Inicio del Recorrido
- Despierta. He dicho que despiertes.
Shura suspiró y movió las sábanas, haciendo que la chica cayera al suelo.
- ¡Auch!
- Sorda. Levántate inmediatamente -dijo dándole la espalda. Ella se cubrió la cabeza con la sábana (andaba sin máscara) y se levantó del suelo-. Que sea la última vez que te quedas dormida, Zelha.
- No volverá a pasar, Maestro.
Shura sonrió levemente y salió de la habitación, cerrando la puerta tras de sí. Zelha suspiró y se quitó la sábana de encima, estirándose como un gato.
"Demonios... este maldito insomnio me va a acarrear un problema con Shura..." -pensó, mientras se dirigía al cuarto de baño. Se aseó rápidamente, conocedora del límite de la paciencia de su Maestro, el Santo Dorado de Capricornio. Era paciente de hecho, pero era mejor no pulsar sus cuerdas o se arrepentiría.
Mientras se vestía, reflexionó sobre el viaje que había hecho el día anterior. Definitivamente, desde Los Pirineos hasta Grecia, es un camino muy largo como para no estar molido al día siguiente. Y cómo no, si Shura la hizo correr un largo trecho hasta tomar un tren, que los llevaría al puerto para tomar el barco hacia Atenas y al Santuario de la Diosa de la Sabiduría.
Se recogió el cabello en una alta cola de caballo, despejándose la cara. A continuación, la máscara. La había portado desde que Shura la tomó como discípula. Extrañamente, no recordaba que Shura hubiera visto su rostro y/o comentado sobre éste. Suspiró al ponerse la liviana placa de metal. Se sentía presa dentro de la máscara, no importaban cuántos años hubieran pasado utilizándola. ¡Maldita ley de las Amazonas!
Maldijo entre dientes, mientras se ajustaba las botas. Seguro Shura estaría frente a la estatua de Excalibur esperándola pateando con un pie rítmicamente. Debía apresurarse.
Zelha salió disparada de la habitación y llegó a la estatua de Athena dándole la Sagrada Espada a su Caballero más fiel, dándose cuenta en el acto que no había nadie allí.
"¿Dónde estaría Shura?" -se preguntó. Su instinto la hizo voltear en el mismo momento que veía un enorme peñasco venir hacia ella.
- Damn it! -dijo entre dientes mientras reaccionaba con rapidez, interponiéndose entre el enorme proyectil y la estatua, descargando un puñetazo sobre el pedrusco volador y despedazándolo.
- Espero que hayas aprendido tu lección, Zelha -la voz de Shura en los altos del Templo de Capricornio le indicó quién había sido su atacante. Inclinó la cabeza ante él, consciente de que esta vez, Shura fue condescendiente.
- Sí, Maestro.
- Ahora ve, las Amazonas tienen entrenamiento en el Coliseo.
Zelha obedeció al momento, saliendo del Templo de Capricornio en dirección al de Sagitario. El calor de Grecia no se podía comparar en nada a las brisas de Los Pirineos, por lo que apenas había dado cinco pasos y ya sentía cómo la máscara le abrasaba la cara. Maldijo en sotto voce durante todo el camino mostrado por el Templo de Sagitario, sin ser molestada.
Shura le había contado lo que Aiolos, el Santo de este signo, había hecho para salvarle la vida a la joven Diosa Athena, lo que la impresionó muchísimo. "Que en paz sea tu descanso" -murmuró, mientras salía del Templo y se dirigía a Escorpión. Se topó en el camino con un hombre que salía de dicho Templo.Medianamente alto, atractivo, cabellos y ojos azules, mirada atrevida. Sintió claramente los ojos del hombre recorrer su cuerpo, hasta fijarlos en su 'rostro'.
- ¿Por qué no te había visto antes, niña? -preguntó, con una gran sonrisa. Zelha bufó quedamente y movió la cabeza-. ¿Qué?. ¿No me comprendes?
- Sí le comprendí, señor. Soy discípula del Santo Shura de Capricornio. Acabo de llegar de España.
- ¡Ah!. ¡Entonces tú eres la chica que Shura ha estado entrenando fuera del Santuario! Interesante... soy Milo de Escorpión y...--
- Debo irme. Lo siento. Debo llegar al Coliseo para el entrenamiento.
Sin mediar más palabra, Zelha esquivó a Milo y cruzó su Templo velozmente, llegando a Libra de una carrera. Al perder de vista a Milo, suspiró. Nunca se había sentido cómoda con los hombres atrevidos, así que al entrar al pacífico Séptimo Templo vio a un joven meditando en la Sala Central, no se quedó a averiguar quién era. Salió de Libra rápidamente. Se preguntó cómo rayos es que los Santos podían soportar subir y bajar los escalones todos los días, mientras entraba al Templo de Virgo y un poderoso Cosmo la detuvo en su caminata.
- He sabido que eres la pupila del Santo de la Décima Casa -resonó una voz seria en el Templo, para luego liberarla-. Has venido de tierras lejanas,. ¿no es así?
- Así es -respondió ella-. Mi nombre es Zelha, señor Shaka.
- Puedes pasar por mi Templo.
Al salir de Virgo, entró a Leo velozmente, sintiéndose más apurada a cada paso que daba.
- Hola, eres la nueva discípula de Shura,. ¿no? Debes apresurarte,. ¡el entrenamiento es en menos de 15 minutos! -le dijo Aiolia mientras le franqueaba el paso con una sonrisa. Zelha asintió y corrió más rápido, dirigiéndose a Cáncer.
Esto representó un problema, pues el Cuarto Templo era un verdadero horror, con máscaras por todos lados. No porque fueran personas asesinadas, sino por el hecho de ser... máscaras. Por los Dioses...
Sin embargo, tampoco había nadie en ese Templo, lo que hizo que Zelha corriera fuera de ese lugar soltando otro suspiro de alivio. Siguiente casa, Géminis.
La chica se preguntó a dónde la llevaría ese Laberinto que tuvo que atravesar el día anterior, hasta que Shura perdió los estribos y abrió una brecha con Excalibur. Como ella no tenía ese poder, tendría que buscar la salida a la manera antigua: caminando.
Luz y sombras, sombras y luz. Un paso y otro más. Vueltas y más vueltas, hasta que vio a dos hombres idénticos en apariencia frente a ella. Se detuvo y se cuadró en postura de combate. Estaba casi segura de que eso era una trampa.
Uno de los hombres sonrió mientras el otro de encogió de hombros, lo que la confundió. Si era un espejo... ¿por qué reacciones distintas?
- Puedes bajar la guardia, jovencita -dijo el hombre que tenía los brazos cruzados-. Tu Maestro nos avisó de tu presencia. Puedes pasar.
- Espera, Saga -interrumpió el otro-. ¿Vas a dejarla pasar sin siquiera preguntarle su nombre?
- Kanon, es la alumna de Shura -respondió el aludido Saga-. No me interesa su nombre. Vete, niña.
Zelha, detrás de su máscara, alzó una ceja. Bonitas maneras de tratar a una compañera. Bah, no era su problema. Dirigiéndose a la salida, pudo notar de nuevo esas miradas sobre ella, poniéndose más nerviosa. No aguantó más y corrió hasta Tauro, donde sabía que encontraría un amigo.
- ¡Aldebarán! -gritó, mientras entraba al segundo Templo-. Enano,. ¿dónde estás?
- A ver, niña,. ¿cuántas veces te he dicho que no me digas enano? -la reprendió el Santo Dorado de Tauro mientras le daba un pañuelo y la conducía a través del Templo-. Zelha,. ¿qué ocurre?
- Ay... no sé, es que esas miradas de los hombres...
- Ah pues, garotinha, es natural, eres muy atractiva -respondió Aldebarán sonriendo, mientras la chica sentía sus mejillas arder bajo la máscara-. Vale, Zelhis, sabes que eres muy linda... recuerdo que cuando eras una nena te la pasabas entre los árboles de la selva, imitando el gorjeo de los pájaros...
- Alde, eres un...
- Vamos, Aldebarán, no incomodes más a la joven -una gentil voz se dejó oír. Zelha dio un respingo, mientras que Aldebarán sonreía ampliamente al recién llegado. Un hombre joven, de cabellos lila y unos curiosos lunares, correspondió a la muda bienvenida del Santo de Tauro.
- No, Mu, no la estoy incomodando,. ¿cierto, niña?
Zelha lo miró fijamente a través de su máscara, lo que hizo que Aldebarán estallara en carcajadas. Mu suspiró y dirigió su sonrisa a la chica, quien se sintió más nerviosa y se alejó unos pasos.
- No temas... ven, te acompañaré por Aries hasta la escalinata del Coliseo. ¡De prisa, o llegarás tarde!
Ante la mirada aprobadora de Aldebarán, ella no tuvo más remedio que ir con el joven. Mientras atravesaban el primer Templo, Aries, ella lo miró de reojo. Él sintió la mirada y sonrió.
- Soy Mu de Aries, el Santo de este Templo. Aunque me imagino que Shura te lo habrá dicho...
Ella asintió, mientras bajaban los escalones hasta el Coliseo. Zelha se volvió finalmente a Mu.
- Muchas gracias por guiarme, señor Mu.
- No hay problema... y llámame Mu, por favor...
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