Disclaimer: Los personajes le pertenecen a Meyer, la trama es completamente mía.

-Inspirado en Robsten-

Drowning - Banks

Stay - Rihanna

My Immortal - Evanescence


«Who said it will return to you was wrong?»


Cuando obligas a tu cabeza a echar al olvido un par de recuerdos puedes lograrlo, de hecho puede ser muy simple para algunas personas sentarse en un lugar cómodo mientras el silencio los envuelve, cerrar los ojos y olvidar… La verdad descubrí que lo único que me podía ayudar a no recordar era mantenerme ocupada, con la mente siempre concentrada en alguna tarea en la que no tuviese que pensar en mi vida persona.

Mis amigos me decían que lo mejor que podía ser era parrandear y olvidar de una vez el quejumbroso lío amoroso, ¿Pero cómo lo hacía si él era el motor de todo? Me había acostumbrado a darle una sonrisa cada mañana cuando abría mis ojos para empezar un nuevo día, a excepto de las mañanas en que cada uno se encontraba en continentes diferentes por el trabajo… nada que una llamada telefónica no pudiera arreglar. Me había acostumbrado a pasar mis noches de viernes y sábado junto a mis amigos, pero siempre con su mano entrelazando la mía, o bebiendo del mismo vaso o si la ocasión lo permitía bailar torpemente en una pista de baile improvisada.

Podíamos hacer tantas cosas con tan poco, solo necesitaba magia y nosotros lo hacíamos mágico. Lo lamentable es que nadie nos dijo que los polvitos flu* se terminarían, nadie dijo que el día que se acabaran ya no nos transportaríamos a los lugares que nuestro amor nos regalaba… la luz se estaba apagando.

Pensaba que nuestro afán por crecer en nuestras carreras y el ser demasiado trabajólicos nos estaba pasando la cuenta, estábamos cayendo en la rutina. El estrés podía destrozar las relaciones a niveles increíbles y jamás lo vi de esa forma hasta que arruinó nuestra historia de amor. Tampoco éramos la doncella y el príncipe azul, esas cosas se las podía dejar a los hermanos Grimm* pero al menos lo que teníamos era algo puro y bonito que se destrozó tanto por el trabajo como por la diferencia de opiniones… y el maldito carácter.

¿Qué problema tienes con la privacidad?

No sé cuantas veces me habían preguntado eso y la respuesta era tan simple y certera que no sé por qué me seguían jodiendo.

Yo era actriz y le podía entregar todo mi talento a los espectadores y fanáticos; entregaba todo de mí en cada proyecto segura de que de a poco iba creciendo y que los críticos notaban que ya no era una niña captada por una agente tratando de tener suerte, sino que una reconocida actriz con buen talento. Me maravillaba cuando los esfuerzos daban buenos frutos. No obstante, no comprendía por qué la gente se tomaba el derecho de averiguar hasta el color de mis calzones si debían ser felices con lo que yo les otorgaba de mí, no entendía por qué si quería tirar la bolsa de la basura en el tacho de la esquina habían cinco estúpidos paparazzis tratando de fotografiarme.

¿Qué iba mal?

No era yo, eran ellos.

Hasta si quería comprar golosinas tenía el fastidio de los flashes a mis espaldas.

Esto comenzaba a cansarme y los planes de ocultar los detalles más minuciosos de mi vida se acrecentaban. Comprendía que vivir todo dentro de la casa podía agotar y que muchas veces me daba pena no poder salir como una pareja normal a beber algo una noche cualquiera, me apenaba no poder tomar su mano como si nada o darle un simple beso porque me habían dado ganas.

No podía.

No quería que el mundo se metiera en lo más preciado que tenía.

Si ellos habían arruinado mi privacidad no dejaría que arruinaran mi relación.

Gracias a esos planes de privacidad a lo agentes del servicio de inteligencia vivimos cosas que nadie pensaría que podríamos hacer. Pudimos ver la noche estrellada mientras estábamos recostados en el césped, pudimos meternos a una piscina sin miedo a que hubieran fotógrafos, pudimos bailar en una pista de baile real ocupando disfraces sin que nadie supiera, habíamos caminado tomados de la mano en medio de Los Ángeles una madrugada a la cuatro cuando no andaba ni un alma en pena. Lo había besado sin temor en una sala de cine y hasta surfeamos juntos en una lejana playa en Malibú. Todo gracias a nuestras ideas para evadir el asedio e intentar ser normales… aún así no duró mucho.

Nos comenzamos a cansar de ocultar todo como estuviéramos en la cárcel, de no poder ser normales, pero estaba segura que podía seguir guardando nuestra privacidad. Nos amábamos, ¿Eso era lo importante, no? Se supone que era lo relevante pero cuando intentábamos arreglar eso comenzó el temita del estrés junto con las múltiples discusiones que me dejaban con un horrible dolor de cabeza.

Odiaba discutir con el hombre que amaba y yo sé que pelear conmigo tampoco era su mejor pasatiempo, pero algo más fuerte no nos dejaba soportarnos el uno al otro. Odiaba que cuando él comía sonara tan audiblemente, me molestaba que pusiera la televisión cuando yo estaba leyendo, me sacaba de quicio de que no sacara a los perros a la hora que debía, odiaba que no me escuchara cuando le estaba contando algo importante y al revés, yo sabía que él me detestaba cuando me movía mucho mientras dormía, me odiaba cuando hacía sonar la leche en mi boca al beberla, lo sacaba de quicio cuando fumaba dentro de la casa y más me odiaba si desordenaba los discos de la sala. Nuestros caracteres estaban que se cortaban con un cuchillo y los proyectos llegaron en el momento exacto a nuestras vidas, quizás pasar tiempo lejos nos haría pensar mejor las cosas, a hacernos entender y extrañarnos otra vez. Pensaba que un poco de espacio nos haría mejor porque volveríamos con ganas de disculparnos y volver a empezar, pero no fue así.

Al comienzo vivía pendiente de él cuando se marchaba para grabar, le dejaba mensajes de texto por la mañana y otros en la noche. Él me llamaba por la tarde y charlábamos por quince minutos lo que era gratificante y me hacía extrañarlo más que nunca, era increíble la forma en que quería abrazarlo cuando estaba lejos siendo que las últimas veces lo vivía regañando.

Una amiga me decía que nos faltaba un escalón de madurez y que lo importante era trabajar en ello.

Pero no alcanzamos a intentarlo.

Comencé a viajar por los nuevos rodajes y eso nos mantuvo lejos, apenas podíamos vernos por skype.

Y lamentablemente, la costumbre pudo más.

Nos acostumbramos, cedimos, nos dejamos estar.

¿Por qué?

¿Por qué cometimos ese error?

Para cuando ninguno de los dos tenía proyectos en proceso nos volvimos a reencontrar en Los Ángeles para despejarnos en una reunión con amigos.

Nos saludamos con un simple beso en la mejilla que no alcanzó a calentar nuestros corazones, apenas nos tocamos las manos y ni siquiera nos sentamos juntos.

Me sentía nerviosa.

¿Lo había perdido?

Recuerdo que lo único que hice esa noche mientras nuestros amigos conversaban era mirarlo y sentirme culpable por dejar esto botado.

Seguíamos juntos, pero el distanciamiento nos había alejado. Si hubiéramos optado por conversar todo habría sido distinto.

Traté de reír como si nada y de jugar con mi celular de manera tonta, hasta que él me envió un mensaje de texto siendo que estaba a metros míos.

¿Podríamos salir afuera a conversar?

El corazón se me estampó dentro de la caja torácica y solo pude mirarlo perpleja porque no sabía qué conllevaba esta conversación.

¿Me iba a cortar?

¿Me iba a decir que me extrañaba más que nunca?

¿Me iba a decir que era una infantil por no tomarlo en cuenta?

¿Era una orgullosa?

Te he extrañado más que nunca.

Bueno, las primeras palabras que él soltó fueron buenas mientras me fregaba las manos por el frío

No hemos conversado pero creo que ahora podemos hacerlo.

No sé si me molestaba más el frío del clima o el frío de sus palabras.

Te quiero mucho, Bella.

Yo también lo quería pero no podía hablar, solo quería que él guiara esta pendiente charla.

Me has hecho muy feliz todos estos años.

¿Qué? ¿No era lo que estaba pensando, cierto?

He sido feliz a tu lado de una manera que ni te imaginas, aprendí más de lo que nunca pensé que podría.

Su mirada era como el cuchillo que se enterraba en mi corazón y me sentía como la estúpida vampira que un día interpreté junto a él la vez en que la dejaba en medio del bosque.

Sé que lo intentamos y te juro que siempre quise que funcionara, pero este tiempo lejos de todo me he dado cuenta que no podemos seguir forzando las cosas.

No… simplemente no.

Me agobiaba no poder salir contigo como si nada y no es que quiera que todo el mundo coma de nuestra relación, pero necesito sentirme libre.

¿Sentirse libre? Nunca lo había opacado ante algo que él quisiera hacer, siempre lo apoyé. ¿Por qué mierda me decía esto ahora?

Aún te amo, pero es lo más sano… ni siquiera nos estábamos llevando bien.

Y ahí comprendía que el amor era una ínfima pizca de ingrediente dentro de una relación. Él me amaba, yo lo amaba pero eso no era suficiente. ¿Por qué le molestaba mis ansias de privacidad si nunca le había molestado?

Quería gritarle y comenzar a defenderme pero me sentía como un inofensivo conejo siendo apuñalado.

Te conozco más que a nadie y sé que me odiarás, pero estoy seguro que comprenderás que esto será lo mejor.

Te odio por amarte tanto, te odio.

Nunca podré olvidarte porque siempre estarás en un lugar importante de mi corazón.

No, no me vengas con frases clichés… me comenzaba a odiar por no poder decir nada.

Solo recuerdo haberlo mirado con rencor mientras me guardaba las lágrimas porque no dejaría que él me viera así. Si él lo quería de esta forma entonces yo también sería dura y fría.

"Está bien, tienes razón y lo comprendo", fue lo único que pude decir mientras me quitaba con dificultad el anillo que me había regalado. "No es necesario que me siga quedando con esto", le entregué el anillo con el dolor de mi alma pero pareciendo una orgullosa más que nunca.

Ángela había llegado en el momento preciso para interrumpir la conversación y avisarnos de que la reunión se trasladaba a un bar del centro.

Lo vi por última vez antes de girarme e irme a casa, no me quedaría en una reunión donde estaba mi ahora actual ex.

—¿En qué piensas, amiga? —preguntó Alice, mi amiga que se había quedado conmigo porque estábamos a un par de días para viajar a Europa, y cuando eso sucedía necesitaba que alguien me ayudara con tantas cosas en la cabeza.

—En nada que importe mucho —bufé.

—No seas mentirosa, Bella —dijo mi amiga lanzándose al lado mío en el sofá. —Yo sé que cuando te quedas así de callada y pensativa es porque algo pasa ahí —dijo apuntando mi corazón.

No había empezado una relación con nadie después de Edward, solo un par de citas fallidas que no me hicieron seguir al pie. No necesitaba de una relación para sobrevivir, no cuando mi carrera estaba en el mejor momento, no cuando estaba nominada por segunda vez a los premios Oscar.

—En serio, no es nada —dije mientras hacía zapping en la televisión.

—No, no estás bien, te has saltado los siete canales de cocina cuando los amas. Algo pasa —dijo quitándome el control remoto para apagar la televisión y encararme.

—No sé—. ¿Por qué me dolía recordar todo si ya había logrado olvidarlo?

Sabía que Edward mantenía una relación y que se había trasladado a Nueva York para llevar la vida que yo no le daba, y aunque pensar en eso me producía bronca trataba de olvidarlo pronto porque ya no me interesaba.

Solo que hoy algo me hizo recordar la última vez que lo ví, la última vez que pude haber arreglado todo.

La última vez que sus ojos de verdad estuvieron frente a mí y no detrás de una imagen buscada en google una melancólica noche.

Me permití borrar cada una de las fotografías que tuvimos juntos en mi celular o en la computadora, borré cualquier video que existiese y quemé lo que se podía quemar.

Lo había borrado de mi vida y solo esa parte de mi corazón que jamás se despojaría de él lo guardaba como algo que fue hermoso.

—Me acordé de Edward —dije en un susurro.

—Ay no… pensé que esto ya no era tema, Bella —dijo mi amiga acercándose para abrazarme.

—No me pondré a llorar si eso crees, ya no me importa —dije recomponiéndome. —Estoy bien, es solo que me acordé y fue extraño.

—Debería golpearte cada vez que tienes esos arrebatos —dijo y me reí ante su recordatorio.

—No, no me golpees por favor —gemí como si de verdad me golpearan y mi amiga solo se rió mientras me lanzaba los almohadones del sofá.

—¿Pero de verdad estás bien? —preguntó poniéndose más seria.

—Sí, lo estoy —dije. —Es solo que esta fecha nunca la puedo olvidar.

—El día en que encuentres a alguien nuevo esta fecha será un simple día dentro del calendario—. Ojala fuese tan fácil como reemplazar a alguien… ¿Él me habrá reemplazado?

—Ese día justo se acabará la tierra y mi vida amorosa seguirá en cero —dije mofándome.

—Eres muy exigente en las relaciones, todos quieren escapar de ti—. No sé si eso se podía tomar como algo bueno o no, asi que me quedé en silencio. —Lo siento, no me refiero a que Edward te haya dejado porque lo cansaste.

—Se supone que por eso me dejó, ya no seguíamos el mismo rumbo.

—Pero te amaba —dijo como si quisiera arreglar esto.

—Tu los haz dicho, en tiempo pasado… me amaba —enfaticé el tiempo pasado de la palabra. —Además esto ya no me importa, si se termino es cosa del pasado y si encontró a alguien más rápido que yo es por algo. Espero sea feliz y punto.

—¿Pensaste que algún día todo se acabaría? — ¿Por qué me preguntaba todo esto ahora? Me quería ir a la mierda un rato porque no quería prolongar esta charla sobre Edward.

—No, no lo pensé, pero la vida da vueltas y lo bueno nunca es para siempre y ya paremos con el tema. De verdad no quiero hablar de Edward —dije parándome del sofá. —Podríamos ir por unas cosas al supermercado y de ahí arreglar las maletas, ¿Te parece?

—Está bien, salgamos —dijo Alice agarrando su gorra.

Salimos en una camioneta que nadie conocía porque era la que utilizaba para no ser captada tan fácilmente por los paparazzis. Alice se sentó en el copiloto y yo manejé rauda por las calles de Los Ángeles para poder llegar al supermercado y comprar un poco de calorías por kilo para la tarde larga de desorden y orden de maletas.

—¿Qué te parece si hacemos una fogata en el jardín de tu casa? — Alice agarró uno de los carritos y comenzó a echar todo lo dulce que veía en su camino.

—¿Y ahora quieres acampar como los niños boy scout? —dije riéndome en su cara porque ella había sido boy scout de niña.

—No, tonta, quiero hacer malvaviscos —dijo casi saltando como una niña.

—No seas ridícula, podrías incendiar mi casa —dije rodando los ojos mientras sacaba unos potes de manjar. —Pobre Bella Swan, ahora se quema su casa. No, no quiero que llegue la prensa a mi casa, Alice.

—No seas melodramática, es solo un poco de diversión —dijo abrazándome para convencerme. —Tendré un balde con agua por si la llama se nos escapa.

—No sé, lo pensaré en este rato —dije poniéndome firme.

Seguimos comprando mientras dábamos vueltas por los pasillos sacando comida como para un ejercito y aprovechando de jugar en el carrito si es que alguno de los pasillos estaba vacío.

—¿Bella? —miré a mi amiga que me miraba petrificada como si hubiese visto a un fantasma. —Por favor no te des vuelta—. Esa era la señal errónea, persona que me dijera eso me hacía hacer lo contrario.

—¿Hay malditas cucarachas? —susurré.

—No, pero no te des vuelta —volvió a decir y solo hice lo contrario.

Ahí estaba como un fantasma…

Llevaba una camisa holgada a botones de diseño escocés en color rojo, unos anteojos negros y una gorra del mismo color. Se paseaba como si nada empujando el carrito mientras echaba un par de verduras en él y cuando no revisaba su celular frunciendo el ceño… ¿Peleando con su novia acaso?

—Me tengo que ir, Alice —dije volviendo a mirar a mi amiga. —Por favor, vámonos.

—Creo que ya estamos listas, vamos por acá y asi él no nos verá —dijo Alice empujando el carrito haciendo el menor ruido posible. —Paguemos rápido, si quieres me esperas en el auto.

—No, no trajiste dinero y yo ando con una tarjeta —dijo siguiéndola y hablando en susurros. —Si lo hacemos rápido no se dará cuenta.

—Está bien—. Alice se hizo cargo de sacar las cosas del carrito mientras yo miraba nerviosa por si volvía a verlo entre los pasillos. —Por favor, apúrate.

—Lo hago lo mejor que lo puedo —dijo sacando todo a una velocidad fenomenal.

Volví a verlo desde lejos en la zona de helado y comenzó a elegir entre uno y otro.

Su favorito era el de vainilla con chocolate, lo sabía muy bien.

Sonreí como idiota cuando me fijé que había elegido ese sabor.

Al menos en eso nunca cambió… volví a sentirme miserable.

¿Por qué justo hoy?

¿Acaso la vida me odiaba?

¿Era mi karma?

Seguí observándolo como una obsesionada mientras elegía otra caja de helado pero volvió a mirar su celular y esta vez sonrió.

¿Era su novia?

Miré para todos lados pero no había ninguna chica que se pareciera a la chica y de todas formas verlo sonreír así por otra persona con mis propios ojos me encogió el corazón.

—Más rápido, Alice —le dije.

Me detuve en el contenido de su carrito y quise vomitar.

¿Pañales?

¿Pañales de bebé en su carrito de supermercado?

No sé por qué todo se me daba vueltas si él ya no provocaba nada en mí, yo ya no lo quería ni me importaba, pero verlo allí a unos cuantos metros de mí pareciendo otro hombre me resultaba extraño… y triste.

¿Iba a ser papá?

O sea… si esos pañales estaban allí era porque ya era padre.

Yo sabía lo mucho que él quería tener hijos, de formar una familia y ahora que ya lo era me invadió una mínima sensación de felicidad por él, pero no más grande que la pena que me estaba carcomiendo por dentro.

¿Cómo nadie se dio cuenta que su novia estaba embarazada?

Esto se habría sabido hace tiempo y todos andarían pendientes del hijo de Edward Cullen.

Sin pensarlo más salí corriendo como estúpida del supermercado golpeando mi pierna lo que me hizo caer, me levanté rápido y salí rauda hasta llegar al lado de mi auto. No me importaba si Alice terminaba sola allí, ella debía comprender que no podía estar en el mismo lugar que Edward y pretender como si nada pasara.

Eché a andar el motor pero el maldito automóvil no quería andar, cuando más necesitaba que esta mierda me sacara de un lugar no lo hacia. Miré por el espejo retrovisor por si Alice se avispaba y salía corriendo del supermercado para subirse al auto, pero en vez de eso vi a Edward salir mientras miraba en dirección a mi auto.

El corazón me latió a mil por hora por lo que di vuelta la llave hasta que el motor al fin encendió.

Salí torpemente del estacionamiento y solo conduje sin pensar al lugar que llegaría.

No comprendía cómo nuestras vidas se habían topado de nuevo, no justo cuando se cumplían dos años de la última vez.

Quería llorar… ¿Pero por qué?

Yo no lo amaba, yo estaba convencida de que ya no lo amaba.

¿Pero por qué me dolía saber que había sido padre?

¿Por qué me daba una pena enorme volver a verlo allí?

¿Por qué mierda me acordaba de sus gustos?

Conduje y encendí la radio para distraerme un rato y por suerte sonaba algo de hip hop que me haría olvidar un poco la horrible agonía.

Una vez que estuviera en mi casa cerraría puertas y ventanas hasta que llegara el día siguiente para tomar ese vuelo a Europa.

Tomé una calle completamente rellena de autos para así perderme entremedio y no llamar la atención de ningún fotógrafo, miré por el retrovisor para asegurarme de que nadie quisiera arruinar mi día con flashes. Pero lo peor podía ser más malo aún… Edward me venía siguiendo en su auto y eso fue suficiente para que pusiera mi pie en el acelerador para escapar.

¿Qué mierda quería de mí?

¿Decirme… Hola, tanto tiempo, qué es de tu vida?

No, ni loca dejaría que me viera otra vez.

No dejaría que me dirigiese la palabra otra vez, nuestras vidas se habían separado lo suficiente para hacer como si nada pasó.

Conduje teniendo cuidado de no chocar con todo este nerviosismo que llevaba, no podía despegar la mirada del espejo cuando notaba que todavía me seguía.

¿Por qué me seguía?

¿Por qué quería hacer esto más complicado?

Él era papá, debía dejarme.

Después inventarían que quebré una relación y que quise descuartizar al bebé porque estaba loca.

Edward, por favor vete.

Conduje sin parar hasta que me metí en la carretera, no sabía qué conseguiría con esto… ¿Salir del estado? Pues no dejaría que él me alcanzara aunque tuviese que llegar al otro extremo de Estados Unidos.

Después de media hora esto ya era obvio, Edward me perseguía en la carretera y éramos los únicos autos que iban en la vía norte, era cosa de tiempo para que yo me cansara de acelerar y él tomara ventaja.

¿Qué es lo que quería hablar conmigo?

¿Por qué hoy?

¿Por la puta madre por qué justo hoy?

Subí más el volumen de la radio para disipar esto que me tenía los nervios de punta, no sabía dónde terminaríamos.

Me coloqué los anteojos porque el sol comenzaba a molestarme, luego seguí conduciendo hasta que mi celular sonó sacándome de esta situación.

—¿Dónde estás, Bella? — Alice parecía un poco enojada y la verdad me importaba muy poco.

—Estoy en la carretera —dije observando por el espejo retrovisor a Edward.

—¿Qué carajos haces en la carretera?

—Escapo de Edward —dije asustada.

—¿Qué? ¿Escapando de Edward? — Ella parecía confundida y más enojada.

—Me persigue en su auto y no dejaré que me alcancé aunque llegue a México —dije acelerando más, ya iba en ciento veinte kilómetros por hora.

—Mierda —dijo al otro lado de la llamada. —Mierda, Bella.

—Sí, es una completa mierda y no quiero que me alcance —dije mirando el espejo retrovisor otra vez. —Ahí está el maldito y no sé por qué no me deja tranquila.

—¿Y si lo encaras simplemente?

—¿Estás loca? Ni pensarlo, no necesito hablar con él —dije un poco más furiosa. —Debo seguir conduciendo, Alice, te llamo cuando piense en dar la vuelta.

—Está bien, ten cuidado de no chocar —dijo un poco más calmada mi amiga.

—Conduzco bien, es el que viene detrás de mí el que tiene problemas de conducción—. Agh, por qué me seguía acordando de sus costumbres y gustos.

Tiré mi celular al asiento contiguo y seguí conduciendo, podía parecer lo más infantil pero no dejaría que nada me hiciera volver a hablarle… a menos que se me acabara la gasolina, esperaba que eso le sucediese a él asi yo me devuelvo a mi casa.

Qué tonterías…

Sí el se quedaba sin gasolina estaba segura que me acercaría para llevarlo.

¡No, Bella!

Sé fría.

Aceleré un poco más hasta alcanzar los ciento treinta kilómetros y ya comencé a temer por la velocidad, sería muy estúpido chocar con un solo auto que me perseguía. Después de un rato y solo pensando en mi seguridad disminuí la velocidad porque la verdad no quería terminar parapléjica por culpa de mi ex.

Iba en cien kilómetros cuando el auto de Edward aprovechó la pista contraria para sobrepasarme y acelerar mucho más que yo. ¡Mierda!, alcancé a frenar una vez que su auto bloqueó mi paso.

Me tenía, me había alcanzado y mis pies no fueron muy hábiles para hacer retroceder el auto y devolverme.

No, no, no, no, mis piernas empezaron a temblar y mis manos a sudar una vez que Edward se bajó de su auto.

¿Por qué mierda me hacía esto?

Mi corazón comenzó a acelerarse cuando Edward se acercaba más a mi auto y solo quise esconderme, pero no tenía nada para hacerlo.

Me hice bolita en mi asiento, no dejaría que me sacara de aquí.

Pero él estaba más consciente que yo y abrió la puerta de mi lado.

¿Cómo no se me ocurrió poner el seguro en las puertas?

—Bájate —dijo en un tono firme. Temblé porque estaba escuchando su voz otra vez…

Me aferré a mi propio cuerpo y cerré los ojos esperando que esto solo fuera un horrible sueño, una abominación de mi mente.

—Bella, por favor, baja —dijo un poco más dulce, pero no dejaría que esa falsedad me ablandara.

No pasaron más de cinco minutos y Edward me tomó del brazo para hacerme salir del auto.

¿Su mano me había tocado?

Mierda, había olvidado lo bien que se sentía tener sus brazos sobre mí.

Estaba delirando, la cabeza me daba vueltas.

—Déjame tranquila, por favor —pedí sin mirarlo, aún llevaba mis gafas puestas y con eso tenía una barrera para no ver tan directamente sus ojos azules. —No sé por qué me persigues, pero por favor ándate.

—¿Quieres que me vaya? —preguntó sabiendo que me miraba fijamente.

Asentí.

—¿Me odias, cierto? — Qué le importaba saber si lo odiaba después de todo este tiempo, no le daría ese lujo. Me quedé callada mientras me cruzaba de brazos y seguía mirando a punta de mis zapatillas.

—Dime que me odias y te juro que no volveré a molestarte —dijo quejumbroso. —Será como si nunca hubiese existido.

Recuerdo que cuando grabamos esa escena en la segunda película temía en que algún día lo nuestro terminara así y ahora él había ocupado muy bien la frase.

Negué.

—¿No me odias?

—No —dije. —Ahora déjame ir.

—No, no te perseguí solo para eso —dijo acercándose un paso pero yo retrocedí miedosa.

—¿Qué quieres de mí? —retiré mis lentes porque esto me estaba fastidiando. Ver otra vez esos ojos tan cerca de mi hizo que el cuchillo intacto en mi corazón se enterrara aún más. —Tienes una vida y yo la mía, ¿Por qué quieres saber de mí ahora?

—Lo sé, pero… —Se agarró el cabello de la forma en que siempre lo hacía, pero esta vez parecía más desesperado de lo normal. —Necesito respuestas.

—¿Respuestas? —dije sarcásticamente. —Pudiste pensarlo antes, no dos años después.

—¿Llevas la cuenta? —preguntó con un toque dulce, no lo miré.

—No, solo me acordé—. Ni yo me creía eso.

—Yo también sé que hoy se cumplen dos años, Bella.

—Edward, de verdad, puedes irte. Supongo que tienes que llegar a hacer biberones, cambiar pañales y esas cosas para tu hijo —dije recordando la imagen de los pañales de bebé.

—¿Qué?

—No te hagas el idiota, no me sigas jodiendo —dije ofuscada. —Está bien, te felicito por ser papá, me alegra. Pero lo que me importa es irme de aquí, siento que esto es tan bizarro.

—No entiendo, Bella.

—¿Qué no entiendes?

—Yo soy padre de nadie —dijo confundido.

—¿Y los pañales de bebé? — Yo sabía que quedaría como una maniática por fijarme en lo que llevaba en su carrito. Edward sonrió sin mirarme lo que me hizo suspirar por dentro, su sonrisa nunca dejaría de ser el paraíso.

—Bella, mi hermana fue mamá hace poco—. Ahora me sentía más tonta que antes.—Y está acá en Los Ángeles porque… bueno, cosas familiares.

No sabía qué responder, me sentía tan tonta.

—¿Rosalie o Tanya? —pregunté porque no sabía qué más hacer.

—Rosalie —dijo sonriendo por mi estupidez.

—Qué bien por ella —dije dándome la vuelta para entrar en mi auto.

—No podría tener hijos si con la única persona que pensé que los tendría era contigo—. Me congelé como un iceberg. ¿Era en serio lo que había escuchado? Me giré para observarlo y sabía que lo que decía era cierto. Yo conocía su mirada sincera… y la que estaba observando era justamente esa.

—No digas esas cosas, Edward —dije. —Tienes alguien que de seguro ahora te está esperando.

—No me importa —dijo acercándose otra vez lo que me hizo poner mis manos como barrera.

—No te acerques —dije esperando que mis manos no alcanzaran su pecho.

—Llegué hace dos días y me estoy quedando en un hotel, pensaba en buscarte en unos días más porque necesita hablar contigo —dijo Edward mientras miraba de vez en cuando a la vía, pero no había ni un maldito auto en el camino.

—¿Qué necesitas decirme? Estoy bien si querías saber eso, estoy muy bien —dije a la defensiva.

—Me alegro de que estés bien —dijo sonriendo otra vez. —De verdad me alegro… —hizo una pausa. —De verdad yo sé que esto es imbécil, pero necesito decírtelo.

—No me vengas con discursos de que quieres ser mi amigo porque es lo último que haría en esta tierra.

—No es eso.

—¿Entonces? Si te quieres casar o hacer lo que quieras no necesito que me lo cuentes, yo ya no pertenezco a tu vida, Edward. Espero que esta de verdad sea la última vez, estoy bien sin ti—. Me dolió decir eso, pero si él tenía a otra chica lo justo era hacer las cosas así.

—¿Nunca volviste a pensar en un nosotros? — Mierda, Edward.

—Al comienzo sí, me dejaste y no tuve tiempo de procesar todo —dije recordando otra vez todo lo que había intentado olvidar. —Pero cambiaste, no eras tu. No eras el Edward del que me enamoré una vez.

—Lo sé, me comporté como un imbécil —dije pasando sus dedos por el cabello otra vez. —Ni siquiera mereces que te hable, pero necesito hacer esto.

—Está bien—. Me encogí de hombros. —¿Qué quieres?

—Bella, sé que fui un estúpido. Estoy seguro que lo nuestro nunca debió terminar pero estaba cegado, de verdad que lo estaba y me siento culpable por eso —dijo mientras el sol comenzaba a ponerse. —No sé por qué te deje si a pesar de todo eras lo que más amaba.

—Acabas de decirlo, lo que más amaba, en tiempo pasado, Edward.

—No, yo te amo, te amo ahora, te amaré toda la vida aunque no me dejes volver a estar contigo —dijo sonando un poco apenado y ahora sí que tenía ganas de llorar. —Me costó darme cuenta, me comencé a juntar con personas que me llenaron de ideas, que me hicieron sentir como otra persona y te juro que creía que todo eso estaba bien.

—No debiste dejarte manejar —dije.

—Lo sé, merezco esto —dijo rascando su frente antes de volver a mirarme. —Pero ahora estoy bien, estoy claro de mente. No necesito que nadie me diga lo que debo hacer, porque ya sé lo que debo hacer.

—Edward, tienes una novia, no creo que ella se sienta muy feliz de saber que viniste persiguiendo a tu ex —dije un poco dolida. —No es justa para ella.

—Lo sé, pero prefiero arruinar eso que perderte otra vez.

—Edward, entiende que nosotros ya no… —cerré mis ojos esperando que eso ayudará a guardar las lágrimas. —Tu decidiste dejarme y aunque me costó bastante lo acepté y aprendí a vivir con eso. Aprendí a vivir sin ti, Edward.

—También aprendí a hacerlo, pero no pude.

—O sea, ¿Ahora que las cosas no van bien con tu novia vuelves a buscarme porque te diste cuenta que de verdad conmigo te sentías mejor? No soy un juguete, Edward —dije saliendo del pequeño espacio que se interponía y caminé hasta apoyarme en el capó del auto.

—Sé que pareciera que las cosas son así, pero no lo son —dijo siguiendo mis pasos. —Yo siempre te llevé aquí —dijo apuntando su cabeza. —Y aquí—. Apuntó su corazón.

—¿Tu crees que tampoco lo hice todo este tiempo? ¿Crees que fue fácil? Me dejaste como si no sintieras nada, sonaste como un discurso ensayado esa noche, simplemente te fuiste y me dejaste —dije subiendo el tono de mi voz. —¡Me dejaste! ¡Tú lo decidiste!

—¡¿Y por qué no hiciste nada para arreglarlo?!

—¿Yo? ¿Por qué yo? Te ponías insoportable cada vez que yo llegaba a casa, no querías nada, todo te molestaba y,¿Me dices que soy yo la que tenía que lamerte el trasero como un perro?

—Siempre era yo el que tenía que correr a ti para que no te enojaras, siempre yo cedía, siempre tenía que arrastrarme por ti —dijo endureciéndose más. —Y me cansaba, me cansaba tener que parecer un estúpido.

—Si hubiésemos hablado ninguno de los dos habría tenido que arrastrarse —dije cruzándome de brazos, ya comenzaba a caer una pequeña brisa. —No importaba las veces que lo hubieses hecho antes, podríamos haber hablado y todo se solucionada. Pero tomaste el camino fácil. Estoy segura que Jasper y Emmett te metieron cosas en la cabeza.

—Reconozco que me manejaron.

—Tampoco entendía la rapidez con que me cambiaste, quería ser libre y lo primero que vi fue que estabas con otra haciendo todo lo que parecía que jamás harías. Eras otra persona, quizás ahora sigues siendo esa persona que no conozco —dije caminando de un lado para el otro, pero él me detuvo rodeándome con sus brazos.

—Bella, sigo siendo yo—. No podía respirar bien, él me estaba rodeando y yo estaba perdiendo la cordura. —Soy el mismo que se enamoró de ti cuando todavía eras una niña, eres la única que me conoce como nadie. No quiero a nadie más, solo te quiero a ti, solo a ti, Bella.

—Edward… —suspiré mirando sus ojos que estaban tan cerca. No pude evitar llorar porque esto me sobrepasaba, por qué tenía que aparecerse en el supermercado. Por qué no me dejaba tranquila. —Edward…

—Dime que no me amas, solo dilo y yo te suelto, tomo mi auto y te juro que me voy, te lo juro, Bella.

—¿Edward, por qué haces esto tan difícil?

—Porque no te quiero dejar, no quiero una vida miserable sin ti.

—No tienes idea de todo lo que tuve que pasar… —dije secando mis lágrimas. —Edward… —sollocé sobre su hombro porque esto me doblegaba a mi misma.

Lo amaba, claro que lo amaba. Ni en mis más crueles mentiras podría negar que lo odiaba, si él había sido todo para mí.

—Bella… —susurró levantando mi rostro desde la barbilla con sus dedos. —Yo no te volveré a dejar.

Pestañeé y nuevas lágrimas cayeron, pero al abrir mis ojos sus labios ya estaban impactando los míos. Otra vez la calidez que mi boca había olvidado, había olvidado besar, había olvidado lo que era sucumbir ante su tacto… agarré su nuca para besarlo más, no quería soltarlo ahora que me besaba. Si esto era un sueño que por favor se quedará en esta parte para siempre…

—Edward… —solté sus labios para poder respirar y cerciorarme de que esto era cierto. —No te vayas, por favor no te vayas.

—¿Qué te haría pensar que esta vez me iré? — Si él me sostenía de esta manera por siempre estaba segura que nunca volvería a caer.

—Solo espero que no te arrepientas de hacer esto… —dije sollozando.

—¿Quién dijo que volver a ti era malo? — Edward volvió a pescar mis labios para besarme sin temor a nada, éramos solos los dos en la pista. —Fue un error dejarte y esto es otro error que estoy cometiendo estoy seguro que me gusta la forma en que estoy errando.

—¿Sabes lo que conlleva todo esto? —pregunté imaginando en que dentro de poco el mundo se enteraría y que esto sería un escándalo.

—Lo sé y no me importa —dijo besando mis mejillas. —Si me dices que me amas me quedo, y si no… bueno, ya sabes.

—No te lo haré tan fácil, Cullen —dijo dubitativa. —Quizás la mejor respuesta es que me enseñes a amarte otra vez.

—Puedo cargar con eso, aunque me cueste la vida entera.

Y eso bastaba.

Dos años después.

Una carretera vacía.

Dos autos detenidos.

Dos corazones rotos que se querían reconstruir.

Un beso.

Y una vida por delante… junto a él.

FIN


*Polvitos flu: Polvos mágicos que utilizan los magos de la saga de Harry Potter para trasladarse de un lugar a otro.

*Hermanos Grimm: Autores de clásicos cuentos para niños que siempre hablaban de finales felices en donde comían perdices para siempre.

La historia está completamente inspirada en todo lo que ha pasado estos últimos días, y ha sido inspirada en las múltiples esperanzas de muchas seguidoras de RK. Espero les haya gustado y les haya sacado un par de sonrisas esta pequeñita historia.

Saludos.