Era muy tarde aquella noche cuando termino el ensayo, el otro integrante se había marchado temprano por "problemas personales", por lo que solo se quedaron ellos, ordenando la sala. Cato guardó sus cosas en silencio; este minuto era incomodo, sólo hace unas semanas se había desatado el escandolo, lo había dicho, el secreto que por años había ocultado bajo muchas llaves. No había esperado que esto pasara, estar a solas con él. Se sentó en una silla y se puso a mirar al guitarrista, fijándose en cada detalle de su anatomía; se odió a si mismo, se odió por qué de todos los hombres del mundo quererlo a él, a aquel guitarrista que le era inalcanzable, -¿por qué?- se preguntaba. Antes de que el moreno se percatara de era observado, se puso a mirar el suelo, nervioso, esto no podía seguir así, debía olvidarlo, pero no era capaz y muy en su inconsciente no quería, no quería olvidarlo, era perfecto para él, sus ojos café, su piel morena, su pelo crespo y largo, las caras que ponía al tocar su guitarra, pero tenía que olvidarlo; por eso se marcho sin hacer ruido dejando la plata de la sala sobre aquella silla.
Luego de unos minutos el moreno guitarrista miró a su alrededor y pensó: -¿a dónde se fue?-. Vio la plata la sacó y pago, yendo a su casa.