Disclamer: Labyrinth no es de mi propiedad. Tampoco sus personajes, en lo absoluto. ¡Rayos! ¡Si tan sólo con UNO de ellos yo sería de lo más feliz! Sí, hablo de ese que todas queremos amar, temer, hacer lo que él nos diga y tenerlo por esclavo. (Suspiros y llantos) Pero, bueno, ninguna puede tenerlo, así que, ¿por qué pelear? ¡Resignación! (Más llantos… y suspiros). Por lo tanto, no obtengo ningún beneficio salvo el de disfrutar un poco más del Underground. Tampoco me pertenecen las letras de las canciones son del sexy David Bowie y tampoco recibo beneficios. ¡¿Por lo menos, Jareth o David podrían ser un poco más generosos y darnos a cambio…, no sé, una visita…, algo más que una visita, quizás?! ¿Un sueño hecho realidad, quizás? Olvídenlo. Ya empieza la historia…
CAPÍTULO 1: AFTER ALL. (DESPUÉS DE TODO.)
N/A: Como se darán cuenta a medida que vayan leyendo, he decidido llamar a algunos lugares de Labyrinth en su idioma original. Al igual que con las razas de seres fantásticos. Me pareció que queda más elegante, y además, todos sabemos de qué lugares estamos hablando ya que hemos visto la película miles de veces. Este es mi primer fanfic; aunque suelo escribir historias de mi propia invención y espero algún día poder hacer algo con ellas. Espero que les guste. Yo me he divertido mucho escribiéndolo.
El búho de granero estudió por la ventana el cuarto de la joven. Había sido vencido. Algunos de sus súbditos habían elegido permanecer con aquella criatura que había sido favorecida por la suerte y… por él. Y aunque los traidores eran pocos comparados con el resto que continuaban siendo fieles, no dejaban de ser suyos. Mas, para ser sincero, si Sarah no los quisiera ellos no estarían allí de festejo a su lado. Y para su mayor dolor y disgusto, él había cedido… una vez más.
Derrotado y adolorido se direccionó hacia la luna. "¡Niña tonta!" La humillación, la traición, el dolor y la soledad hicieron que una lágrima escapara de los ojos dorados del ave. Así, Jareth juró que nunca más sería tan generoso… ni confiado.
Horas más tarde, en la habitación de Sarah, el bullicio de la fiesta por su grandiosa victoria se convirtió en cansancio.
-Ludo sueño.- comentó la enorme bestia.
-También yo, Ludo.- Sarah reconoció pensativa sentada en el extremo de su cama. Sus amigos estaban allí; ¿y, ahora, dónde los metía? Claro que no podían regresar a Labyrinth; no después de haber traicionado a su rey. ¡¿Pero, en qué estaba pensando?! ¡Ellos la habían ayudaron! ¡Jareth había sido muy injusto y se lo tenía merecido! ¡El Rey Goblin!, se corrigió. ¡Él no era su amigo ni menos! ¡Al contrario! Frunció el ceño cavilando qué habría sido de él y del Labyrinth. Luego, arrugó más el ceño al sorprenderse con sus pensamientos en él cuando debía estar pensando en dónde acomodar a todos los seres que habían llegado a su habitación.
Hoggle no pudo evitar advertir aquel gesto tan… poco adecuado para una reciente conquistadora.
-¿Sarah, algo anda mal?- cuestionó el enano, por lo que Didymus, entre otros también posaron sus ojos en ella.
-¡Oh, no; nada! - salió de sus pensamientos. ¡Sí, pensamientos! ¡¿Porque por qué ella habría de sentir culpa?! -Sólo… estaba pensando en que… si no les molesta dormir en el suelo, podrían quedarse aquí.
-¿Y tus padres?- refutó Hoggle. -¡Yo no me quedaré si eso te puede meter en problemas!
-¡Pero, Hoggle! ¿A dónde irán si no?- los seres mágicos se miraron entre sí como si recién se hubieren percatado de que ya no había un hogar seguro al cual regresar.
-Buen punto, My Lady.- Sir Didymus hizo una reverencia.
-¡Pero…!- Hoggle iba a protestar.
-¡Sawah, amiga!- Ludo irrumpió con una sonrisa y ojos dulces.
-¡No se habla más del asunto!- concluyó Sarah. -¡Al menos por esta noche se quedan aquí! Mis padres no entrarán a tan altas horas y cerraré la puerta con llave.
-¡Oh…!- el enano aceptó a regañadientes. -¡De acuerdo, como tú digas! Supongo que una noche no será problema. Después de todo, ¿qué tanto puede suceder en una noche?
-E incompleta, Sir Hoggle.- Didymus hizo ver sus dientes en una sonrisa. -¡Además, de acontecer algo estaré preparado, armado hasta los dientes para luchar contra lo que sea, con quién sea, en cualquier…!
-¡Sh…!- Sarah le reclamó cubriéndole la boca con su mano. -No grites.- El zorro volvió a sonreír sabiendo que se había dejado llevar.
-Lo siento. ¿Pero, verdad que estaréis seguros conmigo a cargo de cuidarles?
-Sí; sí.- la muchacha respondió con prisa rogando que no comenzara de nuevo a excitarse, cosa que por suerte no ocurrió porque Ludo lo tomó en sus brazos.
-¡Hewmano!- lo apachurró dejándolo casi sin aire.
-Bien.- Sarah se puso de pie y comenzó a repartir los pocos almohadones que allí tenía. -Vayan acomodándose como puedan.- les indicó. Cuando se terminaron optó por los muñecos de felpa que pudieran servir a la causa; esto era un gran cambio en ella, pues, jamás hubiera tratado a sus juguetes de esa manera. Y algo de eso pasó por su mente, para luego seguir con la tarea. En menos de media hora ya todos estaban recostados por el piso. Sarah y un par de fairies se quedaron con el lecho.
-¿Por qué ellas pueden estar ahí contigo?- rezongó Hoggle. -¡No es justo!- Las fairies y la muchacha se miraron y rieron.
-Porque son muy pequeñas y porque son chicas.- Hoggle se ruborizó ante una respuesta tan obvia.
-¡Fairies!- gruñó por lo bajo dándoles la espalda mientras se acomodaba sobre su almohada. -¡Niñas! ¡Son todas iguales!- Sarah no pudo evitar sonreír a la espalda de su amigo y detuvo a una de sus compañeras que parecía decidida a ir a pelear con el enano.
-Nada de eso.- Sarah la sujetó suavemente de las alas. -Hora de dormir.- El diminuto ser la observó con resignación y regresó junto a la otra para tenderse sobre el edredón. A su vez, Sarah hizo lo mismo. -Buenas noches, Hoggle; Ludo, Didymus, Ambrosious… Bueno; buenas noches a todos.- bostezó y advirtió que Sir Didymus estaba sentado en la silla frente a su tocador. -¿No piensas descansar?
-My Lady, es mi deber y mi honor cuidaros. Un caballero debe…
-¡Cßllate y duerme!- exclamó un goblin, por lo lejos mucho menos diplomático que Sir Didymus, arrojándole un pequeño muñeco de trapo por lo cual el resto rió; y antes de que Didymus gritara ofendido, Sarah intervino, sentándose en la cama, completamente vestida a excepción de sus zapatos.
-¡Silencio todos o le diré a Ludo que los abrace!
-¡No! ¡No!- todos volvieron a quedarse quietecitos. Sarah sonrió para sus adentros. ¡Apenas eran como unos niños! Seguramente a Jareth, ¡el Rey Goblin!, se repitió; le gustaban mucho los niños. Bueno, eso suponía. De pronto, la sonrisa se desvaneció al recordar también cómo lo había hecho él frente a ella y la orbe que, cual burbuja de jabón, se deshizo entre sus dedos… Y aquel rostro lleno de aflicción… ¿Cómo sacárselo de la cabeza? ¿Había sido cruel? ¿Alguno de los dos se merecía lo recibido? Mordisqueó su labio inferior y tras un muevo suspiro se obligó a cerrar los ojos.
Sir Didymus permaneció alerta tanto como pudo, y minutos después, comenzó a cabecear con ojos soñolientos. Por un momento, creyó que faltaba un goblin que estaba echado patas para arriba apoyando los pies sobre el extremo de la cama. En el siguiente cabeceo, lo volvió a ver, en el tercero, ya no. ¿Estaría soñando? Y de repente, el gnomo de al lado de ese otro pareció pasar por la misma experiencia que el anterior. Y el otro, y el otro. Sir Didymus se sobresaltó sobre su silla y se obligó a despabilarse. Frente a sus narices, los goblins seguían desvaneciéndose, mientras tanto, Sarah parecía disfrutar de un sueño profundo. Ya alarmado, Sir Didymus nervioso se aproximó a ella. Las fairies ya no estaban junto a la muchacha.
-¡My Lady! ¡My Lady!- trataba de regresarla a la consciencia sin éxito alguno; por lo cual decidió pedir ayuda al enano. -¡Sir Hoggle!
-¡No fastidies!- protestó pegándole a la pata que lo sacudía.
-¡Pero, Sir Hoggle, My Lady no despierta y las fairies, y el resto…!
-¡Qué molesto ere'! ¡¿No tienes na' mejor que…?!- se incorporó y se quedó tieso y mudo cuando los últimos goblins desaparecieron quedando en el cuarto solamente Sarah, Ludo y ellos dos. -¡¿Qué rayos?!
-¿Ahora veis el por qué de mi prisa?- lo atosigó Sir Didymus y Ludo despertó confundido.
-¿Sawah?- cuestionó antes de desvanecerse. Hoggle y Sir Didymus se miraron a los ojos antes de seguirle, a donde fuera que hubiere ido.
Sarah despertó con los rayos del sol que se colaron por su ventana. Se desperezó y bostezó. Se sentía como nueva; tenía la sensación de que sería un gran día; sin nada de qué preocuparse, sin culpas, sin enojos, sin… recuerdos. ¿Por qué se había acostado con la ropa puesta? ¿Se habría quedado dormida? ¿Y…, qué había estado haciendo? Miró alrededor; almohadones, muñecos por dondequiera que sus ojos se posaran en el piso. ¡Ni que hubiera organizado un pijama party! Sonrió. ¿Por qué estaría todo tan desordenado? No podía recordar. ¿Ella había arrojado sus preciadas cosas así? Frunció los labios pensando en ello.
-Nada.- musitó para sí. -Creo.- Un golpecito en la puerta llamó su atención.
-¿Sarah, estás despierta?- cuestionó su padre.
-Sí. Apenas me despierto. Pasa.- El hombre se asomó con timidez. Su niñita ya no era la chiquitita de papá, aunque, de alguna forma lo era y siempre lo sería. ¡Si hasta todavía dejaba sus juguetes por el piso!
-Karen y yo iremos a visitar a tu abuela. Supongo que pasaremos el resto del día allí.- suspiró desganado.
-No, gracias. Además, ella no es mi abuela.- 'Al menos tengo ese consuelo.' Pensó en su hermanito.
-De acuerdo.- le sonrió compadecido. -Te quedarás sola. ¿Tienes algún plan para hoy?
-No. Que yo recuerde.- habló esto último más para sí. -¿Y, Toby?
-Él… ¿Podrías cuidarlo? Es que hoy van a hacer no sé qué cosa de espiritismo y sinceramente, prefiero que no esté allí. Esa mujer parece propiamente una bruja cuando pega esos chillidos o lo que sea que haga.
-¿Crees en esas cosas?
-No, pero, tampoco deseo que asuste al niño.
-Si no hay remedio…- se lamentó ella. Toby era un niño precioso, siempre y cuando no se encaprichara.
-¡Gracias, Sarah! ¡Le avisaré a Karen!
-¿Estás seguro de que ella le atenderá bien? Ayer ya se enfadó conmigo tan sólo por tener que cuidarle por cinco horas.
-Ella no tiene problemas; lo hará. Y sinceramente, espero que sea por menos de cinco horas.- dijo esto por lo bajo, pero, no escapó a los oídos de su esposa.
-¡Oh, vamos! Velo sólo como una nueva experiencia.
-Pues, ya la he visto como tal y no ha sido muy grata. ¿Por qué tenemos que ir?
-Porque ella necesita determinada cantidad de personas y nosotros le ayudaremos con eso.- explicó dejando a Toby dormido en la cuna. -Ella se lamentará cuando vea que no lo llevaremos. Lo adora.
-Si lo adora tanto, debería preferir una amena visita y no una sesión de cazafantasmas. Después pretenderá que vayamos con él otro día de la semana.
-¿Y cuál es el problema? Es su abuela.
-Ninguno.- dijo echando sus ojos hacia atrás. -Te espero en el auto.- anunció saliendo de la alcoba.
-¡Por fin!- Sarah exclamó desde la ventana al ver el vehículo alejarse de la casa. El reloj marcaba las ocho de la mañana. -Un poco de soledad no viene mal para variar.
Descendió las escaleras para dirigirse a la cocina y se hizo un desayuno rápido: un vaso de leche y algunas galletas. ¿Qué más se necesita? Y regresó a su habitación con el vaso en una mano y el paquete de galletas en la otra. Suspiró a mitad de las escaleras. "Sábado. Hoy es sábado." Sus compañeros de colegio seguramente se irían de bulla a algún lugar. "Mejor sola que mal acompañada." E ingresó a la alcoba para acomodarse en el tocador. Bebió un sorbo del contenido del vaso y seguidamente dio un mordisco a la galleta. De repente, observó con escrutinio su reflejo en el espejo. ¿Que le había llevado a quedarse con la ropa puesta? Su camisa favorita ahora estaba arruinada. ¿Qué había hecho ayer por la noche? ¿Por qué no podía recordar? Todo lo que tenía en mente es que Toby lloraba y… ella lo dejó llorando en la habitación. ¿No? ¿Y…, luego qué?
Sin saber por qué tuvo el impulso de abrir el cajón a su derecha. Su caja musical, su lápiz labial favorito, y su libro predilecto. "Labyrinth." ¿Lo había leído, no? Si no… ¿cómo sabía que era su predilecto? Sí. Seguro que sí. Y no una, sino, ciento de veces. ¿Pero…, de qué se trataba? ¿Qué personajes eran los que vivían en aquella historia? Ella no podía decirlo, lo cual era extraño; pues, no era de tener tan pésima memoria, y menos de algo que había repasado miles de veces. Una frase quizás pudiera escapársele, pero, no la obra completa. Lo tomó entre sus manos como acariciando el cuero rojo, como si aquello fuera a ayudarle a recuperar algo. ¿Recuperar qué? Tras la última galleta, leyó en voz alta una página al azar.
-"Entrégame al niño. Enormes peligros e innumerables penurias he atravesado para llegar al castillo y recuperar al niño que robaste, porque mi voluntad es fuerte como la tuya y mi reino es grande. Tú no tienes poder sobre mí."- Esa última oración le dio un escalofrío. Y…, sin embargo, despertaba en ella una inmensa curiosidad por saber más… Volvería a leerlo y, entonces, trataría de memorizarlo y ensayaría como una gran estrella de cine, exactamente como su madre. Sonrió ante la idea.
Horas más tarde, se convirtió en la princesa del cuento, dispuesta a desafiar al Rey Goblin para que le regresara a su hermano. ¡Perfecto! Pensó ante el espejo terminando de pintarse los labios y acomodándose la cíngula de su blanco vestido se preparó. ¡A escena! Se incorporó, mas, su gran y triunfante entrada se desmoronó con el incesante llanto de Toby.
-¡Cielos!- resopló. -Debe estar sucio o hambriento.- dio un suspiro de resignación y fue a verle.
Toby estaba parado aferrándose a los barrotes de su cuna; la infantil carita era deformada por la boca tan abierta y los ojos llenos de lágrimas. -¡Ya te oí! ¡Ya te oí!- protestó Sarah abriendo la puerta yendo hacia él. -¿Precisas hacer tal berrinche?-- lo levantó en brazos y lo acercó a su rostro. -¡Puaj…!- lo alejó de sí con desagrado. -Yo también gritaría si oliera como tú.- Tras limpiarle y cambiarle lo alzó para verle a los ojos. -Sí que eres bonito cuando estás calmado y limpio.- Toby rió con una mano metida en su boca y dando pataditas al aire. -¡Hora de alimentarte!- lo cargó sobre su cadera y descendió con él en brazos.
-¡Toby, no hagas las cosas más difíciles!- suplicó cuando él se negó a beber su biberón. -Me pregunto porque no le haces esto a Karen.- Insistió una vez más y consiguió que el pequeño se terminara la leche. Un nuevo cambio de pañales y de vuelta a la cuna. -¡¿Por qué tú tienes a Lancelot?!- exclamó tras ponerlo entre las mantas y tomando en cambio al oso de peluche en sus brazos. -¡Esa Karen…!- Se detuvo porque… ¿no había sido ella quien se lo dio? Estudió al muñeco sin entender. -¿Lo hice, no?- le cuestionó como si en verdad esperara una respuesta del inanimado Lancelot. -Está bien. Te lo presto hasta que… recuerde si te lo presté o si fue Karen quien de nuevo lo tomó de mi habitación.- Toby balbuceó algo soñoliento frotándose la nariz y se quedó dormido. Sarah suspiró y dejó a Lancelot junto a él. -Supongo que ahora me dejarás continuar con lo mío.- se dirigió a su propia alcoba.
Ya a solas, extrajo su libro de entre sus ropas de princesa y salió a escena. La casa entera se convirtió en su escenario. Afuera, el tiempo se volvía inestable.
-¡Rey Goblin! ¡Rey Goblin…!- El grito del bebé la interrumpió. Ya era como la cuarta vez en tres horas. -¡Tú otra vez!- clamó ya fastidiada escaleras arriba e ingresó a la alcoba. -¡¿Toby, ahora qué quieres?!- otra vez la bocaza como pichón de ave pidiendo que lo alimenten, sólo que este pichón deseaba a estar con su madre, pese al cariño que tenía a su hermana mayor. La angustia del chiquillo parecía incontrolable. -¡Ya basta, Toby! ¡Vas a volverme loca!- lo tomó en brazos para mecerlo sin resultado alguno. -¿Te hiciste de nuevo?- lo olió como antes y hasta le bajó el pantalón para espiar por debajo del pañal. -¡Muy bien, caprichoso!- volvió a acomodarle sus ropas y lo acomodó en la cuna. -¡Tienes la barriga llena, estás limpio y seco! ¡¿Qué más quieres?!- El llanto fue en crescendo y Sarah se cubrió los oídos. ¡Vaya lata que daba ese niño! -¡Basta, Toby! ¡Si no te callas llamaré al Rey Goblin para que te lleve lejos de aquí!- Desde el refugio de sus oídos Sarah apenas le oía, pero, podía ver toda la encía de viejito desdentado. -¡Lo haré!- lo amenazó. -¡Suficiente!- se descubrió las orejas. -¡Le pediré que te lleve ahora mismo, entonces, verás que no te trato tan mal como para que seas tan gritón!
Toby arrojó a Lancelot frustrado. ¡Solo quería a su mamá! Sarah, enfadada y sorprendida, miró al oso de peluche volar por el aire.
-¡Rey Goblin! ¡Rey Goblin, donde quieras que te encuentres, llévate a este niño mío lejos de mí!- Toby saltaba en su cuna. -¡Alto! ¡Alto!- exclamó Sarah y lo tomó en brazos acomodándolo para que se durmiera, mas, Toby no deseaba dormir en lo absoluto y continuaba con su aflicción. -¡Toby,- le rogó ella -en verdad, estoy harta!- El pequeño no hacía caso a las suplicas. Sarah lo acostó una vez más y con la manta, cubrió tanto al bebé como al oso que acomodó junto a este y se direccionó a la puerta. -Deseo que los goblins te lleven ya mismo.- dijo agotada sin pensar en sus palabras.
Un rayo cayó en algún lugar no muy lejano. Eso la sobresaltó tanto que dio un brinco en su sitio. A sus espaldas, Toby hizo un silencio absoluto.
