Maldición en el distrito cuatro

Por Nochedeinvieno13


Disclaimer: Todo el universo de los Juegos del Hambre es propiedad de Suzanne Collins.

Este fic participa en "Reto del susto" del Foro "Hasta el final de la pradera".


Las leyendas son historias que se transmiten de boca en boca por los habitantes de un determinado lugar. Algunas de esas leyendas llegan a cobrar tal importancia que superan los límites y trascienden en todo el territorio del país. Son muchos los relatos fantásticos que circulan, desde muchachos que heredan licantropía hasta vírgenes que son devoradas por vampiros.

Claro que algunos relatos son más creíbles que otros. Pero esos relatos que son más creíbles, son los más atroces.

El distrito cuatro es el distrito de Panem que se dedica principalmente a la pesca. Por lo que es normal caminar por sus calles y sentir el aroma salado del mar, inundando el ambiente. Además de ver a los pescadores con sus redes, sus cañas y sus tridentes.

La loca del distrito.

Así es como se conoce a Annie Cresta. Esa chica con los cabellos agitados, tan iguales a los de su madre, y los ojos como el mar que siempre están perdidos en el vacío. La primera en conseguir ese apodo fue su madre y ahora es su turno.

«¿Por qué está maldición ha caído sobre nuestra familia? —se lamenta su padre desde que Annie llega al mundo—. ¿Por qué tuviste que heredar la maldición de tu madre? Las alucinaciones van a terminar con tu vida.»

Pero no todo en la vida de Annie son alucinaciones, locura y muerte.

Finnick Odair, ese chico de cabellos dorados y ojos hechizantes, puede tener a la muchacha que quiera a sus pies pero sin embargo, le prefiere a ella y Annie se convierte en su mundo con solamente una mirada.

Ambos se sientan en la orilla del mar, con las olas besando lentamente sus piernas y la arena húmeda colándose entre los dedos de sus pies. Finnick pasa sus dedos por el cabello castaño.

—Los veo, Finnick. Puedo ver los cuerpos flotando sobre la superficie del mar y comienzan a acercarse a mí. ¡Tengo miedo, protégeme! Se están acercando más a mí y quieren acabar con mi vida —sus alucinaciones comienzan y ella se lleva las manos a la boca, intentando ahogar los gritos—. ¡Yo no les hice nada! ¡No me hagan daño!

Él la envuelve en sus brazos y le susurra palabras de consuelo al oído.

—Tranquila, Annie. Yo me encuentro aquí. ¿Confías en mí? —sujeta su rostro entre sus manos pero en sus ojos solamente se refleja la locura—. Yo te voy a proteger, nos vamos a ir lejos de aquí y ellos no te van a hacer daño.

—Ellos siguen avanzando hacia mí. Están cubiertos de sangre y tienen los miembros mutilados. ¡Quieren acabar con mi vida!

Finnick la aleja del mar tan rápido como puede, pues las alucinaciones se intensifican cuando se encuentran allí.

La maldición de Annie es algo que siempre les acompañará.