Am I Loveless?

- ¿Dónde está tu sonrisa?

La dejé guardada en el cajón del olvido.

Afuera llueve. El cielo llora y sus lágrimas caen en finas gotas inundando todo el paisaje con una suave melancolía.

Ella yace en el suelo, tirada como una muñeca desmadejada y rota. Demasiada herida y cansada por un destino caprichoso, por una suerte inexistente. Las oscuras bolsas debajo de sus ojos sólo ocultan interminables historias, infinitas batallas perdidas.

La lluvia, sintonizando con ella, besa su rostro y se empapa con su dolor.

Suspirando, intentó tranquilizar el torrente de emociones que se arremolinaban en su interior, trató con todas sus fuerzas convertir su pánico en fuerza, fuerza para continuar. Pero fue en vano. Y fue entonces cuando la realidad le abofeteo con toda sus fuerzas. Estaba sola y nadie vendría a por ella.

Una vez más, se preguntó cómo pudo haber llegado a esa situación. Y otra vez sólo obtuvo el silencio acompañante de antes como respuesta.

Fuerte… ¿En realidad pensabas que eras eso? Mírate, no eres más que una triste sombra. Lo sabes y duele, ¿no es cierto? Absurda, tu fortaleza es tu debilidad.

Lloras, te desesperas y gritas, mil mezclas de sentimientos corren por tus venas haciéndote caer, rendida, al piso. Te das lástima, ¿verdad?

Depresión… Sientes que el mundo se abre a tus pies. Sientes como el corazón se te encoge y no puedes hacer nada más que sollozar.

Caes de rodillas al suelo, tratando de ahogar tu llanto porque no quieres perder lo poco que te queda de dignidad. Irónicamente, cuanto más tratas de reprimirlo más te convulsionas.

Lo sabes, resultas patética, estás quebrada, rota y esparcida en miles de pedazos.

Dolor, rabia… intentas levantarte pero no puedes, te sientes demasiado débil, demasiado inferior al mundo. Estúpida, estás sola, ¿no era eso lo que querías? Te aislaste de todo y de todos, rehusaste a sentir para no sufrir y mira como has acabado.

Y es verdad, jamás supiste enfrentarte a ti misma, ni a los problemas de casa ni al mundo entero, eres una completa cobarde. Por eso huiste de tus conocidos, de las personas que te querían y sobre todo huiste de ti misma.

Querías ser feliz pero no querías sufrir, y como es lógico, no lograste ninguno de los dos. Toda tu simple e inútil vida se resumía en eso.

Algunas lágrimas más salen de tus ojos rojos e hinchados, sólo unas pocas más porque tampoco te quedan fuerzas para llorar. ¿Dónde están todos? Ayúdenme, ayúdenme.

No hay nadie, nadie que se preocupe de tus lágrimas, nadie que te dé una mano, nadie que te acompañe en tu triste estado, nadie que te contemple en la profunda oscuridad en la que te hayas, en el infinito dolor eterno, no hay nadie simplemente porque tú lo quisiste así.

Niña tonta, ¿es que en verdad pensabas que habría alguien?

Vencida una vez más caes al suelo. Y ríes, una risa sarcástica y seca brota de tu garganta, porque recuerdas como es que has llegado a este punto. Y todo por el miedo…