Pirates of the Caribbean II – Sangre Americana
By Roshio Hiwatari

Chapter I – Corran a tierra.

Aquella oscura noche el horizonte se perdía bajo una fría y densa neblina, habíamos anclado no muy lejos de una horripilante prisión. Los alaridos de los hombres que sufrían debido a las interminables torturas de sus carceleros se mezclaban con el viento, poniéndonos a todos la carne de gallina. La tripulación aguardaba impaciente a bordo del Perla Negra esperando la aparición de nuestro capitán, quien había bajado a tierra decidido a conseguir algo de 'considerable valor'. Mientras los hombres discutían en cubierta sobre mil tonterías, yo me dedicaba a vigilar con cautela la superficie del mar salado. Mi puesto en el Perla consistía básicamente en mantenerme en lo alto del mástil y no quitar mi mirada del horizonte, agregando que también me ocupaba de la difícil labor de encender todas las lámparas de aceite existentes sobre el barco una vez que anochecía. Asi estaba, sumida en mis propios y aburridos pensamientos cuando por fin en la lejanía pude divisar una embarcación –si es que podría llamársele así- que se acercaba a nosotros.

- ¡Hombre a la vista! – Grité a todo pulmón – ¡Es el capitán! -

Enseguida el maestre Gibbs se acercó a estribor y ayudó al moreno a subir al barco, la tripulación por su parte comenzó a reunirse a su alrededor con caras de pocos amigos. Sigilosamente, y como siempre solía hacer, tome una cuerda amarrada desde lo alto del mástil y bajé hasta quedar suspendida sobre los demás.

- ¿Y bien, Jack? ¿Conseguiste lo que buscabas? – Preguntó Gibbs encabezando al resto de la tripulación – Por que los hombres están cansados de no hacer piratería decente, necesitan algo de oro que los motive – algunos detrás de él hicieron ruidos raros en señal de aprobación.

- ¿Creen que no me preocupo por sus intereses, caballeros? – Preguntó con aire ofendido – Que poco confían en su capitán - sonrió y sacó un pedazo de lo que parecía tela sucia extendiéndola ante todos con orgullo. Entonces el pequeño mono de Barbossa saltó sobre los hombros del moreno arrebatándole la tela, molesto Jack sacó su pistola y le disparó –sin resultados ya que obviamente no podía matar a un mono inmortal-.

- ¿Qué es eso? – Confundida pregunté cuando el mono me dio el pedazo de tela - ¿Una llave? -

- Aghrr… ¡Maldito mono! - gruñó molesto al animal sobre mis hombros y estiró su mano demandando le devolviera su dibujo, lo cual inmediatamente hice – Es el diseño de una llave – presumió.

- Ah, asi que buscaremos en donde encaja… - dijo Gibbs sonriente.

- No – respondió con fastidio – para que buscar donde encaja si no tenemos la llave que lo abre… -

- Entonces… ¿buscaremos la llave? – esta vez sonó un poco inseguro con su pregunta.

- Exacto – sonrió satisfecho mientras volvía a contemplar el dibujo.

- ¿Y que rumbo tomaremos, capitán? – preguntó con firmeza un pequeño pirata detrás de él.

- Ah sí, el rumbo… - tomó su extraña brújula y la observó un momento algo confundido – Emm… por aquí… no, mejor por… emm – apuntó en varias direcciones hasta que finalmente señalo en una con seguridad – Por allá. -

- Ya escucharon al capitán – gritó Gibbs – ¡a sus puestos! ¡Leven el ancla e icen las velas! -

Jalé con fuerza de la cuerda en la que me hallaba suspendida y con Jack -el mono- en mis hombros subí de nuevo a tomar mi puesto. Admito que tenía mucha curiosidad por saber sobre aquella extraña llave, pero no me atreví a acercarme al capitán e interrogarle ya que en aquel momento parecía muy interesado en contemplar eternamente el sucio dibujo en sus manos.

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Anocheció y al parecer aún no teníamos rumbo fijo, por lo que él capitán pasó horas encerrado en su camarote solo con su brújula y sus mapas. La luna brillaba en lo alto del oscuro cielo y toda la tripulación dormía profundamente, disfrutaba mucho aquellos momentos de soledad y silencio donde podía tenderme colgando sobre las velas para contemplar el firmamento. Cerca de la media noche, justo cuando estaba a punto de quedarme profundamente dormida, escuché farfullar a un hombre en cubierta. Se trataba del capitán quien iba saliendo de su camarote y bajaba las escaleras a la bodega mientras maldecía a regañadientes –conociéndolo seguramente se le había acabado el ron-. Permanecí inquieta esperando a que Jack volviera a subir a cubierta, había tardado demasiado por lo que tenía un raro presentimiento. Fue entonces cuando escuché los gritos desesperados del moreno ordenando a la tripulación que se despertará y tomarán inmediatamente sus puestos.

- ¡Rápido! – Apareció por fin subiendo a prisa las escaleras - ¡Muévanse! -

- ¿Ahora qué es lo que sucede, Jack? – Gibbs aún andaba con cara adormilada.

- ¡Corran! ¡Rápido! – gritó de nuevo mientras se escondía tras el mástil.

- ¿Correr? – Preguntó extrañado - ¿A dónde? -

Baje a prisa a cubierta y jack salto de mis brazos para robar por millonésima vez el sombrero del capitán arrojándolo como siempre al mar. En seguida todos intentaron recuperarlo, pero sin prestarle importancia Jack les ordenó que lo dejaran así. ¿Jack Sparrow pidiéndonos que olvidemos rescatar su amado sombrero? No podía creerlo, al parecer el capitán tenía cosas más urgentes por que preocuparse.

- ¡Agh! – Corrió escondiéndose esta vez bajo las escaleras – Corran. A tierra. -

- Por Dios, Jack ¿Qué nos persigue esta vez? – su tono se escuchó bastante preocupado.

- Ehm... Nada – aseguró de una forma que no convencía a nadie.

Una vez que el maestre Gibbs se puso a ordenar a todos que debiera hacerse, me acerqué al capitán. Eran raras las ocasiones en que intercambiaba palabras con él ya que siempre me sentía intimidada por su mera presencia, pero esa vez estaba decidida a saber que pasaba por lo que trate de tomar una actitud de confianza entre nosotros.

- ¿Se encuentra bien, capitán? – murmuré suavemente para no sobresaltarlo.

-¿Eh? Ah, sí… muy bien… bien – respondió fingiendo sonreír.

- Puedes contarme lo que sea, Jack – le miré fijamente a los ojos – Puedes confiar en mí. -

- Ahora estoy un poco ocupado – me devolvió la mirada pero de forma seca y distante – tengo que salvar mi trasero ¿sabes? – Haciendo una mueca de burla continuó - Eso de la confianza ahora no es tema de mi interés, muñeca.

Me alejé lentamente con la mirada perdida en la nada, y con mi corazón latiendo débilmente en una mano subí de nuevo a la punta del mástil. Sus palabras se habían clavado como cuchillos en mi pecho, su indiferencia me dolía hasta el alma. Maldije el día que le vi la primera vez en Tortuga, el día que me enamoré perdidamente de él. Maldije una y otra vez mientras dejaba correr unas cuantas lágrimas por mis mejillas, las cuales poco a poco se desvanecían con la brisa salada.