Título: Unforgiven (Imperdonable).
Autora: MissCCPHyuga.
Pareja: NaruHina. Leve ShikaTema.
Advertencias: Universo alterno, Ooc's, Lemon explícito.
Disclaimer: Naruto © Masashi Kishimoto
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*~ Unforgiven ~*
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Capítulo I
Inesperada noticia
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Uzumaki Naruto:
"Nunca me voy a perdonar por ser tan cobarde, por creer que huir era la única solución.
Siempre quise estar a tu altura. Siempre quise ser como tú. Siempre quise ser algo importante para ti. Este sentimiento me cegaba. No me daba cuenta de lo mucho que te esforzabas para que todo saliera bien. Al comienzo, llegué a pensar que nunca pude ser lo que realmente te merecías, pero, incluso ahora, me doy cuenta de lo felices que fuimos en realidad.
El amor es algo tan hermoso como misterioso, incluso si es de un solo lado. Una persona siempre tendrá dudas al respecto, nunca será capaz de comprender del todo este tipo de sentimientos, pero – hablando por mí misma – creo que gracias a esa duda podemos realmente saber lo que nos hace felices y nos llena de satisfacción.
Pero, como al fin y al cabo todo tiene sus contratiempos, llegué a descubrir que no siempre las cosas saldrán como uno lo espera. El profundo dolor de saberme perdedora, me llevó a hacer cosas que jamás creí que haría… como huir.
Fuimos tan alegres como pudimos, me enseñaste muchas cosas, y reíamos muy a menudo. Pero también existían los días grises, como el último día que nos vimos.
Sé que me comporté como una niña inmadura, pues en ese entonces aún lo era, pero el inmenso dolor que me produjo el saber que estarías mejor sin mí, me obligó a abandonarlo todo. Pues, ¿para qué querría ya estar cerca de ti, si no podía tenerte conmigo?
Y no todo es culpa tuya, lo sé. También en parte es mía… por amarte más de lo que un simple humano puede hacerlo. Porque sabes que te amé, te amo… y – aunque duela en el alma – siempre seguiré amándote.
Pero eso no cambia el hecho de que tenga miedo de acercarme nuevamente hasta ti. Aún no soy capaz de ir hasta donde estás, y enseñarte lo que es mío… lo que es mío y tuyo. Nuestro pequeño fruto, una prueba del verdadero amor que una vez nos dimos.
Sé que cuando llegue el día en que lo haga, tal vez no seas capaz de perdonarme. Así como aún no soy capaz de perdonarte muchas cosas. Pero… Yo sólo quiero que entiendas que… Te sigo amando."
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La bella ojiperla releyó aquella carta que escribió años atrás, y… que nunca fue capaz de enviar.
Suspiró pesadamente, y la volvió a colocar dentro del que fuera su diario íntimo cuando cursaba el último año del bachillerato. El mismo doloroso año en que todo ocurrió. Y que nunca quería recordar.
Sin embargo, no podía despegarse de esos recuerdos tan fácilmente, y ella lo sabía. Un ejemplo claro, sería su viaje de mañana. Otro ejemplo… acababa de ingresar a la habitación en donde ella se encontraba.
—Mamita, ¿me lees un cuentito para ir a dormir?— solicitó aquella razón por la que luchaba día a día contra la vida. La única razón por la que siguió viviendo.
—Menma…— le sonrió a su pequeño hijo de cinco años mientras lo subía sobre su regazo. El infante recostó la cabeza en su pecho—. Ya metí los libros en una de las maletas. No voy a desordenar nada.
—No es justo— el niño hizo un puchero—. Quería que me leas Pepe y el Agua antes de dormir— rezongó—. Es que estoy tan cansado…— habló exagerando la "a" al decir tan, bajándose del regazo de su madre con molestia.
—Bueno…— la mujer sonrió e hizo una pose pensativa, simulando estar buscando una solución—. Tal vez podría leerte Los tres cerditos. Es el único libro que no guardé.
—¿De verdad?— el niño abrió los orbes azulados de par en par y una enorme sonrisa se le formó en los labios. Él amaba ese libro— ¡Ese cuento es muy divertido!
Hinata sonrió con amabilidad mientras se perdía en el hermoso y angelical rostro de aquel pequeño niño. Era la viva imagen de su padre: Alegre, juguetón, travieso, hiperactivo, sonriente. Tenía los ojos igualmente azules como el mar, aquella piel bronceada, e incluso las extrañas tres líneas en las mejillas. En lo único que se diferenciaban, era en el color de pelo. Menma lo tenía de un negro azulado, y no rubio.
Así que la Hyuga no podría deshacerse nunca del recuerdo de su primer amor, porque, aparte de ser Menma idéntico a él, sólo faltaba un día para volver a pisar aquella ciudad. No sabía si podría llegar a verlo nuevamente, pero debía estar preparada de igual manera.
—¡Aquí está el book, mamita!
No se dio cuenta del momento exacto en el que el niño había ido a traer el libro, pero ahí lo tenía frente a ella. Se rió al notar la forma en que había mezclado su idioma con el inglés que aprendía ahí en Londres. Su hijo cursaba el jardín de niños, y era muy inteligente. Cosas como el inglés aprendía con una rapidez increíble.
—Bien…— comenzó la de ojos perlas—, como ya conoces el cuento, no se valen preguntas, ¿bueno?— su hijo era demasiado exagerado a la hora de hacer preguntas a la mitad de las cosas.
—Está bien, mami. ¡Pero yo quiero ser el lobo que se coma la canasta que era para la abuelita!
—No, mi amor. Esa es otra historia— rió.
—Bueno. Igual. ¿Cuál me ibas a leer?
Hinata suspiró.
A pesar de que al parecer tardaría horas en terminar de leer el cuento a su pequeño. No había nada que la hiciera más feliz que el hecho de poderlo tener con ella cada noche. Ese niño era su salvación.
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—Tenemos más de nueve millones de pedidos sólo en tarjetas— informó aquella pelirroja.
—Perfecto— el rubio se sentó tras su escritorio nuevamente—. Ah, Karin, necesito que llames a Kiba, está en el segundo piso. Si no lo recuerdo mal, él tenía algo que decirme.
—En seguida.
Cuando la chica cerró la puerta tras sí, el joven empresario se recostó pesadamente en la silla, y lanzó un suspiro bastante audible. Era sábado, y debía buscar a Naruko de la casa de su madre después de almorzar.
Aquello le era más conveniente que buscarla de la escuela, puesto que, su hija salía de ésta antes del mediodía. Pero tampoco quería molestar a su madre. Lo mejor era buscarla temprano. Hacía dos noches que no dormía con su pequeña, y la extrañaba más de lo que pensó.
Tres golpecitos en su puerta lo sacaron de sus cavilaciones.
—¡Adelante!
—Con permiso, jefe…— mencionó aquel morocho, mientras ingresaba a su oficina—. ¿Me mandó llamar?
—No tienes que llamarme jefe siempre, Kiba…— dijo él con una sonrisa—. Recuerda que estoy reemplazando a mi padre por unos días. Sólo Naruto, ¿ya? Y sí. Te mandé llamar por lo que me dijiste ayer… ¿Dijiste que necesitabas permiso para algo?
—Ah, sí— el castaño recordó—. Bueno, quería pedirte permiso para salir hoy más temprano… Es que… mi novia llega esta noche de Londres, y necesito preparar la casa…y eso…
—¡Claro! No estaba enterado de que tuvieras novia…— comentó el rubio sonriendo—. ¿Desde qué hora más o menos quieres estar libre?— inquirió luego.
—Y, si se puede, desde las siete aproximadamente. Llega a las nueve de la noche…
—No hay problema… Además, dentro de una hora más, llega la nueva funcionaria transferida, que te ayudará con el tema de las computadoras— explicó—. Dejaré a cargo a Karin… Y puedes tomarte la tarde libre, trabajaste mucho esta semana.
—Gracias, Naruto…
El heredero de las empresas importadoras Uzumaki's Import sonrió nuevamente. Si bien era cierto que la reputación y productividad de la empresa había aumentado considerablemente desde la inclusión del nuevo funcionario Kiba Inuzuka, tampoco era razón para mantenerlo todo el día trabajando como esclavo.
—No hay de qué. Ah, y por cierto… – habló luego de unos segundos de silencio—. ¿Tu novia se muda para Tokio? ¿O sólo está de visita? Me dijiste que viene de Londres.
—Sí, viene de Inglaterra. Pero creo que sólo por unos meses— explicó—. Pronto se casa aquí su primo, y quiere estar presente. Pero aún no sabe si abandonar definitivamente su trabajo como maestra de preescolar que consiguió allá.
—Ya veo…— se quedó pensativo unos segundos—. Debe ser duro mantener una relación a distancia. Claro, sin contar que tú llevas tan sólo dos meses aquí…
—Es la primera vez que nos separamos por tantos kilómetros. Pero veremos si encontramos un trabajo para ella aquí— continuó el Inuzuka.
—¿Es inglesa?
—No. Es japonesa. Parte de su familia es de aquí.
—Entonces encontrará trabajo pronto— apoyó el Uzumaki—. He oído que en el colegio en donde estudia mi hija se necesita maestras. Quién sabe, capaz le sirva…
Kiba asintió.
—Muchas gracias, Naruto.
—No es nada, ahora ve a terminar todo rápido, para poder retirarte.
—Sí.
Naruto volvió a su antigua posición en la silla. Sólo faltaba una semana para que su calvario terminara.
Desde que su padre había salido de vacaciones, todo el trabajo recaía sobre él, y su prima Karin. Quizás él también necesitaba un descanso. Estaba ya arto de tantos papeles, pedidos, entregas.
Cerró los ojos.
Debería llamar a Sasuke para que tomaran algo esa tarde, o quizá mañana. Hacía tiempo que no compartía con su mejor amigo/enemigo. Pero primero debía ver a su hija. La extrañaba tanto, que preferiría tenerla con él ahí en la empresa todo el día, antes que mandarla con su madre para no volver por dos días.
Naruko…
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Llevaban más de diez horas en aquel avión, y estaban muy cerca de llegar.
—Mm, mamita, tengo mucho frío— murmuró el infante mientras se acurrucaba a su progenitora—. ¿No se puede apagar el aire condicionado? Seguro el abuelo tiene frío también.
La mujer sonrió ante aquellas palabras, y se limitó a cubrir a su pequeño con la toalla más próxima que se encontraba dentro una de sus maletas. No hacía mucho calor, pero ella aún no sentía frío. Lo que la estaba carcomiendo por dentro era la ansiedad.
Su padre, Hiashi, quien también residía en Londres últimamente, viajaba en el asiento ubicado detrás de ellos. Menma no podría vivir sin su abuelo, y Hinata sabía eso perfectamente.
Nunca pensó tener que volver a ese espantoso lugar. Le causaba una sensación extraña el recordar que volvería a ver a su pequeña – ya no tan pequeña – hermanita Hanabi. La extrañaba demasiado. La última vez que la vio, fue cuando Menma cumplió su primer año de edad. Esa vez toda su familia fue a verla a Londres.
Incluso su madre, que actualmente residía en los Estados Unidos, a quien echaba muchísimo de menos. Era así como que, en su ausencia, le faltaba algo.
Y Neji… Oh, ¡cuánto extrañaba a su primo!
Ése que siempre la protegía y estaba allí para ella. ¿Quién iba a pensar que se estaría casando nada más ni nada menos que con su novia de la secundaria? Bueno, la relación entre ambos siempre había sido irrompible. Totalmente admirable.
También extrañaba a sus mejores amigos: Temari y Sasuke.
¿Qué habría sucedido de ambos? Ella había sido tan ingrata que no los había escrito en mucho tiempo. Eso la hacía sentir mal, ya que ambos siempre se habían preocupado por ella.
La primera, de seguro andaba siempre tan loca y fiestera como lo fue desde que la conoció. ¿Cómo andaría su relación con el vago de Shikamaru Nara? Y Sasuke… ¿Habría logrado vencer todos los conflictos entre él y Sakura Haruno? Ella sabía perfectamente que el carácter de cada uno era como una barrera que les había impedido estar juntos.
Debería llamarlos y contarles de su regreso en cuanto llegara.
Y, obviamente, también se le pasó por la cabeza cómo estaría él.
Ella no lo necesitaba. Hacía tiempo había descubierto que podía estar sin él, y también pudo salir adelante. Pero de algo estaba segura… quería verlo, y no sabía la razón de aquella inminente necesidad.
Sasuke le había comentado, meses después de su partida, que – aquel de quien no quería ni pensar ni pronunciar su nombre – se iba a casar. Y, en ese momento, ella se rompió más de lo que ya estaba. Pero si ahora lo pensaba bien…, quizás aquello siempre fue lo mejor para la otra criatura. Ella tampoco tuvo la culpa de nada.
Se aferró más al abrazo de Menma, y respiró hondo intentando disipar el ligero dolor que se formaba en su pecho al recordar todo aquello. Intentó convencerse a sí misma de que la única manera de sellar de una vez por todas el dolor, era olvidando el pasado.
Pero era más fácil decirlo que hacerlo.
Suspiró una vez más, y, cerrando los ojos, ya sólo esperó que los minutos pasaran con mayor rapidez. Necesitaba llegar ya. O su mente pronto colapsaría.
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—¡No es justo pa!— exclamó la pequeña rubia haciendo un tierno mohín con el rostro—. ¿Por qué no puedo quedarme a jugar Ninja? Yo no tengo ni sueño.
—He dicho que no…— el progenitor la observó fijamente—. Basta de videojuegos por hoy, Naruko, ¿sabes la hora que es?— se acercó a la consola, y presionó él botón de apagado—. Y, ya te dije que no es un ninja. Es un caballero. Los ninjas no usan armaduras— explicó.
—¡Papá!— el puchero que hizo la niña, enterneció al hombre—. Porfitas. Sólo un ratito más.
Naruto resopló, y se sentó en el plush junto a su hija, mientras volvía a prender aquel clásico Play Station 2. Era un idiota por acostumbrar a su hija a ese tipo de juegos.
—¡Gracias pa!— la niña de (casi) seis años se colgó del cuello del rubio, y le dio un beso en la mejilla—. ¡Eres el mejor!
—Jugaré contigo esta última misión— advirtió—. Después nos vamos a la cama.
La niña asintió enérgicamente.
—Mañana es domingo, Naruko…— le informó observando la pantalla—. Vamos a almorzar con el tío Sasuke y la tía Sakura, para que puedas jugar con los mellis. Y más tarde haremos las tareas, ¿está bien?
—Sí, pa— ella sonrió mientras su rostro era alumbrado por las luces de colores que se reflejaban en la oscuridad de la habitación—. Y… ¿Cuándo va a venir ma?— inquirió de pronto.
—Em, pronto, mi amor…— el rostro del Uzumaki mayor se llenó de angustia—. No te preocupes por ella. Sabes que tiene trabajo. Sólo por eso no viene a verte.
—Hum…— la pequeña rubia frunció los labios, disgustada. Sus ojitos aperlados adquirieron una tristeza que logró atravesar a Naruto—. Bueno… ¡Ja! ¿Viste cómo le maté a ese monstruo?
Él suspiró.
Shion… ¿en qué rayos andaba?
Era ya únicamente responsabilidad de él que Naruko fuera feliz, y no iba a fallar en nada. Ya había cometido demasiados errores en el pasado, y no estaba dispuesto a meter a su amada hija en algún lío. Ella le había hecho ver de nuevo la luz, y nadie podría competir contra ese amor.
—¡Sí!— exclamó la menor—. ¡Le corté la cabeza!
—¡Naruko!— reprendió.
¿De dónde había quitado su hija aquellas palabras tan bonitas?
Estaba seguro de que él no se las enseñó. O por lo menos, eso creía.
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—¿Te ayudo con el niño, amor?— inquirió el moreno, cuando él y su novia dejaron de besarse, en una de las puertas de atrás del taxi que ella había abordado.
Ella negó con la cabeza tranquilamente, tomando a su niño dormido en brazos, y bajándolo del vehículo con mucho cuidado. Habían llegado al apartamento una hora más tarde de lo esperado, por la cantidad de personas que se encontraban amontonadas en el aeropuerto de Tokio.
—Puedes ayudar al señor con las maletas…— habló refiriéndose al taxista, con la aguda voz que tuvo desde siempre—. Si no te molesta, llevaré a Menma a la cama. Generalmente, si llega a despertar, no duerme hasta verme a mí, o a su abuelo a su lado— explicó con paciencia—. Sabes que mi padre ya fue a la casa, ¿verdad?
Kiba asintió.
—La habitación celeste, la primera del segundo piso, es para él— informó con una sonrisa.
—Esta noche dormirá con nosotros…— citó la Hyuga—, es la de al lado, ¿no?— dijo ya girándose para ingresar a la residencia.
El Inuzuka respondió de mala gana: —Sí, la de paredes blancas.
Hizo un gesto de molestia en cuanto ella ingresó. Ese niño otra vez tendría que arruinarles su noche de reencuentro. Y eso que se había molestado en cada detalle de la bendita habitación, prácticamente, matrimonial.
La mujer inmediatamente fue hasta donde debía. Estaba híper cansada, y su hijo era muy pesado.
Lo depositó con suavidad en el lecho. Lo observó durante varios minutos.
Pasó directamente a quitarse las botas y el pantalón de jean, quedando en pantis. Retiró su blusa, mientras se decidía entre colocarse un pijama, o simplemente un camisón, los cuales los tenía guardado en la gran cartera que traía consigo. De pronto, sintió unos cálidos brazos rodearla de atrás por la cintura.
—Mm, Kiba-kun… — musitó—. Ahora no… Por favor… — ladeó el rostro hacia él—. Estoy cansada.
Él se separó algo disgustado, no sin antes recibir un beso fugaz en los labios. La había extrañado tanto por dos meses, la necesitaba. Pero también comprendía lo que implicaba un viaje de más de once horas.
Luego de que se colocara el camisón de dormir, y apagaran todas las luces, fue el infierno para Hinata. No pudo pegar un ojo. Había caído en cuenta de lo grave de la situación. Había vuelto. Por fin estaba en Tokio.
Una sensación indescriptible la invadió por dentro. Y no pudo evitar pensar directamente en una sola cosa: Naruto Uzumaki. Quemaba, golpeaba, desgarraba… Pero, tarde o temprano sabía que debía enfrentarse a todo:
A su madre —que volvería muy pronto de Florida—, a Neji, a Hanabi, a sus amigos, a su novio, a su hijo, y a él. A Naruto.
Sabía que si lloraba, Kiba y Menma podrían notarlo, y los asustaría en vano, por lo que decidió reprimirse todo. Y guardarlo para otra ocasión.
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—¡Niños!— la exuberante belleza de aquella mujer de cabello únicamente rosa, se veía simplemente una milésima afectada por ese ceño fruncido que iba dirigido a aquellos tres traviesos infantes que correteaban sin pudor alguno por aquel desgastado puente de la tan nombrada placita que ellos conocían como "Ichiraku" por el simple hecho de encontrarse frente a un restaurante con ese nombre—. ¡Cuidado! ¡Pueden lastimarse!
—Ya déjalos, Sakura…— mencionó aquel divino hombre, sentado cómodamente en un sillón perteneciente al puesto de ramen más famoso de la ciudad—. Pocas veces se divierten en otro lugar que no sea la escuela.
—Estoy cuidando de quienes son tus hijos también, Sasuke Uchiha— replicó ella a modo de reproche.
Él bufó por lo bajo, y observó de soslayo a un sonriente Naruto, quien estaba sentado a su costado. El rubio se encogió de hombros, y el azabache suspiró pesadamente. ¿Quién mierda entendía a las mujeres?
—¿Por qué no aprendes de Naruto…?— continuó la mujer, a lo que su marido puso los ojos en blanco. El rubio, por su parte, se encontraba divertido con aquella escena—. Él está cuidando solo de su hija, sin necesidad de que tener a una mujer a su lado, y tú, tirándole todo el trabajo a la tuya.
Naruto sólo hizo una mueca entre divertido y algo incómodo. Sasuke la observó con reproche, y sólo entonces ella comprendió lo dura que fue su frase. Sabía que su amigo no estaba en buenas condiciones sobre lo de su mujer, y aun así abrió la bocota.
—Lo siento, Naruto, es mi culpa, yo…
—Está bien, Sakura-chan…— le interrumpió sonriendo con tristeza él—. No es culpa de nadie, yo estoy muy bien. Esto no me afecta, de verdad…
—Pero…
—Ah, mira eso…— el Uchiha interrumpió a su esposa— Murasaki otra vez está golpeando a Kyosuke…—comentó—. ¡Murasaki, deja en paz a tu hermano!— exclamó en dirección a sus hijos mellizos.
La peli rosa observó la escena y frunció el ceño. Su hija era demasiado agresiva con su hermano. Negó con la cabeza y caminó hasta donde se encontraban los niños. Naruto observaba la escena, divertido. Sakura no había cambiado nada en tantos años, siempre comandando todo.
—Oye, Dobe…— mencionó el azabache, quitándolo de sus cavilaciones—. Disculpa a Sakura, sabes cómo es. No quiso mencionar lo de…–
—Tranquilo, Teme…— interrumpió nuevamente el rubio—. De verdad estoy bien. No es que extrañe a Shion ni nada por el estilo. Lo único verdaderamente preocupante de todo esto, es que Naruko me pregunta mucho por ella…
—Debe ser muy difícil para la niña…
—Y lo es— afirmó—. Imagínate, lleva seis meses fuera. No sé en qué líos estará metida. Y sólo llama una vez a la semana.
—Pobre Naruko…— Sasuke observó a la niña rubia, que reía de sus amigos que estaban siendo regañados—. ¿Pero, estás seguro de que estás bien? Te veo algo desanimado…
—Estoy perfecto, Sasuke.
El Uchiha suspiró pesadamente.
—Bien, entonces puedo contártelo— dijo en voz baja.
—¿Qué cosa?
—Ella ha vuelto, Naruto. Han vuelto— explicó serio. El rubio no comprendió en primera instancia.
—¿Volver? ¿Quiénes?
—Los Hyuga.
Al oír aquello sus azulados orbes se abrieron de par en par. Observó interrogante a su mejor amigo. Sasuke asintió.
—Sí. Tu Hinata regresó.
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Continuará...
N/A: ¡Hola! Aquí un NaruHina que ha estado en mi cabeza desde hace mucho tiempo. Espero que de verdad me brinden su apoyo, con reviews si es posible. A veces, sólo favoritos o alertas no llenan el corazón de una humilde autora... Es decir, siempre queremos saber la razón por la cual gusta o no nuestra historia, así que... comenten, onegai!
Gracias por leer! Que la historia siga o no en pie, depende de ustedes.
Besos.
Bye, bye!
¿Reviews?
[Editado: 07/dic/2014]
