Nota: Los personajes, nombres y luagres le pertenecen a la gran obra del profesor Tolkien, este es solamente un fanfic en el que hago latente, una vez más mi enfermizo favoritismo hacia los hijos de Fëanor.
Escucha Hermano.
Desde que llegamos a Himring hemos tenido que aguantar todo tipo de sermones y reproches por parte de nuestros hermanos, incluso Ambarussa mostró su disconformidad cuando supo que habíamos retenido a Lúthien por la fuerza. De nada valieron las explicaciones sobre que Thingol no era nadie para exigir a cambio de la mano de su hija uno de los Silmaril de nuestro padre.
Curufin simplemente calló y bajó la mirada. A nadie parecía importarle que estuviera sumido en una gran pena por el alejamiento de Celebrimbor. Debieron notarlo porque Atarinke no volvió a la forja, simplemente porque eso le recordaba demasiado a su hijo perdido. Únicamente recordaban que intentó matar a Lúthien, pero eso solamente fue un arrebato de ira, algo pasajero. Como fue mi tonto enamoramiento por ella. Ahora que lo pienso fue más bien lujuria, si bien eso no mejora la situación, reconozco que lo sentí por ella estaba lejos del amor.
Yo prefería mantenerme alejado de Maedhros, quien se negaba a dirigirme la palabra y yo simplemente le facilitaría el trabajo de no interponerme en su camino. Aun si para eso tuviera que marcharme a Amon Ereb, esa montaña desolada y vacía.
Recuerdo ese día, fue cuando Fingon llegó casi sin escolta, como si hubiera venido en secreto desde Hitlum. Maedhros personalmente le recibió en las puertas de la fortaleza con un fuerte abrazo. Reconozco que sentí celos de Fingon, porque parecía más el hermano que Maedhros quería tener y no como yo, uno que le causa problemas.
Antes de marcharme hablé con Maglor de mi intempestiva decisión. Me miró tristemente y me dijo
—A pesar de todo Maedhros no te odia como la gente suele murmurar a nuestras espaldas. Si hubiera querido o si hubiera seguido el consejo de muchos el día que se enteraron lo ocurrido con la hija de Thingol, les habría cerrado las puertas, pero no lo hizo. Aceptó que entraran en su fuertemente defendida fortaleza.
Le dije que me costaba trabajo creerlo por la manera en que me miraba, pero Maglor, que parecía ser el único que podría aguantar la mirada de Maedhros, me dijo que no era así
—Ves a Curufin, está triste porque ha perdido a Celebrimbor, sabe que el lazo que les unía está roto y no volverá a ser lo mismo, es posible que nunca vuelvan a encontrarse sobre La Tierra Media. Pese al gran amor que se tenían el uno al otro. Con Maedhros te podría decir que es diferente.
—¿En qué medida, hermano? —Le pregunté con cierto aire de cinismo —nuestro queridísimo hermano mayor ni siquiera se digna a mirarme a la cara y yo prefiero evitarle.
—Lo sé —dijo con tristeza —, pero recuerda que tú te marchas por tu voluntad no porque él te hubiese pedido que te fueras
—Por su desdén pareciera que así lo quiere, y como no quiero ocasionarle más problemas, me voy.
Maglor sacudió la cabeza y miró al suelo como buscando las palabras correctas para hablarme. No las halló en ese momento y yo me marché sin despedirme siquiera de Curufin o pedirle que me acompañara. Creo que para ese entonces ya le había hecho bastante daño y pedirle que me siguiera era algo que no pensaba hacer.
Una vez en Amon Ereb, reuní a algunos elfos verdes. Pasaron varios años en que ese lugar quedó abandonado desde la muerte de Denethor, su antiguo rey. Amrod y Amras fueron a ese lugar con pocos hombres, pero desde que se rompió el sitio de Angband pasaban la mayor parte del tiempo en Himring. Los elfos verdes al principio parecían no necesitar de un líder, pero al cabo de unos meses varios se dieron cuenta que una vida organizada les servía para protegerse mejor de cualquier ataque de los lacayos de Morgoth.
Levantamos un fuerte en la colina con ayuda de los enanos, merced a la sugerencia de Caranthir que solía venir a buscarme de cuando en cuando y a informarme sobre los planes de Maedhros de volver a unir a los noldor, si no para derrotar a Morgoth, por lo menos para volver a encerrarlo en Thangorodrim.
—Por eso vino Fingon —dijo —para conocer de los planes personalmente.
—Me parece bien —le dije con cierta emoción.
—Le ha encomendado a Maglor que recupere Lotham y a Curufin que recupere el paso de Aglon para que los orcos no puedan escapar al sur.
—Está loco —dije —Curufin es hábil con la espada, pero no es tan buen jinete.
—Pienso lo mismo —me dijo Caranthir que vio como una chispa crecía en mí —por eso le pedí permiso a Maedhros para preguntarte si puedes ayudarle en esa tarea.
—¿Qué fue lo que te respondió?
—Que estaría muy decepcionado si no accedías a venir, pero que no quería obligarte a nada.
—Por supuesto que iré, volveré a Himlad.
