Noticia amarga
La luz de la mañana entró en la habitación del rey Caspian, alumbrando toda la estancia, incluyendo la vacía cama del monarca.
Como todas las mañanas, el joven rey había salido de sus aposentos para ir a la biblioteca, el mejor sitio para él en todo el castillo. Llegó al final de la pared izquierda y fue palpando los ladrillos uno por uno hasta que, finalmente, encontró el que buscaba. Con mucho cuidado lo sacó de la pared y cogió del hueco un trozo de pergamino doblado varias veces.
Caspian lo desdobló cuidadosamente y contemplo el dibujo que Piesligeros había hecho un mes y medio atrás. La ardilla había sabido captar la felicidad del momento pues, en él se veía perfectamente lo inmensamente feliz que era por tener a Susan a su lado.
El dibujo era sumamente detallado, no le faltaba absolutamente nada, era el dibujo más perfecto que Caspian había visto en su vida y, le agradaba saber que en él estaban dibujados Susan y él, sentados bajo un árbol y abrazados, escondiéndose de todos pero, sobre todo, de Peter, el hermano mayor de ella.
Piesligeros había prometido no contarle a nadie nada sobre el amor que ambos se tenían y, hasta el último momento, cumplió su palabra; la ardilla, gracias al cielo, era de fiar.
Algunas lágrimas recorrían el rostro del rey, la echaba tanto de menos, ella había sido la primera en todo, al igual que él para ella.
—Ojalá nunca te hubieses tenido que marchar, me cuesta tanto aceptar que no voy a volver a verte nunca más, que no volveré a ver tus ojos y tu sonrisa, que ya no podré volver a abrazarte, acariciarte, besarte y…
Caspian cerró los ojos con fuerza y nuevas lágrimas cayeron en su ropa. Al poco comenzó a escuchar mucho movimiento, señal que él entendió como que debía guardar el dibujo hasta la mañana siguiente.
Aquel desayuno, al igual que todos los anteriores, fue muy silencioso, Caspian apenas hablaba desde la marcha de Susan, los únicos que conseguían hablar medianamente con él eran Aslan, Cornelius y Trumpkin, y tampoco es que ellos consiguieran mucho, dado que Caspian se escondía por todas partes para evitar tener compañía, quería estar solo y llorara, llorar hasta que ya no pudiera más.
Después de desayunar, Caspian tenía una reunión con Trumpkin en el salón del trono, reunión a la que no quería asistir, pues no tenía ganas de hablar con nadie.
—Majestad, ¿cuándo volveréis a ser el de siempre?
—No lo sé, puede que nunca vuelva a ser como era.
—No deberíais dejaros de esta manera, no os relacionáis prácticamente con nadie, apenas coméis y raramente se os ve por el castillo.,
—No salgo de aquí.
—Ya sé que no salís de aquí pero, os escondéis tan bien que es como si no estuvieseis aquí.
—¿Nadie se ha parado a pensar que tal vez quiera estar solo y que es por eso por lo que, como muy bien dices, me escondo?
—La marcha de la reina Susan no os debería afectar tanto, no os ofendáis por lo que voy a decir pero, sólo fue un beso y un abrazo.
"Si supiera la verdad comprendería el porqué me afecta tanto el que Susan se haya marchado pero, como nadie salvo ella, yo y Piesligeros, sabe lo que pasó, no puede entenderlo, al igual que el resto de la gente."—pensó Caspian.
—Trumpkin, tú no puedes entenderlo pero, en realidad tengo muchos motivos para que la marcha de Susan me afecte de esta manera.
En esos momentos llamaron a la puerta del salón del trono.
—Adelante—dijo Caspian.
Lord Cornelius entró apresuradamente en el salón, llevaba un pergamino un tanto largo, por lo que Caspian sospechó que debía ser algún documento.
—¿Ocurre algo, Lord Cornelius?
—Así es majestad. Hemos encontrado un documento que hizo vuestro padre antes de morir.
Caspian se quedó muy sorprendido al escuchar eso, él creía que lo único que quedaba de su padre en el castillo era el cuadro que había en aquel mismo salón.
—¿Un documento que hizo mi padre antes de morir?—preguntó Caspian perplejo.
—Así es majestad.
—¿Y qué dice ese documento exactamente?
—Antes de decíroslo, me gustaría hablar de un asunto.
—¿Qué asunto?
—Trumpkin, ¿podrías dejarme un momento a solas con el rey?—dijo Lord Cornelius mirando al enano.
—Naturalmente—contestó éste.
Trumpkin salió de la sala del trono y dejó a Caspian y a Lord Cornelius solos.
—¿Cuál es el asunto del que queréis hablar conmigo?—preguntó Caspian.
—Majestad, sé que estáis perdidamente enamorado de la reina Susan pero, vos también sabéis, al igual que yo, que ella se marchó y que ya no volverá jamás.
Caspian se dio la vuelta y le dio la espalda a Lord Cornelius.
—¿A qué viene eso ahora?
—A que necesito saber si vais a ser capaz de olvidar a la reina Susan y a amar a otra mujer.
—Lord Cornelius, siento mucho tener que deciros esto pero, eso no es de su incumbencia.
—Con eso respondéis, no seréis capaz de olvidar a vuestro primer amor, lo cual supone un serio problema.
—¿Por qué?
—Supongo que, amando aún a Susan, no estaríais dispuesto a casaros, ¿verdad?
Caspian volvió a mirar a Lord Cornelius con cara de sorpresa.
—¿¡Qué!
—Lo que habéis oído majestad.
—Sólo tengo diecisiete años, ¿cómo esperas que me sienta si me dices si estaría dispuesto a casarme?
—Sé que os sorprende pero, es lo que dice este documento hecho por vuestro padre.
—¿Puedo verlo?
—Por supuesto majestad.
Lord Cornelius le dio el documento a Caspian, quien lo cogió rápidamente para leerlo. A cada palabra que leía, más sorprendido estaba, no podía creer que su padre hubiese hecho aquello.
—Me niego en rotundo a hacer lo que dice este documento, soy demasiado joven.
—No os negáis a hacer lo que el documento dice porque seáis demasiado joven, sino porque estáis enamorado de alguien a quien no vais a volver a ver en vuestra vida.
—Hace años que no veo a Lisarella, ¿ella está al tanto de todo esto?
—Sí, como podéis ver, en el documento no sólo está la firma de vuestro padre, sino también la del padre de ella.
—¿Pero por qué con Lisarella?, ¿por qué ella?
—Porque ella es la hija del que fue uno de los mejores amigos de vuestro padre.
—No quiero hacerlo, soy el rey y ahora mando yo.
—Este documento es una de las últimas voluntades de vuestro padre, quien fue rey antes que vos y que el usurpador de vuestro difunto tío Miraz.
—No vuelvas a mencionar ese nombre en mi presencia.
—No os preocupéis, no volveré a hacerlo.
—Eso espero.
—¿Vais a cumplir la voluntad de vuestro padre?
Caspian comenzó a dar vueltas por toda la sala, él no quería casarse con alguien a quien no veía desde hacía ya más de cinco años, y mucho menos estando aún enamorado de Susan.
—Lo siento pero, no puedo cumplir la voluntad de mi padre, ese documento me pide algo que el corazón no me permite hacer.
—Pues más lo siento yo majestad, ya que, queráis o no, debéis cumplir lo que ordena el documento que hizo vuestro padre.
—¡Qué!
—Lo siento muchísimo majestad pero, estáis obligado.
—Pues me da igual, no lo haré.
—Os comunico que la fecha de la boda es dentro de un mes.
—¡He dicho que no voy a casarme y no lo haré!
—¿Preferís que sea dentro de dos semanas?, estupendo, me apetece mucho ver como sentáis la cabeza.
Lord Cornelius salió de la sala del trono dejando al rey con la palabra en la boca.
—Esto es sumamente injusto, no pueden obligarme a hacer algo que no quiero, ¿por qué todas las bodas de la familia han de ser concertadas?
Caspian se sentó en el trono y se puso a pensar en una salida para aquel disparate.
—Tengo que encontrar la manera de salir de esta encerrona, yo no puedo casarme así como así, lo primero es que soy muy joven, lo segundo es que hace más de cinco años que no veo a Lisarella y lo tercero y último, pero no por ellos menos importante, es que—Caspian entristeció al instante—… estoy perdidamente enamorado de alguien a quien no volveré a ver jamás, estoy perdidamente enamorado de Susan.
Las lágrimas brotaron de los ojos del rey y comenzaron a caer lentamente en su ropa. Al poco salió rápidamente de la sala del trono, fue a las cuadras y ensilló a Batallador, era posible que, en quien había pensado, pudiera hacer algo para ayudarlo.
Salió en dirección al bosque como alma que lleva el diablo y no paré hasta que no vio en un claro a quien buscaba. Caspian se bajó de Batallador, amarró las riendas al tronco de un árbol y, lentamente, caminó hasta que llegó a su lado.
—¿Deseáis algo majestad?
—Sí, que me ayudes a salir de una encerrona.
—Lamento tener que decir que yo no puedo hacer que el documento que hizo vuestro padre quede invalidado.
Caspian miró sorprendido a Aslan.
—¿Cómo sabes cual es mi problema?
—Soy un león muy sabio e inteligente, yo sé cosas que ningún otro ser sabe y, esa de vuestro compromiso, no es una excepción.
—¿De verdad que no hay nada que puedas hacer para ayudarme?
—No, lamentablemente no puedo hacer nada.
—Oh no, ahora sí que estoy perdido.
—Lo siento majestad, me gustaría poder hacer algo para ayudaros pero, no puedo.
—Ojalá estuviera muerto.
—¡Majestad, cómo se os ocurre decir eso!
—De que me sirve vivir si no puedo tener a la mujer que amor a mi lado, ¿para tener que casarme por obligación con alguien a quien no he visto hace más de cinco años? No me merece la pena.
—No debería hacer esto pero, vuestra desesperación me lo pide.
Caspian volvió a mirar a Aslan sorprendido.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Voy a hacer algo que aliviará un poco vuestro corazón pero, recordad estas palabras, no volveré a hacerlo nunca más.
—No te entiendo.
—Cuando veáis lo que voy a hacer, comprenderéis.
Aslan emitió un sonido suave y melódico y, de la nada, apareció una especie de ventana por la que se veía a los Pevensie.
—Susan—dijo Caspian nada más ver a los reyes del pasado—. Oh, cuanto me gustaría poder tenerte entre mis brazos otra vez y—Caspian se detuvo, era mejor callar lo que había estado a punto de decir.
—¿Y?—preguntó el león de forma curiosa.
—Nada—contestó Caspian suspirando.
—Majestad, sé cuanto amáis a Susan y sé cuanto deseáis volver a estar con ella, así que os propondré una cosa, algo que estoy totalmente seguro que vais a aceptar.
—¿Qué es lo que quieres proponerme?—le preguntó sin dejar de mirar a Susan.
Aslan sonrió e hizo que la imagen cambiase, algo que al joven rey no le gustó en absoluto.
—¿Veis esa casa? Es la de los reyes del pasado. En estos momentos ellos van a viajar allí, ahora mismo sólo está su madre.
—¿Y para que quiero yo saber eso?
—¿Desearíais poder volver a estar con Susan, aunque sólo fueran unas horas?
—Por supuesto.
—¿Y, si yo consigo que podáis estar con Susan, aceptaréis el tener que cumplir la última voluntad de vuestro padre?
Caspian asintió con la cabeza, decir "Sí" le costaba muchísimo.
—En ese caso, volved al castillo y continuad con vuestra rutina, si no pasa nada, antes de que acabe el día podréis estar con Susan un largo rato.
—¿Pero cómo?
—Haré que el tiempo se congele en ambos mundos, así nadie podrá molestaros y tampoco se darán cuenta de que tú estarás ausente en el castillo y ella sin estar mucho tiempo con su familia. Ahora regresad.
—Está bien—dijo Caspian sin entender muy bien el plan de Aslan.
Caspian soltó las riendas de Batallador, montó en él y regresó sin poder quitarse de la cabeza el que pronto la tendría en sus brazos nuevamente, que volvería a oír su dulce voz, que volvería a besar sus dulces labios.
Fue a sus aposentos y se tiró en su cama, cerró los ojos y la visualizó; esbozó una sonrisa y pronunció su nombre.
Ya estaban montados en el tren que les llevaría a su casa. Ninguno de los cuatro dejaba de pensar en el lugar que acababan de dejar. Peter pensaba en que no volvería a pisar las tierras donde había sido sumamente feliz; Lucy en lo mucho que iba a echar de menos a sus amigos y en si los volvería a ver cuando volviera, si es que lo hacía; Edmund se maldecía por lo bajo porque había olvidado su linterna nueva en Narnia; Susan, directamente, sólo podía pensar en él y en que no volvería a verle jamás.
La joven dio un suspiro mientras miraba por la ventana, un suspiro que su hermana menor no pasó desapercibido.
—¿Estás bien?—le preguntó acercándose a ella.
—Sí, no te preocupes.
Una hora después, los cuatro bajaban del tren y se encaminaban hacia su casa.
—Bueno pues—comenzó a decir Peter—, ya estamos aquí.
Lucy tocó al timbre. La puerta no tardó en abrirse y los cuatro se abrazaron a su madre, tenían muchas ganas de verla.
—Anda, subid a vuestras habitaciones y descansad, os lo merecéis después del viaje.
Ellos obedecieron a su madre y cada uno subió a su habitación. Cuando Susan entró en la suya, dejó la maleta en el suelo, junto a la puerta, la cual cerró justo después. Se quitó los zapatos, se acostó en la cama y metió las manos debajo de la almohada; al hacerlo notó que había algo debajo de ella. Se incorporó y levantó la almohada, allí había un pergamino que estaba doblado por la mitad.
—¿Pero que es esto?
Ella cogió el pergamino y lo desdobló; antes de comenzar a leer lo que decía, miró quien lo firmaba. La sorpresa se dibujó en su rostro cuando vio aquel nombre. Comenzó a leer rápidamente.
—Querida Susan, nuestro querido rey Caspian X sigue perdidamente enamorado de ti, lo que hace que se niegue por completo a cumplir la última voluntad de su padre, el rey Caspian IX. Debo informarte de que Caspian está obligado a contraer matrimonio con la joven Lisarella, hija del que fue uno de los mejores amigos del difunto rey. Como ya te he dicho, él se niega por completo a esa boda concertada porque su corazón te pertenece a ti, sin embargo, ha prometido cumplir con su obligación si puede volver a estar contigo unas horas. Yo le he prometido que podrá hacerlo pero, todo depende de ti. A partir de las diez de la noche, si pronuncias el nombre de Caspian, él viajará automáticamente hasta donde estés tú y el tiempo en Narnia y en tu mundo se congelará por varias horas, aún no sé cuantas exactamente. Ahora, el poder estar juntos por última vez, depende de ti, tú decides ahora que lo sabes todo. Aslan.
Las lágrimas bañaban el rostro de Susan, el saber que Caspian aún la amaba, que no quería casarse por esa misma razón y que tenía la oportunidad de volver a estar con él, había sido demasiado para ella, muchas emociones juntas.
Tenía claro que quería estar con él, aunque sólo fuese por unas horas, había sido mucho lo que habían vivido, le necesitaba, se había acostumbrado a poder tener sus besos, sus abrazos, sus caricias, sus palabras llenas de amor y su mirada siempre puesta en ella, siempre que quería y que estaban solos, pues ninguno de los dos quería tener problemas con Peter, a quien no le hacían ninguna gracia las miradas que se hacían de vez en cuando. Caspian había sido el primero en todo, él era el único que se lo había dado todo sin pedirle nada a cambio.
—Buf, no sé como voy a aguantar hasta las diez de la noche, es demasiado tiempo.
Susan recordó entonces que Caspian debería casarse a la fuerza.
—Ojalá hubiésemos podido quedarnos juntos, si hubiésemos podido no tendrías porqué casarte a la fuerza y con alguien a quien no amas.
Caspian, que había salido de sus aposentos tras pasarse allí toda la mañana, se encontraba en el comedor.
—Majestad—dijo Lord Cornelius—, creo que deberíais comer un poco más; últimamente vuestra alimentación está siendo muy pobre y, bien sabéis que pronto tendremos que hacer un viaje.
—Yo no he dicho que vaya a hacer ese viaje, eso son imaginaciones tuyas.
—¿Acaso no deseáis ir vos también a recoger a la futura reina?
—Lord Cornelius, os agradecería mucho que no mencionaseis el tema de esa estúpida boda concertada.
—Majestad, no es por ser grosero pero, cuanto antes os hagáis a la idea de que tenéis que casaros con la señorita Lisarella, mejor.
—Te juro que hay veces que odio a mi difunto padre, ¿a quién en su sano juicio se le ocurre firmar semejante disparate?
—Majestad, bien sabéis que en vuestra familia las bodas han sido siempre concertadas, ¿qué os hacía pensar que vos ibais a ser la excepción?
Caspian no contestó, odiaba las bodas concertadas, no le gustaba que fueran otros los que decidieron quien debía estar con quien. Lord Cornelius le dio unas palmaditas en el hombro.
—Sois el rey y sé que haréis lo correcto, comprendo que en estos momentos os comportéis como os comportáis, la marcha de los reyes del pasado aún está reciente y el recuerdo de la reina Susan sigue muy vivo dentro de vos, pero sabéis que ella no regresará y que Narnia necesitará que le deis un heredero. Agradeced que vuestra futura esposa sea una amiga y no una desconocida.
