Wuu! Luego de, amm no sé o.o bastantito tiempo, vengo con otro fic de Hetalia. He logrado terminarlo en menos de una hora; es un gran logro para mí *proud(?)*
También basado en una canción [Ich verlasse heut' dein Herz de Lacrimosa] y algunas experiencias haha; tenía algunos días con las ganas de escribir algo, luego recordé algunos fics que debía. Al final, logré acomodar la idea y la escribí.
Dedicado a mi manitu queridu (Yuriy Hiwatari) más que nada, por hacer esperar ._. eh, ¿casi tres años? [originalmente era de Naruto, luego traté de hacer un FrUK y… bueno historial larga].
Las letras en itálicas son el recuerdo de Arthur~
En fin, dejo el fic(:
Gracias.
Lo amaba. Lo hizo desde que comenzó su relación. En realidad, siempre lo había hecho, desde la primera vez que lo vio.
Sólo que no sabía bien como expresarlo (ni como se lo tomarían sus superiores).
Por ello, esa era su manera. Siempre discutiendo, siempre peleando.
Y al francés le gustaba así.
Entonces, cuando Francis le pidió una relación formal, ahí estaba el inglés, sonriendo con superioridad, con su «Te tardaste en pedírmelo», pero aun así, dándole el sí quiero.
Ahí comenzaron a verse de modo más frecuente que antes (cuando sólo eran encuentros por cuestiones de trabajo). Y, aunque todos lo sabían (o, sino, lo suponían) a ellos les gustaba ocultarlo. Al inicio, a Arthur le daba un poco de vergüenza, aunque nunca supo realmente la razón. A Francis le parecía que ocultarlo hacía más tentador.
Y continuaron así por bastante tiempo, sin decir nada. Era mejor así. Para ambos. Detrás de todas esas disputas (algunas, hasta históricamente relevantes) siempre había otra razón para verse. Además de pelear.
Terminó por gustarle así también a él. Como solía decirle francés «es más atractivo, más erótico, ¿no, mon cher? Hasta más divertido». Sí, terminó estando de acuerdo con él.
Aun así, llegó el momento en que Arthur pensó que necesitaba un cambio.
Algunas veces se aburría fácilmente de las cosas, y su relación con el francés no fue la excepción. Aunque luego se contradecía, pensando que había sido suficiente tiempo el que habían pasado juntos.
Y, con una sonrisa, le agradecía mentalmente por ello.
Le agradecía porque sólo sus hadas eran las únicas quienes le hablaban y querían tal cual. Desde el inicio hasta el final.
No sus hermanos. No pasaba del cariño fraternal.
No sus líderes. Ni su gente. Le quieren como su patria, lo protegen. Y no es como si pudiese pedirles más. Muchos hacen todo lo que pueden para cuidar de él, y lo sabe.
Sólo sus hadas; las únicas con quienes podía ser él mismo.
Y Francis.
Se sentó en la sala, mirando por la ventana como la lluvia caía débilmente. Tomaba una taza de té (que casi se le enfriaba por completo) mientras recordaba cuán difícil le fue decirle que no podían seguir juntos…
̶ Nos seguiremos viendo, ¿de acuerdo? ̶ le dijo, tratando de no sonar tan frío ni indiferente pero simplemente no pudo.
El francés le miraba, inexpresivo. De igual manera, logró leer en su rostro algo parecido a «¿Por cuánto tiempo había querido decirme eso?»
Le dedicó una pequeña sonrisa, de aquellas que el francés le conocía. Y, después de un rato, Francis se la devolvió, pues, por todos los años que pasaron juntos, había cosas que no necesitaban más de una mirada.
Eso y un abrazo lo dijeron todo.
Por cómo lo abrazaba, Arthur supo que lo había entendido. Pero de todas maneras, se acercó a su oído y le susurró:
̶ Gracias. Por todo.
Y es que desde un principio se amaron. Francis le dedicó todo el amor que, jugando, solía dar a otras naciones. Le dio también su tiempo. Sus cuidados. Le entregó su corazón.
Y por todo aquello, por siempre le agradecería.
