DISCLAIMER: Los personajes pertenecen a J.K. Rowling.
ADVERTENCIA: Post-Hogwarts/ Leve OoC/ Desvarios de la autora.
Espero que lo disfruten.
Rapsodia
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Capítulo 1: Versus
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Blaise dio un disimulado tosido y se cruzó de brazos, recargando su peso sobre el marco de la puerta de la cocina mientras los escuchaba reñir. Hubiese preferido no ser testigo de tan denigrante situación, pero Malfoy le había lanzado una mirada que no auguraba nada demasiado bueno cuando él hizo amago de marcharse; así que acatando la amenaza implícita, decidió quedarse quieto, registrando con la fingida apatía de siempre los bramidos que la Gryffindor lanzaba en contra de su amigo. Sin embargo, dada su naturaleza irreverente, Zabini no consiguió contenerse de lanzar uno que otro chascarrillo cada que alguno de los contendores soltaba una réplica ingeniosa, que lograba dejar al otro fuera de combate por un lapso no mayor a diez segundos.
—Y ahí vamos de nuevo —acotó; como otra nota a pie de página del duelo que estaban teniendo Granger y Malfoy—. Salazar debe estar renegando por lo bajo que has caído.
—¿Qué jodido quieres entonces, Granger? —escupió Draco, aflojándose el nudo de la corbata; no pasando por alto el comentario de su amigo.
—¡Quiero que me digas la verdad! —advirtió, apuntándolo con el dedo, acusadoramente—. ¡Quiero saber a qué carajos estás jugando!
—No sé de qué hablas.
Hermione entrecerró los ojos, irritada ante las claras intenciones del Slytherin de hacerse el desentendido. Cuando lo vio encogerse de hombros para camuflar su marca registrada de cinismo, ella optó por dejarse de rodeos y hacer uso de su congénita facundia:
—¡Oh, vamos, Malfoy! ¿De verdad quieres que crea que Parkinson y tú jamás tuvieron nada de nada? ¿Que no son más que buenos amigos y que durante el tiempo que estuviste saliendo con ella en Hogwarts solo fueron novios de manitas sudadas?
Blaise Zabini se acomodó el ruedo de la manga izquierda de su traje azul marino al tiempo que silbaba por lo bajo, expectante de lo que diría el rubio; pues él conocía de primera mano las respuestas a cada una de las inquisiciones de la Gryffindor.
—Fornicamos —Malfoy soltó con simpleza; ella le lanzó una mirada de estupefacción, que fue sucedida por una mueca de genuino rencor. Desde su lugar, Zabini emitió otro ligero carraspeado, que supuso un indicador claro de su entretenido escepticismo—. ¿Qué? ¿Acaso no era eso lo que querías oír?
—Cincuenta puntos para Slytherin —contabilizó con sorna el moreno, todavía reclinado sobre el marco de la puerta cuando entendió que la bruja no tendría cómo contestar a eso.
Ella, que lo había estado ignorando desde un principio, dejó de mirar a Draco para encararlo; Blaise se estremeció por la fiereza contenida en ese par de ojos avellanas que lo divisaban sin escatimar ni una sola gota de reproche. Alzó las manos para defenderse al tiempo que ella espetaba:
—¡Piérdete, Zabini!
Y de repente, cualquier retaliación que Draco pudiera tomar, palideció ante la perspectiva de ser víctima de un hechizo conjurado por la bruja más brillante de su generación. Así que, sin sopesarlo más, Blaise obedeció la demanda de Granger y antes de que Malfoy pudiera hacer nada al respecto, emprendió la huida por el largo pasillo que conducía a la única terraza del número doce de Grimmauld Place.
Anticipándose a la desaparición del moreno en la siguiente esquina, un mismo pensamiento cruzó por la cabeza de los tres magos: Realmente, había sido una terrible idea asistir a ese fulano Reencuentro. Pero de todos, era Draco quien más lo lamentaba. Sumergido en sus cavilaciones, se halló evocando la noche en la que Hermione, haciendo gala de sus artimañas, lo había engatusado para cometer semejante estupidez*.
¿Él en una residencia plagada por un montón de ex alumnos de Hogwarts, de los cuales, muchos aún lo señalaban por sus acciones como ex mortífago? Sí, claro que Malfoy siempre supo que ese era un caldo de cultivo para el caos. Pero su carne –en especial cuando se trataba de Granger- era jodidamente débil.
—¡Maldito cobarde! —chistó Draco; los ojos clavados en la espalda de su amigo al tiempo que su perniciosa cabeza orquestaba un plan para vengarse del traidor de Zabini.
—¿Decías? —Hermione le increpó; los brazos en jarras mientras el fleco de su holgado vestido turquesa ondeaba al ritmo de la brisa nocturna que se colaba por la claraboya.
Desterrando por completo la idea de confundir las píldoras para dormir de Blaise con pastillas puking o envenenar su whisky de fuego favorito, Malfoy tragó el nudo que se había formado en su garganta y se pasó la mano por su frente, que había adoptado una apariencia cetrina, para limpiarse una condensada capa de sudor; producto del arduo desgaste mental que le producía sostener una discusión –por estúpida que fuera- con Hermione. El lazo de su corbata se aflojó todavía más; ya harto, murmuró:
—No seas estúpida, Granger. Lo mío con Pansy terminó hace bastante tiempo…
—Sí, pero ella…
—Ella es una Slytherin. No deberías creer en todo lo que dice.
—Tú también los eres —señaló con audacia; Malfoy chasqueó la lengua, molesto de que ella considerada siquiera utilizar la lógica demoledora de sus propias palabras en contra suya—. ¿Quiere eso decir…?
—No de nuevo. —Se negó a continuar con el numerito; cambió su peso de un pie a otro, teniendo más cuidado en escoger sus siguientes palabras—. Mira, dormí con Pansy durante el verano y parte del sexto año, pero eso pasó hace casi un lustro y no la había visto desde entonces. Tú en cambio… —Hermione se tensó cuando los ojos de Draco se tornaron de un color más oscuro que el cielo plomizo, vaticinando su próximo alegato—. Estuviste saliendo con Weasley…
—¡Draco! —Trató de detenerlo ella, pronunciando su nombre con una dulzura que solo empleaba con él cuando se sabía en desventaja.
Él frunció el entrecejo, mosqueado.
—No, Granger ¿Querías una jodida explicación? Entonces, la próxima vez asegúrate de hacer los reclamos correctos. Tú terminaste tu relación con Weasley apenas el año pasado y siguen siendo amigos; se ven tres jodidas veces a la semana como mínimo y yo no recuerdo haberte echo la primera maldita escena de celos.
Aunque ganas nunca le habían faltado, ese indomable orgullo suyo no se lo había permitido.
—Eso es diferente. —Quiso explicarle—. Nosotros…
—Ustedes iban a casarse —le recordó con ojeriza al tiempo que el eco del nosotros le provocaba una fuerte jaqueca—. Que al último momento un fogonazo de clarividencia te hiciera ver lo desgraciada que iba a ser tu vida si te atabas a esa Comadreja, es otro asunto.
Hermione sintió la obligación moral de decir algo para defender a Ron del insulto bastante directo que Malfoy acababa de asestarle, pero no quería echarle más leña al fuego; así que se mordió el labio inferior como una forma de asegurarse que las palabras que danzaban frenéticas en la punta de su lengua, no abandonaran su boca.
Draco siempre había sido un hombre que destilaba seguridad por los cuatro costados; habiente de una estima propia que no tenía parangón. Sin embargo, y aunque rara vez daba muestra de que así fuera, Hermione había conseguido darse cuenta de lo mucho que lograba irritarlo que Ron siempre estuviera al acecho, como había mencionado, desinteresadamente, en una ocasión; esperando su oportunidad para reconquistarla.
—Es un maldito gilipollas —farfulló entre dientes, haciéndose eco de las sospechas de la bruja—. Y tú una incauta que no consigue ver más allá de sus narices. —Draco le dedicó el tipo de mirada desdeñosa que solía dirigirle en Hogwarts—. Sigue así y le estarás dando razones de sobra a Pansy para molestarte cada que se le venga en gana.
Ella arrugó la nariz.
—Ahora resulta que la mala del cuento soy yo —bufó, indignada, metiéndose un mechón rebelde de su guedeja castaña tras la oreja—. Esto es el colmo, Draco Malfoy.
¡Lo era!
Draco tenía esa maldita cosa que lograba hacerla ver a ella como la culpable de algo que él –de forma intencional o no- había propiciado. Los recuerdos de Hermione retrocedieron algunos meses hasta centrarse en aquella primera vez, cuando se encontraron accidentalmente en Londres Muggle, y ella había terminado asumiendo la culpa por algo que, tiempo más tarde descubriría, había sido un plan magistralmente auspiciado por el propio Malfoy*.
—No debe de arrojar piedras quien vive bajo un techo de cristal —sentenció él, conciso, sacando a Hermione de sus recuerdos; ella lo observó incisivamente para luego decir:
—Creo que eres el menos indicado para sacar a relucir asuntos de doble moral.
Draco rodó los ojos, sin saber que sus palabras nada tenían que ver con lo que acababa de pasar con Parkinson.
—¿En serio armaras un lío de todo esto? —Hermione no supo definir si él estaba molesto, sorprendido o hastiado—. ¡No me jodas, Granger!
—No toleraré que ella…
—Yo he tenido que aguantar cosas peores.
Reforzando tal verdad con el arrollador dominio que sus ojos grises ejercían sobre ella, Malfoy logró que Hermione bajara la guardia. Y es que él podía aprender a vivir con el hecho de que ella siempre sería parte del Trío Dorado, que el acomplejado de San Potter se inmiscuiría en sus asuntos como Pedro por su casa y que el pobretón de Weasley la pretendería hasta el último día de su miserable vida. Lo que no estaba dispuesto a soportar es que Hermione desconfiara de él; que ella no valorara todos los esfuerzos que había tenido que hacer para que hoy día pudieran estar juntos. Que volviera a negarle el beneficio de la duda.
—Granger…
—Déjalo —murmuró ella, sonando resignada—. Tienes razón.
Él no se sintió satisfecho con su respuesta. A simple vista pudo darse cuenta que lo decía solo para complacerlo; para dejar de lado las rencillas. Segundos más tarde, ella suspiró:
—Solo para aclarar: Parkinson es una víbora; Ron uno de mis mejores amigos y tú mi novio. Así quiero que siga siendo.
—Lo sé.
Aunque su ceño se había fruncido automáticamente al oír el nombre del pelirrojo, Draco no pudo evitar el cosquilleo irritante que le sacudió el vientre cuando las palabras de la neurótica de su novia penetraron sus oídos, y, otra vez, se perdió en sus remembranzas hasta que los sucesos de aquella noche de verano, se hicieron prácticamente corpóreos*.
Desde entonces, habían transcurrido ochos meses, casi; y, aunque ambos contaban con escasa aceptación por parte de sus padres, esos pocos meses habían sido los más placenteros de sus cortas, pero experimentadas vidas.
—Granger. —Ella relajó su postura para mirarlo—. Le diré a Pansy que no se me acerque en lo que me resta de vida si eso te hace feliz.
—Solo adviértele que no vuelva a besarte.
El hecho de que les lanzaría un maleficio si eso volvía a suceder, quedó implícito. Malfoy asintió, sintiéndose estúpido por haber creído que era buena forma de desquite el que Hermione experimentara con Pansy los mismos celos que a él le producía la constante cercanía de Ronald Weasley. Por completo arrepentido, tiró de ella para arrimarla a su cuerpo. Pegado a su oído y usando el mismo tono didáctico que Hermione había empleado anteriormente, murmuró:
—Para que quede claro: Weasley es un pringado; Pansy siempre será insufrible y tú la única mujer con la que me apetece estar. Tampoco quisiera que eso cambie.
Hermione hizo un movimiento afirmativo sin variar apenas su semblante. Estaba a punto de reprenderlo por sus malas maneras para referirse a Ron, cuando la puerta de vaivén, que daba al comedor, basculó y de ella emergieron Harry y Ginny, esta última cargando un bol de cristal con residuos de ponche. Por unos segundos en los que nadie dijo nada, la tensión se adueñó del cuarto hasta adquirir una presencia casi tangible; Malfoy, no obstante, rodó los ojos al ver la expresión preocupada de los recién llegados. Pocas cosas lograban sacarlo tanto de quicio como corroborar que los amigos de Hermione seguían creyendo que él todavía era capaz de lastimarla deliberadamente.
—¿Pasa algo? —inquirió Harry, arponeando al Slytherin con una mirada cargada de recelo—. ¿Herm, estás bien?
—Perfectamente —aseveró ésta, atropellando las palabras al tiempo que se ruborizaba, violentamente; Draco, meramente, lució despectivo—. Todo está, perfectamente.
Sin embargo, el ímpetu de la respuesta de la castaña, solo ocasionó que Harry la tomara como falsa; cosa que al notar ella, consiguió inquietarla en demasía. Y es que aunque al principio Harry había sido de los primeros en aceptar mantener una relación de estricta cordialidad con Malfoy, cuando él se enteró –por la exagerada boca de Ron- que su mejor amiga salía con un ex mortífago, no pudo más que evidenciar su desacuerdo, ocasionando que cualquier pacto de No Agresión establecido entre ellos, quedara bajo el tapete.
—¿Segura? —Quiso cerciorarse Potter al determinar que el adepto de Salazar tenía una sospechosa movilidad de animal cercado. Sacó las manos de los bolsillos de su pantalón beige, aproximándose a ellos—. No has compartido nada con el resto; Parvati preguntó por ti hace bastante rato.
—Lo está, Harry —intervino Ginny, atendiendo a la mirada de elocuente desesperación de su amiga—. Parvati solo quiere ver a Hermione, porque es a la única que no ha podido sonsacarle la vida. —Se acercó al mesón de la cocina y con un cucharon revolvió otra jarra de ponche hasta que esta obtuvo la textura deseada; distraídamente, le ordenó a Harry—. Toma las botellas de aguamiel y vámonos.
—¿Por qué?
—Empezarán el juego sin nosotros —murmuró la más joven de los Weasley—. Además, ellos necesitan estar solos.
—¿Por qué? —repitió Harry, atusando sus gafas redondas al tiempo que sus ojos volvieron a posarse peligrosamente en el rostro arrogante de Malfoy, quien gesticulando lo que bien podría haber sido un maleficio no verbal, le sostuvo la mirada con beligerancia.
A Hermione le tembló el labio inferior al tiempo que rogaba, a un Dios en el que nunca había creído, que Ron no se apareciera por la cocina.
—Ya basta —se quejó Ginny, pareciendo aburrida; vertió el ponche restante en el bol. Secando unas gotas que se derramaron en el escote de su conjunto negro, dijo—. Nos vamos porque yo lo digo.
Al ver como los rasgos de Potter se reorganizaban ante el dictamen de su demandante novia, Draco Malfoy no alcanzó a reprimir la mueca de maligna complacencia que pugnó por salir de sus labios. Sin embargo, antes de que ellos pudieran salir, otra pareja, proveniente de la terraza, se les unió.
—Éramos muchos y parió la abuela. —Malfoy murmuró con un deje de mofa apenas perceptible en su voz; Hermione no dio acuse verbal a su intervención, pero sus mejillas se enrojecieron todavía más.
—Te dije que no era una buena idea buscar por aquí —murmuró Zabini, evadiendo cualquier contacto visual con la castaña; Luna Lovegood le dedicó una de sus sonrisas ensoñadoras, agitando infantilmente su falda plateada.
—Estoy segura que Hermione y Draco Malfoy pueden postergar su altercado para otro momento —mencionó ella, dejando nuevamente en manifiesto esa facilidad para avergonzar a la gente con su recalcitrante honestidad—. Al menos hasta que logre dar con el Wrackspart; te digo que se metió en la cocina.
Todos, (excepto Zabini, que parecía muy atento a los movimientos de su novia y Draco, para quien el parloteo de la rubia no era merecedor de su atención) intercambiaron miradas de circunstancias. Ni siquiera con el paso de los años, ninguno de los Gryffindors había logrado habituarse a las excentricidades de Luna.
—¿No lo has visto por aquí, Harry?
El referido negó con la cabeza y apoderándose de las botellas de aguamiel, agarró a Ginny del brazo para, ahora sí, salir de la cocina.
—Yo tampoco he visto nada, Luna —confesó Hermione cuando los grandes ojos de la Ravenclaw se ubicaron en su cara.
—Es porque son invisibles —dijo—. Pero tienen que estar muy atentos, porque si entran en sus oídos pueden llegar a nublar sus sentidos y hacerlos cometer una que otra locura.
—Tu amiga está loca —canturreó por lo bajini Draco al ver como la rubia mareaba los ojos mientras escudriñaba el aire vacío—. Todos ellos, de hecho.
—Tu mejor amigo, sale con mi amiga —le recordó ella, advirtiendo como Luna se alejaba casi levitando, seguida muy de cerca por Blaise Zabini.
—Eso solo ratifica mi punto.
—Como sea —dijo ella, agarrando una bandeja con canapés.
—¿A dónde vas? —interrogó Draco, quien lo único bueno que había podido rescatar del beso que le estampó Pansy en presencia de Hermione, era que ese sería un motivo más que suficiente para que ella decidiera que se largaban de esa mediocre imitación del Baile de Graduación, -que nunca llegaron a tener- y después de una estúpida pelea, como la que acaban de protagonizar, hicieran las paces con sexo salvaje.
—Al salón —Recordando el itinerario que la pelirroja le había dado de la fiesta horas previas, apostilló con simpleza—. Vamos a jugar 'Yo nunca'.
La cara de su novio adoptó una palidez cérea a la par que su frente se llenaba de arrugas, denotando incomprensión.
—¿Qué carajos?
—Sonríe, Malfoy; esto será divertido.
—Seguro —farfulló, siguiéndola de mala gana—. Casi no puedo respirar de la risa.
Draco entró a la sala de estar coincidiendo completamente con Wilfred Owen, -uno de los poetas favoritos de Hermione-: no había nada de heroico en morir por un conflicto que alguien más tenía la mágica facultad de resolver.
*Fin*
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No te pongas en el lado equivocado de un argumento, simplemente porque tu oponente se ha puesto en el lado correcto.
Baltasar Gracián
...
Hola. Bien, sé que tengo varias historias que debería estar actualizando, en lugar de ponerme a publicar otras nuevas. Sin embargo, dado que algunas veces suelo ser inconstante -Ojo, eso no significa que no vaya a cumplir con mis otros compromisos- no pude evitar que este nuevo proyecto se apoderara de mis horas libres, así que una vez terminado, pues les traje 'Rapsodia' (amo esa palabra), esperando de todo corazón que sea de su agrado.
Creo que lo notaron, pero si no, les explico un par de cositas: el final de algunos párrafos (tres si no me equivoco) están marcados con asteriscos; esto se debe a que al principio, esta sería una historia más larga en la que introduciría algunos recuerdos, específicamente en los apartados antes señalados; no obstante, como la historia original rebasaba las diez mil palabras y no quería aburrirlos; luego de discutirlo con una amiga, (a quien aprovecho para agradecer su ayuda: besos y abrazos para vos, Pam) decidí lanzar la historia central primero y después, como capítulos apartes, los recuerdos a los que se hacen referencia en este primer capítulo.
Entonces, si les interesa, el siguiente capítulo se centra en cómo Hermione convenció a Malfoy de ir a la fiesta. Otro explica porqué Draco siempre hace que ella asuma culpas que no le corresponden. Por último, pero no menos entretenido, cómo es que estos dos terminaron siendo novios. Se supone que todos los capítulos que llevo escrito hasta ahora, se ubican en una línea de tiempo post-Hogwarts; eso, sin embargo, no es una fórmula invariable. Así que si les gusta la idea de estos episodios aislados, estaré contenta de leer sus críticas y opiniones. Muchas gracias por su atención.
Próximo capítulo: Manipulación.
¿Si los reviews fueran sonrisas, me sonreirías?
¡Feliz existencia!
