Hola!!! Nuevo fic!!!

Wow! record!!! XD

En fin, este fic fue inspirado en la heromosísima canción "jueves", de la Oreja de Vangooh (disculpen, no sé como se escribe XD)

Lean y comenten!!


Aquí la tenía, frente mí, como todas las mañanas, acompañada de esa mirada perdida pero a la vez expectante. Hoy vestía una falda negra, con Rozas bordadas en el rodado, y una blusa blanca, de mangas ¾. Su piel era de un tono miel, tal como sus grandes ojos con forma de almendra, y su cabello era negro y lacio. Usaba una clase de flequillo hacia el costado que enmarcaba sus hermosas y exóticas facciones. Su cara reflejaba inexpresividad, pero su mirada irradiaba añoranza. De vez en cuando, cuando nuestras miradas se encontraban, sus orbes ambarinos se humedecían y bajaban para mirar al piso. Yo simplemente apartaba mirada, suspiraba y fingía desinterés, pero luego la miraba de reojo. Noté que cada vez que esto pasaba, ella temblaba ligeramente y su respiración se aceleraba.

El viaje seguía, como de costumbre. Ella se calmaba, como siempre. Yo reprimía mi deseo de preguntarle cómo se sentía, y de hacerle saber que todo estaría bien. Pero sabía que sería inútil intentar consolarla.

Cada vez que el traslado desde Capital hasta La Plata cesaba, tomábamos caminos diferentes; ella se tomaba un taxi y se dirigía a quién sabe donde, y yo me dirigía caminando a mi trabajo.

Hoy era viernes 5 de marzo, y nuestro paseo fue como cualquier otro, con la diferencia de que estaba lluvioso, así que abrí el paraguas que había traído en mi portafolio y caminé las nueve cuadras que me alejaban del edificio donde ejercía mi profesión.

A algunas personas el estar quietos, sentados o relajados les ayudaba a pensar. A mí, sin embargo, el caminar hacía que me concentrara en mis pensamientos. Correr ayudaba incluso más, así que en mi trayectoria diaria siempre pensaba en lo sucedido.

Hacía un mes y medio que había conocido a esta chica. En el mismo tren, vagón y asiento me la encontraba todos los días. Ella siempre llegaba unos minutos más tarde que yo, por lo que siempre se tenía que sentar del lado del pasillo (por que los lugares estaban clasificados en ventanilla, yo, y pasillo, ella). A los catorce días de encontrarme con ella, la muchacha (de unos 19 años, aproximadamente) empezó a tener esas extrañas reacciones. Antes, como se podrán imaginar, sólo paseaba su curiosa vista sobre todo lo que la rodeaba, ensimismada, perdida en su propio mundo.

Yo tenía veintiocho años, por lo que admiraba su capacidad de distraerse y pensar relajadamente, como todos los jóvenes, que hace tanto tiempo yo había perdido.

En fin, yo ignoraba completamente la identidad de la chica. No sabía su nombre, y tampoco tenía conocimientos acerca de su vida, ni de su edad, ni religión, ni nada. Me sentía frustrado. En general, cuando me interesa conocer a alguien (lo cual sucede todos los 30 de febrero) solo encaro a la persona, y le hablo (lo cual también pasa muy seguido, si de sarcasmo se tratara).

Pero había algo en esa chica que no me permitía acercarme. No era repelente, tenía un muy buen aspecto, pero se podría decir que no me apetecía acercarme. Quizá en el fondo me sentía cohibido (o no, quién sabe). El punto es que jamás me atreví a preguntarle algo.

Absorto en mi conciencia, no me di cuenta de había seguido de largo, y me había pasado del edificio por unas tres cuadras. Retomé el camino y llegué hasta la puerta de la pequeña y gris edificación.

Entro por la puerta giratoria e ingreso al interior. Un papel tapiz color verde musgo adornaba los muros; el piso estaba cubierto por cerámicos color negro, y la recepción estaba en el centro del primer piso, con tres enormes escritorios grises en el medio, que formaban un círculo. Cada uno de estos estaba ocupado por una recepcionista.

-Buenos días – saluda una de ellas. Hice un gesto con la mano para demostrar que la escuché y me dirijo al elevador.

Me encuentro con dos colegas, Sasori y Deidara, que trabajan en la división de medicina forense. Yo, por otra parte, trabajo como agente del gobierno. No me pregunten cuál es mi especialidad. Ni siquiera yo tengo ese dato.

"Maldito sistema gubernamental con su maldita información clasificada". Pienso.

-Sigues con la chica del tren en lamente, ¿verdad? -Pregunta el pelirrojo. Su voz me hizo reaccionar.

-Hmph -Asiento. Ya no podía confiar ni en mi propio compañero de cuarto. Le explicas un de tus problemas, por más mínimo que fuera, y al día siguiente todos el mundo cuchicheaba al respecto.

Si bien todos dicen "Cuéntale un secreto a tu amigo, y este se volverá tu enemigo", es otro el principio aplicado a Kisame (mi compañero).

Moraleja: "Cuéntale algo a Kisame, y habrás vendido tu alma al mismísimo Satanás".

Ya poco me interesaba el hecho de que todos supieran lo de la muchacha, me era irrelevante. Nunca me había importado la opinión de los demás, no me importaría ahora.

-¿Y qué piensas hacer? –Inquiere- ¿Vas a hablarle?

-¿Acaso mi vida personal es tan importante que todo el mundo decidió desocuparse de sus asuntos y preguntar cosas que no les incumben el lo absoluto?- Pregunto, mordazmente.

-Es un gran progreso, Itachi. Creo que esa ha sido la oración más larga que nos has dedicado jamás.-Comenta Deidara.

Arqueo una ceja. Ellos se miran entre sí, con cara de terror.

Llegamos al sexto y último piso. Les cedo el paso, y bajo después de ellos.

"Después de todo, las damas van primero" cavilo, mirando el peinado de Deidara. Sonrío con sorna y camino hacia mi escritorio, que está ataviado de papeles y documentos que debía investigar y/o firmar. Suspiro, y esto suena a algo como: "Odio mi trabajo".

Me siento y prendo el ordenador. Cierro todas esas molestas ventanillas de publicidad, que quién sabe como demonios aparecen, y me dedico a revisar mis e-mails.

-Wasauski, no revisaste tu papeleo –Dice una voz detrás de la mesa. Miro hacia arriba y me encuentro con el soplón más grande del mundo: Kisame.

-Desde que tu sobrina te obligó a ver Monsters Inc., se te quedó grabada en el cerebro, ¿No? –Inquiero, con una mirada de superioridad.

No podía evitarlo. La soberbia estaba en la sangre de absolutamente todos los Uchiha, y por más que lo intentara, no podía impedir hacer ciertos gestos de prepotencia.

-¡No es mi culpa! –Se defiende este- ¡Es una graaan película!-Repone, poniendo énfasis en aquella palabra.

Pongo los ojos en blanco y luego los dirijo a la pantalla. Una oración llama mi atención: 'Ultra secreto'.

"Aha, entonces me lo mandan por mail, que cualquiera puede Hackear. Se nota que mis superiores son todos unos imbéciles", pienso.

Abro el mensaje. A los cinco minutos me arrepentí de haberlo echo. Iban a despedir a la mitad del personal y era mi trabajo decirles a los desafortunados. Fue uno de esos momentos en que me pregunto dónde rayos está Pein, nuestro jefe. Sigo leyendo el mensaje, para al menos conocer el nombre de los empleados que perderían el empleo y me encuentro con esto:

'¡Itachi- chan! Solo bromeaba, no debes despedir a nadie, bombón. La broma era para deprimirte un poco antes de decirte que… ¡¡HAS SIDO ASCENDIDO!!

La gerencia y yo hemos decidido que ya eres lo bastante grandecito como para empezar en la unidad especial A.K.A.T.S.U.K.I.

¡FELICIDADES, LINDO!

Kishimoto, Masashi.

PD: avísale a Hoshigaki Kisame, Akasuna no Sasori y Aoiwa no Deidara que también hay puestos disponibles para ellos.

Terminé de leer el correo, y mi cara sólo refleja un mensaje:¡¡¿¿QUÉ CARAJO??!!

Si, Kishimoto estaba loco. Era nuestro jefe, así que nunca hablábamos mal de él, pero siempre había sido "cariñoso". Suerte que sólo nos comunicábamos con él por correo electrónico. "Una vez más y sólo UNA, que me dice bombón y juro que voy y le grito cada insulto que conozco", amenazo mentalmente.

-¡Deidara, Sasori y Kisame! –Llamo. Neutralizo mi expresión para no asustarlos (al menos no más de lo normal)

Acuden al momento.

-¿Qué pasa, Wasauski? –Inquiere Kisame, con esa fastidiosa palabra al final de cada oración. Todo el mundo lo mira, desconcertado, con una gotita cayéndoles de la nuca, al mejor estilo animé.

-Aha, bueno…-Me aclaré la garganta- ¿A quién le interesaría trabajar en el A.K.A.T.S.U.K.I?

-¡A mí!-Exclamaron todos emocionados.

-Genial, por que Kishimoto acaba de ascendernos -Informo.

-¡Sí!-Gritan todos, chocando los cinco entre ellos tres.

-El lunes empezamos, supongo –Aviso.

-¿Cómo que supones?-Preguntan.

-No dejó fecha, pero como los domingos jamás trabajamos…-Empiezo.

-Y los sábados nos dedicamos a jugar torneos de Baloncesto con los contenedores de basura –Continúa Deidara.

-¡Es nuestro último día en este nido de ratas!-Terminan Sasori y Kisame.

-¿Soy yo, o eso sonó como si Barney y sus amigos hubieran resuelto un problema?-Pregunto, extrañado.

-Tienes razón –Contestaron, con un escalofrío recorriéndolos.

Tres horas después salí de aquel calvario, me dirigí a la Terminal y me senté en el mismo asiento de siempre. Retomo la corriente de pensamientos que me invadieron luego de bajarme del vehículo. Supuse que mañana por la mañana tendría mi último encuentro con aquella extraña.

Todas las mañanas lo mismo. Yo me arreglaba lo más que podía, pero él jamás se fijaba en mí. No importaba lo que hiciera, sólo me dedicaba una desganada mirada. Ya me había resignado a ello, pero de todas formas tenía esas extrañas reacciones. No tenía idea de porqué las efectuaba, simplemente salían de mí con la más pura naturalidad.

Me había hartado del incómodo silencio que siempre se creaba. Quería decirle algo, preguntarle su nombre, cualquier cosa, aunque no creo que '¡¿Porqué no te fijas en mí?!' sea una buena manera de entablar conversación con aquel chico.

Suspiré contra la ventana del Taxi, empañándola, pensando en cómo hacer para conocer a ese hombre.

La primera vez que lo vi no le había prestado mucha atención, yo sólo iba sentada, mirando todo lo que me rodeaba, explorando el nuevo mundo que me acogía, ya que esta era mi primera vez en España. Fijé mi vista en tofo lo que tenía al alcance, menos en él.

La segunda vez tampoco me di cuenta. Pero la tercera es la vencida. No miré esos hermosos ojos negros dos veces.

Por la chaqueta de cuero negra se podían distinguir sus bíceps. "No pierde el tiempo ejercitándose", pensé, y luego me sonrojé.

Cerré los ojos. Él apartó la vista. Lo siguiente es demasiado humillante como para relatarlo.

5 de marzo. Bajé del tren, apesadumbrada y frustrada. Pedí un taxi y me trasladé a unas 25 cuadras, donde realizaba mis estudios. Llegamos a los quince minutos. Pagué, salí y caminé hasta el enorme edificio. Circulé por los largos corredores y me dirigí al amplio salón donde me educaba.

-¡¡MANAMI!!- Gritó mi amiga Yoshiko, a quién conocía desde que teníamos doce. Esta se acercó corriendo y se prendió a mi cuello – ¡¡Tengo que contarte una noticia muy buena!!- Exclama.

-Yoshiko, me rompes los tímpanos – Protesto, y mi la saco de encima. Hace pucheros, pero no se opone.

-Amarga. ¿Qué te iba a decir? ¡Oh, si! ¡DEIDARA ME INVITÓ A SALIR! –Grita nuevamente, y se abalanza sobre mí. ¿Qué más? Es como si yo fuera Shaggie y ella Scoobie Doo. La mutilo con la mirada, y esta se aleja a la velocidad de la luz.

-A veces me aterras, ¿Lo sabías?-Pregunta. Arqueé una ceja.

-Si –Respondí, esbozando una sonrisa malévola. Normalizo mi expresión otra vez-. Nos podemos sentar ya, ¿verdad? ¿Ninguna otra noticia? –Inquiero.

-No. Lo siento –Se disculpa, y ambas tomamos nuestros asientos en la parte trasera del salón. El lugar era tan grande que se asemejaba a una carpa de circo, enfatizado por el hecho de que las butacas estaban localizadas en gradas.

-¿Hablaste con él? –Preguntó, minutos antes de que la clase de Filosofía comenzara.

Le dirigí una mirada apesadumbrada y negué con la cabeza. Ella frunció el entrecejo y llevó ambas manos adelante, en signo de frustración.

-¡Tú no eres así! Siempre fuiste valiente, encaraste a los chicos que nos molestaban de pequeñas, hiciste que MOJARAN SUS PANTALONES –Puntualiza, como oradora profesional-, te hiciste respetar y pronto pasaste a ser un de las más populares. No entiendo porqué cada vez que quieres comunicarte con un simple chico, se te traba la lengua –Finaliza, indignada.

-Lo siento, pero ellos "Me pueden"- Refuté. Yoshiko suspiró.

-¿Qué voy a hacer contigo, tortolita? –Indaga, y luego empieza su discurso de ayuda- Finge tirar un lápiz, un pañuelo, los catorce libros que llevas encima, lo que sea que tangas a mano, para que él lo levante si es lo suficientemente caballero. Luego la

Conversación surge por sí misma, y sentirás como si se conocieran por toda la vida –Finaliza susurrando, con un brillo especial en los ojos.

-Ejem, reina del drama, ejem –Exclamé, a lo que ella propinó un suave codazo. Sonreí.

La campana sonó. Nuestra clase comenzaría en pocos segundos.

Tener esas charlas me ayudaba mucho. Yo era bastante inexpresiva, pero con mis amigas podía ser Kuchizuke Manami, sólo yo, y nadie más.

Una hora…

Dos horas…

Tres horas…

Cuatro…

A las cinco salimos del infierno, y Yoshiko me pidió que la acompañara a casa de Deidara, su nuevo novio, por que la había invitado para almorzar y la dejó llevar a quien ella quisiera. Me eligió a mí, así que como amiga no la podía defraudar.

Últimamente ella estaba obsesionada con ese rubio de ojos azules. Podría jurar que hasta intentaba acompasar su respiración a la de él. Suerte que Deidara estaba igual de enamorado, por que mi amiga desesperaba cada vez que no la llamaba a su móvil.

Pedimos un taxi y no dirigimos al apartamento del chico. Tuvimos algunas conversaciones en el trayecto, pero ninguna relevante. A los 15 minutos habíamos alcanzado nuestro destino.

-Te toca a ti. Yo pagué la última vez –Reclamé.

-Tacaña –Increpó.

Pagamos y salimos. Caminamos hasta el edificio y tocamos el timbre del portero. La voz de Deidara resonó desde el aparato.

-¿Quién es?- Preguntó.

-Yo, Dei-chan – Exclamó Yoshiko, feliz de la vida.

-Ya bajo, linda – Indicó Deidara.

A los pocos minutos vimos el sonriente rostro del novio por el ventanal de la pared que nos separaba del interior.

La puerta se abrió, él se adelantó y le clavó un beso a mi amiga. Eso debió durar un minuto, así que me aclare la garganta, y el sonido los detuvo. El rubor estalló en las mejillas de ambos.

-Eh... Lo siento. Dei-chan, ella es mi amiga, Manami –Nos presentó. Nunca había visto al chico. Yoshiko siempre lo describía, pero yo sólo lo imaginaba.

Deidara no era anda feo, pero era un poco más bajo que mi metro sesenta y ocho. Ahora entendía la obsesión de mi amiga.

El muchacho se acercó a mí y estrechamos la mano.

-Un placer –Dice, aún con un pequeño rubor en sus mejillas, que daba un toque de ternura.

-Igualmente. Lamento lo de hace un minuto –Me disculpé.

-No importa. Adelante –Invitó, y nos acompañó a Yoshiko y a mí hasta el elevador.

Deidara abrazaba a Yoshi (apodo que robé de la tortuga de Nintendo) por la cintura, como si tuviera miedo de que ella se escapara. Se miraban continuamente, como si fuera el último día de sus vidas, y el mundo acabara luego de ese momento.

Tanto romanticismo me enfermaba. Yo era del tipo de chica que los romances le atraen hasta cierto punto. El tipo de chica a la cual en las películas de amor de da pudor mirar el beso apasionado. El tipo de chica escéptica.

Llegamos al piso siete y avanzamos hasta el apartamento más cercano, el 7 'b'.

-Chicas, ¿Les molesta que estén mis amigos presente?- Pregunta.

Yoshi y yo intercambiamos miradas nerviosas.

-No, para nada –Respondimos al unísono.

Me sentí particularmente nerviosa. Yo era menor que mi amiga por dos años. La razón por la que íbamos juntas a la universidad era que Yoshi había viajado alrededor del mundo por dos años. Si Deidara era mayor que ella por cinco añadas, no imaginaba que edad tendrían sus amigos. En el elevador, él mencionó ser el menor del grupo.

Tragué saliva de manera silenciosa, para que no notaran mi nerviosismo.

Abrió la puerta. Pasamos por el umbral, y una decena de miradas se clavó en nosotras. Mi nerviosismo aumentó. Un incómodo silencio se formó.

-Vienen en son de paz, por el amor de Dios. Ya dejen de mirarlas así –Exclamó Deidara. La tensión se relajó, pero no mucho. El silencio perduró… hasta que un chico bajito, de expresión cansada y seria, se levantó y caminó hacia nosotras.

-Hola, mi nombre es Sasori –Se presentó-. Un placer –Declaró, y estrechó mi mano.

-Igualmente. Me llamo Manami –Murmuré. No sé si me escuchó o no, pero la sonrisa perduró en su cara.

-Hola Yoshiko –Saludó a mi amiga después. Yoshiko había mencionado algo a cerca de un compañero de apartamento, creo; pero jamás le hice caso. Deduje que era ese, ya que parecía que se conocieron previamente.

Un tipo alto de pelo azul se acercó luego. Era un poco raro, pero su mirada era amigable.

-¿Qué tal, señoritas? Me llamo Kisame, y es un placer conocerlas –Dijo, con un tono de voz gracioso pero interesante.

Sonreí por primera vez desde que había llegado.

-Es un placer, Kisame. Soy Manami, amiga de Yoshiko –Me presenté.

-Por fin, pollitas en tu guarida, Deidara –Agregó aquel individuo.

No fuimos las únicas que miraron a Kisame de forma sorprendida.

Otro chico se aproximó. Tenía piercings por todos lados (al menos en la cara), y su cabello era naranja intenso. Una chica se acercó junto a él. También tenía piercings, pero su cabello era azul, y sus ojos naranjas.

-Encantados. Soy Pein –Anunció el hombre, apuntándose a sí mismo y luego a la chica-, ella es Konan.

-Manami –Informé. El chico sólo me miró, pero la chica me dio un beso en la mejilla a modo de saludo.

-Hidan, la persona más linda de la tierra –Dijo un hombre, de 24 años aproximadamente, con un tono de ojos bastante particular, al igual que el de su cabello-. ¿Tengo el placer de conocerte a ti…?-Preguntó.

-Manami. Con que el más lindo, ¿eh?-Inquirí. El tomó mi mano y la besó.

-Ya deja de babearte, Hidan –Gritó una figura encapuchada desde la mesa. Se aproximó y me miró con curiosidad –Mi nombre es Kakuzu. No hace falta que repitas el tuyo –Agregó antes de que yo pronunciara palabra alguna-. Lo escuché la primera vez –Dijo, y se alejó con paso lento.

-¡¡Yo no me babeo por nadie, pedazo de imbécil infradotado!!-Gritó furioso el peliblanco.

Los miré, y ellos se percataron.

-Lamento que mi amigo te dé una mala impresión. Nunca fue muy listo que digamos-Expresó el encapuchado.

-No les hagas caso, están todos locos –Dijo una voz detrás de mí. Me di la vuelta y me encontré con un chico de estatura promedio, pelo negro y que llevaba una máscara naranja con franjas en espiral-. Mi nombre es Tobi, y todos ellos son mis senpais –Presentó, y luego se acercó hasta quedar separado de mí por unos centímetros-. Tú sólo di 'sí' a cualquier cosa que te digan, y sobrevivirás- Susurró a mi oído.

-Lo tendré en cuenta, gracias.

-¡De nada! –Exclamó con alegría, y elevó ambos brazos. Parecía un niño en el cuerpo de alguien grande. Adorable.

-Oigan, ¿Dónde está Itachi? –Preguntó Deidara de repente.

-Mencionó algo sobre sushi y que no había nada comestible en nuestra heladera –Contestó Sasori-. Quizá tenga razón, es decir, la pizza llevaba ahí dos semanas –Reflexionó después.

-¿Quién es Itachi?-Pregunté a Yoshiko.

-Otro miembro del grupo. Su apellido es reconocido. ¿Conoces a los Uchihas?- Cuestiona.

-¿Los guapísimos y egocéntricos? No, sólo conocí al hermano menor –Respondí.

-Bueno, el mayor es amigo de Deidara -Aclara.

Wow. Si el menor era tan lindo, ¿El mayor cómo sería? Esperaba que al menos su carácter fuera distinto. Nunca en mi vida había logrado tragar la actitud de Sasuke. Temía no llevarme bien con Itachi. Los Uchihas abrían muchas puertas, tanto laborales como otras cosas.

"Que interesada eres, Manami" exclamó mi yo interna. La verdad es que tenía razón. Me daba asco a mí misma.

-Chicas, pónganse cómodas mientras esperamos el almuerzo –Comunicó Deidara, soltando a Yoshiko. Su voz me hizo salir de mi ensimismamiento.

Konan nos invitó a sentarnos a su lado. Entablamos conversación al segundo.

Ella era la pareja de Pein, y e conocían desde que eran pequeños. Nos contó que todas las personas allí reunidas eran compañeras de trabajo. También declaró que nadie había visto el verdadero rostro de Tobi, y que sólo Pein conocía su identidad, pero que no le estaba permitido revelarlo. Hablamos de muchas cosas después de eso.

A los quince minutos de estar esperando, el timbre sonó. Deidara bajó para abrir la puerta.

Volvió al poco tiempo junto a un hombre, cuya cara no pude ver, ya que estaba cargando una larga pila de paquetes. Me pareció curioso, pero me creí haber visto una persona con la misma ropa hoy. Esa camiseta negra, los jeans oscuros y la chaqueta de cuero me resultaban familiares. No fue hasta que se quitó los paquetes de encima que caí en la cuenta. Lo miré, atónita, de pies a cabeza. Desvié mi mirada hacia Yoshi.

-¿Recuerdas al chico del tren? –Pregunté.

-Sí. Espera, no querrás decir que…-Comenzó.

-Hmph. Es él –Confesé. En mi voz resonaba la preocupación.

Jamás escuché su nombre en el tren. Jamás lo había visto antes. No tenía forma alguna de saber que era él.

-Así que todos los días…

-Hmph –Respondí.

Konan no entendía nada.

-Y tú…-Empezó.

-Ahja –Declaré.

-Wow… -Exclamó.

-Eh… ¿Qué sucede aquí? –Interrogó la chica de pelo azul.

-La cosa es así: Todas las mañana para llegar a la universidad, Manami-chan toma el tren de las siete y cuarto. En ese tren, ella se encontró un chico al que ella creyó ser el más lindo del mundo –Explicó mi amiga-. Ella siempre fue una persona valiente, pero con el tema de los chicos es tan inocente como Winnie Pooh, por lo tanto jamás se animó a hablar con ese muchacho. Los días pasaron, y Manami sufría más y más por aquel tipazo –Agregó, mirando al recién llegado de pies a cabeza, y luego paseando su mirada por mi conmovida cara-. Ella nunca supo su nombre ni ningún dato útil. Lo único que sabía era que todas las mañanas tomaba el mismo tren que ella, y que siempre ocupaba el mismo lugar. Ahora está algo shockeada, pero seguro se le pasará –Finalizó.

-Ahora comprendo –Expresó Konan, sonriendo maternalmente-. Si quieres, puedo ayudarte –Propuso, pero yo estaba demasiado ocupada contemplando al joven, y no pude escucharla. Me distraje en sus músculos. Su largo cabello negro azabache. Sus ojos, tan oscuros como el ébano. Antes de que pudiera darme cuenta, sus negros orbes estaban clavados en los míos. Me asusté, pero aún así no aparté la mirada.

El encuentro no duró más de cinco segundos, pero para mí fueron horas. Su vista se apartó, liberándome del trance, y yo desvié mi mirada hacia Yoshiko. La sujeté por los hombros y la sacudí con fuerza.

-¡¡RÁPIDO YOSHIKO!! ¡¡MÁTAME, POR EL AMOR DE DIOS!!- Susurré, con una exasperación previsible a catorce kilómetros.

-¡YA TRANQUILÍSATE!- Exclamó, también en susurros.

-¡No puedo! ¡Se dio cuenta de que lo estaba mirando!

-Chicas, cálmense. Puedo ayudar si quieren –Ofreció Konan.

Sopesé ante la tentativa. Eso me tranquilizó.

Miré a mi alrededor. El bullicio de las conversaciones había apagado mis murmullos, y nadie se dio cuenta de la escena.

Itachi estaba senado en un sofá cercano, relajado, bebiendo un vaso de agua. Kisame se encontraba a su lado. Este último estaba hablando, pero Itachi no parecía prestar atención. Sólo respondía con monosílabos cuando Kisame terminaba las oraciones.

Regresé mi mirada hacia Konan.

-Muchas gracias, pero creo que esto es algo que debo resolver por mí misma –Negué.

-De acuerdo, pero avísame si me necesitas.

Sonrió. Devolví la sonrisa, y procuré actuar normal por el resto del mediodía

-¡El almuerzo está listo! –Anunció Deidara desde la cocina.

Yoshi y Konan se levantaron.

-¡Rápido, o nos perderemos los mejores lugares! –Exclamó Konan.

-¿Puedo sentarme entremedio de las dos? –Pregunté.

Ellas me miraron. Luego miraron a sus respectivas parejas.

-Okay, pero los chicos al otro lado –Respondieron, con una sonrisa cómplice.

Puse cara de cachorro mojado. Ellas se dieron cuenta del error.

-Lo siento, no quise decir eso –Dijeron al unísono. Suspiré.

-Descuiden. No quise amargarlas, lo siento –Me disculpé yo también.

Tomaron mis manos y me ayudaron a levantarme del sofá. Mi trasero estaba aplastado contra este, tal como mi ánimo.

Nos sentamos en un costado de la larga mesa. El orden era en siguiente: Deidara, Yoshiko, yo, Konan, Pein.

Para mi desgracia (o suerte, quién sabe) Itachi fue el último en sentarse, y el único lugar libre era frente a mí. Evité su mirada a toda costa, fingiendo una animada conversación con las chicas.

Sasori ingresó en el comedor con las enormes fuentes de sushi. Para ser pequeño, era bastante fuerte. Dejó las fuentes a lo largo de la mesa y se sentó en la punta.

-¡Itadakimasu! –Exclamamos todos.

Empezamos a comer. Cada uno tomó los royitos que iba a comer. Estiré mis palitos para tomar uno, pero chocan contra otro par de palillos. Alcé la vista y me encontré con el rostro de Itachi.

-Lo siento –Me disculpé. Él sonrió de lado.

-No importa. ¿Quieres?-Preguntó, empujando el royito contra mí.

-Contigo, sí –Susurró Yoshiko, tan pervertida como siempre. Por suerte, nadie más que yo la había escuchado.

Le propiné una fuerte patada por debajo de la mesa, lo cual causó que escupiera todo el arroz en dirección a Kisame, que se encontraba en frente de ella. Los miré, perpleja. Lo mismo hicieron Itachi y Deidara.

-¡Lo siento! Eh... yo… ¡Me atoré! Eso, sí- Se disculpó, no muy convencida del argumento. Me miró con furia, y yo miré hacia el frente

Las miradas de Itachi y mías se encontraron otra vez.

-No, gracias. Estoy a dieta –Respondí finalmente.

Fijó la vista en mi plato.

-Ahja, estás a dieta y te comes como 12, ¿no?-Inquiere, alzando una ceja.

-Estaré a dieta, pero aún tengo hambre –Objeté. Sonrió ante mi teoría.

-Uchiha, Itachi –Anunció, tendiendo una mano hacia mí.

-Kuchizuke, Manami – Informé, estrechando la mano.

-Curioso nombre. Kuchizuke significa 'beso', y Manami 'amor, bello', ¿verdad?

-Hmph –Asentí.

-Me gusta.

-Uy uy uy –Murmuraron Konan y Yoshiko, en un tono de voz casi inaudible. Atiné un codazo para cada una.

No me dirigió palabra luego de eso. Comimos en silencio. De vez en cuando entablaba conversación con mis amigas, pero luego me callaba.

Al terminar, y antes de que llegara el postre, desvió su vista hasta mis ojos.

-¿Te gustó lo que viste antes? –Preguntó.

Oh oh. Se estaba refiriendo al momento en el que había entrado.

Me sonrojé, puse los ojos como platos y miré mi plato intensamente, con la intención de romperlo en mil pedazos.

No respondí. Itachi pareció satisfecho con mi silencio. Desvió la mirada, pero después me miró de nuevo.

-Tengo una pregunta para ti: ¿Odias levantarte temprano, o viajar en un tren, o las rutinas? Porque cada vez que te subes al tren, tienes cara de sufrimiento –Observa.

Mi rubor aumenta.

"Ahora, ¿Qué mierda le digo?", pensé.

-Eh… lo que pasa… es que…-No sabía por dóndeempezar, pero después se me ocurrió la excusa perfecta-. Estoy llena de estrés. Además de mis estudios universitarios de filosofía, sumados la medicina, y…-Pero su voz me interrumpió.

-¿Cursas dos carreras? –Indagó, sorprendido.

-Ahja –Respondí, extrañada.

-En realidad son tres. También estudia traducción. Sabe cinco idiomas –Añadió Yoshiko. La pateé de nuevo. Ella escupió toda la Coca-Cola en dirección al pobre kisame, pero este se cubrió con la copa justo a tiempo.

-¡¡Lo siento!! –Gritó avergonzada.

Un silencio sepulcral se creó y todos voltearon a ver. Yoshiko, ruborizada hasta la médula, se disculpaba una y otra vez.

-No importa, Yoshiko-chan –Dijo Kisame, a cada disculpa que mi amiga proporcionaba.

Las conversaciones empezaron otra vez.

Me sentí horrible… pero ya lo superaría.

Itachi me miró de nuevo.

-Eso es sorprendente para tus… ¿19?- Preguntó finalmente, alzando ambas cejas.

-¿Cómo lo sabes? –Curioseé.

-No lo sabía. Sólo pregunté, y tú lo confirmaste –Explicó.

-Suena lógico –Concedí. Él sonrió de nuevo.

Sasori trajo el postre momentos después. Depositó una copa enfrente de cada uno.

-¡Helado de chocolate! –Exclamé, feliz. Segundos después me di cuenta de la estupidez, y me tapé la boca.

-Lo siento –Murmuré. Itachi me miró con curiosidad, e hizo una mueca divertida. Yoshiko y Konan rieron por lo bajo.

Me dediqué a contemplar el helado e ingerirlo con lentitud. Amaba el helado de chocolate semiamargo. Hacía años que no lo probaba.

-Fanática del helado de chocolate, entonces –Susurró Itachi. Me sonrojé.

-¿Enserio soy tan patética? –Pregunté para mí misma.

-No –Respondió, sin apartar la vista del helado. De vez en cuando, yo pensaba en voz alta. No fue mi intención que él me escuchara.

Pensando tan concentradamente, no me di cuenta de que la cucharada de helado que introduje en mi boca era demasiado grande. Se me congeló el cerebro, pero mi cara no demostró expresión alguna. Había hecho el ridículo frente a Itachi repetidas veces, no quería que se repitiera, pero por más que esto sucediera una y otra vez, él no se alteraba o alejaba, como cualquier persona común.

Lo observé disimuladamente. Estaba endemoniadamente bueno. Sus padres sí que se esforzaron en concebirlo.

Tomó su cuchara, agarró un poco de helado y se lo llevó a la boca. Repetí sus acciones para que no pareciera como si me estuviera babeando, y procuré charlar con mis amigas por el resto del día.

Al terminar de almorzar todos quedamos satisfechos. Agradecimos por la comida y nos quedamos un rato charlando.

Me encontraba conversando tranquilamente con Deidara, Pein, Sasori y Hidan, cuando de repente miré mi reloj. Las 4 y media. Faltaba media hora para que empezaran mis clases de medicina.

-Oh, mierda –Murmuré.

-¿Problemas? –Preguntó Pein, intrigado.

-Me tengo que ir de urgencia. Gracias por todo, chicos. Un placer conocerlos –Me despedí de todos los presentes y me marché. Antes de salir por la puerta, me di cuenta de que Itachi no se encontraba en el salón.

"Debe estar por ahí, pedazo de acosadora", Exclamó mi yo interna. "Ya deja de inquietarlo, o el único chico al que no hemos espantado se marchará como si nada."

Bajé las escaleras tan rápido como una bala. Tan velozmente iba, que mis reflejos se hicieron más lentos, y me tropecé con un peldaño en la empinada bajada. Cerré los ojos y estiré mis manos hacia delante para parar el impacto, sólo por instinto, pero este nunca llegó. Sentí que algo me sujetó fuertemente por los hombros y la cintura, y luego me jalaba hacia atrás. Quienquiera que fuese, me enderezó y me tomó con fuerza. No me animé a abrir los ojos, pero un impulso me lo permitió. Al parpadear, pude distinguir unos ojos negros, mirándome profundamente.

-¿Te encuentras bien? –Preguntó. Su voz daba a notar cierta preocupación.

No respondí, estaba en estado de shock.

-Manami, responde –Ordenó, y me sacudió por los hombros. Yo estaba atónita.

-S-sí, est-toy b-b-ien –Logré tartamudear finalmente.

Me empujó con suavidad hacia su pecho y me abrazó, para mi sorpresa.

-Me asustaste –Confesó. Nos quedamos así un buen rato. Yo: confundida, asustada, pero a la misma vez me sentía protegida y segura. Él: bueno, no tenía forma de saberlo, pero no creo que le disgustara el abrazo, ya que él lo había comenzado.

Podía sentir su calor corporal: sus manos, acariciando mi espalda, esperando a que me recuperara; su respiración contra mi cabello.

Rogué por que nos quedáramos así para siempre, pero oímos pasos provenientes de arriba. Nos separamos al instante.

-Lo siento –Murmuré, avergonzada y sonrojada como un tomate.

-Sólo intenta usar el elevador para la próxima –Recomendó, y me besó en la frente-. Ahora vete, o llegarás tarde a donde sea que tengas que ir –Agregó.

Me fui corriendo, no sin antes agradecer y despedirme.

Llegué a la estación con el tiempo justo.

Me subí al tren. Tendría que recorrer un largo trecho. Ya aprovecharía para pensar en lo sucedido.

Vaya extraño día, "pero no tan malo después de todo", pensé, sonriente.

La locomotora se puso en marcha. El tren empezó el trayecto. Observé las figuras borrosas por la ventana y me perdí en mis pensamientos.


Graciaaaaaaaaaaas!!!!!!!!!

En el próximo!!:

CHAN CHAN CHAN CHAAAAAN!!! DEIDARA Y YOSHIKOOO!! ¿Qué habrá pasado después de que manami se fue?

Todo eso y muchísimo más en el capi que viene!!!

Un abrazo enorme y cuídenseeee!!!

:)

NO OLVIDEN DEJAR ESOS REVIEWS!!

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