Renuncia: todo de Kohske.
Advertencia: spoilers. Y cosas turbias, típicas de este par. Me dedico a mí misma esta viñeta (?) Podéis situarla en un momento "x" (evidentemente previo a los hechos actuales del 34).
La cabeza del Twilight se separa de su cuerpo debido a un movimiento veloz por parte de Erica, que desenfunda la espada.
Mikhail le admira en cada minuto, mientras el hombre agoniza moribundo, y cuando finalmente perece entre ilegibles Per…dó…neme.
(A Erica, es decir).
Relamiéndose los labios —que son sabrosos y dulces— va tras otro de los objetivos que intenta escapar con desesperación: una mujer de las calles. Mikhail la atrapa rápido y sin contemplaciones, entre risitas cínicas aunque sinceras.
(es que le divierte todo aquello). Es como un juego en el patio escolar, y esos Twilight a los cuales cazan por órdenes de la familia Monroe, interpretan el papel de juguetes.
¡Y son tan entretenidos!
Y él quiere —quererlos, despedazarlos, cortarlos— sus placas. Las placas de todos ellos.
Si logra juntar muchas en sus expediciones le felicitan y recibe una palmadita en el cabello. Porque «Has hecho un gran trabajo Mikhail» —y suele ser Erica quien se la da tan serena, que las motas rojas en sus zapatos parecen no estar, y hay una luz extinguida en sus pupilas estrelladas—.
Es debido a ese pensamiento que Mikhail decide dar el golpe de gracia, chocando el rostro de su víctima contra el pavimento y oyendo el crack de sus huesos al partirse —crack-crack, como de caramelo al ser masticado—. Asemeja a una melodía. De un carrusel en la feria, posiblemente.
Le tranquiliza ese ruido. Es la prueba de que ha sido útil. Un buen niño.
A él le encanta ser bueno y que le consientan a cambio.
Si no se porta mal le permiten ir por más placas y deshacerse de los horribles y malvados Twilights. Los cuales, según la opinión de Ivan-san, no debían en primer lugar ni haber nacido. Mikhail lo cree también (porque él lo afirma, porque Erica lo confirma, porque es buen niño). Si dos hombres tan importantes como Ivan-san y el Señor Monroe lo dicen debe ser verdad, después de todo.
(¿O no?)
Más no lo piensa demasiado. Mikhail se aburre y prefiere jugar. Y aquella no es la única justificación para acceder a aquello. Hay algo más, aparte del deseo y emoción de Mikhail ante la perspectiva de ser bueno ante los adultos y la alegría que le provoca exprimir un ojo humano igual que un limón o enredarse el cuello con las tripas de alguien como una bufanda de edición limitada —tan calientitas, tan divertidas—.
— ¡Eri-ca~! —Canturrea—. Allá va uno.
Es ella.
Ella blandiendo el arma entre sus finas y delicadas manos de porcelana rota, con una solemnidad y concentración inusitadas. La manera en que desapercibidamente frunce el entrecejo y salta en dirección a su presa, cortándole en dos antes de que sea capaz de defenderse —o gritar—.
Todo muy soberbio, muy súbito.
(Muy salvaje).
La espada se empapa y una sonrisa surca los labios de Mikhail, sus irises iluminándose antes de aplaudir estridentemente, como si presenciase un espectáculo infantil, un hábito suyo en esas ocasiones.
Entonces Erica le observa, imperturbable.
(Siempre a él, siempre, siempre).
— ¿Has terminado ya, Mikhail?
Y él llega de un salto hacia ella, balanceando sus premios con orgullo. Pues es costumbre que Erica se mantenga en calma, así estén en medio de un baño de cadáveres. Y ella posa después una mano en su hombro, dándole un leve apretón (casi viva, casi brillante).
— ¡Mira cuántas placas conseguí!
Haciéndole sentir especial, dichoso.
Erica tiende a asentir entonces, y le pide quedamente que se aparte para terminar con la misión, descuartizando los cuerpos.
Aquello es sin duda lo mejor de ser un Cazador, considera Mikhail.
—no la matanza, no los halagos adultos, sino la compañía de Erica—.
Que ella lo proteja y le otorgue su silencio, ese que habla mucho.
Y eso.
Algo inherente a Erica y sólo Erica.
Una esencia que la baña y él respira estando juntos, es su perfume natural. Embriagador. Reconfortante. Mikhail lo huele más intenso que nunca, ahí, con Erica cortando carne (y le encanta).
Sonríe más ampliamente, por eso.
Porque para Mikhail, Erica posee la fragancia de la sangre goteando. Y es que Erica no lo sabe, pero toda ella es magnífica y desprende un encantador aroma a rojo de vida recién derramada.
