Título: Miénteme.
Fandom: Mortal Instruments.
Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, la trama sí.
Claim: Isabelle/Alec.
Rated: M
Advertencias: Incest, limme.
Summary: Entre besos que no deberían ser y caricias que no son fraternales, ellos mienten.
Notas: Este es un regalo para Analu porque quiero y puedo dárselo. Besotes.


Miénteme

La mira desde el otro lado de la mesa, sonríe. Todo es cabellos negros y ojos azules, y sonrisa colgando de sus labios (y le gusta). Se muerde el labio, inconscientemente, mientras desvía la vista hacia su madre.

La de ambos.

No le importa, la verdad le gusta, que ella esté en el lugar mientras el la observa de esa manera. Se siente adorada como una diosa y no puede esperar a que las puertas de las habitaciones cierren. Sonríe perversamente mientras desliza una servilleta entre sus labios, clavando la mirada en su hermano.

El momento llega rápido, pero no lo suficiente. «Cierra con pestillo, Izzy» la voz de él se pierde en la habitación junto con su cordura. Ella obedece, como nunca quiere hacerlo, porque sabe que luego ella tendrá el poder en la punta de sus dedos.

La mira desde el otro lado de la habitación, sonríe. Todo es labios ansiosos y manos impacientes que se mueven entre las sábanas y miradas que la llaman (y le gusta). Camina hacia él, tranquilamente, mientras lanza el abrigo negro al suelo.

Él la acerca a él, tomándola por el brazo, causando que ella quede sentada sobre sus piernas. La mira un instante y luego la besa; sabe a pecado (pecado con un toque de moras) y está tan indefensa entre sus brazos.

Ella gime despacio, con miedo, casi como si fuera a romperse por disfrutar. Se le quiebra a media garganta, se pierde entre la lengua de su hermano, «Alec» entre los labios (casi un suspiro).

Dedos en el vientre, uñas en la espalda, jadeos. «Is-a-belle» enredado entre los dientes, tono ronco y peligroso, lo dice contra la piel de su cuello mientras desliza los dedos por su pantalón. Es todo rojo pasión y delirio; ella se deja y él le hace, buscando convencerse que él no es del problema, no, que ellas lo tienen.

«Miénteme» lo murmura justo antes de que él la golpee contra la pared «dime que esto significa algo». Él asiente, la mira sin mira, recorre los dedos por la curvatura de sus pechos y gime. «Significa mucho» responde, Isabelle no sabe si miente o dice la verdad, no sabe si es cierto o todo es una mentira.

Los ojos, antes celestes como el cielo, la miran como un mar embravecido. «Tócame, Izzy» le ordena, aún cuando no dice nada, y ella sólo puede obedecer. Las uñas van dejando huellas por donde pasan (el cuello, los hombros, la espalda, la piernas) y hay lápiz labial en todos lados (en las sábanas y en la piel). Los zapatos de tacón están en el suelo, los suéteres rotos también, los abrigos y la ropa interior; testigos de sus mentiras.

«Miénteme» dice él, la besa entre los pechos y en el vientre, muerde el hueso de la cadera «dime que no soy él que está mal». Sonrisa de medio lado, caderas que chocan, labios dulces y amargos, delineador corrido y boca húmeda, «Los dos estamos jodidamente mal, si no lo has notado».

Gruñidos y rasguños, «No me importa» entre lamidas; labios traviesos, dedos curiosos (buscando la perfecta curvatura, el punto máximo para alcanzar el cielo —tan caliente como el infierno—).

Mienten entre besos, entre el sabor de lo prohibido, y la mentira les sabe a verdad.