Cuando escribí esto, hace casi un año, estaba pasando unos días terribles, y ponerme delante del ordenador y escribir esto, reflejar cómo me sentía en un mal día de Cuddy, me hizo sentir un poco mejor.

Disfrutar y comentarios, please.

Hay días en los que te despiertas y lo único que te apetece es volver a dormirte y no despertar en todo el día. No por cansancio, sino porque algo muy dentro de ti te dice que no será un buen día.

Te levantas apática, hastiada contigo misma sin saber porqué. Y por consiguiente, con los demás. Pero no puedes dejarte llevar por eso, no, porque tendrás que poner buena cara y sonrisa para el personal hospitalario y una buena palabra para los pacientes. Tendrás que ser la gran decana del hospital y ser como todo el mundo espera que seas. Aunque no te apetezca enfrentarte a los demás, ni a ningún problema que pueda surgir a lo largo del día, y lo único que te apetece es huir de todo y de todos. Pero claro, no puedes hacerlo.

Llega un momento del día en que te preguntas qué haces aquí, si de verdad esto es lo que querías para ti cuando empezaste a plantearte tu futuro. Miras a tu alrededor y sabes que te gusta lo que ves, que sí es lo que esperabas, pero que en días como éste, todo te parece absurdo, hasta tú misma te pareces absurda. Tienes conflictos internos contigo misma, y no te gusta sentirte así, aunque no puedes hacer nada para poder evitarlo. No ha pasado nada malo, no has discutido con nadie, no ha habido ningún problema con nadie, pero tienes ganas de llorar de rabia e impotencia sin saber porqué. Sin embargo, sacas fuerzas de donde no las tienes para sonreír, para que nadie sepa por lo que estás pasando este día.

Miras el reloj pensando en que el tiempo no puede pasar más despacio, en que todo está en tu contra hoy, o esa es la sensación que tú tienes. Ni siquiera Él te ha molestado hoy lo bastante, y te preguntas si de verdad eres importante para alguien, porque nadie parece acordarse de ti últimamente lo suficiente. Suspiras, ahogas un sollozo y sigues con tu trabajo mirando de reojo el reloj.

Llegas tarde a casa, echa polvo y con un terrible dolor de cabeza que sabes que no te dejará dormir bien. Te cambias de ropa, comes un yogurt para engañar al estómago, porque ni siquiera tienes hambre y enciendes la tele. La miras sin enterarte de lo que estás viendo, y después de un rato, decides irte a la cama.

Te acuestas a oscuras, sin encender la luz porque sabes que no podrás soportar ver tu cara en el espejo, y después de varias vueltas para encontrar la postura adecuada, cierras los ojos esperando que el ajetreado día de mañana, sea mejor que el de hoy.

FIN