Elixir

Chapter 1: Sortilegio

Todo era extra hermoso en aquel maravilloso paraíso. Nada podía verse mal...

Las olas acariciando suavemente la arena. Las antorchas iluminando el lugar de forma tenue, pero al mismo tiempo de forma suficiente y uniforme. Hacían contorno al puente de madera que había desde el bungaló hasta casi donde rozaba el agua del mar haciendo olas.

Todas en línea… a pocos centímetros una de la otra. El fuego que había en cada una de ellas ondeaba de una forma casi mágica con el sutil viento veraniego, en aquella isla paradisíaca en el mar Caribe. Cualquiera se habría quedado hipnotizado al contemplar aquella escena que yo estaba contemplando en ese momento.

El sonido del mar… que parecía estar rugiendo contento ante nuestra presencia. O quizá estaba furioso porque no le dejábamos descansar…

Las hogueras se repartían por cada parte de los grupos que componíamos aquella reunión de fiesta playera de vacaciones de fin de curso.

Llevábamos todo el año esperando el evento. Todos habíamos desembolsado gran parte de nuestra beca para irnos de vacaciones a la Isla Saint John, donde justo estábamos ahora. Un año de sacrificio, de agobios, de exámenes interminables… para unos humildes pero carismáticos y elocuentes estudiantes de ciencias tecnológicas.

Mi mejor amigo, Christian Douglas, me lo había propuesto cuando habíamos terminado el examen que consideramos, sin duda alguna, el más difícil de todo el maldito curso. Yo le había sonreído y le había respondido un "hecho", chocando su mano con la mía. Él me había dicho poco después que avisaría a todos los demás, porque así sería más divertido que estando solo yo y él.

Y, al día siguiente, (o quizá en el mismo, al mediodía) Christian Douglas, con su elocuente estilo de siempre, había colgado un cartel en la clase de física y química, (y algunos más en los pasillos de la universidad) justo al lado de la pizarra, en donde ponía lo siguiente:

CON MOTIVO DE LOS EXÁMENES FINALES Y DE LAS POSTERIORES VACACIONES, ELSA STYLES Y YO, CHRISTIAN DOUGLAS, HEMOS DECIDIDO ORGANIZAR UN VIAJE DE FIN DE CURSO CON DESTINO A LAS ISLAS SAINT JOHN, EN LOS ESTADOS UNIDOS.

EL COSTE PODEMOS PACTARLO ENTRE TODOS LOS QUE ASISTAMOS. AQUÍ AL LADO DEJAMOS EL FOLIO EN BLANCO CON LÍENAS PARA TODO AQUEL QUE QUIERA PARTICIPIAR.

SI ALGUIEN TIENE ALGUNA DUDA, NO DUDÉIS EN CONTACTARME.

Y debajo había adjuntado su número de teléfono, porque yo le dije que ni de coña le dejaría poner el mío.

Todo eso causó bastante revuelvo al parecer, y en menos de dos días, noté como el teléfono de mi elocuente y algo atrevido amigo no dejaba de sonar. Continuamente le oía repetir entre risas que se sentía halagado porque hubieran considerado buena aquella idea, y decía una y otra vez que lo íbamos a pasar como nunca.

Finalmente lo habíamos conseguido, al menos cuarenta y dos estudiantes se habían apuntado a aquella maravillosa idea, de igual modo nos costó algo caro, pero estábamos seguros de que merecería la pena…

Y a causa de eso allí estábamos ahora, ante el mar, con la luna ya alumbrándonos al compás de las antorchas, con la música de fondo martilleando mis oídos y seguro que el de algunos más, que ya borrachos como cubas bailaban sin cesar, con camisas y pantalones blancos, y una guirnalda de flores al estilo hawaiano. Christian, particularmente, se veía bastante cómico, pero debo admitir que también muy guapo.

Su cabello negro con una mini prominencia en la parte central y su sex apeal trabajado de puro gimnasio, aparte de su enorme sonrisa propia de un anuncio de VitalDent, hacían de él un hombre bastante atractivo.

Yo, en cambio, me encontraba sentada en la cálida arena, cerca de una hoguera, porque el viento soplaba bastante fuerte a aquellas horas de la madrugada.

De pronto, cuando aún estaba algo anonadada a causa de que había bebido algunas copas de más, (aunque no al exceso de no saber ni mi nombre) sonó una canción laureada que provocó que aquel gentío dividido en grupos, diera un grito de "¡UUUHHH!" de pura diversión y éxtasis.

Christian como siempre se encontraba abordando a una hermosa chica morena de piel canela, con un vestido también blanco, (era la regla de la fiesta, al parecer) pero aún así se acercó a mí todo borracho y con el aliento oliéndole a whisky, (lo cual provocó que moviera levemente mi cabeza hacia el lado) y tras agarrarme de la cintura y empujarme contra él levemente, haciendo que nuestros cuerpos quedaran algo pegados, me dijo lo siguiente, gritando a causa del volumen de la música pero sin excederse, y arrojándome otra vez su enorme estado de ebriedad.

–¡Tienes que divertirte más, Styles! –mientras una enorme sonrisa blanca como la porcelana nacía de su rostro. O se adueñaba de su rostro.

Sonreí tímidamente.

–Christian… sabes que no me van demasiado estas cosas. –Había respondido yo, mirando hacia los lados, en donde una enorme multitud de chicos y chicas que no conocía de nada, bailaban y bebían sin cesar, como si prácticamente no hubiera un mañana.

Al parecer yo tenía más aguante del que había podido imaginar, (o los vasos de alcohol no habían estado demasiado cargados) puesto que, aunque me había bebido dos vasos hasta arriba, aún conservaba el control sobre mí misma, pese a que los demás estaban ya prácticamente en otro mundo.

–¡Vamos, Elsa! –Christian sonrió de nuevo–. Un día es un día, ¿no crees? ¡Olvídalo todo! ¿Quieres?

Y sin darme tiempo a mover la boca siquiera, me agarró de la cintura posteriormente, y después de mi mano derecha que empalmó con la suya, y comenzó a balancearme a su ritmo, de un lado a otro, mientras observé que su camisa blanca con pequeñas flores azules de tonos claros ya estaba algo sudada y desabrochada. Estaba hecho un despojo… pero un despojo al que yo adoraba, después de todo. Él era el uno de los pocos o el único que realmente podía provocar todo aquello en mí, puesto que siempre me había ayudado a salir de mis problemas.

Al poco tiempo, ahora Douglas se encontraba dándome media vuelta; después me lanzaba agarrándome la mano hasta que mi brazo quedó tirante, y después volvía a tirar de la misma para volverme a llevar hacia él, sonriéndome y levantando las cejas divertido.

No pude evitar reírme… comencé a hacerlo, y comencé a bailar sin darme cuenta, contagiada por su entusiasmo y sus ganas de animarme la noche. Porque tenía razón… aquellas eran unas vacaciones. ¿Y para qué estaban las vacaciones? Para desconectar. Y esto justo me disponía a hacer.

Pasó un buen rato hasta que Christian volvió con dos vasos más de cóctel cargado de alcohol. Sonriendo y divertido, él me dijo, mientras me los extendía, con enorme picardía y al mismo tiempo ternura.

–Te aseguro que con esto no podrás contenerte. –Guiñó.

Lo miré confusa, cogí el vaso instintivamente que me había dado, y después me puse roja. ¿Aguantarme a qué?

Lo probé. Sabía… oh… aquello era puro néctar de Dioses. Noté como mi garganta y mi estómago hervían poco después, y enseguida cerré los ojos conteniendo aquella sensación, los cerré con todas mis fuerzas y después solté un suspiro embriagado y una sonrisa borrachita que a Christian le provocó una carcajada.

–¿Lo ves? Te lo dije. –Me sonrió mi peculiar amigo.

Sonreí y asentí.

–Christian… esta noche está siendo estupenda. Realmente no me arrepiento de haber venido.

Yo estaba siendo más que sincera en ese momento. Sentía que ahora, esa noche era una de las mejores de mi vida. No tenía precio encontrarse allí en ese preciso instante.

Christian me miró conmovido, pero enseguida varió su gesto a una sonrisa sin mostrar los dientes, bastante seductora (él era así, no lo podía evitar).

–Hey, hey, espera… aún te falta por ver lo mejor. –Volvió a sonreír.

–¿Lo mejor? –aquello me dejó confusa y fruncí el ceño.

Christian negó con la cabeza.

–Parece que no me conoces… –breve pausa. Chasquido de lengua–. Obviamente yo siempre tengo preparado algún que otro espectáculo. –Guiñó y me dedicó otra de sus seductoras sonrisas, mostrando completamente su perfecta y cuidada dentadura.

Pero a mí aquello me alarmó un poco, podríamos llamarlo así, y enseguida le abordé la pregunta.

–Oh, no, Christian… ¿Qué has hecho? –Mi tono era preocupado.

Él soltó una gran carcajada, y después de decirme "nada, mujer", cogió una guirnalda de flores del mismo diseño que llevaba él y me la puso en el cuello.

La noche iba avanzando, y yo había decidido que era el momento de dejar de beber desde hacía un buen rato. Mi amigo, en cambio, seguía bebiendo chupitos, ante mis advertencias de que debería parar. Él siempre había sido un tipo tozudo… de eso no cabía duda.

Miré alrededor… y el enorme gentío de ropas blancas invadía mi vista, aburrido, no consideraba que aquello fuese nada nuevo. Lo que llevaba viendo toda la noche…

Estaba a punto de rendirme y admitir que el alcohol me ponía más melancólica o desinteresada todavía, hasta que la voz de un tipo gritó algo, haciendo que todos corrieran hacia esa dirección.

Se había formado un prominente coro alrededor de la hoguera digamos "central" (además de que era la más grande) de aquella isla paradisíaca. Yo me acerqué enseguida, con gesto fruncido y casi matándome porque a causa de la ebriedad metí el pie mal en la arena.

A medida que me acercaba hacia la hoguera, la música que llegaba algo lejana y de forma inconexa en mi cabeza, se fue formando lentamente hacia algo con sentido. Era algo así como un ritmo regular de una pandereta (o algo similar) que te invadía los oídos de una forma bastante… estimulante. También lo acompañaba un piano a veces por ahí… colándose entre el otro golpe de ritmo. Y una voz ronca de lo que parecía ser una mujer. Era más prominente la música, esos golpes que iban causando vibraciones en todo mi cuerpo, pero en especial en mi pecho y mis oídos. Ante eso y la ebriedad, tan solo alcancé a alzar la vista instintivamente mientras todos ya estaban sentados alrededor de la hoguera. Ante todo, el público masculino. ¿Era una reunión de hombres o algo así? ¿Quizá había ido al lugar equivocado? Realmente lo pensé… hasta que levanté la vista por fin hacia arriba, buscando encontrar lo que tan entretenidos tenía a estos borrachos jóvenes adultos.

Y lo encontré.

Era… era una hermosa chica pelirroja que se movía al compás de la música y al compás del propio fuego con una habilidad que me dejaron completamente hipnotizada. Literalmente mis ojos se congelaron, se cosieron a esa dirección, mis ojos en esos momentos eran como un reloj viejo que había dejado de funcionar en ese día, en ese minuto y en ese segundo. Sentí que ya no era dueña de mí misma (aunque hubiera dejarlo de serlo desde hace rato, cuando me bebí aquel cóctel que me ofreció Douglas).

Todos estaban sentados, totalmente en silencio, cautivados también seguramente por el sutil movimiento de las caderas de esa joven chica, que no debía pasar de los veinte y tantos años, arropada solamente de una falda azul marina y un top envuelto con una tela casi del mismo color, un poco más alargada. En su cuerpo bastante descubierto se podía apreciar una ligera capa de sudor… y tenía un brazalete dorado alrededor de la parte superior de uno de su brazo.

No me pude sentar. No me podía mover… aquello me había dejado completamente hipnotizada. Estaba ahí, de pie… tal y como había llegado y me había desconectado del mundo.

La elegancia y delicadeza que había en cada movimiento suyo, hacían a cualquiera perder la cordura. Su piel era algo bronceada, sin llegar al extremo, y sus ojos eran de un intenso verde. Llevaba su cabello recogido en dos trenzas desniveladas y algo despeinadas, y ahora se mecía alrededor de la hoguera como si se tratase de una sutil danza árabe para seguramente hacerte perder la consciencia. Y digo árabe porque ella incluso llevaba una especie de pañuelo semitransparente alrededor de la cara, dejando ver solamente sus cautivadores ojos y lo demás en incógnita; de color azulado con bordes dorados. Al igual que la falda… cuando me fijé bien… tenía un diseño misterioso de ese mismo color.

Se había dado la vuelta… y entonces pude ver el tatuaje que llevaba en su hombro derecho… parecía ser… ¿una especie de pájaro? La sombra era oscura, pero el calor que emanaba del fuego con el sutil humo prominente, me nublaban la vista, aparte de que no me atrevía a acercarme más de lo que estaba…

Confusa ante lo que había visto, bajé la cabeza, y al levantarla, automáticamente me encontré con el rostro de un chico moreno de sutil cresta que me miraba. Tras unos segundos noté que se trataba de Christian, que me sonreía con picardía y me guiñaba un ojo. Tenía sus rodillas levantadas a la altura de su pecho, y los brazos haciéndoles de cadena para que no se les abrieran y pudiera mantener esa posición.

En ese momento no caí al instante, pero después sí lo hice.

"¡Claro! ¡De esto era de lo que hablaba Christian!" exclamé para mí misma, mientras seguí observando a aquella escena.

No podía evitar blasfemar hacia Christian para mis adentros, pero en el fondo le agradecía sus locuras… pues ahora, esa chica pelirroja de ojazos cautivadores ondeaba sus caderas como si de una bandera al viento se tratase, haciéndome estremecer sin que siquiera tuviera que dirigirme la mirada. Me sentía… me sentía bastante acalorada. Bastante…

Ella esta vez se acercó a los chicos cuyas miradas estaban clavadas en ella, y comenzó a acariciarles levemente la mejilla, sin abandonar su movimiento hipnotizante, e incluso a través del pañuelo que le cubría toda la parte inferior de su cara, parecía haber… sonreído.

Continuaba moviéndose, alejándose un poco de los chicos, moviendo sus caderas al compás de la sutil, embriagante y… estimulante música. Alzaba sus brazos hacia arriba haciendo que se unieran en lo alto, y ondeaba sus caderas de un lado a otro…

Ya debíamos todos imaginar cómo estaba aquella multitud de hombres. Si yo misma estaba… Dios.

Aquella misteriosa chica de rasgos inferiores desconocidos, me dirigió la mirada de repente, en un acto que fue bendito en su danza. Sentí al instante que me congelaba aún más en ese momento. Todos mis sentidos se desconectaron… cuando esos enormes y enigmáticos ojos verdes se posaron por unos leves segundos en mí…

… Para después volver a desviar la mirada y continuar con su danza, ante mi ligera duda de si ella había fruncido el ceño levemente justo al mirarme.

No sabía nada de esa chica; no sabía ni su nombre, ni su descendencia, ni siquiera cómo podía ser el resto de su rostro, pero esa leve mirada y esa danza que me hicieron sentir como hacía mucho que no me sentía, me habían arrancado desde el más hondo y recóndito rincón de mis labios una ligera curvatura que enseguida se contrastó con el fuego proyectado literalmente en mis ojos. El reflejo de la hoguera se estaba reflejando en ellos, y en ese momento pensé que era lo más literal que podía ocurrir, puesto que sé a ciencia cierta que mi alma se proyectaba en mis ojos, y ésta se encontraba ardiendo en ese momento.

Me había prendado de ella. Lo único que se me ocurrió en ese momento era que ella era un néctar de dioses.

El espectáculo, (como mejor lo habría definido mi amigo Christian) se había terminado ante un enorme y acalorado aplauso; unos "¡Uuhh!" espontáneos contrastados con los silbidos emanaban de los chicos.

Realmente quise correr hacia ella, en cuanto me hube percatado del fin de su danza, esa era mi intención. Sentía que estaba bajo un sortilegio en ese momento, y eso y el alcohol no eran una buena combinación definitivamente.

Quise correr un poco y acercarme haciéndome paso entre el gentío acumulado, pero los chicos se levantaron tan rápido que me taparon la vista, y se chocaban conmigo constantemente. Eran inútiles todos mis esfuerzos. Los trataba de apartar con fuerza mientras miraba solamente hacia el frente tratando de no perder a la misteriosa chica pelirroja de vista, pero la figura de un chico que pasó por delante y otros más embistiéndome hacia detrás con "delicadeza" me hicieron perderla de vista. Cuando Christian de acercó, ya era demasiado tarde.

–¡Heeeey! –puso la voz grave, gesto, tono cómico y entusiasmado–. ¿Te ha gustado el espectáculo? –Guiñó, mientras chocamos las manos como solíamos hacer.

–¿Quién es esa chica? –mi tono no era de pregunta, aunque obviamente era una pregunta, y no lo miré siquiera, tan solo buscaba con la vista a esa misteriosa mujer que parecía ser de descendencia árabe, pero que no estaba segura. Christian era tan raro y exquisito en sus gustos…

–Joder, sí que te ha gustado. –Me miró serio, pero después soltó una carcajada.

Lo miré esta vez, posando mi duro y serio gesto en su rostro, y con mi voz firme.

–¿Quieres dejar de decir estupideces y responderme de una vez? ¿Quién es ella? ¿A dónde ha ido?

Mi paciencia claramente no estaba en sus mejores momentos. Christian se puso algo serio, pero seguía bromeando.

–Vale, vale. Joder. –Hizo un gesto pensativo y se medio tambaleó un poco–. Creo que se llamaba… algo así como… Asia.

Yo fruncí el ceño…

–¿Asia? Deja de vacilarme lerdo, eso es un continente.

Él soltó una carcajada.

–Las reclamaciones a su agencia. Yo no tuve nada que ver con eso.

–¿Cómo que una agencia? ¿Es que es modelo o bailarina o algo así? –pregunté con cierta inocencia. Christian rió aun más, lo cual ya comenzaba a irritarme.

–No, Elsa… era una agencia de… ejem, chicas de compañía.

–¡¿Qué?! ¡¿Insinúas que la has sacado de una agencia de putas?!

Mi lenguaje no solía ser así, la verdad. Pero eso que me dijo… me sacó de quicio completamente. me dejó en un enfadado shock.

–¡Shhh! –Christian se apresuró a taparme la boca con sus manos. Tenía claro signos de estar como estaba, todavía más que borracho–. No grites joder… y no, no es una agencia de putas, es una agencia de chicas de compañía, ya sabes…

Dudé por unos instantes. Levanté una ceja.

–¿Y? ¿Cuál es la diferencia?

–¿Quieres dejar de hacerme pensar tanto en este momento, Elsa? Guárdate las broncas, la diferencia es que ella, creo, no se acuesta con nadie, o al menos no con cualquiera. Es… se dedica a bailar, qué se yo. Lo has disfrutado, ¿no? Ya está, deberías darme las gracias.

No pude evitar pensar algo así como: "Sí, las gracias por arruinarme la noche", pero me contuve… y en lugar de eso, lo miré y le dije, a tono directo y seco:

–Dónde está.

Sentí después que me había pasado, que me estaba pasando… pero ya no era momento de dar marcha atrás. Tenía que volver a hablar con esa chica. Creía que era lo único claro que tenía en ese momento.

Christian me respondió… le di las gracias y levemente me disculpé. Él como siempre me lo dejó pasar y pasé casi corriendo, a paso muy ligero sacudiendo la arena de mis pies descalzos, a través de los bungalós, hasta que llegué en donde mi amigo me había dicho. Era una especie de… casa de tela de tamaño normal. ¿De dónde se sacaba este el dinero para traer a este… circo?

Como no había puerta, una vez que estuve enfrente de lo que parecía ser la entrada, me asomé furtivamente y con cierta timidez, entreabriendo levemente la tela, y dejando asomar mis azules ojos…

La vi. La vi inmediatamente… ella parecía estar quitándose los pendientes, o… parecía estar agarrando algo. Sentí como el corazón me dio un ligero vuelco, puesto que le volví a ver aquella extraña marca o tatuaje de color marrón oscuro que llevaba en su hombro derecho, la cual causaba unos efectos muy raros en mí.

Estaba ahí anonada, observando de nuevo a aquella misteriosa chica, cuando una voz algo grave de una mujer que estaba vestida como una bruja estrafalaria y de cuerpo con efecto barril me interrumpió, sobresaltándome.

–¿Qué busca usted por aquí? –su tono era de malas pulgas.

Me quedé algo entrecortada; ante la confusión no supe cómo reaccionar inmediatamente. Vacilé pero finalmente pude dar una respuesta coherente.

–Busco, eh, uhm… ¿Asia? O algo así…

La vieja bruja me miró con gesto inquisidor, escaneándome de esa forma seguramente no solo yo hubiera pensado que me estaba maldiciendo en su interior.

Hizo un leve "uhm" grave con su voz, y su boca se le curvó hacia debajo aún más de lo que ya estaba curvada de por sí, y aunque parezca mentira, aquella mujer de mediana edad con el pelo recogido en una tela de diseño particular, tenía un lunar en su barbilla, en el lado izquierdo. Era negruzco. Me produjeron escalofríos cuando lo miré de reojos.

–Ella no está. –Tono seco.

Solté una risa seca e irónica.

–Perdone señora, pero la acabo de ver por la tela esta que tienen ustedes aquí a modo de "puerta". –La cogí al mismo tiempo que decía todo aquello. Yo cuando bebía era una chica más directa de la cuenta, más sincera de la cuenta.

La vieja cerró los ojos y meditó por unos leves instantes.

–Márchese. Aquí no recibimos visitas. –Agarró la cortina y se metió hacia dentro, o trató, porque justo en ese momento me encontré casi de frente con la chica misteriosa que había estado buscando, porque ella había salido seguramente al oír voces, y me quedé de nuevo anonadada mirándola, instintivamente. Aún llevaba ese fino velo…

–¿Ocurre algo, mère? –su dulce voz había entrado por primera vez en mis oídos. Era igual o casi mejor que ella en sí misma.

La mujer de mediana edad le respondió, pero… en otro idioma. Yo no entendía un carajo en esas condiciones, y lo hablaban tan cerrado que me era aún más imposible tratar de entenderles algo. Sabía que el idioma me era familiar… pero en ese momento no lo ubicaba.

Después sí pude oír lo último que dijo la chica pelirroja de dos trenzas…

–Déjame hablar con ella.

Me invitó a pasar podríamos decir, (porque realmente solo me miró por unos leves instantes y entró en la estancia, moviendo con algo de fuerza la cortina) ante mi ardiente mirada que trataba de contenerse, pero ya no era precisamente de deseo. Sentía que ella me había estado jugando una mala pasada, y no sabía por qué, pero juraría que ella frunció el ceño cuando me vio y perdió un poco el hilo de su danza, tropezándose un poco. Y eso lo recordaba con mucha claridad en mi cerebro medio torturado por el alcohol.

Comparada con otras veces estaba fresca, y en plenas facultades mentales como para diferenciar aquello… todavía no llegaba a alucinar.

La… "casa" era por dentro de la misma tela azul que por fuera. El suelo era como de asfalto (aunque no era eso exactamente) y estaba llena de cuadros y figuras de budas por todos lados. A la izquierda tenía una especie de entrada con alguna luz por ahí, enseguida supuse que se trataba de las habitaciones o algo similar. El "puesto" como mejor se me daba llamarlo, era grande de largo ante todo, y ahora mientras yo daba esa vista rápida al lugar donde me encontraba, Asia me miraba sin que su pañuelo pudiera ocultar su gesto de confusión, (como mejor pude definirlo en ese momento, dadas las circunstancias) a la vez que apoyaba ambas manos en la mesa de madera algo oscura, llenas de pulseras negras y algunas de oro, todavía con el brazalete de oro en su brazo. También apoyaba parte de sus caderas, dejando caer levemente su peso en ella.

Me miraba en silencio, pero no obstante eso no le impedía mover ligeramente sus dedos, golpeando con delicadeza el borde de la mesa en donde se encontraba apoyada.

Me aclaré la garganta. Realmente no sabía en ese momento por qué había ido a ese lugar… porque ahora que tenía enfrente de nuevo a esa misteriosa chica, y además tan de cerca, que vi un poco ridículo preguntar por qué frunció el ceño cuando me vio… como si hubiera visto a un fantasma.

–Intuía que vendría usted. –soltó Asia de repente, dejándome completamente fuera de lugar.

–¿Eh? ¿Cómo…? –gesticulé, saliendo de mi ensimismamiento.

Ella soltó una risita.

–Que intuía que vendrías.

¿Primero me habla de usted y después me tutea?

–Sí, claro, no me extrañaría que tuvieras por aquí una bolsa de cristal. –Dije con sorna, observando de nuevo aquel místico lugar.

Me pareció que a ella le causó gracia mi tono, porque sonrió notoriamente. Me miró de nuevo.

–Se lo digo en serio. –Y ahora otra vez me hablaba de usted.

Me crucé de brazos y la miré… con gesto firme.

– ¿Ah, sí? ¿Y cómo puede usted saber algo que en teoría solo yo sabía?

Emitió otra risita… bajando la cabeza. Después me miró de nuevo inmediatamente y con intensidad en su mirada. Me paralicé.

–Sortilegio.