Escuchó una risa a su espalda y, tirando el cigarrillo al suelo, se giró. Opie la observaba, con las manos en los bolsillos y una sonrisa triste en el rostro.

–Pequeña Gwen… ¿Te has visto? Estás hecha un desastre –le dijo.

La aludida se apartó el pelo del rostro. Después volvió a dar un trago de ginebra y le ofreció la botella a su acompañante. Se secó los ojos con el puño de la sudadera, incapaz de pronunciar palabra.

–¿Cómo estás? –preguntó Opie.

–Borracha –logró mascullar ella–. ¿Qué haces aquí?

–Escuché que no te había sentado demasiado bien el tema de Abel y pensé que quizás necesitaras a alguien. Si quieres que me vaya sólo tienes que decirlo.

–No, está bien así.

Opie se sentó a su lado. La rodeó con un brazo, estrechándola contra sí, y le besó la cabeza. Sacó un paquete de tabaco y se lo tendió a la joven.

–¿Me sigues queriendo, Ope?

Él rió.

–Claro que sí, pequeña Gwen.

–Pensaba que… Bueno, ya sabes, cuando volví a Charming no quisiste verme. Sé que no era el momento pero… Clay siempre dice que crees que soy peor que Kyle por haberme marchado así.

–No hagas caso a ese viejo. Si no quise verte fue porque tenía una responsabilidad para con Jax, no era justo que me hicierais decidir entre uno u otro. Fue la salida más fácil. Perdóname.

Gwen suspiró. Apuró el último trago de ginebra y dejó que su acompañante la ayudara a ponerse en pie. Sin dejar de sonreír Opie le sujetó la cara con ambas manos para limpiarle el rímel que se le había despintado.

–Vamos al club, están celebrando que hemos cerrado el trato con los Niners. Aún podemos tomarnos la última –propuso Opie.

En la mirada de Gwen se percibió una sombra de duda. Sin embargo subió a la moto y se abrazó al cuerpo de Opie mientras éste conducía de vuelta al pueblo.

–¿Está enfadado?

–No te preocupes, se le pasará.

Cuando llegaron a la sede del club encontraron la entrada llena de motos. Desde dentro llegaba el sonido de la música, de una multitud de voces. Gwen tomó la mano de Opie y se dejó llevar al interior del local. Algunas cabezas se giraron hacia ella, pero si su presencia suscitó algún comentario no fue consciente de ello. Se sentaron en un lateral bajo la atenta mirada de Clay y se hicieron con varias cervezas.

Al cabo de un par de horas, cuando muchos de los allí presentes ya habían sucumbido a los efectos del sueño y el alcohol, Jax se abrió paso hacia donde ellos se encontraban. Opie masculló una excusa lo suficientemente creíble como para que Gwen, en su estado de ebriedad, no hiciera preguntas, y se levantó de su sitio, no sin antes despedirse con un beso en la mejilla.

–Nos vemos mañana, pequeña Gwen.

Jax saludó a Opie con un gesto de la cabeza. Después se acercó a la joven, la estrechó entre sus brazos y buscó su boca. Ella ni siquiera se resistió.

–Dios, Gwen, ¿cuánto has bebido esta noche? –por alguna razón a Jax le parecía extremadamente divertido.

–No lo suficiente…

–¿Seguro?

Jax sonrió de aquella forma que ella no podía resistir. Jugaba con ventaja, estaba bastante más sobrio que ella, por lo que no le costó arrastrarla sin que apenas se diera cuenta hasta la habitación.