Disclaimer: The Vampire Diaries no me pertenece, es de L. J. Smith y The CW.
Palabras: 492.
Aviso: este fic participa del desafío de julio de "The battle of fire with fire" del foro "The Vampire Diaries: Dangerous Liaisons".
Érase una vez una chica con más de mil años que solo quería una cosa: ser humana. Ella era una vampiresa que buscaba el amor sin encontrarlo.
Sin embargo, lo hizo cuando lo creía perdido, cuando no había esperanza. Y fue en su pequeña sobrina, Hope. La cuidó desde que era un bebé. Sus padres, aunque la querían mucho, tenían que luchar contra sus enemigos y para protegerla, se la encargaron a la vampiresa.
Ella la cuidó cómo lo habría hecho con su propia hija, la vio dar sus primeros pasos, escuchó sus primeras palabras y la llevó su primer día a la escuela.
La niña estaba asustada, era especial, muy poderosa, y temía hacer daño al resto de niños. Lloró y suplicó por quedarse con ella, pero su tía no cedió.
— Por favor, mami, quiero quedarme contigo. Por favor. — Suplicaba la pequeña con lágrimas surcándole el rostro.
La vampiresa se quedó sin respiración al escuchar las palabras de su pequeña. La niña sabía que era su tía, conocía a su madre. Quiso corregirla, pero no lo hizo, porque al fin y al cabo, sí que era su hija. Ella la había visto crecer, la había educado, la había abrazado en las noches de tormenta.
Se agachó para quedar a la altura del rostro de la niña y le limpió las lágrimas con su mano.
— Te prometo que te gustara. Habrá muchos niños y niñas con los que podrás jugar. Y si te portas bien, ¿qué te parece si vamos al circo está tarde para celebrarlo?
A la pequeña se le iluminaron los ojos. Le encantaba el circo, solo había ido una vez pero era su sitio favorito del mundo.
La niña intentó ser fuerte y fue a la escuela, aunque no podía evitar las lágrimas que acudían a sus ojos. No obstante, la vampiresa tenía razón. Había conocido a dos niñas y se habían hecho las mejores amigas y después fue al circo.
Le gustó tanto o más que la primera vez.
— Ya sé lo que quiero ser de mayor. — Le dijo a la vampiresa cuando salieron.
— ¿Sí? ¿El qué?
— Quiero ser domadora de leones. — Respondió la niña.
La vampiresa rio divertida mientras asentía.
— Seguro que serás la mejor domadora de leones de toda Nueva Orleans. Y también del mundo.
La niña asintió y cogió la mano de la mujer.
Cada año, iban al circo el primer día de colegio de cada curso. Era su pequeño ritual.
Rebekah vio hacerse mayor a la niña, hasta que llegaron a parecer hermanas más que tía y sobrina. Pero no la importaba, había conseguido ser humana. Porque ¿qué había más humano que convertirse en madre?
La vampiresa de mil años sonrió orgullosa la primera vez que vio a su pequeña en la arena del circo con su león.
Hope la buscó con la mirada cuando terminó su número, no a su padre, no a su madre biológica. A ella. Y la sonrió.
— Gracias, mamá.
