Antes de futuras demandas, Ninguno de los personajes de CCS me pertenecen (pero de ilusiones se vive). Es el primer fic de CCS que hago y espero que les guste. ¡Dejen Review!

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- Lo siento… pero no me interesan los chicos – respondió la diva del instituto Tomoeda.

Tomoyo Daidouji era considerada la diva de este instituto ya que su comportamiento lo indicaba. Era la persona más popular. Todos los alumnos la admiraban pues era muy inteligente, carismática, comprensiva. Además era muy guapa y dulce. Muchos chicos la habían pedido una cita, aunque ella siempre los rechazaba con la excusa de que no le interesaban ese tipo de relaciones.

Pero lo que nadie sabía era que Tomoyo no se veía como una diva.

Al contrario, se sentía como un simple número al hacer lo mismo que otros tantos de miles de personas. En lo más profundo de su corazón sentía la soledad que había dejado su padre al morir y el rechazo por parte de su madre, con la que casi no pasaba tiempo ninguno.

Además de eso, sentía una gran frustración, acompañada de deseos de madurar, ya que una de las personas más importantes para Tomoyo, la veía como una niña.

Toya Kinomoto, sólo la veía como la amiga de su hermana pequeña, no como una mujer, por eso Tomoyo se esforzaba tanto en aparentar tener un carácter tranquilo y calmado.

El timbre que indicaba el comienzo de las clases sonó y la chica se alejó de aquel muchacho al que había partido el corazón.

El viento soplaba con fuerza por lo que Tomoyo se apresuró para llegar a su clase.

Poco a poco fue llegando hasta la clase. Abrió la puerta y se colocó en su lugar. Le extrañó que su amiga Sakura no estuviera todavía en clase, pero conociéndola sabía que lo haría en cualquier momento.

Realmente Tomoyo admiraba a Sakura. Ella siempre sonreía y se comportaba como su corazón la dictaba, era libre como el viento y nunca atendía a la opinión de la gente. Además Sakura era muy fuerte y valiente al enamorarse de un chico mayor que ella, porque actuaba con normalidad. Pero Tomoyo, siempre que estaba con Toya se transformaba en la perfecta y madura actriz que aparentaba ser.

El profesor Terada entró en clase, dando comienzo a esta; pero Sakura no llegaba.

Tomoyo miró hacia atrás para ver si Li sabía algo. El muchacho negó con la cabeza.

- Antes de comenzar la clase – dijo el profesor concentrando la atención de todos- debo decirles que la señorita Kinomoto no vendrá unos días. Su padre me llamó para decirme que ayer tuvo un accidente no muy grave mientras patinaba. Señorita Daidouji confío en ti, puesto que eres su mejor amiga, para que le entregue los deberes.

Tomoyo asintió con la cabeza. Deseaba que terminase ya las clases para que pudiera ir a visitar a Sakura. Verdaderamente, había conseguido preocuparla.

- Chicos, me gustaría tener vuestra atención un poco más – siguió el señor Terada – Hoy se une a nuestro grupo un nuevo alumno procedente de Inglaterra. Puedes pasar.

Tras la puerta apareció un chico alto y de piel muy blanca. Su perlo era negro y rebelde con reflejos azules. Sus ojos oscuros, azules e intensos, estaban escondidos tras unas tímidas gafas. Tomoyo reparó en el físico del chico. Parecía estar en forma.

La chica llegó a la conclusión de que el nuevo alumno, era muy atractivo.

- Buenos días – dijo con una voz muy cálida y amable – me llamo Eriol Hiragizawa. Espero que nos llevemos bien – terminó con una sonrisa dirigida a toda la clase. Más de una chica suspiró al verle.

- Veamos donde podrías sentarte – comentó el profesor – Al lado de la señorita Daidouji hay un asiento libre.

- Pero profesor Terada – se quejó Tomoyo, atrayendo la atención de Eriol. No se había fijado en ninguna muchacha de la clase, pero esa chica denotaba ser especial. Le pareció que era muy bonita. Sus ojos emanaban dulzura y su rostro era angelical – Ese es el sitio de Sakura.

- Ya lo sé Daidouji, pero Kinomoto no vendrá en algún tiempo. Mientras, él puede ocupar su lugar.

Y así se hizo. Eriol se deslizó entre los pasillos formados por las mesas.

Cuando él la miró a los ojos, pudo ver en ellos un profundo mar azul lleno de misterios por descubrir y con brillo indescifrable.

- Buenos días señorita Daidouji – le susurró Eriol, cuando tomó asiento – Encantado de conocerte.

- Buenos días – respondió ella con una cálida sonrisa – Lo mismo digo y puedes llamarme Tomoyo.

- Vale Tomoyo – dijo él, devolviéndola la sonrisa – Tú puedes llamarme también Eriol.

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Por suerte, las clases se pasaron más rápido de lo normal, para Tomoyo. Necesitaba ir urgentemente a casa de Sakura para ver cómo estaba y para contarle sobre Eriol.

Recogió sus libros, metiéndolos en la cartera. Salió de clase y llegó hasta la puerta principal para descubrir que estaba lloviendo y no tenía paraguas.

- Tomoyo – escuchó una voz detrás de ella. Se giró para descubrir que Li se encontraba en su misma situación - ¿Tú tampoco tienes paraguas?

- No – respondió – Pensaba ir a casa de Sakura, pero con la lluvia…

- Y si esperamos a que amaine – sugirió el chico. Y así lo hicieron.

Esperaron sentados a que aflojase, pero cada vez llovía con más intensidad.

De repente escucharon como la puerta se abría. Ambos miraron hacia atrás.

- ¿Qué hacéis todavía aquí? – preguntó Eriol.

- Esperamos a que deje de llover – respondió Tomoyo.

- No tenéis paraguas, ¿verdad? Si queréis yo puedo compartir el mío con uno de vosotros. Siento que no sea más grande.

- No pasa nada – afirmó Li colocando su mochila como paraguas – Prefiero que acompañes a Tomoyo. Si ella enferma, no le podrá llevar los deberes a Sakura.

- Pero Li… - se quejó la chica.

- Nada de peros. Tú te vas con Eriol -tras esto comenzó a correr bajo la lluvia.

Tomoyo lo observó marcharse con un sentimiento de culpabilidad. No lo podía evitar… Siempre había sido así.

Eriol, se percató de que una ligera tristeza se apoderó de los ojos amatista de Tomoyo.

- Tranquila, Li estará bien – dijo mientras la cubría con el paraguas e iniciando la marcha.

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Llevaban un rato caminando, pero ninguno se atrevió a articular palabra. Tomoyo decidió romper el hielo, intentando acallar los latidos confusos de su corazón.

- Y dime Eriol, ¿te gusta Tomoeda?

- Sí – respondió él con una enigmática sonrisa – Es una ciudad encantadora, muy cálida y acogedora. A mis abuelos les encanta y por eso decidimos mudarnos.

- ¿Vives con tus abuelos? – siguió preguntando la morena.

- Sí, mis padres murieron cuando yo era pequeño y desde entonces ellos me han criado.

- Lo siento mucho, no debería haber preguntado – se sinceró apenada Tomoyo.

- Para nada Tomoyo – intentó animarla él con una sonrisa –De eso hace ya mucho tiempo. Además su recuerdo está presente siempre en casa. Mis abuelos decidieron mantenerlo vivo como forma de que los seguimos queriendo.

Tomoyo pensó que aquella situación era totalmente opuesta a la que la vivían en su casa.

Cuando su padre falleció, su madre lo encerró en lo más profundo de su corazón y nunca más ha vuelto a relucir. Hay muy pocas fotos en la mansión Daidouji donde apareciera él.

- Dime una cosa Tomoyo – dijo Eriol interrumpiendo sus pésimos pensamientos – Tu apellido es Daidouji, ¿verdad? – ella asintió - ¿Tienes alguna relación con Sonomi Daidouji?

- Es mi madre. Porqué la pregunta.

- Simple curiosidad. Hace poco escuché hablar del éxito ejecutivo de Sonomi Daidouji en Japón y quería comprobar si era vedad.

- Es cierto. La empresa de mamá ha prosperado recientemente, gracias ha acertados movimientos del conjunto de empelados.

- Hablas como si fueras una persona muy madura, Tomoyo.

- "Madura – pensó ella sorprendida – ¿Cómo se ha dado cuenta? Apenas me conoce… Parece que Eriol es muy observados… es como una caja de sorpresas…"

- Tomoyo – dijo Eriol centralizando toda la atención de la muchacha en sus profundos ojos - He visto algunas fotografías tuyas expuestas en el colegio.

- Sí, son algunas que ganaron cuando me presenté a concursos de fotografía. El instituto decidió exponerlas.

- Y aparte de la fotografía que otras aficiones tienes.

- Pues estoy en el coro de la escuela y me gusta mucho filmar con la cámara de vídeo.

- ¿Cantas? Vaya Tomoyo… Eres como una caja de sorpresas…

- "Ha repetido exactamente lo que yo pensé… No si, ahora resultará que nos parecemos y todo…" - pensó ella sin quitarle la vista al chico. De cerca era más guapo que cuando lo habían presentado en clase – "Pero que narices hago yo pensando así. Ha llegado hoy nuevo y casi no le conozco… Además, a quien yo amo es a Toya… No debería pensar así de otros…"

Los chicos se pararon ante un paso de peatones, esperando para cruzar. Eriol giró la cabeza, haciendo que sus miradas se cruzaran. En esto pudo apreciar que Tomoyo lo miraba inquietantemente. Pronto se sintió preso de esos dulces ojos amatista.

Ya quedaba poco para llegar a casa de Tomoyo, pero la lluvia arreciaba cada vez más fuerte y amenazaba con no parar nunca.

- Y tú Eriol – dijo Tomoyo sonrojada por el contacto inesperado de sus miradas – ¿cuáles son tus aficiones?

- "¿Mis aficiones?" – pensó él mientras seguía sujetando amablemente el paraguas para que ni Tomoyo ni él se mojaran – Pues me gusta tocar el piano.

- Sólo eso… - se extrañó Tomoyo. Eriol hizo un breve asentamiento con la cabeza – Pero debe de haber algo más que te apasione; que haga que esas tardes aburridas en las que no hay nada que hacer, se conviertan en las más especiales.

Eriol quedó admirado de la nueva Tomoyo que acababa de escuchar. La chica parecía ser muy madura y correcta, pero su subconsciente estaba lleno de sueños y deseos por realizar y por emociones que casi nunca salían.

- La verdad – respondió el muchacho midiendo sus palabras – es que no tengo mucho tiempo para aficiones. Tengo que estudiar mucho y convertirme en alguien de provecho, para que mis abuelos se sientan muy orgullosos de mí.

- "Realmente Eriol, es una persona madura. No como yo… Que lo único que se hacer es fingir para intentar agradar a todo el mundo…" – afirmó en sus pensamientos con tristeza – Eriol, ¿qué hacías antes hasta tan tarde en la escuela?

- El señor Terada se ofreció a enseñarme las instalaciones, pero con la lluvia no pude conocer mucho.

- Entonces – exclamó Tomoyo de repente – Yo seré mañana tu guía, en pago por haberme acompañado hasta mi casa sin que me mojara.

- ¿De verdad? No quiero causar molestias.

- Para anda. Al contrario, será un placer.

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Por fin estuvieron en casa de Tomoyo.

- Muchas gracias Eriol – dijo ella en la puerta - ¿Quieres pasar?

- No, gracias – respondió cortésmente – Mis abuelos me esperan. Mañana nos vemos en clase. Adiós.

- Hasta mañana – Tomoyo quedó observando desde la puerta como la figura de Eriol se alejaba entre la lluvia, dejando escapar un leve suspiro.

Después de esto subió corriendo hacia su habitación. Se quitó el uniforme del colegió y se arregló para ir a ver a Sakura.

- "Seguramente Toya estará cuidándola…" - pensó ella emocionada, mientras elegía la ropa. Pero algo extraño la ocurrió. Por una vez, no deseaba estar perfectamente arreglada a los ojos del joven Kinomoto. Por una vez le importó muy poco como Toya la viera – "¿A qué se deberá esto?"

Al final se arregló en poco más de un cuarto de hora. Se puso unos vaqueros normales con una chaqueta y unas bailarinas. Recogió su pelo, simplemente en un coleta baja cerrada con un lazo. Tomó su bolso y partió hacia la pastelería.

Tomoyo sabía exactamente el objetivo de su compra.

Hace pocos días Sakura y ella paseaban, cuando la castaña vio un osito de peluche amarillo anaranjado con alas en su espalda. A Sakura le gustó mucho el peluche, pero no pudo comprárselo.

Antes de salir miró por la ventana. Ya, por fin, no llovía.

Salió muy contenta, pensando que quizás había aparecido una nueva persona en su vida y que esa persona podría hacerle olvidar a Toya. Lo sentía, sentía su corazón latir agitadamente cuando Eriol la miraba.

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Encerrada en esos pensamientos llegó a la pastelería y compró una porción de tarta de fresa, la favorita de su amiga.

Y luego fue a por el peluche.

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Tomoyo tocó la puerta de los Kinomoto, pero cuando Toya salió a recibirla ella no sintió ningunas mariposas revoloteando en su estómago, ni sentía como sus mejillas se sonrojaban. Nada.

Había conseguido olvidar pronto el amor por Toya.

Tomoyo subió aceleradamente las escaleras de la casa Kinomoto y entró en el cuarto de Sakura, como tantas otras veces.

- Buenas tardes, Tomoyo – dijo Sakura desde la cama. Tenía un pie vendado sobre algunos cojines.

- Buenas tardes, Sakura – le respondió la morena - ¿Qué tal te encuentras?

- Muy bien. Es sólo un leve esguince. El médico me ha dicho que en una semana estará curado.

- Me alegro. Mira te he traído un regalo.

Tomoyo le entregó el paquete en el que estaba el osito de peluche. Sakura lo abrió emocionada.

- Tomoyo no tenías porque traerme nada – se quejó Sakura abrazando el peluche.

- Claro que sí, por que eres mi mejor amiga. Aunque traigo otra cosa que no te va a gustar tanto – y le entregó los deberes que habían mandado – Dime Sakura ¿qué nombre le vas a poner al peluche?

- Pues esta mañana he estado leyendo un libro de papá sobre un hechicero llamado Clow Reed que tenía unas bestias haladas y que utilizaba unas cartas mágicas. Así que le pondré el nombre de uno de los personajes: Keroberos.

- Y no crees que Kero le vendría mejor – aconsejó Tomoyo. Ambas rieron y al final el peluche se llamó Kero.

Alguien llamó a la puerta de la habitación de Sakura y acto seguido entró Toya con unas tazas de té.

Aunque Sakura no era muy observadora, pudo notar como su amiga ya no temblaba, ni tartamudeaba, ni si quiera adoptaba una actitud madura cuando estaba junto a Toya.

Cuando el hermano de Sakura desapareció, Tomoyo sacó los pedazos de tarta de fresa que había comprado, para acompañar el té.

- Tomoyo – dijo Sakura muy seria mientras saboreaba su pastel – Hay una cosa que quiero preguntarte, ¿cómo es que ya no finges delante de Toya? Es decir, es la primera vez que has actuado libremente, sin parecer más madura ni nada. Dime amiga, ¿ha aparecido otra persona en tu vida?

- Pues la verdad Sakura – confesó ella tímidamente – es que creo que sí. Esta mañana ha venido un chico nuevo a clase desde Inglaterra, que por cierto te ha quitado el sitio.

- ¿Quéééééé? – se aterrorizó la pequeña de los Kinomoto - ¿y dónde piensa el señor Terada que me siente? ¿En el suelo? – Tomoyo rió ante la ocurrencia de su amiga. A decir verdad, Sakura siempre había sido así de espontánea.

- De momento él se va a quedar allí. Se llama Eriol Hiragizawa y se ha mudado hace poco con sus abuelos.

- ¿Cómo sabes tanto de él?

- Al finalizar las clases estaba lloviendo y me acompañó a casa, refugiándome en su paraguas. Sakura, él es todo lo que yo quiero ser. Es como si le conociera de antes.

- Y lo importante, ¿es guapo?

- Cielos ¡sí! Tiene un cuerpo perfecto seguro que va al gimnasio. Su pelo es negro y rebelde, pero según le da el sol le nacen reflejos azules. Sus ojos son muy intensos Sakura y están cargados de misterio. Es muy guapo, amiga.

- Tomoyo – se escuchó una voz procedente de la puerta. Toya había escuchado la conversación – Me alegro de que por fin hayas encontrado a alguien que pueda corresponderte sinceramente. Espero que lo consigas – dicho esto se marchó, dejando un silencio sepulcral en la habitación.

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Tomoyo se despidió de Sakura y salió para su casa.

De repente se dio cuenta de que el sol lucía más fuerte. Llegó a su casa rápidamente y cuando entró la informaron de que su madre no la acompañaría en la cena pues tenía que atender algunos negocios.

- "Como siempre…" – se dijo ella, restándole importancia al asunto.

Tomoyo se dio un relajante baño de burbujas tras la cena y se metió en su cama a reflexionar sobre lo ocurrido ese día.

- "Definitivamente, Eriol Hiragizawa… me agrada" – sumida en sus más profundos pensamientos, pudo encontrar la paz del descanso.