezó a recrear mil y un escenarios que podían suceder: tal vez la violaban, tal vez la mataban, a lo mejor una combinación de ambos. Las lágrimas asomaron por sus ojos, resbalando por su rostro y cayendo sin contemplaciones.

Este era el fin. Lo era y no estaba preparada. Jamás imaginó que su vida acabaría de este modo. Ella pensó…

— ¿Estás bien? —le preguntó uno de ellos.

Su corazón se detuvo al sentir la fuerte mano de aquel chico encima suyo. Ella alzó la mirada, examinando, por primera vez, sus facciones. Había poca luz, pero ella aún podía ver sus ojos rosados y el okimayu de su frente, demostrando su procedencia lemuviana. Su cabello era verdoso, bastante largo. Dos mechones caían libremente por encima de su pecho, ocultando parte de la vestimenta. Ella lo contempló con asombro ¿Quién era? Sus ojos corrieron fugazmente por su cuerpo, visualizando una figura atlética. Demasiado musculado para ser un simple pueblerino ¿Sería un guardia?

— ¿Podemos saber tu nombre? —preguntó el otro.

Ella volteó, viendo a aquel que le había impedido el paso instantes atrás. Era un hombre joven, alto y delgado. Su tez era tan blanca como la del otro muchacho, aunque su cabello era lacio y de color dorado. Su rostro era cubierto por algunos mechones que bajaban hasta su pecho. Tras su flequillo entrevió un pequeño círculo rojo, marcado justo en el chakra Ajna, el llamado tercer ojo. Además, por alguna razón, él mantenía sus ojos cerrados.

Los miró a ambos intermitentemente, buscando alguna explicación. De pronto, el chico de cabellos rubios alzó sus manos y palpó su rostro. Ella quería esquivarlo, pero se vio tan sorprendida que no tuvo fuerzas de evadirle. Sus manos eran suaves, casi como una caricia que examinaban cada rincón de su cara.

— ¿Q-Qué ocurre?

— Espera, Asmita —pidió la voz del otro muchacho.

El chico de cabellos rubios retiró las manos del rostro de la chica y frunció ligeramente el ceño.

— ¿Algún problema?

Ella volvió a mirar al lemuviano. Cuando sus ojos se cruzaron, él puso sus ojos como ensaladeras.

— Alteza.

Oh no. El chico se arrodillo. Ella miró a ambos lados con apuro. Si alguien los veía estarían metidos en serios problemas.

— ¿Alteza? —cuestionó el otro muchacho.

— Ella es…

— Como sea ¡Levántate!

Ella lo agarró del brazo y lo obligó a ponerse en pie de nuevo. Echó una rápida ojeada a su alrededor y suspiró aliviada en ver que no había nadie en las cercanías.

— ¿Princesa?

— Ten cuidado con lo que dices en esta zona. Estamos en la parte peligrosa de la ciudad ¿Quieres que nos linchen? —preguntó ella con un toque de histeria.

El lemuviano tragó en seco.

— Un segundo, si usted es la princesa de este lugar ¿Por qué la estaba persiguiendo la guardia real? —Ella miró al chico de cabellos rubios— Eran ellos ¿verdad? Los que vestían con uniforme blanco.

Ella asintió con pesadez.

— ¿Ha ocurrido algo en palacio, alteza? —preguntó el lemuviano con un tono de preocupación.

— Laupheim —le corrigió ella—. Será mejor si me llamáis por mi nombre aquí. Es una zona peligrosa, ya os lo he dicho.

— Si tan peligrosa es ¿Por qué está merodeando usted por aquí?

— ¡Asmita! —le reprimió el compañero en escuchar tan insolente pregunta de labios de su compañero. Asmita ni siquiera se inmutó.

La muchacha miró algunos instantes más al rubio y sonrió.

— Al fin alguien que dice las cosas como son —aquello trastornó a Asmita, siendo ahora el santo de Virgo el sorprendido—. No ha ocurrido nada en palacio. Allí nunca ocurre nada —dramatizó.

— Entonces ¿Por qué ha escapado?

Ella los miró con desconfianza.

— No creo que sea correcto deciros. Sois unos desconocidos ahora mismo.

— Tiene razón —empezó a hablar el chico lemuviano—. Disculpe. Mi nombre es Shion de Aries y él es Asmita de Virgo. Venimos aquí en nombre del Santuario para investigar la extraña presencia que ronda por Lemuria. Fue su padre quien nos llamó.

Laupheim los miró con notable asombro.

— ¿Sois vosotros? ¿Vosotros sois los caballeros dorados?

Ambos asintieron. Una extraña presión creó en el estómago de Laupheim. La emoción corrió por sus venas. Se le hacía inconcebible que al fin hubiese conocido a dos de los famosos caballeros dorados de Athena, aquellos que eran los más poderosos de entre los 88. Únicamente había escuchado hablar de ellos, también había leído alguna cosa en uno de los libros que había en la biblioteca de palacio y, sin embargo, allí estaban.

— ¿Cómo habéis terminado por esta zona?

— Problemas con la entrada —explicó Asmita—. No esperamos que nos dejaría en el extremo más alejado de la ciudad.

Ella esbozó una ligera mueca y asintió.

— Imagino que no tenéis donde pasar la noche —ambos negaron—. Únicamente en palacio —murmuró—. Os acompañaré.

— ¿Está segura? Le recuerdo que hace apenas unos instantes estaba huyendo de la guardia real —dijo Asmita. Shion le fulminó con la mirada.

— No os dejarán cruzar la barrera de los puentes a menos que vaya con vosotros. Los militares de las barreras son así de cabeza huecas. La cabecita repleta de serrín, tienen.

— Entonces —Shion sonrió— la seguimos, Laupheim.

La chica sintió su corazón latir a un ritmo inusual por un instante. Miró al caballero de Aries con completa admiración, sin embargo él no pareció entender a qué venía esa mirada.

— ¿Pasa algo? —preguntó completamente ajeno a los sentimientos de la chica.

Ante esa pregunta, Laupheim se recompuso y anduvo hasta que los dos santos quedaron a sus espaldas.

— No es nada. Únicamente que eres la primera persona que me llama por mi nombre —Ella giró y les sonrió— ¿Me seguís?

Los dos santos asintieron y siguieron a la chica a través de las callejuelas. Algunas de las calles que cruzaron eran completamente oscuras, ocultando a aquellos que se arrinconaban, buscando dormir tapados únicamente por unos pocos cartones. Pasar por allí era un acto de valentía, no por lo que te pudiera pasar sino por lo que tenías que presenciar.

Finalmente, llegaron a una avenida empedrada. El final no se podía ver gracias a la neblina que el agua producía por las noches, pero eventualmente vislumbraron las barreras que impedían el paso a los puentes. A lado y lado, militares armados hasta los dientes, con su cabeza alta y sus manos tras la espalda.

Ellos prosiguieron hasta detenerse delante de los soldados.

— Alteza —el tono que empleó aquel militar para referirse a Laupheim, molestó a Shion. La arrogancia que aquellos dos muchachos transmitían resultaba nauseabunda.

— Necesitamos cruzar ¿Podéis levantar la barrera?

— No —fue la contestación de unos de los guardias. Al instante, ambos se pusieron a reír de la forma más frívola imaginable. Shion apretó sus puños, reteniéndose a sí mismo de golpearlos por su insolencia.

Laupheim tomó aire y trató de serenarse. Estaba acostumbrada a esa situación, pero eso no significaba que no la sacara de quicio. Sin embargo, le habían enseñado que mostrarse irrespetuosa en esas situaciones no servía de nada.

— Os lo pido por favor —insistió ella tratando de sonar lo más cortés posible.

— ¿A qué tanto apuro, alteza? —preguntó uno de ellos un tono bribón— ¿Acaso no le gusta la zona pobre? Debería estar allí. Después de todo se escapa cada noche ¿Disfruta con el dolor de esa gente? Tal vez debería suplicarle a su padre que la deje vivir allí. En palacio ya…

Las palabras del militar se detuvieron en cuanto sintió que sus pies no tocaban el suelo. Inmediatamente miró a su compañero, quien también estaba flotando en el aire por alguna extraña razón. El pánico rápidamente se apoderó de ellos.

— Shion —escuchó la voz de Asmita sonar detrás suyo.

Cuando Laupheim volteó, encontró al caballero de Aries con la vista clavada sobre los guardias. Su expresión era severa y sus ojos relucían, adquiriendo una tonalidad más brillante. Conocía aquello, había leído sobre esa habilidad.

— Telequinesis —la palabra se escapó de sus labios en forma de susurro.

— ¡Bájanos! —rogó uno de los guardias.

— ¿Debería? —preguntó Shion alzándolos uno par de metros más arriba.

— Shion —insistió Asmita.

— ¡Por favor! —aquel guardia estaba a punto de echarse a llorar.

Laupheim tomó aire.

— Por favor, Shion —ella pronunció aquellas palabras lentamente, como si se resistiesen a salir de su boca—. Bájalos.

Él la miró unos instantes hasta que suspiró y cedió a su petición. Lentamente, los guardias descendieron hasta que sus pies tocaron de nuevo el suelo. Al instante, su fanfarronería regresó a ellos. Shion se juró a si mismo que volvería a alzarlos si volvían a actuar como lo habían hecho antes. A su suerte (la de los guardias, claro) quedaron bastante asustados la primera vez por lo que, a pesar de sus caras largas, les dejaron pasar.

Shion, Asmita y Laupheim cruzaron el puente callados como tumbas. Ninguno de ellos quería romper el silencio, en especial Shion y Asmita, quienes no entendían el porqué de la reacción de los guardias. Laupheim era la princesa, siendo así, la actitud de aquellos dos elementos debería haber sido completamente distinta. Allí la humillaron, la despreciaron, la trataron como si fuera una escoria. No tenía sentido pero algo quedó claro para ambos caballeros, había algo terriblemente mal en Lemuria y no se referían a la supuesta presencia.

Ascendieron por las calles, siendo alumbrados por las farolas de adornaban la calzada hasta que se plantaron en las puertas de palacio. Nuevamente se cruzaron con un guardia, aunque este no hizo ningún desprecio verbal hacia la princesa, sí que le lanzó una mirada de asco antes de abrir la puerta a regañadientes.

Al cruzar el portón, fueron sobrecogidos por la hermosura del jardín real. Parecía un fragmento de paraíso que, sin duda, a la luz del día debía ser aún más espectacular. Shion quedó cautivado por la fuente de agua que brotaba cerca suyo, provocando un sonido relajante en las cercanías.

Siguieron a Laupheim a través de un paso empedrado, iluminado a cada poco por una pequeña luz que delimitaba el camino. A sus lados, obras de la naturaleza y la jardinería. Aquel lugar era de una belleza equiparable a los jardines colgantes de Babilonia. Tan absorto estuvo con las obras de aquel jardín que ni siquiera se percató de cuando llegaron a la entrada de palacio.

Al traspasar la puerta principal, custodiada por un par de guardias. Quienes, igual que los anteriores, también pusieron mala cara cuando Laupheim les pidió que abriesen. Shion seguía encontrando su conducta demasiado inadecuada, más considerando quien era ella, pero tampoco podía ir levantando con su telequinesis a cada soldado insolente, por lo que no le quedaba más remedio que resignarse.

Laupheim entró y ellos la siguieron, apareciendo en una sala oval. Esta era algo austera, pero parecía un recibido que solo servía como lugar de acceso a distintas áreas de palacio. En frente suyo, una majestuosa puerta con distintos grabados recreando algún hecho histórico de Lemuria que Shion no tuvo tiempo a analizar.

Laupheim volteó a verlos y sonrió.

— Detrás de mí está la entrada a la sala del trono. Iré a buscar a mis padres para que os atiendan, pero podéis ir entrando si queréis.

— Muchas gracias por traernos hasta aquí, Laupheim —agradeció Shion con una pequeña sonrisa.

Ella pareció perdida en un primer instante, pero inmediatamente volvió a sonreír y negó con la cabeza.

— Ha sido un placer ¡Espero volveros a ver por aquí!

Y dicho esto, empezó a correr hacía uno de los arcos que conduciría a alguna de las estancias de palacio. Shion miró a Asmita un instante y este asintió ¿Sabría que le había mirado? Los ojos del lemuviano se posaron sobre la puerta. Se acercó a ella y acarició los grabados. A pesar que s esforzó, no reconoció ninguna de las escenas allí grabadas.

— ¿Entramos? —preguntó Asmita desde atrás.

Cuando Shion le miró, Virgo estaba de pie a su lado.

— Llegaran antes sus majestades que nosotros —añadió.

Resignado, Shion asintió y con la ayuda de Asmita abrieron la pesada puerta. Al otro lado, efectivamente, estaba la sala del trono. Era una sala amplia y austera, decorada con ventanales a ambos lados. A Shion le recordó a la sala del trono que había en el Santuario. Asmita y él siguieron el camino que dibujaba la alfombra azul y se detuvieron a unos metros del trono.

Se escuchó el sonido puerta y tres personas aparecieron por alguna puerta lateral que no era visible desde donde estaban. Shion los identificó rápidamente. El hombre tomó asiento en el trono, mientras que la mujer y la chica que lo acompañaban se detuvieron al lado de este, ambas con sus manos juntadas delante suyo.

— Bienvenidos. Según me han dicho ustedes son los caballeros enviados por el Santuario ¿Me equivoco?

Asmita y Shion se alinearon e hincaron una rodilla en señal de respeto.

— Shion de Aries, alteza. Él es Asmita de Virgo —Shion alzó la mirada, buscando los ojos del rey de Lemuria—. Vinimos a investigar el origen de la presencia que merodea por Lemuria.

El rey asintió autoritario.

— Sage no ha demorado en mandar ayuda.

— Alteza, le estaríamos agradecidos si pudiera darnos más información. La carta que nos mandó resulta demasiado ambigua para que podamos empezar a investigar —pidió Asmita.

— Claro —el rey suavizó su expresión, aunque aún denotaba esa sensación de autoridad—. Todo sucedió hace un par de días. Cada semana me dirijo a la torre sagrada para poder realizar mis lecturas sobre el estado de la nación. Sin embargo, esta última tuvo una lectura algo turbulenta.

— ¿En qué sentido, majestad? —preguntó Shion desconfiado.

— Normalmente las lecturas las realizo con la ayuda de un instrumento muy especial. Dicho instrumento suele cambiar de color en función a lo que ocurre en el país. Pero esta vez ha tenido un color parecido al humo y, por primera vez en toda mi vida, he visto dibujos formarse en él.

— ¿Se supone que este instrumento no puede mostrar imágenes? —preguntó Asmita.

— Es imposible. Al principio pensé que tal vez sería una cualidad de la que no tenía conocimiento, así que consulté al sacerdote. Aunque él tampoco supo darme una respuesta exacta, me aconsejó que no me preocupase más por el tema. Y eso hice. Pero al día siguiente realicé otra profecía y el dibujo apareció de nuevo. Fue entonces cuando consulté en los libros pero tampoco encontré nada. Aunque sí que vi como algunas de las hojas fueron arrancadas. Sin embargo, no se especificaros si allí habría información relevante o no.

— ¿De qué dibujo se trata, majestad? —preguntó Asmita.

El rey aguardó unos instantes en silencio antes de contestar.

— Un reloj —Shion sintió como creía un extraño malestar por todo su cuerpo—. No sé qué puede significar y me preocupa que sea algo importante. Lemuria alberga grandes tesoros que, a manos equivocadas, podrían causar un completo desastre. La misión de la familia real no es solo gobernar, es también proteger dichos tesoros. Y siendo esa mi misión, debo cumplirla.

— Entendemos su preocupación y admiramos su determinación, Alteza —habló Asmita— ¿Sería posible que viéramos ese instrumento?

— Me temo que eso es imposible, santo de Virgo. Sin embargo, puedo indicarles donde lo encontramos. Aquel lugar ha permanecido intacto desde entonces, por lo que sus poderes están aún impregnados en sus padres. Además, allí también se encuentran las instrucciones para su funcionamiento. En la biblioteca las tenemos redactadas en un tomo pero, como les he dicho, algunas páginas han sido arrancadas.

— Eso nos sería de gran ayuda, majestad —aseguró Shion con una reconfortante sonrisa dibujada en su rostro.

El rey asintió.

— Aunque hoy es tarde. Será mejor que vayan a sus habitaciones y descansen. Mañana, si lo desean, puedo mostrarles el camino a la gruta.

— Que así sea, majestad —asintió Asmita haciendo acto de levantarse. Shion le siguió.

— Agradecemos su generosidad al dejar que nos hospedemos aquí —dijo Shion.

— El placer es nuestro, caballeros —el Rey miró a la muchacha que permanecí al lado del trono— Shenda ¿Podrías mostrarles su habitación, por favor?

La chica asintió y se acercó a ellos. Su andar era elegante y grácil. Tenía una presencia formal y dulce al mismo tiempo. Sus cabellos, dorados como el sol, se mantenían recogidos en una trenza que descendía por su espalda. Sus brazos, desprotegidos por el sencillo vestido blanco que vestía, eran adornados con la joyería propia de Lemuria.

— Si me siguen, caballeros.

Su tono no era despectivo, era increíblemente cortés y educado, y aun así, a Shion le pareció que la princesa no quería saber nada de ellos. Asmita y él se despidieron una vez más de los monarcas y siguieron a la chica por los pasillos de palacio. Eran pasillos amplios donde el dorado y el blanco predominaban. Había cuadros, estatuas, retratos e incluso alguna mesilla en la que reposaban candelabros de increíble belleza.

Shion los observaba con atención, mientras, al otro lado del pasillo, únicamente habían grandes ventanales que mostraban la insoldable oscuridad que reinaba más allá de las paredes de palacio. Eventualmente llegaron a un pasillo con puertas a ambos lados, todas ellas igual de espectaculares que el resto de la construcción.

Shenda se detuvo en la primera puerta a la derecha y les miró con cierta desconformidad.

— Esta será su habitación.

Shion quiso agradecerle su esfuerzo (aunque obligado) de guiarlos hasta su habitación. Sin embargo la chica les despidió con un tajante 'Pasen una buena noche' y desapareció en la esquina más próxima.

Tanto Shion como Asmita se quedaron atónitos del carácter de la princesa. Sin duda, en el poco tiempo que habían pasado con ambas, podían decir que eran completamente opuestas. Después de unos segundos, Asmita fue el primero que se atrevió a abrir la puerta y descubrir la habitación que les había sido asignada.

Era una amplia estancia donde el color crema predominaba. En el techo colgaba una lámpara formada por figuras de cristal que imitaban una hoja de palmera y daban una luz muy cálida al lugar. La habitación estaba dotada con dos camas individuales, algo más grandes que las convencionales y a sus lados una pequeña mesita de noche toda de madera. Frente a ellas, el sofá. Uno de 3 plazas decorado con varios cojines de distintos y exóticos bordados. Encima del sofá un espejo que reflejaba toda la estancia.

Justo al lado de la puerta, se encontraba un armario empotrado de la misma madera que las mesillas, el cual daba cabida a varias prendas. Demasiadas tal vez. Finalmente, en frente de la puerta, el gran ventanal. Todo él cubierto por cortinas de la más alta gama y, más allá del cristal, un pequeño balcón con vistas al lujoso jardín por el que antes habían pasado.

— ¿Qué tal es? —preguntó Asmita.

Shion examinó la habitación una última vez y silbó.

— Ya podríamos tener una así en el Santuario.


Y hasta aquí este primer capítulo ¿Qué os ha parecido? ¿Bien? ¿Mal? ¿Me vais a lanzar tomates? X)

Bueno, también quiero aprovechar para responder el review de Leri:

Primero de todo, darte las gracias por el apoyo y la comprensión. Saber que había alguien más esperando para esta actualización me animó a escribirla, a leerla y releerla para que fuese lo más amena posible (porque reconozco que el capítulo es largo con ganas jajajaja). También quiero agradecerte todos los reviews que me has dejado anteriormente y como estos también me animaron a seguir con la historia. Estoy muy contenta de tener una seguidora tan fiel y espero poder ver más review tuyos de ahora en adelante. Así pues, espero que te haya gustado este nuevo inicio y un fuerte abrazo!

Dicho todo esto, espero que os haya gustado y espero gustosa de recibir vuestros reviews ¡Se aceptan críticas constructivas!

Un fuerte abrazo a todos y os veo en el próximo capítulo.

No olvidéis dejar un review :3

Enna