Bueno! Gracias por detenerse a leer esta historia! Es mi primer fanfic de Assassins Creed, pero espero les guste.

La historia se ubica poco después del final de AC I y no contiene spoilers de ACII ( no lo jugué aún! -) Tiene por protagonista a mi OC, Esmeralda. :D

Estoy algo traumada porque realmente no es tan largo como esperaba cuando lo escribia (me tomó mucho tiempo XD) así que queda a modo de una humilde introduccion.

Sin más, disfruten!

Capitulo 1.: La respuesta

El Sol naciente terminó por alejar a la oscuridad de la noche en lo que pareció una eternidad. La brisa fresca andaba más libremente, y a la vez más pausada que por la noche, como si supiera que el reinado de la luna por sobre aquella parte del mundo había acabado por unas horas.

Ciertamente, era un bello día de otoño; aunque monótono, los susurros del viento parecían prometer al oído emociones, aventuras, incluso paz.

Un día exactamente igual al que los que le precedieron, carente de rarezas, a su vez lleno de problemas. Al menos aquella joven lo veía de esa forma.

Ni el crudo invierno, tampoco la bella primavera, ni el agobiante verano habían logrado apaciguar la feroz tormenta que acechaba su alma. Ni la brisa del otoño logró elevar sus penas bien alto en el cielo, para que ya nadie las pudiera alcanzar, para que ya nadie las pudiera usar.

Se preguntaba a sí misma con frecuencia cuántas lunas vería huir del sol hasta tener el valor suficiente de regresar con los suyos. Se preguntaba con frecuencia el porqué había escuchado la voz que la obligó a irse. No pasaba un día que no se culpara a sí misma.

Aun así, aquel día era especial. Su obstinación le impedía admitirlo, pero no le impedía sentir cierto grado de adrenalina recorrer sus venas vertiginosamente.

Tal vez las olas de arena que la llevaron a esa ciudad trajeron consigo tantas dudas, preguntas, incertidumbres, que acabó enterrada en ellas, sin poder mover un músculo.

Tal vez aquel día después de todo si sería diferente, emocionante. Tal vez aquel día podía comenzar a salir del tumulto de preguntas.

De algo estaba segura: no habría más incertidumbre ese día.

Sin dificultades, la joven de cabello castaño, oculto por una capucha gris, pasó por los techos de la ciudad, hasta llegar a su destino. Frunció el ceño al contacto directo de la luz del sol con sus ojos. Una vez acostumbrados, pudo ver claramente el punto acordado.

No quiso bajar en seguida, como si quisiera encomendarle al viento toda la incertidumbre que había guardado por tanto tiempo.

Allí estaban los almacenes de telas, junto al de especias como siempre. La joven se preguntaba si nadie había notado que debajo de la farola, atado, estaba un pequeño bolso de cuero, del tamaño de un puño.

Suspiró lo que parecieron sólo dos gotas de oxígeno, y bajó recargada sobre la pared, sin prisa alguna.

En un par de pasos llegó bajo la farola. El bolso de cuero cayó casi al instante en su mano, como si tuviera vida propia. No se preocupó en abrirlo delante de toda la gente, pues sabía que nadie más que ella podría descifrar su significado.

La mano de la joven tomó finalmente el objeto que aguardaba dentro del bolso. Una pluma blanca como la misma nieve, como un trazo blanco, sin brillo alguno, que borró toda incertidumbre, pero también toda expectativa.

No había sido aceptada su solicitud. De lo contrario, la pluma estaría teñida de rojo, con la sangre de alguna víctima reciente.

La joven abandonó el lugar, dejando caer el bolso, conservando la pluma en el bolsillo de su cintura. Ciertamente, dentro de ella la furia contenida era indescriptible, pero no consideraba que fuera el momento ni el lugar para dar rienda suelta a sus emociones.

Ella desconocía por completo que no todo estaba dicho, ni toda suerte estaba echada.