Disclaimer: los personajes no me pertenecen, ya quisiera yop y los uso sólo para fines de entretenimiento y pq me gusta esta pareja.
Hola a todos, aquí les traigo un fic nuevo con una canción de Intocable (los mexicanos deben saber quienes son) Es del disco "X" y espero que les guste. La historia se desarrolla en la época actual, Aome e InuYasha se conocen desde la secundaria y por ahora ella tiene 20 y el 25, ella sigue en la universidad y él salió hace tres años. InuYasha y Aome son los mejores amigos, y comparten muchas cosas, salvo el agrado por Kikyo (ascooo!)... suspiro, Kikyo acaba de dejarlo y él está destrozado. Veremos que pasa :D.
Datos de interés:
Negritas: Canción.
Cursiva: pensamientos.
Normal: Es la narración por parte de InuYasha.
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Es tu adiós esa sorpresa que nunca esperaba,
Siento que me quedo a oscuras y no entiendo nada,
Y mi voz no reacciona casi pierdo el habla
Al escucharte decir que por fin te marchas
Siento que son tus palabras filosas espadas,
Que se clavan en mi pecho y desgarran mi alma
Quizá debo comprender que ya no me amas
Escondiste muy bien tu verdad siempre agachando la mirada.
Prefiero no escucharte más
Prefiero no saber quien eres
Quien me arrebató tu alma de mi alma.
Porque si hoy te vas de mí
Es porque nunca te importó
De que me sirve escuchar argumentos
Si solo hieres más mis sentimientos.
Porque si hoy te vas de aquí
Es porque en ti nunca hubo amor
Se te hizo fácil destruir los sueños
De quien tan solo se sintió tu dueño.
No imaginé un final así
Fingiste amor y te creí
Cuando en mis brazos decías amarme
Y no era así.
Se levantó con lentitud, su cabello negro caía sobre su espalda, siempre impasible y serena. Giró su rostro hacia mí y vi en sus ojos esa frialdad que tanto la caracterizaba, pero que siempre quise pasar por alto... desde hace mucho que la vengo viendo y ya es bastante usual, pero ya me harté. Sé que se va, acaba de decírmelo y aunque intento no pensar en lo que siento, escucharla decir que por fin se marcha me está costando mucho, tanto que ya no puedo ni hablar, mi garganta se cierra y mis ojos comienzan a arder… ¿Llorar yo? El grandioso InuYasha lloraría por esa mujer… ¡Ja!
- No te vas a poner a llorar, ¿cierto? –dijo altiva.
- Eso a ti no te importa –respondí con asco.
- Eres tan... fácil de complacer... unos cuantos gemidos de placer y voilá, eres dócil -rió con frialdad-. ¿Pensaste que te amaba? Jajaja… -mis ojos se abrieron sorprendidos-. ¡Oh! Sí lo hiciste.
- Si no tienes más que decir, lárgate... -espeté molesto.
- Claro, 'mi amor'... sólo quiero verte caer... –
- ¡Lárgate! –me levanté furioso del sillón, esa mujer me estaba sacando de mis casillas.
Tomó su bolso y se dirigió a la puerta, desde donde me sonrió con falsedad y arrogancia... ¿cómo pude llegar a amarla? Pero desde ahora ella está muerta… ¡muerta! Para no saber de ella, para desconocer su rostro por la calle. Me envió un beso con su palma, como si me importara y apreté mis puños con fuerza, haciéndome daño con las uñas; todo se lo di, mis pensamientos, mis besos, mis caricias y ahora estaba frente a mí prepotente y altanera.
- ¡¡LÁRGATE! –gruñí, ya no quería verla, me estaba haciendo daño el sólo tenerla ahí parada.
Cerró la puerta luego de dedicarme otra sonrisa igual o peor que la anterior. Y entonces, cada recuerdo se agolpó en mi mente: cada mirada con esos ojos oscuros que a veces llegaban a helarme la sangre, su voz ahogándose cada vez que hacíamos el amor... momento, eso no era 'hacer el amor', lo que nosotros teníamos era simple 'sexo', nada de palabras al oído, o caricias antes de entregarnos, era puro placer.
Dejé caer mi peso sobre mis rodillas, no quería saber nada, sólo deseaban lograr derrumbarme en soledad, pero el destino no lo quería así. Mi móvil sonó desde la bolsa de mi pantalón, lo cogí con desgano, no quería hablar con nadie, pero entonces vi el número y el nombre de quien llamaba: Aome. Esa chiquilla que a pesar de la diferencia de edades (5 años) era mi mejor amiga. Estuve tentado a no contestar, pero algo dentro de mí me hizo que oprimiera el botón de color verde.
- ¿InuYasha? –su voz sonó preocupada, ¿cómo sabía cuando llamar?
- ¿Sí? –y mi voz, a diferencia de la suya sonó tan distante y fría que me sorprendí de mi mismo.
- ¿Estás bien? Estoy por tu departamento y… –No, Aome, no lo estoy… pero debo fingir que sí-. No digas nada, por alguna razón siento que no lo estás, ¿necesitas algo?
- ¡Ven! –exigí de inmediato-, por favor… -quise no sonar tan desesperado.
- De acuerdo, no tardo.
Luego de cortar la llamada apagué el móvil, de verdad que no quería saber de nadie más, a ella se lo permito porque siempre ha estado ahí, a pesar de las groserías que he llegado a hacerle ella siempre me perdona y yo suelo volver a herirla. Me senté en el suelo y recogí las rodillas… ¡Dios! Cómo dolía, Kikyo jamás sintió algo por mí, todo era una vil mentira; mis ojos ardieron de nuevo, pero no… no derramaría una lágrima mucho menos por ella… por esa… mujerzuela de segunda.
Aome no mintió, en cuestión de diez minutos tocaba el timbre de mi departamento y yo si ganas de abrir sólo gruñí un débil "- Pasa", ella tenía una copia de mi llave puesto que nos teníamos tanta confianza que a veces pasábamos noches enteras en conversaciones sin sentido. Abrió la puerta con sigilo y asomó la cabeza por un lado, vi esos ojos color chocolate y su cabello negro azabache cayó por un costado, ondulándose ligeramente. Me buscó con la mirada… de nuevo preocupación en esos ojos... No sufras por mí, no me mires así. Clavó sus ojos en mí y me dedicó una tierna sonrisa y un suspiro de alivio, cerró la puerta y se acercó a mí, se colocó de cuclillas a un lado y me miró.
- Hola –me dijo algo bajito-, ya estoy aquí.
Asentí con la cabeza y no le di mucho tiempo de preguntar que sucedía, solté mis rodillas y la abracé; necesitaba refugiarme en su abrazo, en ese abrazo de mi mejor amiga que siempre ha sabido entenderme. La sentí caer al suelo de rodillas y me escondí en su pecho y la sujeté con fuerza, embriagándome de su olor; sentí sus manos colocarse en mi espalda y me arrullaba como si fuera un pequeño cachorro. Cachorro, de vez en cuando Aome me llamaba así por el significado de mi nombre (Demonio perro).
- Tranquilo… sh, sh… aquí estoy -me dijo y depositó un suave beso en mi cabeza.
Me pregunto, ¿por qué eres tan noble amiga mía? Me separé y tomé sus manos, ella me sonrió una vez más. Una de sus manos se dirigió a mi mejilla y retiró lo que parecía ser una única lágrima, la vi tallarse los dedos y apretar su puño, era su forma de guardar esa lágrima para ella, aunque no fuera por ella. Siempre tan buena y también testaruda.
- ¿Qué pasó? –me preguntó.
- Nada, Aome… nada.
- InuYasha, no me mientas… ¿qué pasó? –suplicó-. La verdad es que no tiendes a pedirme de buenas a primeras que venga nada más porque sí…
- No hubieras venido –le dije fríamente y solté sus manos.
- InuYasha, no es reproche… tuve un mal presentimiento y sé que no estás bien –me dijo con dulzura tomando mis manos de nuevo-. Por eso estoy aquí, porque un amigo necesita de su mejor amiga…
La miré por unos minutos, ¿por qué me perdona tantas veces? Mi mirada, que era dura y fría, se suavizó poco a poco con sus ojos preocupados, tanto, que mis ojos se apagaron. Acarició mi mejilla de inmediato y me volvió a sonreír, sólo como ella sabía hacerlo; por un momento todo se me olvidó… sólo era ella y sus ojos, y ese particular aroma que desprendía.
- ¿Quieres contarme qué sucedió? –su voz me trajo de vuelta al departamento y asentí en automático. Algo había en ella que no me permitía mentirle-. Ven, vamos a la cocina, haré un poco de café.
Se levantó del suelo y me tendió la mano para acompañarla, la tomé y me incorporé, pero a veces no mido mi fuerza y esta ocasión fue una de ellas, la sentí precipitarse hacia mí, lo cual nos hizo perder el equilibrio. Caímos sobre el sillón de la sala, su cuerpo sobre el mío.
- Jajaja… ¡eres un tonto! Nunca mides tu fuerza –por alguna razón escucharla reír aplacó mi dolor.
- Lo siento –murmuré y le di una media sonrisa.
Nos levantamos de nuevo, dirigiendo nuestros pasos hacia la cocina. La vi pasearse por ella, abrir puertas, sacar la cafetera, un par de tazas, un bote de cristal con azúcar, la leche y una cuchara. Hacía tanto que no la veía en MI cocina haciendo un poco de quehacer que ahora me parece increíble, la he descuidado tanto, pensé. Colocó frente a mí la taza con el café humeante, di un sorbo y sonreí al darme cuenta que me conocía como la palma de su mano.
- Conoces cada detalle sobre mí –le dije.
- Si no lo hiciera, entonces no sería tu mejor amiga –me dijo sonriente-. Vamos, InuYasha, ¿qué te pasó? –mi mandíbula se tensó y ella logró notarlo puesto que tomó una de mis manos y entrelazó sus dedos con los míos-. Sea lo que sea, aquí estoy.
- Ki… Kikyo me dejó… se ha marchado –sentí como apretaba con fuerza mi mano, ¿le molestaba? No es que ambas se llevaran muy bien, de hecho no se podían ver ni en pintura-. Pero… creo que… es lo más sano –le dije aún con la mandíbula tiesa.
- ¿Sabes? Eres malísimo mintiéndome, sobre todo a mí… -me miró con dulzura-, sé que te duele, y el dolor no se irá hasta que tú decidas que se vaya. Te lo dice una persona que sabe de eso… -¿tú, mi pequeña amiga? ¿Quién te ha hecho sufrir para matarlo?-. Kouga me lastimó mucho y aunque fue difícil reponerme, me di cuenta que o tenía la decisión en mis manos, podía seguir sufriendo o seguir adelante… y mírame, sobreviví.
La escuché hablar de cómo había superado cada etapa desde su rompimiento con Kouga… ese tipo era como un lobo sarnoso, siempre metiéndose en dónde no le llamaban, hiriendo a mi mejor amiga… Yo también la he lastimado, que tonto he sido, sin querer le he hecho daño y yo quejándome de lo que 'esa' me estaba dañando. Terminé mi taza de café y le sonreí.
- Gracias –le dije.
- No tienes porqué darlas, para eso estoy… siempre he estado –lo último lo dijo en un suspiro, el cual alcancé a percibir ligeramente. Había nostalgia y dolor en sus palabras, ¿por qué nunca me lo reprocha? Nunca he escuchado de sus labios el reclamo de haber perdido contacto con ella a causa de mi relación con Kikyio.
- ¿Por qué? –pregunté casi sin pensar.
- ¿Por qué, qué? –me dijo sorprendida.
- ¿Por qué no te has cansado de mí? Cualquiera que estuviera en tu lugar ya me hubiese mandando al carajo.
- Porque yo no soy cualquiera –me dijo-, eso debes saberlo.
- Sí… lo sé. Eres única, y la mejor de todas –le dije con sinceridad.
- Y la única que no se ha acostado contigo, mi querido amigo –me dijo con sorna.
- Pues porque no te has dejado –le respondí.
Extrañamente, hablar con ella de ese tema era muy divertido y era verdad, Aome era la única persona con la que no había ni siquiera pensando en intimar, es mi mejor amiga y siempre la he visto como tal. Nos reímos como idiotas, definitivamente estar con ella me hacía pensar que nada podía salir mal y que nadie más me iba a lastimar.
- ¿Quieres salir? –me preguntó, recogiendo las tazas de la mesa.
- No, no tengo ganas –Aome me observó y se encogió de hombros.
- La verdad es que yo tampoco –se rió-, ¿quieres que vaya por unas películas?
- No vas a desistir, ¿verdad? –se limitó a negar y reírse-, entonces me doy por vencido, ve por las películas.
- Nada de eso, corazón, IREMOS por las películas –me dijo terminando de secarse las manos, después de haber aseado los trastes.
- Aome… -me quejé.
- No seas así… ¡vamos!
Me tomó de la mano y literalmente me arrastró hasta la salida del departamento y luego a su auto. Prácticamente me sentó y me abrochó el cinturón para luego subir ella a su lado; condujo hasta un lugar donde rentó las películas y finalmente regresamos a casa. Al llegar se metió a la cocina, metió una bolsa de palomitas al horno y sacó unas bebidas del refrigerador. Regresó. Colocó el tazón y las bebidas en la mesa, dedicándose a quitarse la chaqueta de mezclilla y los zapatos… que costumbre la de ella; la observé unos instantes, su diminuta blusa de tirantes ceñida a sus curvas, esos senos perfectos detrás de aquel pedazo de tela, su largo cuello y su piel pálida; sus ojos color chocolate, su nariz respingada y sus labios rosados.
- Cachorro…. -su vocecita cantarina al pronunciar mi sobrenombre me sacó de mis pensamientos libidinosos con ella.
- Tenías mucho de no llamarme así –le dije.
Sin pensarlo la sujeté por la cintura y la jalé hacia mí. Cayó sobre mí, entre mis brazos, lo cual no me molestaba en lo absoluto. Se giró a verme enfurruñada, como reclamándome que siempre le hacía eso; luego sólo se limitó a mirar mis ojos suavizando su mirada, poniendo una cara de ternura que no había visto en ella, que descuidado. Sin embargo, mi corazón seguía muy dolido y vi a esa mujer que tanto me había lastimado reflejada en su rostro. Su rustro pálido minutos antes de entregarse cada noche que nos 'amábamos', vi sus ojos oscuros mostrando frialdad antes de irse y su sonrisa arrogante en esos labios. Cerré mis ojos con molestia, sujetando la cintura de aquella mujer con tanta fuerza que le hacía daño, pero no me molesté en soltarla. Esa maldita mujer me había hecho sentir una basura y ahora estaba entre mis brazos. Sorprendido, sentí que se estremecía bajo mis brazos.
- ¿InuYasha?
Esa voz… esa voz no es la misma que la de esa mala mujer, suena mucho más cálida y a la vez angustiada; ¿Y esta caricia en mi rostro?, parece tan ajena, tan tibia… ¿quién me toma con tanta ternura? Abro mis ojos con lentitud y la persona que está entre mis brazos no es Kikyo, sino Aome, mirándome con angustia y sus ojos chocolates estaban llenos de lágrimas, de seguro la estoy lastimando… soy un tonto. Aflojé el agarre, pero no la separé de mí sino que al contrario la abracé con cuidado, escondiendo mi rostro entre la curvatura del cuello y el hombro.
- Perdóname… discúlpame… soy un tonto, no mido mi fuerza –Aome se abrazó a mí y sollozó en silencio-, lo siento, Aome, no quise lastimarte… es que… yo…
- La viste reflejada en mí –dijo en un susurro ahogado-, siempre he sabido que Kikyo y yo nos parecemos, pero nunca pensé que llegaría a tal grado… creo que será mejor que me vaya –¿Irte?¿irte mi pequeña niña? No, no te vayas… no quiero que se vaya.
- ¡No! Por favor, no te vayas… no me dejes solo… no tú.
Me abracé a su cuerpo, por favor que ella no se aleje sería lo peor… Siento que se relaja entre mis brazos y la escucho dejar de sollozar. Se separa de mí escasos centímetros y me mira con dulzura.
- De acuerdo, no me iré… -me susurra antes de volver a abrazarme.
Y ambos nos quedamos sumidos en este abrazo, ojalá pudiera quedarse así por siempre… para que nadie más me lastime, para ya no sentir nada… prometo que sí ella se queda conmigo, yo seré la persona más humilde del mundo.
Porque si hoy te vas de mí
Es porque nunca te importó
De que me sirve escuchar argumentos
Si solo hieres más mis sentimientos.
Porque si hoy te vas de aquí
Es porque en ti nunca hubo amor
Se te hizo fácil destruir los sueños
De quien tan solo se sintió tu dueño.
