PARTE 1 – CORAZÓN ROTO
Habían pasado, ¿Qué? ¿Tres años? No era como si contara el tiempo, pero a veces Shido pensaba que mientras más se disfrutaba de la vida, menos atención se prestaba a los días que pasaban, con sus semanas y meses y estaciones. Tres años perfectos, con sus idas y venidas, cosas buenas y malas (las malas siempre tenían algo que ver con la Fortaleza Ilimitada, pero gracias a quien fuera eso se había mantenido tranquilo luego del último incidente hacía ya dos años) pero considerando su historia, Shido sabía que debía dar las gracias por aun tener a todos aquellos a los que apreciaba a su lado. Wow. Tres años. Había visto los árboles del parque desprenderse de sus hojas tres veces ya. Había pasado tres navidades en compañía de sus animales… y Madoka.
Madoka seguía tan dulce y hermosa como la noche en la que se conocieron. Su violín parecía sonar con la voz de los ángeles y aún ahora no se cansaba nunca de oírla tocar para él… Pero en algún momento ella comenzó a… crecer. Definitivamente, nunca quiso pensar en esto, pero Madoka tenía 15 años cuando se conocieron. No los aparentaba, claro. Siendo tan gentil y madura, parecía mucho mayor… pero tal vez fue su edad y hasta cierto punto su inocencia lo que impulsó a Shido a quedarse con ella.
Shido no era estúpido (aunque Ban disintiera) Sabía desde el principio que la chica tenía sentimientos por él. Lo sentía en cada cosa que ella hacía, cada vez que le hablaba o tocaba para él… estaba en su voz, en su música: todo ese amor para él, un amor que no podía corresponder, al menos no con la misma intensidad. Había admitido, para sí mismo, que sentía algo por Madoka. La chica lo llenaba de paz y calma, lo hacía sentir que los humanos no eran tan malvados y terribles… Al menos no todos. Pero ese sentimiento que al comienzo no tenía nombre, se fue formando y definiendo con el pasar de esos tres años. Ahora que Madoka tenía 18 años, Shido sabía que quería estar a su lado, protegiéndola y cuidándola… pero nada más.
Por eso ese beso fue tan difícil de superar para ambos.
Fue algo accidental, podría decirse que ni siquiera el Maestro de las Bestias podría haberse dado cuenta de que ese beso lo cambiaría todo entre ellos. Había sido ella quien, en medio de la efusiva fiesta y los aplausos y vítores, se había girado hacia Shido, llamándolo. Él se inclinó, pensando que tal vez quería decirle algo solo a él, pero se encontró con que Madoka lo tomó de las mejillas, sonriendo de esa manera dulce que solo ella tenía… y así, sin palabras de por medio, simplemente lo besó. Sus labios se rozaron de manera simple y tibia, separándose luego de segundos. Shido no supo que hacer, que decir. El silencio los había rodeado de una manera indescriptible y Madoka se sonrojó luego de soltar el rostro ajeno.
"Lo siento" recordaba que ella había dicho, luego de cubrir su propio rostro en un intento de ocultar su sonrojo. Shido realmente deseaba tener palabras suficientes, pero como en los momentos más necesitados, no tenía nada que decir… y Madoka se disculpó con todos, llamando a Mozart para que la guiara a su habitación.
Desde ese momento las cosas para Shido comenzaron a ir mal.
