El reto de mi adorada Akeemi, dibujante de unos mishiros que te caes de espaldas (l) No sé si la historia era como quiere, pero su petición me hacía mucha ilusión. Lo que voy a partirla, porque quiero escribir todas las ideas.
Su petición fue la siguiente en el foro Proyecto 1-8:
Koushiro no es tu clásico chico japonés, es raro, inteligente, pelirrojo y además adoptado. Por ello desde niño notó de sobremanera las diferencias entre sí mismo y los otros, como resultado de su fijación no puede hacer amigos o llevarse bien con los demás. Al sentirse tan ajeno a este mundo empieza a crecer en él un rencor y apatía a la tierra, se podría decir que también a la vida misma. Se siente como un extraterrestre y paría... cuando un día en su cuarto irónicamente aparece un VERDADERO alienígena, Mimi, que viene a aprender las costumbres terrestres y necesita de su ayuda. Ella cambiará el punto de vista amargo que Koushiro generó de la vida mientras este pasa horrorosos bochornos al tratar de ayudar a Mimi, que no entiende absolutamente nada de la tierra. (Puedes modificar lo que quieras para que te resulte más cómodo, se que es super AU).
Datos del fic:
Título: Amor de las estrellas.
Pareja: Mishiro.
Ranking: M
Género: Romance/ humor y drama.
Advertencias: Maltrato escolar, bulling, daños mentales. Suicidio. Humor absurdo.
Datos a tener en cuenta: Ooc, IC.
Disclaimer: Los personajes usados ni Digimon me pertenecen. Los OC's síp.
I
Contacto.
Humano y extraterrestre
Koushiro Izumi. 18 años. Odia el mundo. La humanidad. Es un extraterrestre. No encaja. Defectuoso: Es adoptado. Ni sus padres lo quieren.
Las palabras de su perfil en el foro brillaban como luces en medio de un océano oscuro en la pantalla de su ordenador. Koushiro movió los dedos por encima de las teclas sin presionarlas, solo para jugar con ellas. Su fiel ordenador que había mejorado a su comodidad. Que casi podía meterse en el pentágono de ser necesario y ni se enterarían.
Era lo único que llegaba a comprenderle. Por desgracia, solo era una aparato lleno de cables, placa base y disco duro entre otras cosas. Nada que irradiara calor una vez se desconectaba. Tampoco le abrazaba por las noches ni le consolaba cuando necesitaba palabras de apoyo.
Ni siquiera en esos momentos, que jugaba peligrosamente con un cúter, le interrumpiría. Lo único que lo haría, sería su correo timbrando porque ha recibido un mensaje con su excelente boletín de nota. Que lo único que no le permitía sacar excelentes eran los trabajos grupales.
Cerró los ojos y por su mente divagaron diferentes situaciones. A cual peor. Ser inteligente podía tener sus ventajas, pero te convertía en el bicho raro al que debías de subirle los pantalones, encerrarle la cabeza en un retrete y tirarle la mesa por la ventana con la palabra idiota mal escrita en él.
Ser bajito daba motivos a los demás para meterte en la taquilla. Para lanzarte como si fueras un bolo contra las mesas y servir de mesa de café. Cuántos cafés calientes pusieron sobre su cabeza.
Y ser adoptado tampoco ayudaba. Para los demás era un paria al que ni siquiera sus padres amaron. Fue un recogido por unos padres que querían usarle como suplente de su hijo perdido.
Y todos sabían lo que ocurría cuando un japonés tenía el cabello natural pelirrojo. Koushiro apretó los dientes al recordar las diferentes vejaciones que sufrió. Ser encerrado en un cuarto de deportes, desnudado y que todos vieran su sexo tan solo para comprobar que realmente era pelirrojo y no un teñido. Estuvieron riéndose de su sexo durante meses.
Desde luego, ninguna chica quería verle más allá de un compañero de clases, extraño. Lentamente, empezó a obtener el terrible apodo de extraterrestre y así se sentía.
Incomprendido. Despreciado. Horrible. Una basura de ser humano.
Miró el cúter entre sus dedos. Subía y bajaba el cierre de seguridad, sacando las afiladas hojas puntiagudas. ¿De qué servía seguir viviendo? ¿Para qué había nacido? ¿Qué iba ser su cometido en el mundo?
Repentinamente, criar malvas le parecía lo más lujoso para alguien como él.
Se remangó la sudadera y miró la muñeca. Había leído mucho en internet acerca de la experiencia. No sabía si sería cierto. La sola idea del dolor a veces era algo que no le agradaba. A nadie más bien. Pero la vida dolía más, con sus bofetadas.
Le dio la espalda al ordenador, mirando hacia la puerta que tenía el seguro echado. Sus padres tardarían quizás unas horas en darse cuenta que algo sucedía. Pero tampoco entrarían al ver el seguro. Su padre solía regañar a su madre y alegaba que él ya estaba en una edad de necesitar espacio. Como si nunca lo hubiera tenido.
En resumidas cuentas, su madre quizás insistiera horas más tardes, cuando viera que no había dejado la bandeja para la cena. Puede que forzaran la puerta. Y posiblemente, se compadecerían de que les hubiera manchado de sangre la alfombra.
Suspiró. Lo sentía por ellos, pero no podía seguir viviendo.
Pero… si Koushiro hubiera prestado más atención, quizás hubiera pensado que el deslumbrar de un foco en su habitación tenía algo que ver más que con un coche que pasaba en la calle e iluminaba su habitación oscura. Si se hubiera preparado, no habría tenido la sorpresa de verse contra el suelo, el cúter resbalar de sus dedos, cortándole el pulgar y caer de bruces mientras alguien parecía satisfecho con taconearle la espalda.
…
—Aquí número 23894, localización; planeta tierra. He arribado la perfección. Aunque este lugar es extraño. ¿Pueden escucharme?
Miró atentamente hacia la lejanía mientras esperaba sentir el cosquilleo en su oreja izquierda. Puntiaguda y llamativa. Sus huesos timbraron cuando sintió la voz monótona.
—Número 23894. Recibido. Localización total: Japón. Tendrás que cubrirte con una piel asiática. Te hemos enviado los datos necesarios. Buena suerte.
La comunicación se cortó a la par que sentía toda su piel transformarse. De azul cambiaba a rasgos carne como humanos. Sus ojos se empequeñecieron. Su nariz creció. Sus orejas encogieron, ligeramente de punta al final. De su calva crecieron largos y frondosos cabellos castaños. Se miró las puntas con sus nuevas manos e hizo un gesto de satisfacción.
Un tatuaje final, en la parte interior de su brazo derecho, le indicaba el nombre terrestre.
—Mimi Tachikawa. Comprendo. Idioma, aprendido. Calidad del aire…
—Disculpe que la interrumpa. Pero… ¿podría dejar de taconearme la espalda?
Miró hacia los lados. Una habitación oscura y revuelta, con ropa a diestro y siniestro. Libros y aparatos electrónicos por todos lados. ¿De dónde había llegado la voz? Se miró los pies. Ahora planos y deformes con esos dedos extraños. Y bajo estos, una figura.
—¡Oh! — exclamó a la vez que probaba sus nuevas cuerdas vocales. Se arrodilló junto al ser humano—. ¿Qué hacías ahí? ¿Es algún tipo de costumbre, ritual? ¿Recostarse contra el suelo es cómodo?
El sujeto se incorporó, mirándola con dos ojos negros fríos y acusadores. Tenía el cabello pelirrojo despuntado y descuidado. Su piel era blanca y olía ligeramente a algo extraño. ¿Sudor? Ella no podía entenderlo del todo, le faltaban datos y era por eso que estaba ahí.
—¿Quién eres? — cuestionó el espécimen humano. Por su tono de voz, era muy diferente a ella—. ¿Qué haces en mi dormitorio?
Ella sonrió y mostró su nueva caja de dientes.
—Soy Mimi. Mimi Tachikawa. ¿Tú eres un varón humano?
—Sí. ¿Qué? — exclamó retrocediendo hasta chocar contra la pared. Mimi rio—. ¿Qué demonios? Has aparecido en mi cuarto como si nada. Haces preguntas extrañas. ¿Qué eres?
—Pese a tener miedo, haces demasiadas preguntas— protestó inflando los mofletes—. Soy yo quien debería de hacerlo. Que para eso soy el extraterrestre. Deja a una chica ser como es. Por otro lado…
Alargó una mano y atrapó una camisa naranja en sus nuevas manos. Mientras el chico tartamudeaba como si acabara de enterarse que está a punto de morir y desprendía cierto olor a miedo y otro con ese extraño toque desagradable.
Tiró de la camisa hasta levantarla y vio el abdomen que, pese a ser plano, no era tan musculado como le habían explicado en los varones. Así que comenzó a dudar. Solo había un modo de comprobarlo.
..
Koushiro tenía un caos en su mente. Podría ser un genio buenísimo, tener un coeficiente superior. Ser capaz de sacar la raíz cuadrada más larga del mundo. Montar y desmontar un súper ordenador en nada. Pero en cuanto a mujeres; eres un fiasco total.
Y mucho más, si añadimos que la menda lerenda, acababa de aparecer en su habitación, sobre su espalda y alegaba ser un extraterrestre. Sí. Esos que se suponían eran puramente extraños, daban terror y no tenían formas de mujer, completamente desnuda y con unos, había que reconocer, atributos increíbles.
Añadiendo, manos largas. Porque con qué rapidez echó manos a sus pantalones y con total tranquilidad y curiosidad, tiró de ellos para meter su mano y tantearle sus partes.
Koushiro gritó puramente de sorpresa y sin poder retroceder por la pared, la miró estupefacto. Tenía más fuerza que él y le estaba siendo imposible deshacerse del agarre.
—¿Eres un macho entonces?
—Sí, demonios— protestó tirando de su muñeca en vano.
El extraterrestre, que decía llamarse Mimi Tachikawa, continuó magreándole sus partes, buscando algo que no parecí encontrar, con sus ojos fijos en él, cargados de curiosidad.
—P-pará— rogó jadeante.
Sentía el rubor en sus mejillas, el aliento intercalándose en su garganta y como su miembro intentaba despertar en la mano de la mujer. Pero los recuerdos lo asaltaron y al instante, la dichosa broma comenzó a sentirse nauseabunda. Las lágrimas, extrañamente, se agolparon en sus ojos.
La hembra retrocedió la mano, mirándole con curiosidad.
—¿Por qué sale agua de tus ojos?
Él se los frotó con rabia, tiró de los pantalones y gateó por el otro lado hasta caer con torpeza sobre la cama. Desde su punto de vista, pudo ver el trasero femenino y lo que seguía, desviando la mirada con cierto dolor.
Medio hombre.
—¿Koushiro-kun?
Unos golpes en la puerta lo alertaron. Se frotó el centro del pecho y mientras se ponía en pie, vio a la chica ir tan rápido hacia la puerta, que apenas pudo hacerle un placaje para retenerla.
—¡Estoy bien, mamá! — avisó.
—Es que… me pareció escucharte gritar y…
—Es con el ordenador, tranquila. Siento haberte molestado.
Su madre tardó un poco en alejarse de la puerta. La chica extraterrestre le miró con una ceja alzada.
—¿Por qué no has abierto la puerta?
Koushiro se frotó las sienes.
—No puedes aparecer delante de todo el mundo desnuda. ¿Qué clase de extraterrestre eres?
A esas alturas, tenía que creerla. No era presa de ninguna borrachera. No tenía un agujero en el techo de su casa. La ventana estaba cerrada y desde luego, era imposible que la gente saliera a través de un ordenador porque sí.
Estaba luchando contra su sed de conocimientos nuevos y la idea de diseccionarla.
—Mi planea está a más de 548.350,201 kilómetros de distancia de la tierra. Detrás del sol. No podríais acercaros. No tenéis la capacidad de traspasarlo. ¿Qué haces?
Koushiro casi se había metido dentro del armario en busca de algo de ropa limpia. Cuando atrapó una camisa que nunca jamás hubiera comprado él, roja y chillona, junto a unos vaqueros que años atrás le habían quedado pequeños, volvió a aparecer.
—Ponte esto.
—¿Por qué?
—Porque la gente va vestida en este planeta— explicó. Luego le dio estúpidamente la espalda.
Medio hombre.
—Así que tendríamos que atravesar el sol para llegar hasta tu planeta, dices.
—Así es— confirmó ella. Escuchó el sonido de la ropa—. Esto es extraño para ponerse. No le encuentro sentido.
Koushiro se atrevió a mirarla de reojo y casi estalló en carcajadas. Se había colocado los vaqueros al revés y la camisa. Se acercó y tiró de las zonas oportunas.
—Esto va delante. Y esta parte también. Se abrochan.
Ella asintió y miró las prendas con el ceño fruncido.
—Son algo feas.
—No tengo otras de tu talla. Creo.
Receloso, se dio cuenta de que apenas era unas pulgadas más alto que ella. Ridículamente imperfecto hasta para una extraterrestre.
—¿Por qué has aparecido en mi casa?
—El punto de llegada no representaba nada importante— explicó ella de nuevo vistiéndose—. Solo llegué. ¿Qué hacías tú en el suelo?
Koushiro miró con tristeza el cúter en un rincón. Ahí, tirado sobre la moqueta. Se agachó y lo tomó.
—Quería recoger esto.
Una leve mentira. Ella no tenía por qué saber que estaba a punto de suicidarse. No importaba tampoco. Guardó el cúter dentro de un cajón del escritorio y dio un respingo al notar que sus manos palmaban su trasero. Koushiro se revolvió, avergonzado.
—¿Por qué tanto toqueteo?
Ella sonrió inocente.
—En mi planeta los machos no son tan divertidos. No tienen curvas tan interesantes y tampoco tienen un gusano que se les levanta cuando están excitados.
Koushiro sintió que hasta las orejas le ardían. Por un momento, la loca idea de hacerla ver que era el único espécimen masculino en la tierra le cruzó la mente. Pero tan pronto como apareció en su mente, la desechó. ¿Qué iba a pedirle, que se lo llevará con ella?
—¿Y las mujeres como son? — cuestionó para quitarse la imagen mental de ser calcinado por el sol—. Pareces muy humana.
—Llevo un disfraz, simplemente. Mis gustos son cómodos. ¿Verdad? Me dieron a escoger entre varias mujeres, a cuál más vulgar. Esta es preciosa.
Jugueteó con sus cabellos, esbozando una sonrisa divertida. Parecía tan natural, tan ella misma. Sin que llevara encima una piel que al parecer, no le pertenecía.
—¿Quieres ver mi forma real? — aventuró sonriendo traviesa—. Mira que eres picarón.
—¡No! Yo…
—No mientas. Puedo olerte.
—¿Olerme?
Ella asintió.
—Sí, olerte. Hueles algo raro.
Koushiro se olisqueó y la realidad le golpeó como un buzón en plena cabeza.
—Tengo… falta de agua. Solo eso— reconoció ruborizado. ¿Cuánto hacia que no se duchaba?
La chica simplemente ladeó la cabeza hasta que sus ojos dieron con la ventana. Caminó a zancadas y abrió. El aire frio les golpeó las mejillas y las orejas. Koushiro lo agradeció para cubrir el calor de su vergüenza.
Hasta que, entonces, ocurrió el primero de los problemas que acontecería desde que conoció a esa mujer.
Extraterrestre. Hembra.
Mimi Tachikawa.
Acababa de saltar por la ventana desde un tercer piso.
Continuará...
Notas de autora:
Sé que el principio es algo Dark, pero luego irá apareciendo lo divertido de la petición :3 Espero no lleve más de dos capítulos.
Akeemi, siento que sea horrible QnQ
