Crónica de antiguo amorío
La historia da inicio en la época Sengoku, cuando un acaudalado señor feudal pierde gran parte de su fortuna después del fallecimiento de su amada esposa, es entonces cuando debe decidir a cual de sus hijas entregar en matrimonio a cambio de preservar su honor y tierras.
Esta historia nos la contaran la mayoría de los personajes involucrados.
Era el año de 1467, por diversas razones unidas a la guerra civil que atravesaba mi país en aquella epoca varios comercios y tierras se habían perdido, nosotros habíamos tenido la fortuna de mantenernos alejados de la desgracia ya que vivamos apartados de la capital, éramos dueños de la mitad de la provincia del norte del país, donde abundaban sembradíos de algodón, mi familia era dueña de la empresa con mayor prestigio en todo Japón, sin embargo después del peor invierno de todo los tiempos nuestras vidas cambiaron para siempre, perdimos la mitad de la cosecha, lo que limito el algodón y la seda, haciendo enojar al emperador ya que como éramos su mayor distribuidor no había otro lugar donde pudiera comprar el material para hacer los uniformes de su guardia, ni tela para los kimonos de sus geishas, nos acuso de guardar lo mejor para los enemigos del imperio, haciendo que mi familia se manchara con deshonor, poco a poco fuimos perdiendo clientes, hasta quedarnos sin nadie a quien vender, no entendía por qué no mando a eliminarnos a todos de un tajo, con el tiempo comprendí, que la pena era mayor estando vivos.
Mi padre tuvo que vender las tierras, y para limpiar nuestros nombres huimos al sur donde nadie nos conociera, donde nadie pudiera ligar nuestros nombres con las telas, con el dinero que obtuvimos compramos una casa e instalamos un pequeño negocio cerca del puerto, ahora éramos pescadores, yo odiaba el olor del pescado, odiaba tener que vivir escondida y tener miedo de pronunciar mi nombre, ya no gozábamos de los lujos que antes teníamos, ahora debíamos trabajar para obtener comida y lo peor es que debíamos dar una "protección" a las bandas de delincuentes de la zona para que nada mala nos ocurriera.
Padre siempre decía que no había que tenerle miedo al trabajo, porque de él se vive, bien yo no le tenía miedo a trabajar, le tenía pavor a tener que trabajar para otros y nunca poder salir de aquel agujero, odiaba dar el 60% de nuestras ganancias, ¿por qué si nosotros éramos los que se levantaban temprano y salían a pescar, eran ellos los que gozaban el dinero? Apenas teníamos para comer, mi madre enfermo al poco tiempo y falleció no mucho después, dejando a tres niñas y un padre sin su cariño, con el pasar de los años las ganancias fueron bajando, cada vez más gente nos reconocía como los apestados del norte, esos a los que el emperador les retiro sus favores y ahora eran menos que nada, gracias Dios había gente buena en la que podíamos confiar, mi hermana mayor por ejemplo, conoció al medico del pueblo, un hombre excelente, el cual se enamoró de ella al instante y de inmediato se casaron, se fueron a vivir lejos, rara vez volví a saber de ella, solo cuando nos escribía, se que estaba bien y viva enamorada de su doctor. mi siguiente hermana, se involucro en el mundo oscuros del pueblo, nadie se metía con ella y no se con quien se metía ella, pero poco a poco empezó a ganar dinero suficiente como para abrir una escuela para geishas, y tener solo a la más alta clase de caballeros como clientes.
Yo por otro lado estaba al pendiente de mi padre, cuidaba de él, aunque él quisiera obligarme a contraer matrimonio, tenia ya 15 años y seguía soltera y sin hijos, de seguir así ya nadie me querría como esposa, de por si por el acarreo de la cuerda de pescar mis manos ya no eran suaves como la seda, más bien eran ásperas, mi piel hacia mucho que dejo de ser blanca como la leche, ahora tenia un ligero tono bronceado y en el rostro junto con la espalda me adornaban pequeñas pecas, mi cabello casi siempre lo tenia amarrado en un chongo, nada femenino, mi hermana solía molestarme con que parecía un chico, pero la verdad es que no estaba nada interesada en encontrar marido ¿ y qué si no quería yo a un hombre que me dijera cuando hablar o que pensar? A decir verdad disfrutaba enormemente de estar en el mar sola con mis pensamientos.
Era un hecho que debíamos volver a tener dinero, yo tenia planeado tener suficiente para poder contratar ayudantes y que mi padre por fin pudiera disfrutar lo que le quedaba de vida, solo entonces podría yo dedicarme a vivir mi vida como yo quiera.
Cuando llegamos a la costa a empezar de nuevo yo tendría 6 años y la guerra a penas empezaba, habían pasado 9 años desde entonces, mi padre seguía con la idea de educarme para conseguir marido y para ahorrarme perder el tiempo discutiendo con él yo accedía a ir a las clases de tejido, música, lectura y cocina que impartía la casamentera del pueblo, nunca fui muy buena para todas esa labores, por eso aun no me mandaban como parte del "rebaño de señoritas" listas para contraer matrimonio, no me importaba, así mejor, era lo suficientemente hábil para otras cosas, y las pocas veces que otros hombres intentaron propasarse conmigo, siempre conseguí defenderme por mi cuenta.
En alguna ocasión estaba yo en alta mar pescando, cuando una tormenta me sorprendió y tuve que ir a remo a una costa extraña, espere ahí hasta que termino, al regresar a casa ya era tarde, demasiado tarde como para que una señorita "decente" estuviera fuera de casa, recuerdo bien lo agotados que sentía los brazos y las piernas, entre el agarrotamiento que me dio por lo frías de mis extremidades, no tuve donde refugiarme de la tormenta y quede empapada y con el esfuerzo de remar me dolían tanto que podría haber llorado del dolor, apenas llegue amarre el bote al puerto, no quise ni descargar la pesca de ese día, me urgía llegar a casa, no me di cuenta de que mi ropa estaba deshecha apenas me cubría lo necesario, yo corría por las calles poco alumbradas que me llevarían a casa sin darme cuenta de que alguien venia siguiéndome, no tuve tiempo de reaccionar cuando sentí que me jalaban de la ropa haciéndome caer al lodo, intente levantarme de inmediato pero mis extremidades fallaron, estaba agotada, mis ojos se humedecieron, ya no solo estaba cansada si no también humillada y en segundos la cosa se pondría peor, alce la vista para ver a mi atacante, no lo reconocí de inmediato, pero estaba segura de que se trataba de un hombre, joven, con katana y ropa samurai , fue cuando hablo que supe quien era, se trataba del hijo del jefe de los Ronin Tatewaki controlaban todo en la costa.
Le exigió a sus hombres levantarme y llevarme con ellos, una "mugrosa" con ese cuerpo seguro no era nadie, y yo tendría el "honor" de hacerle compañía esa noche, les dio indicaciones para llevarme a la "casa roja" para que me asearan y vistieran para su deleite y después de él ellos podrían hacer conmigo lo que quisieran, el pánico me invadió por completo, intente gritar pero recibí un puñetazo en el estómago, lo que me saco por completo el aire, intente golpearlos pero solo alcance a darle a los dos primeros que intentaron tocarme, el miedo y cansancio me estaban venciendo, no podía recuperar el aire que me habían sacado con aquel puñetazo, comenzaba a quedarme inconsciente, podía sentir como empezaban a desgarrar mis ropas, y como sus asquerosas manos intentaban tocarme por debajo de ellas. mi alma quería abandonar mi cuerpo en ese instante, no podría seguir viviendo después de una deshonra como esa, recordé a mi madre y quise unirme a ella, ya nada podía hacer, no tenia fuerza para defenderme, y entonces como si se tratara de un demonio vi una mancha roja golpear a los dos caudillos que me tenían presa, caí de rodillas otra vez sobre el lodo, mis ojos se cerraban apenas podía mantenerme despierta, lo vi masacrar a esa bola de abusadores, y acabar con ellos usando solo sus puños, cuando todo estuvo en paz y el hijo de Tatewaki huyo, aquella mancha se acercó a mí, oía su voz pero no alcanzaba a comprender lo que decía, por fin el agotamiento me venció y cerré los ojos, lo ultimo que pude sentir fue como me tomaban en brazos.
Desperté en lo que me pareció un saco para dormir en la intemperie, aun no se podía ver la luz del sol, el ruido que las aves producían con su canto me saco de mi ensoñamiento, volví a cerrar los ojos sabia que no estaba sola podía sentir la presencia de otra persona cerca de mi, trate de no moverme y apreciar en donde estaba, parecía ser una cueva, sin embargo estaba sobre un montón de paja, estaba dándole la espalda a la otra persona ahí.
No te preocupes, no te hare daño, ¿quieres comer algo?
Su voz sonó a la de un hombre despreocupado, me gire e intente incorporarme, mis músculos fallaron y no pude levantarme, él se dio la vuelta y pude verlo, tenía una pequeña fogata donde asaba pescado, y con la tenue luz de las llamas pude apreciar su rostro, tenia un pañuelo en la frente, su playera era amarilla y sus pantalones verdes, tenia el cabello despeinado, sus ojos eran tranquilos hasta podría decir que su gesto era dulce, tenía una nariz respingadita, y labios finos, se acerco con un cuento de lo que parecía ser un potaje, toco mi frente.
Vaya menos mal tu fiebre disminuyo, anoche que te trajeron creí que estarías peor, ¿necesitas ayuda para incorporarte?
Moví la cabeza en señal de negativa, apoye ambos brazos en el suelo e incorpore mi parte superior, con una mano tome el cuenco que él me ofrecía y con la otra el cubierto que me ofrecía. No me había dado cuento de lo hambrienta que estaba hasta que empecé a comer, parecía que no había comido en días, devoraba todo apenas dándome tiempo de respirar, apenas termine pude percibir que no traía mis ropas, tenia una camisa roja, de estilo chino. Él pareció notar mi sobresalto puesto que de inmediato se retrocedió.
No lo tomes a mal, tus ropas estaban rotas y mojadas y con la temperatura que tenias decidimos cambiarte la ropa, solo hicimos eso, lo puedo jurar por mi honor. Jamás abusaríamos de una chica mal herida y desprotegida, puedes confiar en nosotros.
Me arrojo una manta, con la que me envolví por completo. Que curioso porque hablaba en plural ¿había alguien más ahí? Por alguna razón sin necesidad de conocerlo sabía que podía confiar en él.
¿Quién más ésta aquí?
Pues había alguien más, pero tuvo que irse antes de que salga el sol, no tiene mucho que se fue, paso casi toda la noche cuidándote, ya sabes, cambiando los paños para que no te subiera la fiebre y calmándote cada que parecías pasarlo mal en tus sueños.
Ah me gustaría agradecerle, ¿dónde puedo encontrarlo?
No te preocupes por eso, no creo que lo vuelvas a ver, él es alguien que en realidad no debería salir nunca de sus labores, no se como es que te encontró anoche, si se supone que no puede andar por las calles, así como si nada.
Vaya parece ser o alguien importante o algún prisionero. Alce la ceja como cuestionando a cuál de las dos personalidades pudo ser mi salvador.
Digamos que fue alguien que paso en el momento justo por las calles justas
Bueno, entonces ¿me dirás tu nombre? Digo para poder agradecerte al menos a ti
Ryoga Hibiki
Muchas gracias por todas tus atenciones Ryoga, espero que al menos tu puedas darle el recado a mi salvador
Me acerco mis ropas o lo que quedaba de ellas, se sentían húmedas, encima de ellas había un pantalón, no estaba acostumbrada a usar ropa que no fuera mía, pero en ese momento realmente lo agradecía. Después de comer sentí que recuperaba mis fuerzas pude ponerme en pie y colocarme los pantalones, en lo que me vestía Ryoga salió de la cueva. Lo alcance a unos pasos de ahí. Traía un pequeño jarrón con agua, me ofreció beber de el, el agua estaba fresca y cristalina, despertó todos mis sentidos. Comenzamos a andar rumbo al puerto, note que vigilaba nuestros pasos, tratando de ver si alguien o algo nos seguía, casi no hablo en el recorrido. Nos despedimos en la entrada del camino que llevaba al puerto, por alguna razón él no quería que nadie lo viera, nos inclinamos a modo de reverencia y nuevamente le di las gracias, ojalá pueda volver a verlo, y ojalá en circunstancias más amistosas. Camine hacia mi pequeña embarcación y mientras hacia el recorrido no pude evitar pensar en la persona que me salvo, debe ser realmente fuerte como para acabar con tantos hombres él solo, ojalá me hubiera dicho su nombre, en fin, si es verdad que no lo volveré a ver no queda más que desearle lo mejor. Encontré mi barco pesquero siendo atacado por las gaviotas, como no baje la mercancía el día anterior seguramente ya la estaban devorando, lo que significaba que era un día de trabajo perdido, subí en el y toda mi pesca del día anterior la tire por la borda, las gaviotas siguieron pescando, tenia el tiempo medido para poder justar lo de dos días. Manos a la obra
