Soy nueva en esto de los fics de Harry Potter, pero releyendo el último libro de la saga me apeteció escribir algo así, porque creo que únicamente con el punto de vista de Harry nos perdemos de muchas cosas en los libros. Y he aquí mi pequeña aportación...
Esta primera parte es muy simple... pero espero que sirva al menos para empezar a darme a conocer.
Con Ginny y Molly como principales protagonistas; lo que ellas pudieron pasar en la Madriguera mientras esperaban noticias de "Los siete Harry Potter"
1. Porcelana, trasladores vacíos y abrazos.
Ahogó una maldición cuando la porcelana se clavó en su dedo índice. Ignoró los pedazos de loza que había bajo sus pies y se acercó hasta el fregadero. La sangre, de un intenso rojo que hacía juego con su pelo, salía a borbotones a través de la herida abierta. Abrió el grifo y dejó que el agua helada apaciguase las punzadas de dolor.
—Ten más cuidado, Ginny, por favor.
—Lo siento…
Resopló con fuerza y se envolvió el dedo con papel de cocina. Su madre no tardaría ni dos segundos en curarla mediante magia, pero ambas estaban demasiado nerviosas como para preocuparse por algo así.
—Ron y Tonks deberían llegar de un momento a otro —susurró Molly, más para sí misma que para su hija.
Ginny dirigió la mirada al reloj de pared que caracterizaba la cocina de la Madriguera y un nudo atenazó su estómago al comprobar que prácticamente todas las manecillas apuntaban hacia peligro de muerte. Se acercó a su madre, quien miraba también en la misma dirección, y posó una de sus pequeñas manos sobre el hombro de la mujer. En toda su vida la había visto tan asustada y, por vez primera, Ginny agradeció que la Orden no hubiese accedido a sus súplicas de llevarla con ellos.
No temía por ella, claro que no. Temía por su madre y por lo que supondría para ésta la pérdida de cualquiera de sus siete hijos, especialmente la suya propia.
—Tranquila, mamá, estarán bien.
Pero apenas hubo terminado de pronunciar esas palabras, una vieja lata oxidada hizo su aparición en el patio trasero de la casa. El sollozo de su madre ahogó el suyo cuando comprendieron que el traslador había llegado vacío.
—Estarán bien… —volvió a repetir una vez más.
Tenían que estar bien. Todos ellos. Llegarían de un momento a otro y se reirían juntos de las bromas que los gemelos le gastarían a Harry después de haber suplantado su apariencia.
Harry…
Su cuerpo se retorció con violencia al pensar en él y en la posibilidad de que algo le ocurriese. Cerró los ojos y parpadeó varias veces en un intento por contener las lágrimas. No podía echarse a llorar ahora. Ginny Weasley nunca lloraba.
—Oh, por Merlín… —gimió Molly.
Se levantó de la silla que había estado ocupando y pegó su rechoncha cara contra el cristal de la ventana. La vieja zapatilla de lona tampoco había trasportado a nadie.
«Papá y Fred», pensó Ginny, obligándose a seguir ocultando su miedo.
Comenzó a dar paseos nerviosos por la cocina. Que el primer traslador hubiese llegado vacío podía tener su justificación, pero dos trasladores era demasiado incluso para la persona más optimista del mundo.
Su estómago volvió a encogerse ante la posibilidad de perder a alguien.
Se mordió el labio con nerviosismo, más asustada ahora de lo que había estado en toda la noche. El siguiente en llegar debería ser Harry.
Apenas tuvo tiempo de alzar los ojos al cielo cuando un destello azul inundó todo el patio. Su corazón dejó de latir una milésima de segundo y ella permaneció inmóvil, alerta a cualquier tipo de movimiento en el exterior.
Escuchó un golpe sordo, gemidos y varios gritos. Ginny contuvo una sonrisa estúpida y siguió los pasos de Molly, quien se había abalanzado ya hacia los recién llegados.
Harry, Harry, Harry.
Su cabeza parecía incapaz de procesar cualquier otra cosa que no fuese él.
—¿Harry? ¿Eres el Harry auténtico? —escuchó que decía su madre. Le pareció ridícula aquella pregunta. Por supuesto que era Harry. Su corazón bombeando con fuerza y su revoloteo en el estómago se lo indicaba. Ni siquiera la poción multijugos podría engañarla a ella. Ginny sería capaz de reconocer a su Harry aunque se encontrase entre cien impostores idénticos— ¿Qué ha pasado? —continuó preguntando con angustia la mujer— ¿Dónde están los otros?
—¿Cómo que dónde están? ¿No ha vuelto nadie?
Su voz también sonaba angustiada y Ginny hizo acopio de valor para no echarse a sus brazos. Se le veía débil, culpándose —como hacía siempre— de la suerte que pudiesen haber corrido los demás. Se le veía con necesidad de contención.
—Los mortífagos nos estaban esperando —explicó, con un deje de súplica en su voz—. Nos rodearon en cuanto levantamos el vuelo; sabían que iba a ser esta noche. Pero ignoro que les ha ocurrido a los demás. Nos persiguieron cuatro mortífagos y nos costó mucho librarnos de ellos. Y después nos alcanzó Voldemort.
Tanto su madre como ellas se quedaron pálidas ante esa mención.
Vodemort.
Aquel-que-no-debe-ser-nombrado.
Tom Riddle.
Ginny cerró los ojos y espantó de su cabeza las tétricas imágenes que empezaban a formarse. Harry estaba bien. Eso era lo importante.
—Por suerte estás bien —dijo su madre, pronunciando en voz alta aquello que ambas estaban pensando y abrazándolo con fuerza.
Ginny frunció los labios y deseó poder hacer lo mismo. Un abrazo de Harry era lo que más ansiaba en aquellos momentos.
