¡Hola, queridos lectores!
Llevo muchísimo tiempo deseando escribir algo más complejo que un one shot sobre Dramione, y aquí lo tenéis. Esta va a ser una pequeña historia de 7 capítulos basada el los pecados capitales, algo que encaja bastante bien en mi opinión con Draco Malfoy.
Todos los capitulos ya están escritos, así que no pienso dejar la historia a medio publicar. Tenía pensado subir un capítulo por día o cada par de días, o si veo que hay bastantes reviews subir dos un mismo día.
Quiero dedicar toda esta historia a Vic Lemoine por una muy buena razón. Gracias por animarme a seguir escribiendo, por ayudarme a revisar los capítulos y por convertirte en una gran amiga aquí, en Fanfiction.
Espero que os guste tanto como a mí me gustó imaginarme la historia.
Jen.
Soberbia: cuando Draco Malfoy se da cuenta de que desea toda la atención, incluso cuando viene de la sangre sucia.
Nunca creíste en Dios.
Tus padres no son católicos, y nunca has ido a una iglesia.
Pero por Merlín, ¿cómo sino vas a ser tan magnífico sino es por obra de un jodido dios?
Mientras caminas por el pasillo que te lleva a las mazmorras, sonríes como respuesta a tu propia pregunta. Draco Malfoy, en su plena madurez, es un sinónimo bastante justo de la palabra "magnifico". Y los demás no hacen más que darte la razón.
Al pasar al lado de un grupo de Slytherins de 3º, las oyes murmurar. Las palabras "guapo", "imponente" y "elegante" son las primeras que llegan a tus oídos; quizás porque no hay mejor descripción para ti.
Vayas por donde vayas, oyes susurros y ves miradas. O te quieren, o te odian, o te desean, pero nadie en este colegio siente indiferencia hacia ti: todo el mundo desgasta su tiempo en ti inconscientemente.
Y sonríes aún más ante ese pensamiento.
Es tan jodidamente perfecto ser tú. A veces, solo a veces, intentas pensar como sería ser otra persona, alguien como un Gryffindor o un sangre sucia... Y ni siquiera lo consigues. Debe de ser tan repugnante que incluso te dan pena; aunque no vas a negar que alguna vez te has parado a pensar sobre el que tienen los sangre sucia para que debas odiarlos tanto. Llegas a la conclusión de que es a causa únicamente de que sus padres sean muggles, seres no-mágicos, gente que no vale la pena. Aunque también es cierto que muchos sangre sucia han llegado a ser grandes magos... Oh, venga. Si tu padre te oyera lo que estás pensando mil crucios no serían ni la mitad de tu tortura.
Tus pensamientos se ven interrumpidos cuando sientes el peso de alguien sobre el brazo. No necesitas girarte para saber que es Astoria Greengrass, colgada de ti una vez más. Suspiras. Esa niñata escandalosa nunca te va a dejar en paz, y lo sabes. Desgraciadamente, tus padres quieren que te cases con ella cuando salgáis de Hogwarts, y aunque la idea no te entusiasma para nada, tienes que mantenerla contenta. Además, cuando no hay ningún par de piernas digno de tirarse, ella siempre está dispuesta; aunque sea una escandalosa incluso en el sexo. Ya se te ocurrirá algún plan para librarte de ella en unos años; de momento tienes que mantener a madre feliz y a tu polla ejercitada.
Le diriges una sonrisa ladeada, de esas que han robado más de un suspiro, y ella se derrite. Al girar la esquina, automáticamente las voces vienen a ti.
—Harry, para de revolverme el pelo —dice una voz femenina entre risas—. Como si no fuera ya un alboroto de por si...
Concuerdas totalmente con la sangre sucia. Su voz es reconocible a pesar de los pasillos repletos de susurros y conversaciones; es empalagosa, y aún así nada dulce ni femenina. No tardas en ver a ese engendro con sus dos perros falderos de costumbre. Los tres ríen. La escoba andante intenta (sin logro alguno, obviamente) ordenar ese nido que tiene en la cabeza, mientras que Cara Rajada ríe intentando pasar la mano por él.
No entiendes sus intenciones; Potter puede ser un asqueroso traidor egocéntrico, pero es un hombre. ¿Qué clase de hombre quiere tocar... eso? Debe de tener el tacto de la paja seca. Bueno, la Comadreja también es un hombre, aunque muy remotamente, y aún así se muere por ella. Es tan evidente su amor hacia la sangre sucia que incluso llegas a sentir un poco de pena por él.
Pero solo un poco. Debe de ser duro ser un traidor a la sangre medio pobre y vivir enamorado del ser más horrendo y mojigato del colegio —en tu cabeza la única forma de calificar a Granger es de 'ser' a secas, ya que la categoría de mujer todavía le queda muy lejos—.
Sonríes cuando llega el momento en el que no tienen escapatoria en el pasillo; ya no os pueden esquivar y sin duda tú vas a aprovechar el momento. Con suerte aún no han reparado en vosotros, por lo que el golpe va a ser aún más cómico. Al pasar por vuestro lado, empujas a la Comadreja con el hombro. Se cae al suelo con un golpe sordo, mientras vuestras risas y carcajadas llenan el lugar.
—Muy bien, Weasley. Ya era hora de que supieras donde es tu sitio. Dame las gracias por recordártelo —dices con una sonrisa, mirándolo desde arriba.
Potter lo ayuda a levantarse y pronto empieza la sarta de insultos hacia tu persona, que para ser sinceros, cada vez te hacen más gracia. Para tu sorpresa, sin embargo, Granger no se une a ellos, lanzando los únicos insultos racionales —porque Granger puede ser una sangre sucia con un pelo jodidamente espantoso, pero si hay algo que se le da bien a parte de ser una rata de biblioteca es decir insultos medianamente ingeniosos —.
En cambio, cuando la buscas, la encuentras a punto de girar la esquina. Se vuelve hacia sus amigos y cuando los ve, haciendo el patético frente a mí, rueda los ojos.
—Vamos, chicos. Tenemos prisa.
Estos gruñen, como buenos perros falderos, y se van en su busca.
La sorpresa te deja casi boquiabierto. Entrar en clase y colocarte fue algo que tu cuerpo hizo de forma robótica; tu mente estaba en otro lado completamente.
Ni siquiera te dirigió una mirada cargada de odio, ni siquiera hizo como si estuvieras ahí. No te trató como si fueras un ser superior, ni como si fueras el ser más horrendo del mundo, ni como si fuera a tirarse a romperte la yugular de un momento a otro. Simplemente no existes para ella. Esa maldita sangre sucia se cree que tiene el derecho de no tratar contigo; se cree que no mereces ni sus asquerosos insultos. Como si ella fuera superior a ti.
Inexplicablemente, el hecho te enfurece.
Parece tan cómico que hace apenas unos minutos estuvieras pensando en cómo todo el mundo gastaba su tiempo en ti. Al parecer, todo el mundo no. La maldita sangre sucia de Granger es demasiado inteligente como para ello.
Pasas el resto de la clase maquinando que hacer con ella. No ibas a dejar que ese ser te despreciara de esa manera, que pensara que puede hacerlo siquiera. La verdad, sabes que arreglar su error va a ser fácil. Sin Potter y la Comadreja, Granger no es más que una rata de biblioteca asustadiza que saldrá corriendo en cuanto le digas algo. Y no habrá nada mejor que presenciar eso; ver el miedo en sus ojos, el temblor de sus manos. Ver a Hermione Granger reducida a una bola de paja asustada.
Acaba la clase y el día sigue hasta vuestro encuentro, durante la comida, mientras todos engullen como cerdos la comida del Gran Comedor. Arrinconarla es aún más fácil de lo que creías. Sale del comedor casi sin comer bocado, deprisa, despidiéndose de sus amigos con una sonrisa y un movimiento animado de mano. Poner una excusa para salir tras ella fue más complicado, pero es difícil no creer a Draco Malfoy. Puedes ser terriblemente convincente.
Una vez fuera, seguirla sigilosamente también es fácil. Aunque apenas hay gente por los pasillos, la oyes tararear una canción que desconoces totalmente, así que el ruido de tus pisadas no resulta muy delatable. Por el camino, no tienes nada mejor que fijarte en ella, y la imagen te desagrada tanto como un niño chillón lleno de barro. Si bien su pelo sigue siendo un desastre, apenas se puede apreciar cambio alguno desde su primer año en el colegio. La larga falda le llega casi a las rodillas y su camisa no deja ver ninguna curva aparente. Aguantas una carcajada. La pobre sangre sucia morirá virgen en el más probable de los casos.
Caminas un largo trecho hasta que ves tu oportunidad. Y cuando pasáis por un estrecho y medianamente oscuro pasillo, te aproximas a ella y colocas tu mano sobre su hombro, empujándola contra la pared. En su favor afirmas que lo intentó, que intentó con patadas bien dirigidas y fuerza inútil apartarse, pero a parte de guapo eres fuerte, y no consiguió moverse ni un centímetro.
Pronto tu sueño se hace realidad. Granger te mira desde su altura, con mirada asustada y cierto temblor en el cuerpo. Es tan patética y tan horrible...
Un momento, ¿eso que ves son un par de tetas?
Con el forcejeo se le han abierto un par de botones de la camisa, y sí, joder, son tetas. No muy grandes, pero tersas y la piel que muestran parece ser tersa como la de un melocotón.
Mierda, Granger tiene tetas, y ese descubrimiento te desorienta totalmente.
—Malfoy, quitate de encima ya.
Su voz extremadamente empalagosa te trae de vuelta. Su mirada ha cambiado; ha pasado del miedo a la confusión. Su boca se tuerce en una mueca de desagrado, también, y sus manos te intentan empujar por el pecho.
—Ya te gustaría que estuviera encima de ti, maldita sangre sucia.
Ella gruñe en respuesta e intenta empujarte de nuevo sin resultado alguno.
—¿Qué quieres, Malfoy?
Buena pregunta.
Joder, ese par de tetas te distrae. Tu padre te había dejado bien claro desde que recuerdas que una sangre sucia no puede tener encanto alguno. Son seres totalmente opuestos a los magos, seres que no encajan ni siquiera con los muggles. Y eso, aparte de la zarrapastrosa ropa de ella, te había hecho imposible imaginarme a Granger como una mujer. Mierda, la muy sangre sucia no se merece esas tetas. Que injusto es el mundo.
Bufas y le miras el rostro, intentando olvidarte de las tetas por un momento.
—¿Te crees importante, Granger? ¿Te crees acaso superior a mí, o a cualquiera de este jodido colegio? —escupes, apretando tu agarre. Hace una mueca de dolor y sonríes, con esa expresión tan Malfoy—. Te daré un consejo, maldita inmunda; te cuidado con lo que haces. Respeta a quien debes. Quizá no salgas muy mal parada de este colegio, si obviamos el hecho que sigues siendo una sangre sucia sin dignidad.
Notas como sus ojos se empañan, a punto de las lagrimas. Cuando estas a punto de soltar un comentario cruel sobre este hecho notas cómo se tensa. Sus manos se convierten en puños y aprieta los dientes, mientras su mirada se vuelve... furiosa. No por nada está en Gryffindor.
—Si crees que voy a tenerte miedo por tus amenazas e insultos, es que tu sangre pura no ha llegado correctamente a tu cerebro —farfulla entre dientes, tensa, y algo acongojada todavía.—. Nunca pensé que te importaría lo que una sangre sucia como yo hiciera.
Te aprietas contra ella en un estallido de ira. Por Merlín, la maldita inmunda se está ganando un buen castigo, se lo está buscando ella sola, y tú no haces más que controlarte para no hechizarla o, peor aún, mirarle las tetas.
—No me importas una mierda, sangre sucia. No le importas a nadie. Pero alguien como tú debe comportarse como debe ante mí. Soy superior a ti; actúa como tal o tendré que enseñártelo por las malas.
La notas temblar contra tu cuerpo. Que Merlín te ayude, esas malditas tetas se aprietan contra tu pecho ante la cercanía, y las sientes sobre tu camisa.
—No voy a comportarme como tú quieras, Malfoy —gruñe. Esta vez la notas enfadada, y el miedo parece haberse ido... aparentemente—. Me importas tan poco como yo te importo a ti. Así que vete y déjame en paz.
Te empuja aprovechando tu desconcierto —jodidas tetas— y se va andando con toda la agilidad y dignidad que consigue mostrar. Ni la sigues ni lo consideras siquiera. Un Malfoy no va detrás de nadie.
Pero por Merlín, que tetas.
