Disclaimer: Todos los personajes de Harry Potter son propiedad de Mrs. J. K. Rowling, y el utilizarlos de esta forma, no me reporta beneficio económico alguno.
The Mother and the Child
By: Lily-Rose Riddle.
Mia caminaba cerca de la que había sido su primera escuela. La seguía una niña pequeña, de lindos rizos oscuros. Su mente hacía mucho que no conocía la tranquilidad, por lo mismo no dejaba de recordarle a la niña que no se retrasara, que debían mantenerse en movimiento.
Era una madre joven, de no más de 30 años, y su hija, ella era su tesoro; aun cuando la pequeña ya dominaba una buena parte del arte de sus padres, le seguía pareciendo tan frágil y vulnerable como la primera vez que la sostuvo entre sus brazos.
En el barrio en el que se encontraban había toda clase de viviendas, tanto modestas como algunas que se notaban más favorecidas. En otras condiciones, ella no habría tenido ningún problema viviendo allí toda su vida. Pero la situación actual de ambas distaba mucho de esto.
Interrumpió su anhelo a la normalidad, deteniéndose en una casa que de material nada necesitaba y llamó a su lujosa puerta. La hicieron pasar inmediatamente. Era la casa de Arlene, una de las antiguas amigas de Mia, una mujer rubia y poco agraciada, quien en ese momento tenía invitados, la cual apenas les dedicó una mirada a las recién llegadas.
La hija de Mia inmediatamente hizo amistad con la hija de la anfitriona, y se saludaron, sonriéndose como si se hubieran conocido desde siempre. Mia no pudo evitar notar cuán diferentes eran Arlene y su hija. Mientras que la primera era fría y reservada, la segunda era más bien abierta y dulce, fácil de querer. Muy parecida a su propia hija.
Tras servir el té a sus invitados en pequeños servicios de plata, a la anfitriona se le ocurrió la magnífica idea de encargar a Mia y a su hija, una tarea que Arlene bien hubiera podido pedir a cualquiera de sus sirvientes. Mia se rehusó, y a continuación se lo prohibió a su pequeña hija, al ver que esta ya se disponía a hacerlo, quizás para ganar el favor de la dueña de la casa y para conservar la amistad recientemente adquirida de la hija de esta. Arlene a veces podía ser tan desagradable... Resistió el deseo de irse inmediatamente de ahí, solo porque su hija le había pedido estar con su nueva amiga unos minutos más.
Varios niños y niñas de edades similares se unieron a las dos niñas, y empezaron a jugar todos juntos en el enorme garaje de la casa, divirtiéndose con cosas propias de su edad.
La joven mujer se sentó en un diván cerca de ellos para mirarles distraídamente, su mente pensando por adelantado en el lugar al que se dirigirían a continuación. En esas estaba cuando de pronto, sin ninguna razón aparente empezó a sentirse inquieta. Al retornar su atención a los niños advirtió la razón de su incomodidad: los juegos habían cesado.
Un ruido se había escuchado unos instantes antes en la puerta principal y era la razón por la cual se había silenciado todo: Un grupo de gente abriéndose paso, vestidos todos con ropas muggles, todos con varitas en las manos, estudiando con atención a los pequeños.
En un segundo, ella ya tenía su varita en la mano, y tal como se lo temía, comprobó que los ojos de los recién llegados estaban fijos en un punto en particular. Su hija Mina.
Una hechicera entre ellos levantó su mano para hacer un conjuro, pero su varita salió despedida por los aires. Mia se dio vuelta para ver de dónde había venido el conjuro desarmador. Era un nuevo grupo de personas vistiendo largas túnicas, que entraba por una puerta adyacente. Entre ellos, un hombre algo mayor que ella, y era quien había despojado de su arma a la mujer.
Los magos de este segundo bando pasaron cerca de Mia, disponiéndose a enfrentar a los primeros, poniéndose como escudos entre estos y los niños.
-Luce tan pequeña, pero parece que ya puede manejar una varita- Observó uno de ellos, sorprendido de ver como Mina acababa de usar un hechizo de protección.
-Sí, así es. Lo que sucede es que ella…- Respondió Mia, dispuesta a explicar confiadamente ya que ellos no parecían sus enemigos.
-Lo sabemos…- La interrumpió alguien más, y continuó –…aquí no es seguro; toma a tu hija y vete, nosotros nos encargamos-
-Pero los muggles de la casa… - Quiso saber ella
-También de eso nos encargaremos. De protegerles y que no conserven ningún recuerdo de esto-
Ella obedeció, llamó a la niña y le dio una rápida mirada de agradecimiento al hechicero líder, el mismo que había desarmado a aquella mujer, y quien le correspondió con un leve asentimiento.
Salieron por la puerta alterna. Mia cargaba a su hija, no pensando tanto en la dirección hacia donde huir, más bien con la prioridad en mente de alejarse la mayor distancia posible.
Una vez que el peligro parecía haber quedado considerablemente atrás, fue que se permitió bajar a la niña.
"-Cuídate de él.- Le había dicho uno de los brujos en su carrera hacia la salida. -Si se le presenta la oportunidad, no dudara en acabarte con uno solo de sus golpes-"
-Mami, que querían esas personas malas que le apuntaban a los niños?- Preguntó Mina casualmente.
Tras sopesarlo por un instante, no respondió. No estaba segura de qué debía decirle. O de cuánto quería decirle.
-"Al menos el peligro ya pasó"- Pensó, sin dejar de observar a la pequeña.
O así le parecía hasta entonces, ya que cuando estaban por doblar una esquina, solo unos pocos pasos antes de llegar, Mia percibió la presencia de otra persona mágica, como ellas.
-Quédate atrás, Mina- Decretó con un acento que no admitía replicas, apretando la varita entre los dedos de su mano derecha.
La niña no protestó. Debía tratarse de algo sumamente importante para que su madre usara ese tono de voz con ella.
Mia no sabía con total seguridad con cuál persona se encontraría, pero halló valor en la convicción de que nadie iba a lastimar aquello que más quería. Ella no lo permitiría.
Como llevaba los brazos pegados a su cuerpo y vestía una falda larga de vuelos, no le fue difícil esconder su varita en uno de los pliegues de la misma; avanzó con cuidado, y al momento de doblar, vio la silueta de un hombre que estaba a una distancia como de unos cincuenta pasos, con los brazos cruzados. Vestía una larga túnica oscura con una abertura al cuello que mostraba dadivosamente la división entre sus pectorales. El lienzo que la conformaba era de aspecto muy leve, por esto mismo se le ceñía al cuerpo como una segunda piel. Su cara lucía ligeramente pálida, de ese color que recuerda la ausencia de vida. En total contraste, su porte completo y aura mágica, eran indiscutiblemente poderosos.
Los hermosos cabellos negros que Mia recordaba no existían en esa escena contemplada, sin embargo eso no le impidió reconocerlo inmediatamente. Los dedos de una mano sostenían con indolencia la varita de apariencia ósea. Justamente la persona que menos hubiera deseado encontrarse.
Su primer impulso fue correr en dirección opuesta, pero muy pronto descubrió a su cuerpo haciendo lo contrario. Tal vez sabía en su interior que no podía esconderse para siempre y ella no quería tener que estar huyendo toda la vida. Hay cosas que necesitan ser enfrentadas llegado cierto punto de nuestra existencia.
El hombre, desde luego que había notado también su presencia antes de verla. Siendo un maestro en intervención de mentes como los rumores predicaban, se encontraba en todas las ocasiones en total control de sus facultades, razonándolo todo de modo impasible y calculador. Con todo, desde el momento en que percibió a Mia, no pudo evitar sentirse invadido por el odio que a esta profesaba. Ella podía haber escapado de aquellos inútiles esbirros suyos, pero aquella incompetencia no se repetiría. Le costaba dar crédito a su suerte: ¡El iba a tener la satisfacción de matarla con sus propias manos!
La miró, caminando hacia él y esgrimiendo su varita al frente; temblando un poco, pero decidida. Tan bella como siempre. El era grande entre su gente; muchos se estremecían con solamente escuchar su nombre, al punto que casi ninguno se atrevía a pronunciarlo. Y claro, estaba ella, que nunca le había temido.
Por un momento dudó.
Y al siguiente instante sus dedos volvían a crisparse alrededor de su varita. Una pequeña había aparecido algunos metros detrás de Mia.
Todo el rencor que sentía hacia ella parecía avivarse con la visión de esa niña. Estaba decidido, se encargaría de esta primero para disfrutar con el sufrimiento de la madre.
-"Maldita seas, mujer…"- Pensaba para sí, oprimiendo los dientes con indignación. Después de todo, cómo se había atrevido.
Sin descruzar los brazos, preparó su varita en una mano, tocando con la punta de esta su propio rostro.
La chica no había perdido ningún detalle. Por muy decidida que estuviera a pelear por la vida de su hija, sabía muy bien que el único desenlace de un enfrentamiento con él derivaría en su propia muerte inútil. Tras tomar algo de aire, exhaló poco a poco, como en un suspiro. Guardó su varita, y le mostró ambas manos desnudas al hechicero.
Anduvo la corta distancia que le separaba de él, intentando comunicarle cosas con nada más que sus ojos. Ella entendía perfectamente que cuando él decidía que alguien tenía que morir entonces las demás opciones se volvían inexistentes.
Él dudó por segunda vez. Después de todo, esa persona al frente era la única que había logrado derretir un poco su frío corazón.
Ella vio una oportunidad en ese instante de duda y acercó sus manos hasta casi tocarlo. El alzó la varita, dispuesto a terminar con todo ahí mismo.
-Tom… por favor…- le suplicó.
La sola mención de su insípido nombre muggle le habría acarreado una imperdonable a cualquiera que se hubiera sentido lo suficientemente temerario –y estúpido- como para hacer cosa semejante. Y ahí estaba de nuevo ella. El mago se dijo entonces que nada perdía comprobando aquello que ya sabía. Por qué negarse ese gusto. Además quería conocer los detalles, ver por él mismo la información que le había sido entregada. Sin cambiar de posición, hizo un hechizo inaudible. Al notar el movimiento de sus labios, Mia comprendió, de modo que no presentó resistencia ante la indagación a la que sería sometida a continuación.
Muchas figuras, lugares y personas en el tiempo pasaron rápidamente hasta que llegó al punto que le interesaba. Donde él aparecía. Verlo todo de nuevo era como vivirlo, desde que se conocieron, las veces que se amaron, hasta el día en que ya no la vio más.
Pero después de eso, todo se tornaba confuso. Muchos de esos episodios que veía no eran exactamente como le habían sido descritos… El nunca se había molestado en comprobarlos tampoco. El dolor había sido desmedido en aquel día. No obstante ahora los hechos estaban descubiertos y sin posibilidad de que fueran falsos. La ansiedad se hizo presente.
Necesitaba conocerlo todo. Lo ansiaba más que a ninguna otra cosa. Siguió adentrándose en esa mente, bajando gradualmente sus propias defensas, pasando por sucesos y recuerdos, hasta que uno de ellos lo golpeó de lleno. El de un pequeño ángel de cabellos oscuros.
Y lo entendió, solo que esta vez del modo correcto. Ella no había roto su promesa. Jamás había dejado de amarlo. Que ciego había sido... Estuvieron muy cerca de ser aniquiladas por un error que se hubo deslizado dentro de lo que él llamaba su perfección. Solo podía agradecer que no hubiera sido demasiado tarde. ¿Podría ella perdonarlo? Lentamente bajó la varita, cayendo sobre sus rodillas.
El hechicero más grande y temido de todos los tiempos había sucumbido ante la encantadora figura que se encontraba ahora junto a Mia, y a la niña solo le había bastado una sonrisa para dejarlo estático. Tímidamente, caminó hacia ese señor que no conocía, pero cerca del cual se sentía tan cómoda. Y lo abrazo. Y él, cerrando los ojos, le devolvió el abrazo.
Experimentando una nueva paz largamente extrañada, Mia los contempló sin decir nada. Hay momentos que no deben ser interrumpidos con palabras, porque no son necesarias.
Los cabellos negros, junto con aquellos ojos llenos de vida que tanto amaba y recordaba, habían finalmente regresado.
FIN
Nota:
La niña es hija de Lord Voldemort y esa es la razón por la que tiene un poder inusual a tan temprana edad. La mujer es obviamente muy importante para él. Hay cosas que no tienen sentido, como el que él se enamore, o que una niña tan pequeña use una varita, etc., pero imagino que ser hija del Lord tiene sus ventajas. Y me esforcé por no hacerla un OC francamente detestable como otros que he visto XD Sé que no hay pretexto para las incongruencias, pero pues ya está. Gracias por leer!
