Tori bajó las escaleras a toda prisa pues su hermana le había dado ya el primer grito de aviso y, siendo Trina, no habría un segundo, se iría sin ella. Justo antes de salir oyó lo que comentaban los informativos matinales que estaba viendo su madre en la televisión del salón.
— "Alain Porter ha huido esta mañana del centro psiquiátrico Rys Ambereth. Como sabemos, este artista, que sufre esquizofrenia desde sus años en Hollywood Arts..."
Y ya no pudo oír más ya que Trina la arrastró por la puerta en dirección al coche.
Tori había pasado todo el trayecto dándole vueltas a lo que acababa de oír, iba tan distraída que ni la pésima voz de Trina cantando la versión de One Direction de "One way or another", la había traído a la realidad. Después había bajado algo preocupada del coche y hasta que no se reunió con sus amigos dentro de la academia no volvió a ser ella.
Jade, por su parte sentía que había tenido la peor idea de su vida. No entendía en que momento le había parecido algo inteligente confesarle aquello a Beck. "El estúpido de Beck" había pensado ella.
Aquella mañana ella había pasado a por su, ahora, mejor amigo, el cual le había vuelto a insistir en que tratara mejor a Tori después de las zancadillas, los insultos y un largo etcétera de cosas que le había estado haciendo durante toda la semana.
Ella esperando que él comprendiera mejor la razón de sus acciones, e incapaz de seguir aguantándole, decidió confesarle que todo aquello que le hacía a Tori se debía a que prefería canalizar odio y no amor hacia su persona. Sí, Jade West le acababa de decir a Beckett Oliver que estaba enamorada, nada más y nada menos que, de Victoria Vega.
Craso error. Aquello sólo había hecho que el joven, en lugar de dejarla tranquila, la presionara más. Ahora no sólo para que tratara mejor a Tori sino para que se atreviera a confesarle lo que por ella sentía.
Ante esto último, Jade se había reído en su cara, para luego comenzar a batallar verbalmente con el insistente chico. Cruzaron las puertas de Hollywood Arts dando voces, ante la extrañada mirada de muchos alumnos.
— ¡Jade, debes decírselo! — insistía él.
— ¡No!—bramaba ella. Se había planteado amenazarle con sus tijeras para que se callara, pero se había contenido.
Se habían ido aproximando a sus amigos que los miraban expectantes. Para más inri, a ojos de Jade, fue Tori la que habló:
— ¿Qué ha pasado?
Y en lugar de responder con un "Tú has pasado", dijo:
— ¡Nada que te importe, Vega!— Antes de dirigirse a su taquilla para coger los libros y después a su primera clase.
Cuatro horas después se encontraban todos en la clase de Sikowitz, "el profesor amante de los cocos", que como de costumbre había entrado por la ventana con sus ropas y energías habituales.
Éste había propuesto un ejercicio de improvisación por turnos, en base a unas extrañas tarjetas. Estaba siendo el turno de Tori, la cual estaba realizando el ejercicio realmente bien a opinión de todos, cuando la puerta de la clase se abrió con la fuerza de una patada.
Un hombre joven y delgado, de cabello largo, mirada perdida y ojos inyectados en sangre estaba parado frente a ellos, frente a Tori, que aún se encontraba en la tarima. El desagradable intruso iba armado y Tori se preguntaba por qué de todos los momentos que podría haber elegido para entrar lo tenía que hacer cuando ella estaba en medio de su actuación, desprotegida y a tiro de pistola.
—Hace tiempo que no piso estas clases, estos pasillos,—dijo con voz delirante y ronca. Tori se fijó en él. Aquella mañana no había podido ver su cara cuando oyó la noticia, pero estaba segura de que era Alain Porter—...fui envidiado y por ello me llevaron a ese horrible lugar. ¡Todos vosotros me envidiabais!—dijo levantado la pistola y apuntando a Tori que estaba frente a él, al otro lado de la clase—Ellas me lo dijeron. Y tú fuiste la peor...
Tori se estaba dando cuenta que aquel hombre en su enfermedad estaba confundiéndola con alguien más, a todos ellos, pero ella en particular estaba en su punto de mira. Por otro lado, dudaba que sus compañeros de clase en Hollywood Arts fueran los culpables en su momento de que llevaran al psiquiátrico.
—Alain—empezó Tori. Vio como muchos de sus amigos y compañeros le hacían gestos para que callara—, yo te admiraba. Todos te admirábamos y aún lo hacemos. Jamás quisimos que fueras a aquel horrible lugar.
Él la miraba fijamente y Tori pensó que lo había logrado. Jade, sentada muy cerca del hombre en la última fila, parecía contener la respiración.
— ¡Mientes, Veronique!—gritó reafirmando la pistola en su dirección—¡Yo te amaba y me dejaste a merced de ellos!¡Ni tú, ni ninguno de ellos me admira, sólo os corroe la envidia!
Y apretó el gatillo. El sonido del disparo cruzó la habitación y Tori cayó al suelo de espaldas, al mismo tiempo que Jade se abalanzaba sobre el agresor aquejado por el retroceso del arma. Le derribó y golpeó la mano del hombre contra el suelo hasta que soltó la pistola, después se colocó a horcajadas sobre él y sacó sus tijeras. Las elevó en el aire ante la asustada mirada azul de Alain...
— ¡Jade, no!¡Está enfermo!¡No seas una asesina!—le gritó Beck que había llegado a tiempo a parar el brazo de su amiga.
— ¡Ha disparado a Tori!—bramó Jade con rabia.
—Pues ve con ella, pero no le mates. Déjamelo a mí. Yo me encargo—le dijo su amigo y Jade le hizo caso. Se levantó, dejando al hombre bajo ella en el suelo, asustado.
Cuando se dio la vuelta, la mitad de la clase estaba rodeando a Tori y la otra mitad había desaparecido, probablemente para buscar ayuda.
En cuanto Jade llegó a donde estaba Tori un fuerte dolor invadió su pecho. Odiaba sentirse así por alguien, pero odiaba más que Tori estuviese en esa situación sin merecérselo. No parecía una herida grave. El hombre no debía ser muy ducho con el arma, pues le había disparado al hombro, que le sangraba bastante.
Vio como Tori se quejaba y lloraba desesperadamente. Aquella herida debía estarle doliendo mucho. En un momento dado la latina fijó su mirada café en ella, como si necesitara su consuelo. Ella movió los labios y conformó la muda frase de "todo saldrá bien" a la cual Tori respondió con un tembloroso asentimiento.
Pasó un largo rato hasta que la ambulancia y la policía llegaron. La primera se llevó a Tori rápidamente y la segunda devolvería a Alain Porter al psiquiátrico. Ella entonces cogió sus cosas y se fue a su casa. Sentía que había tenido suficiente Hollywood Arts por aquel día.
Tori estuvo pensando en Jade durante toda su estancia en el hospital. Había visto como se había abalanzado sobre Alain para evitar que éste la volviera a disparar y después había visto preocupación en sus ojos cuando la miró y le aseguró que todo estaría bien. Y era cierto, había sido más el susto que otra cosa, porque si bien el disparo había podido dolerle no había tocado ningún punto vital. Los médicos le había extraído la bala, le habían puesto puntos de sutura y un vendaje, y después le habían dicho que reposara un día allí antes de volver a casa.
Así que ahora, un día después del suceso por la tarde, salía del hospital con su hermana. Ella habría preferido que la llevaran sus padres, pero después de pasarse la noche allí tenían que volver a sus trabajos y ella lo entendía.
A Tori también le habían dicho los médicos que debía cambiarse el vendaje cada cierto tiempo y que debía tener cuidado con los bruscos movimientos.
Llegaron al coche de Trina y se encaminaron a su casa. A medio camino Tori se giró hacia su hermana.
—Trina, ¿te importaría desviarte hasta casa de Jade?
— ¿¡Qué!?¿Te has vuelto loca? ¿Qué quieres que la Bruja Mala del Oeste te clave sus tijeras en el hombro bueno que te queda? Obvio no te voy a llevar.
Le lancé una mirada reprobatoria, para luego poner cara de cachorro atropellado.
—Por favor.
Trina gruñó, pero finalmente cambió de dirección.
—Gracias.
Veinte minutos después la mayor de las hermanas Vega aparcó frente a la casa de Jade.
A Tori sólo le dio tiempo a bajar antes de que su hermana arrancara nuevamente.
— ¡Gracias!—le dijo al aire de forma irónica.
Después se acercó hasta la puerta de la casa de Jade y tocó al timbre.
Jade, aunque jamás lo admitiera si le preguntaban, no había parado de pensar en Tori desde el incidente del día anterior. Había pensado en ir a visitarla o en llamarla, pero todo habría sido muy extraño dada su peculiar relación.
Justo en ese momento había decidido evadirse y había puesto en su reproductor de DVD su película de terror favorita "The Scissoring" cuando sonó el timbre.
Jade gruñó audiblemente, le dio un manotazo a los cojines a su lado, que cayeron al suelo, y empuñó sus tijeras, antes de levantarse y dirigirse a la puerta.
—¡Quien quiera que sea más le vale salir corriendo antes de que abra la —Jade llegó a la puerta giró la manilla y abrió, quedando frente a frente con la figura asustada de Tori—...Vega!—Se dio cuenta de que había sonado demasiado sorprendida por su presencia así que se aclaró la garganta antes de continuar—¿Qué haces aquí?
—¿Puedo pasar?—Jade volvió a gruñir, pero se apartó dejándole paso. Tori pasó por su lado y se plantó en mitad del salón. En su forma de moverse se notaba el reciente percance de su hombro. Cerró la puerta y miró a la latina exigiéndole silenciosamente que manifestara la razón de su visita.
—Vine porque quería darte las gracias por tu ayuda ayer.
—No hice nada—dijo Jade con sequedad. Y era verdad no sabía a qué venía aquello.
—Si no hubiese sido porque tú te abalanzaste sobre Alain, él podría haber vuelto a dispararme, y puede que entonces no hubiese salido tan airosa.
Jade pensó en aquel momento y sólo recordó que deseaba acabar con aquel hombre que había disparado a Tori. No pensó en un posible segundo disparo, ni en ella, ni en nada, sólo se había dejado consumir por la rabia. A pesar de ello, decidió que no podía decirle aquello así que solo respondió con un:
—De nada, Vega.
Después, viendo que la chica permanecía allí parada agregó:
—Y si eso era todo pues...
— ¿Me estás echando?—preguntó incrédula.
—Chica lista—dijo Jade. Tori, por su parte, frunció el ceño.
—Está bien, adiós—Y se dirigió a la puerta, que estaba a espaldas de Jade, pero nada más abrirla, se volvió a girar.
— ¿Y ahora qué?—cuestionó Jade.
— ¿Te importaría llevarme a casa?
—Sí, me importaría—dijo con una sonrisa. Vio como Tori bufaba.
—Jade, compréndeme, Trina se ha ido y me ha dejado tirada y no creo que volver caminando con el hombro como lo tengo sea lo más adecuado, pero si te quieres comportar como...
—Está bien—la cortó Jade. Tori sonrió.
Después de todo ella sabía que la chica tenía razón, que no se podía contar con Trina y que no podía dejarla a su suerte. Sin embargo añadió—, pero—Tori gruñó—...primero quiero acabar de ver la película— dijo señalando el televisor a su derecha. La chica miró en aquella dirección y suspiró.
—De acuerdo, ¿de qué va?
—De una chica que resucita y decide asesinar con unas tijeras a sus amigos, empezando por la chica guapa—sonrió Jade, ante la asustada mirada de la latina—. Se titula...
—"The Scissoring"—concluyó Tori.
—En efecto, Vega, qué sorpresa—dijo Jade.
La gótica estaba extrañada de que la chica supiese sobre aquella película, teniendo en cuenta lo poco partidaria que era del género de terror, pero acabó concluyendo con que ella misma se la habría mencionado en alguna ocasión.
—Bueno, pues pasemos esta tortura cuanto antes—dijo Tori. Jade le lanzó una mirada asesina a la latina al tiempo que ella se dirigía a sentarse en el sofá con cuidado—, pero, por favor, mantén tus tijeras alejadas de mi veinte metros mínimo.
—Sí, Vega, a la escuela voy a ir a llevarlas—dijo Jade sonriendo. Tori farfulló algo por lo bajo y luego le pidió que pusiera la película.
Tori dio un salto en el sillón, y soltó un pequeño quejido que aglutinaba su terror por la película y el dolor de su hombro por su brusco movimiento.
Llevaban media hora de película y la latina se arrepentía de haber aceptado verla. Sentía su corazón retumbando en el pecho y nada tenía que ver que Jade mirara su semblante aterrado de soslayo con una expresión divertida en sus ojos azules.
—Vega, no dramatices, si ahora no ha pasado nada.
—Es esa maldita música. Si fuera más alegre no me daría miedo.
—Claro, van a poner de fondo "la Macarena" en una película de terror.
—Por ejem...
Tori soltó un grito y Jade una carcajada.
—Venga, ahora sí puedes dramatizar.
La película aún duró cincuenta minutos más y cuando concluyó Jade dijo:
—Vega, ¿no me dirás que no fue divertido?
— ¡Claro! Tan sólo que en la parte de atrás de la carátula debería venir "Cuidado: Riesgo de infarto"—dijo Tori molesta—. Y ahora me llevas a mi casa.
—Lo prometido es deuda. Voy a coger las llaves—dijo Jade.
Tori se levantó del sofá, saliendo por el lado contrario del sillón por el que se había sentado tropezando miserablemente con unos cojines que había en el suelo. Tan preocupada estaba por no caer de boca que paró su descenso hacia el suelo con ambas manos. Aulló de dolor y se sentó en el suelo. Un dolor terrible le cruzaba su hombro vendado. Jade corrió a su lado rápidamente observando el suelo para averiguar la razón de su caída.
—Eh, Vega, ¿te encuentras bien?—dijo ayudándola a levantarse.
—No—dijo con los ojos humedecidos por el dolor—. ¿Qué hacían ahí esos cojines?
—Lo lamento, los tiré antes sin querer. Debí haberlos recogido.
Tori deseaba enfadarse, pero el dolor la estaba matando. Cuando levantó la vista nuevamente para mirar a Jade se dio cuenta de que esta miraba a algún punto de su pecho. Ella bajó la vista y vio una ligera mancha carmesí manchando su ropa. Tori volvió a mirar a Jade.
—Llévame a un médico—exigió asustada—. Ya decía yo que me dolía demasiado.
Jade asintió.
—Pero antes deja que reafirme la venda un poco para que no te sigas desangrando.
Tori la miró y, aunque no estaba del todo segura de las habilidades de Jade en aquel aspecto, asintió.
Jade le dijo que volviera a sentarse con cuidado en el sofá, mientras ella iba a la planta de arriba a por unas vendas. En medio minuto estaba junto a ella con un botiquín. Se sentó a su lado y sacó unas vendas. Tori la miraba.
—Mi hermano mayor solía ser un tanto West a la hora de montar en moto y pues muchas veces le ayudé a vendarse los destrozos—dijo Jade mirándola—. Sé que no es lo mismo, pero confía en mi—Tori asintió y le sonrió—. Ahora quítate la camisa, por favor.
Tori clavó su mirada en la gótica. Entendía que debía hacerlo, pero aquello no quitaba la incomodidad a la situación. Finalmente asintió.
— Está bien, pero deberás ayudarme—Ahora era Jade la que la miraba incrédula. No es que la gótica no hubiese soñado nunca con que la chica le pidiera que le quitara la camisa, pero de su mente a la realidad había un gran trecho. Sin embargo, teniendo en cuenta la herida, ahora abierta, de su hombro no había otra opción. Así que Jade llevó sus manos a la camisa de la latina y la desabotonó, al tiempo que miraba a Tori a los ojos. Después la deslizó por su brazo bueno y finalmente por el malo.
Jade tragó saliva. La vista que tenía de Tori, justo en ese momento, era difícilmente mejorable, pero ella tenía más control sobre mi misma cuando la latina tenía la camisa puesta.
—Jade—La gótica la miró—, el vendaje...
Jade asintió, mientras rezaba porque su expresión no hubiese mostrado en lo más mínimo sus pensamientos. Antes de comenzar a vendarla, Jade pensó "definitivamente estaba mejor con la camisa puesta".
Jade reafirmó el vendaje de una forma un tanto rudimentaria, ganándose unos cuantos quejidos de Tori. Mientras la latina se reprendía internamente y trataba de hacer una nota mental que rezara "mirar por donde piso", al tiempo que trataba de no dejar escapar las lágrimas por el dolor, sin éxito.
—Ya está—dijo Jade ayudándola a levantarse. Cuando vio la expresión llorosa de Tori, la chica llevó una mano a su cara para secarse las lágrimas— ¿Todo bien?
Tori asintió.
—Sí, todo bien, pero me gustaría saber la razón de este cambio de actitud por tu parte.
Jade la observó. No podía decirle que se preocupaba por ella porque le gustaba. No, si no quería que Tori se riera en su cara, teniendo en cuenta lo perra que había sido con ella desde que entró a Hollywood Arts. Sin embargo, se decidió por algo un poco menos extraño.
— Lo hice porque tal vez sí que te considero... mi amiga — las últimas palabras apenas habían sido audibles para la propi Jade, pero por la sonrisa en la cara de Tori ella si las había escuchado, y de un momento a otro la barbilla de la gótica descansaba sobre el cuello de Tori, que la había abrazado con su brazo bueno.
Pero el abrazo de Tori había sido para esconder la decepción que aquello le había causado. Justo en aquel momento de su vida no deseaba que Jade la considerase sólo su amiga, aunque tampoco podía aspirar a nada más. Y a pesar de que debía estar contenta, por haber logrado abrir una pequeña grieta en la armadura de la gótica, sólo se sentía triste y decepcionada.
Cuando se separaron, Tori clavó sus oscuros ojos en los azules de Jade. No podía seguir con aquella situación. No podía soportar verla cada mañana y amarla de aquella manera sin que nadie lo supiera, sin que ella lo supiera. Podría aguantar mil burlas y mil rechazos de aquella mujer, si en aquel momento podía acortar la distancia que separaba sus labios.
Acarició la mejilla de Jade, logrando que esta se alterara.
—Tori, que...—dijo Jade cuando la latina se empezó a aproximar.
—Shh, si deseas matarme, hazlo luego—le susurró contra los labios antes de besarla.
Jade la besó de vuelta con ímpetu, llevaba tanto tiempo pensando en aquello, tenía tanta hambre de ella que dejó su mente en blanco y se entregó al suave contacto de los labios de Tori sobre los suyos. Pasó su mano por la desnuda cintura de la chica que suspiró contra su boca. Cuando se separaron, la latina clavó sus ojos en los de Jade. Su mirada irradiaba temor a que aquello pudiera acarrearle funestas consecuencias, pues a pesar de que la había correspondido era Jade West. La gótica parecía entender cada una de las preocupaciones que asaltaban la mente de Tori.
— ¿Qué, Vega? ¿Tan mal beso?
La chica negó.
—No, claro que no, pero tú…yo…esto…
Jade se acercó y le dio un corto beso.
— ¿Si?
Tori rápidamente pasó su brazo bueno por detrás del cuello de Jade, abrazándola al tiempo que liberaba un aliviado suspiro.
—Pensé que no ibas a sentir lo mismo que yo.
— ¿Y quién te dice que siento lo mismo que tú?—Tori se separó rápidamente y bajó la mirada. Jade por su parte no entendía como la chica no había aprendido ya que a ella le encantaba molestarla—Es increíble que pienses que no siento lo mismo después de lo de hace un momento. Si no lo hubiera querido te habría puesto el freno desde el principio, Vega—A cambio recibió un pisotón de la chica. Jade se quejó— ¡Oye! ¡Eso dolió!
—También duelen tus comentarios, ¿cómo crees que no voy a tomar en serio lo que me dices si la mayor parte del tiempo tratas de burlarte de mi de todas las maneras posibles?–Después se dio la vuelta–Me voy, ya llegaré al hospital haciendo autostop si hace falta–Jade rio— Y ahora, ¿de qué narices te ríes?
—Que considero que vas a llamar mucho la atención saliendo a la calle sin camisa. ¡Cómo te gusta provocar, Vega!
Tori sintió como toda la sangre se le acumulaba en las mejillas.
–Pues deja de reírte y ayúdame a ponerme la camisa.
—Sólo accederé a lo segundo. Y porque quiero—dijo Jade. No sería aquel el día en que ella dejara que le dieran órdenes. Así que cogió la camisa de Tori aun riendo y le ayudó a ponérsela—. Venga, ya está.
—Vale. Ahora vamos al hospital.
—Vete haciendo autostop.
Tori la miró con rabia.
—Me lo prometiste.
—Sí, pero no contaba con que me lisiaras el pie con tu fuerza kryptoniana. Así no puedo conducir.
Tori rodó los ojos.
—Y luego la quejica soy yo, ¿cómo te puede doler un pisotoncito de nada llevando las botas puestas?
Jade chistó disgustada por la hábil respuesta de la latina.
—Está bien tira para el coche– La chica sonrió victoriosa.
—Te estoy viendo la sonrisa—Tori trató de ocultarla sin éxito.
Llegaron al coche, en el que Tori se montó con cuidado. En media hora estaban en el hospital. La atendieron rápido. En esta ocasión los puntos dolieron algo más, pero en un par de horas, ya pasadas las diez de la noche, habían terminado y le había reiterado que tuviera cuidado. Después Jade y ella se encaminaron a casa de la latina en un cómodo silencio. Al llegar Tori se giró hacia Jade.
—Deberías probar a ser un cielo más veces. Es una Jade que me gusta mucho—dijo dándole un beso.
—Ya veremos, Vega. Una no puede ir por ahí siendo un osito amoroso, sino ¿a dónde va el respeto?—Le susurró contra los labios al separarse.
Después Tori salió del coche y se dirigió a la puerta de su casa. Antes de que llegara, Jade bajó la ventanilla y dijo:
— ¿Te paso a buscar mañana?
La chica se giró y le regaló una sonrisa.
—Eso sería genial—Y Jade arrancó el motor y se fue de allí sonriendo.
Tori abrió la puerta de su casa y se encontró a Trina en el sofá pintándose las uñas y viendo uno de esos programas de belleza que tanto le gustaban.
—Bueno hermanita, ¿sigues lisiada sólo de un hombro o ahora tienes otra lesión?
— ¡Trina!— gritó Tori con fastidio. Su hermana rio–. Paso de discutir contigo.
—Y si no lo haces conmigo, ¿con quién lo vas a hacer? Porque con Jade ahora parece que te llevas de maravilla.
Tori se quedó plantada en el lugar, estática.
— ¿Nos estabas espiando?
— ¿Yo? No–dijo riendo.
Entonces se oyó una chillona risilla a espaldas de Tori, una muy familiar. Cuando se dio la vuelta vio a Cat.
— ¿Cat?
—Holis Tori – dijo la pelirrojilla abrazándola con efusividad, pero también con cuidado–Me alegro de que tú y Jadey estéis juntas.
— ¿Ves, Tori? Ya te dije que no había sido yo—dijo Trina falsamente ofendida.
—Bueno sea como fuere me voy a dormir– les dijo. Tori se encaminó escaleras arriba cuando algo le vino a la cabeza–Oye Cat, por cierto, ¿a qué has venido?
—Yo—dijo la chica pasando la vista por toda la habitación, para después detenerse en Trina y volver a mirar a Tori—…vine a visitarte, para que viéramos una película, pero estabas con Jadey así que…
—Me obligó a mí a ver la película con ella–finalizó Trina con fastidio.
—Está…bien–dijo Tori. Aquello le parecía extraño, pero involucrando a Cat y a Trina tampoco era tan sorprendente–.Hasta mañana entonces.
—Hasta mañana—dijo Cat despidiéndola también con la mano.
—Eso hermanita hasta mañana, y espero que sueñes con tijeras–Tori se giró y la fulminó con la mirada antes de desaparecer en la planta de arriba, aunque oyó como Trina agregaba—… y con la dueña de las tijeras, también.
