ESTE FANFIC NO ES MÍO. ES UNA TRADUCCIÓN.

La historia original en inglés es obra de MurkyMuse y se llama "Eyes of a Dragon". Lo tiene publicado en la página "Archive of Our Own". Cuento con su permiso para hacer esta traducción y publicarla en esta página. El link a la página del fanfic original está en mi perfil, porque no me dejaban escribirlo aquí.

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Este fanfic es un Universo Alterno en el que Abi es una chica. Una vez aclarado esto, espero que os guste.

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Capítulo 1: Pacto de sangre.

La luz de la media luna incidía hacia abajo como una niebla suave sobre el patio perfumado de rosas de una antigua mansión. Debajo de un árbol grande del jardín con las ramas retorcidas, un pequeño pájaro azul yacía tumbado en el suelo. Una de sus alas estaba doblada con incomodidad por un hueso roto. El suave sonido de zapatillas de seda se arrastró a través de la hierba, una sombra cayó sobre el pájaro.

"Pobrecito." Le arrulló suavemente la voz de una joven mujer. Ella se puso de rodillas y levanto suavemente al pájaro azul con sus manos. Sus ojos redondos parpadearon hacia la humana, temeroso y sorprendido. Un dedo acarició ligeramente su cabeza emplumada en un intento por calmar al ave.

"Vamos a curarte."

Con el pájaro azul cuidadosamente acunado en sus manos, la mujer se apresuró a subir las escaleras de piedra y pasó a través de las columnas pintadas de blanco antes de desaparecer a través de una de las muchas puertas de la mansión.

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Un rayo de la mañana se filtró por la ventana e incidió sobre sus párpados cerrados. La joven se dio la vuelta con un gruñido de molestia, tirando de las sábanas suaves por encima de su cabeza mientras mechones marrones se asomaban por debajo de la manta. Minutos más tarde la puerta se abrió cuando una doncella irrumpió en su habitación y abrió las ventanas para dejar que se colara dentro más luz. La luz se reflejó en los vestidos finos sobre la mampara y la colección de joyas vanidosas. También había media docena de peines de jade vanidosos, uno de los cuales estaba colocado sobre el estuche de una flauta cubierto con una fina capa de polvo.

"Lady Abi, ¿aún no está despierta?" La llamó la criada.

"Ya voy." Abi bostezó y se quitó las mantas de encima de mala gana.

Así Abi comenzó su rutina matutina. Somnolienta dejó que la criada cepillara su pelo, cepillando y fijando los mechones castaños sueltos en un moño. Luego la criada la ayudó a ponerse la ropa y ató su cinturón con un arco limpio, las múltiples capas deslucían la ya de por si modesta figura de Abi. Abi fingió no oír los murmullos de la mujer mayor sobre su elección de trajes. Aunque la tela y el diseño eran refinados, la criada pensaba que su señora debería utilizar estilos que realzaran más las características femeninas de Abi. Era una vieja disputa que la criada no tenía esperanzas de ganar. Finalmente, cuando la criada y la señora consideraron que la apariencia de Abi era satisfactoria, Abi se puso su collar favorito de perlas como toque final.

La noble se acercó a la jaula para pájaros que había al lado de su escritorio, el cual estaba lleno de libros de contabilidad de la finca. Dentro de la jaula estaba sentado el pequeño pájaro azul con su ala rota entablillada y vendada. El pájaro miró a Abi mientras ella cambiaba su agua y su comida. Con un sonido de felicidad saltó sobre la comida compuesta de semillas y grillos. Abi sonrió ligeramente a la vez que acariciaba su cabeza con la punta de su dedo índice. Luego cerró cuidadosamente la jaula y se dio la vuelta.

"Otro día aburrido." Murmuró Abi secamente.

La primera mitad del día resultó ser tan aburrida como Abi había predicho. Ella pasó la mayor parte de la mañana asignando tareas a los sirvientes. Una vez hecho eso, Abi regresó a sus aposentos. Allí estaban esperándola las cuentas de la finca sin terminar en el escritorio. Fueron otras pocas horas calculando sobre comida, sastrería, la paga de los siervos, y otros gastos.

La cálida luz del sol se filtraba a través de la ventana medio cerrada, la suave brisa llevaba consigo el aroma de las flores. Abi miró de forma anhelante hacía el jardín del patio. El pájaro azul pió y parpadeó hacia ella desde el interior de la jaula. El capricho superó a Abi a la vez que abría la puerta de alambre y cogía al pájaro con cuidado. Ella salió por la puerta lateral de sus aposentos que desembocaba justo en el jardín, pasar un poco de tiempo fuera sonaba refrescante para Abi.

Los muros de piedra alrededor de la finca eran altos y desgastados por el tiempo. Los rosales florecían en un rojo brillante y su agradable aroma flotaba por el viento. Abi se sentó en la hierba debajo del árbol de alcanfor salpicado de diminutas flores blancas, viendo como el pájaro azul saltaba alrededor de ella con curiosidad. Ni siquiera trató de utilizar su ala en proceso de curación. Por lo que había leído eso significaba que era poco probable que volviera a volar correctamente.

"Tal vez debería darte un nombre." Reflexionó.

El pájaro ladeó la cabeza y pió. La mayor parte de sus plumas eran de un azul brillante, pero también tenía una cresta roja en su pecho. Cuando y el azul y el rojo se mezclaban las plumas eran de un inusual tono violeta vibrante, como una campanilla morada. Las yemas de los dedos de Abi golpetearon su barbilla mientras pensaba nombres.

"¿Qué te parece Bora?"

El pájaro azul pió una vez y saltó sobre la rodilla de Abi, lo que la permitió volver a acariciar su cabeza. Abi decidió que esa interacción era una señal de aceptación.

Cuando el sol estaba en pleno mediodía, Abi llevó al recién bautizado Bora de vuelta a sus aposentos y se dirigió a la sala principal para el almuerzo. Ella acababa de sentarse en la mesa cuando su padre cojeó dentro de la habitación. Tal vez su padre, Yoo Min-chun, había sido considerado un hombre guapo una vez. Sin embargo, las viejas cicatrices estaban arruinando su rostro y cuello por una juventud pasada en el campo de batalla. Uno de sus ojos había sido arrancado; el enorme agujero estaba oculto con vendas. El otro ojo estaba nublado por la edad y casi no veía. Él apoyó la mayor parte de su peso en su bastón mientras daba otro paso hacia delante cojeando.

"Hola, padre."

"Abi." La saludó él secamente a la vez que se sentaba lentamente en la silla.

Sin decir una palabra Abi comenzó a preparar su té diario con movimientos lentos y practicados. Mientras esperaba a que el agua hirviendo en el recipiente alcanzara la temperatura perfecta, Abi recogió las hojas de té finamente molidas dejándolas en el hervidor. A continuación el agua caliente fue vertido en el hervidor, las hojas se agitaron y crearon un líquido de color verde pálido. Una vez que el té reposó correctamente, Abi vertió la bebida cuidadosamente en dos tazas y sutilmente empujó una de las tazas para que estuviera al alcance de su padre. Min-chul tomó tres sorbos temblorosos antes de colocarla sobre la mesa. Un par de sirvientes entraron en la sala, colocando bandejas de estofado de pato y verduras sazonadas entre ellos. Después los criados se inclinaron y se alinearon fuera de la sala. La pareja de padre e hija comió en silencio, casi sin mirarse el uno al otro.

Finalmente Min-chul rompió el silencio: "He oído que ese rey arrogante va a ser ejecutado en el norte."

"Al parecer algunas de las familias nobles influyentes se volvieron contra él." Le dijo Abi antes de tomar unos cuantos bocados de su almuerzo.

Abí pensó que era una historia fascinante, como si fuera un cuento. Un reino minúsculo, rodeado de clanes y señoríos independientes había estado al borde del colapso porque el anciano rey no tenía ningún heredero sobreviviente, ni siquiera una hija. Los nobles que vivían bajo el dominio del rey se estaban disputando el trono o el reino caería bajo uno de los clanes vecinos que buscaban expandir su territorio. Sin embargo, se rumoreaba que un hombre con el pelo rojo y que utilizaba el nombre de un dios dragón como propio había aparecido de repente como surgido de la nada. De alguna manera el rey moribundo había sido convencido de la divinidad de este hombre y le declaró su sucesor. Parecía ser un inteligente ardid para engañar a un viejo senil y supersticioso. Pero no era así, el nuevo rey no lo había hecho como un acto ávido de poder. En el poco tiempo que había estado en el trono, los decretos del rey abolieron la esclavitud y limitaron los impuestos que los nobles podían imponerles a sus súbditos. Con su autoridad siendo despojada, no era una sorpresa que algunas de las familias nobles hubieran traicionado a ese rey.

"Le está bien empleado." Su padre resopló, sacándola de sus pensamientos. "Pretender ser un dios dragón."

Abi le respondió distraídamente aunque con ácido en su lengua. "Como si ningún hombre hubiera proclamado nunca ser algo que no es."

Su padre miró con severidad en su dirección con su único ojo. "Un día esa lengua tuya te meterá en problemas."

Abi se encontró con su mirada con una expresión imperturbable. "Entonces tal vez no deberías haberme consentido."

"Tal vez no debería haberlo hecho." Él suspiró pesadamente con el ceño fruncido "Ya tienes dieciocho años, Abi. ¿Ni siquiera has intentado encontrar un marido? No me queda mucho tiempo en esta tierra. Cuando yo muerta, la finca Yoo y el liderazgo del clan pasarán a tu primo segundo. Si no te has asentado en un nuevo hogar para entonces, estará en su derecho de decidir con quién te casarás e incluso te podría obligar a abandonar la finca sin apoyo."

Abi frunció el ceño al pensar en cómo, en una de las pocas ocasiones que el primo de su padre visitó la finca principal, los sirvientes estaban nerviosos y se escabullían para evadirle a él y a su ira. Sus intentos por sacarla de los asuntos del clan incluso cuando ella estaba actuando como representante oficial de su padre era una lucha casi constante para ella. Aunque ella le desafiara utilizando la autoridad de su padre, sus ojos la traspasaban como si ella no fuera nada más que un jarrón o un adorno del jardín.

"Soy muy consciente del hecho de que si usted fuera a morir hoy mi estancia aquí dependería de su misericordia. También soy muy consciente de que su primo no es conocido por su misericordia." El apetito repentinamente se había ido, Abi apartó su plato a un lado y se levantó. "Tengo asuntos que atender."

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Abi apoyó la cabeza en el alféizar de la ventana y miró vagamente hacia el cielo nocturno mientras la brisa fluía hacia dentro de sus aposentos. Bora, quizás sintiendo su sombrío estado de animo, se sentó en su hombro diligentemente acicalando hebras de su pelo castaño. La conversación anterior con su padre se mantuvo en su mente, haciendo que hiciera un puchero.

"Qué humillante."

Abi no se sentía apegada a la finca en la que había crecido. A ella no la importaría marcharse de allí un día, suponiendo que algún día conociera a un hombre al que ella pudiera tolerar lo suficiente como para casarse (en realidad, Abi sabía que debería estar agradecida de que su padre la permitiera elegir; su primo no sería tan considerado). Eso era solo el principio. Abi era la que se había encargado del funcionamiento de la finca después de que su madre muriera y la salud de su padre decayera. Era frustrante que algún familiar lejano fuera a venir un día a reclamar todo en lo que ella había trabajado para sí mismo. Que ella fuera a ser dependiente de ese mismo familiar era echar sal en la herida.

Mientras esos pensamientos pululaban en su mente, una sombra azul oscura cruzó el cielo negro como la tinta. La sombra apareció de forma serpentina mientras se retorcía y giraba en el aire. Abi se inclinó hacia delante, entrecerrando sus ojos marrones en un intento por conseguir una mejor visión de la bestia voladora.

"¿Qué es…?"

Su piel de repente se cubrió de sudor frío. Era como una gran y temible criatura que tenía sus ojos puestos directamente sobre ella. No, los ojos no la miraban solo a ella sino que miraban fijamente dentro de su propio ser. Una sensación de entumecimiento la envolvió. Incluso la resultaba difícil respirar. Un impulso primario despertó en Abi. Ella luchó contra la misteriosa sensación de entumecimiento, luchando por mantener la espalda recta mientras jadeaba. La sensación de ser observada por ojos afilados disminuyó ligeramente. Abi soltó un tembloroso pero profundo suspiro.

Humana. Ven.

Una voz como un trueno resonó en la mente de Abi, la nítida imagen de el claro de un bosque apareció delante de ella. Abi reconoció el claro como uno que no estaba demasiado lejos de la finca, un lugar al que ella se había escapado a menudo para jugar cuando era niña. Casi como si estuviera en trance, Abi se levantó y salió de la habitación. Bora pió confundido un par de veces antes de acomodarse en su hombro. Abi salió al patio silenciosamente hacía una de las puertas laterales menos utilizadas.

"¿Lady Abi?"

Un guardia de la puerta con rasgos suaves se había dado cuenta de que se aproximaba. Abi apenas le miró, su atención estaba fijada por completo en llegar al claro del bosque. "Voy a salir un rato."

La confusión y la preocupación se extendieron rápidamente por el rostro del guardia. Su voz estaba llena de preocupación. "¿A esta hora de la noche? Eso es peligroso, Lady Abi. Estoy seguro de que Lord Min-chul-"

"Abre la puerta." Le ordenó Abi con un tono tan frío que el guardia se encogió y se apresuró a obedecer.

Aún así el guardia la volvió a preguntar. "Ha habido avistamientos de bandidos últimamente. Lady Abi, ¿y si es atacada?"

"Sería capturada y pedirían un rescate, o quizás me mataran." Abi se encogió de hombros como si eso no fuera importante y luego pasó a través de la puerta de piedra.

Con el espeso dosel del bosque bloqueando la luz de la luna creciente, el sendero era negro como la pez. Abi se movía lentamente, agarrándose a los troncos de los árboles para evitar tropezarse. Ramas y espinas se agarraron firmemente a su túnica y sus mangas un par de veces, lo que obligó a Abi a detenerse y a desenredar la tela. Bora pió en voz baja nerviosamente en su oído. El pájaro azul entendía que había algo peligroso yaciendo en el camino que estaba delante de ellos.

Finalmente Abi entró a trompicones en el claro, los débiles rayos de luna se filtraban a través de la apertura del dosel. Allí les esperaba un enorme dragón enrollado como si se fuera a caer. Sus escamas eran de un azul profundo que brillaba con un suave resplandor divino y la luz de la luna. Sus ojos eran del más cautivante y abrumador dorado que Abi había visto nunca. Esos ojos etéreos fijaron a la joven en su lugar como una presa paralizada por el miedo.

Abi tragó una vez antes de hablar con valentía. "Usted solicitó mi presencia, dios dragón."

Humana, ¿sabes sobre el Rey Hiryuu?

La voz del dios dragón resonó en su cabeza una vez más como un trueno. Sus ojos marrones se abrieron con comprensión a la vez que Abi respondía: "Él es un hombre que ha llegado recientemente al poder y afirma ser el dios dragón Hiryuu que ha descendido como un ser humano."

No es una mera afirmación. Nuestro hermano descendió por su amor hacia los seres humanos. Sin embargo, los seres humanos le han traicionado y abandonado. Le rescatamos de morir por esas despreciables manos pero aún así Hiryuu se ha negado a regresar a los Cielos. Así que cada uno de nosotros estamos buscando un guerrero para que le proteja y le sirva.

El corazón de Abi latió salvajemente mientras el peso de esta verdad la invadía. Ella se mordió el labio levemente antes de preguntar. "¿Qué tiene esto que ver conmigo?"

Tú eres digna de ser llamada Seiryuu. Bebe mi sangre y recibe el poder que te concedo.

"No sé nada de combates." Señaló Abi con tono indeciso. "Yo no soy una guerrera."

No es la fuerza del cuerpo lo que busco sino la fuerza de voluntad. Aún siendo cautelosa para no tomar vidas o hacer daño como yo, pocos humanos tendrían la fuerza de voluntad para soportar mi mirada. Una voluntad abrumadora que puede hacer pleno uso de mi sangre se esconde dentro de ti, humana.

La boca de Abi se entreabrió, aunque se dio cuenta rápidamente y la cerró. Si un dios dragón pensaba que ella era lo suficientemente fuerte, entonces seguramente debía ser verdad. Por lo que había oído hablar de Hiryuu, Abi pensó que parecía un rey al que ella estaría dispuesta a servir. Semejante pacto también resolvería la delicada situación en la que se encontraba. Sus ojos marrones se reunieron con el tono dorado de los ojos del dragón a la vez que su pie cubierto de seda daba un paso hacia delante.

"… Está bien. Beberé su sangre y seré su guerrera."

El dios dragón asintió con su cabeza parecida a la de un gato y entonces utilizó su garra para perforar sus escamas azules. Sangre –una gota, dos, tres gotas- gotearon hacia un cáliz que pareció surgir de la nada. El dragón le indicó a Abi que diera un paso adelante y lo cogiera. Ella se quedó mirando el líquido rojo arremolinándose durante un momento antes de inclinar el cáliz y tragar la sangre del dragón.

¡Guerreros de los cuatro dragones!

El sabor amargo del cobre quemó su lengua mientras el espeso líquido descendía por su garganta como si fuera fuego.

¡Ahora sois nuestra otra mitad!

La sangre de dragón se entrelazó con la sangre humana con una sensación de ebullición inquietante y terrible. Abi se tambaleó y se balanceó mientras la voz del dios dragón rugía en su alma, abrasando el núcleo de su ser.

¡Con Hiryuu como vuestro maestro, le protegeréis, le cuidaréis y nunca le traicionaréis mientras viváis!

Un resplandor divino que hacía juego con el brillo del dios dragón surgió en el aire alrededor de Abi. Su cabeza latía al ritmo de sus latidos a la vez que sus caninos se alargaban, convirtiéndose en colmillos. El pelo marrón se volvió azul cielo en las raíces, el nuevo color descendió hasta los extremos, como una cascada. Fuegos artificiales brillaron en sus ojos, abrasándolos tan intensamente que pronto se cegó.

Entonces su visión regresó muy lentamente, aunque el dolor palpitante continuó. La desorientación hizo que Abi se mareara. Su perspectiva era más amplia. El bosque previamente negro ahora se iluminó y era fácil de transitar. Las estrellas en el cielo parecían haberse multiplicado, convirtiendo el negro tintado salpicado de luz en un color morado oscuro que brillaba intensamente. Había colores que no la resultaban familiares e imposibles para los que ningún ser humano tenía palabras.

El movimiento de los árboles por detrás de ella llamó la atención del Abi. Se puso de pie torpemente, ni siquiera estaba segura de cuándo había caído al suelo, y por reflejo se sacudió y ramitas se desprendieron de su ropa. La desorientación la volvió a golpear al darse cuenta que estaba, literalmente, viendo a través de los árboles y arbustos. El guardia de la puerta estaba allí, tirado en el suelo y medio escondido detrás del tronco de un árbol. Estaba boquiabierto a la vez que sus amplios ojos color avellana miraban a Abi y al dios dragón con pura incredulidad.

"Guardia." Le llamó Abi tratando de no parecer como si estuviera a punto de desmayarse por el dolor. "Dile a mi padre que parece que después de todo he encontrado un nuevo hogar y que mi doncella personal es más que capaz de encargarse de mis deberes."

El guardia la miró paralizado –su pelo ahora era extrañamente azul, unas marcas rojas adornaban sus mejillas, ojos dorados iridiscentes bajo la débil luz de la luna- durante un largo momento antes de finalmente asentir. Luego se alejó a través de la maleza, levantando la hierba y la suciedad en medio de sus prisas. Una vez más Abi se quedó sola con el dios dragón.

Mi guerrera dragón, es hora de ir hasta Hiryuu.

Abi asintió y se inclinó hacia donde Bora estaba esperando con las plumas agitadas que hacían que el pájaro pareciera una pequeña bola peluda. La noble extendió la mano, esperando que el pájaro estuviera dispuesto a irse con ella. No podía dejarle allí en medio del bosque con un ala aún rota, pero no quería forzarle a estar cerca de un dragón. El pájaro azul vaciló un momento pero luego saltó al dedo de Abi.

Abi se bamboleo cuando se puso de pie, girándose lentamente hacia el dragón. Este bajó la cabeza con largos bigotes, instándola a subir sin decirla nada. Abi alargó una mano temblorosa y agarró uno de los cuernos de marfil azul de la forma más respetuosa que pudo. Su otra mano acunó a Bora para que estuviera seguro. Tan pronto como ella se acomodó, el dios dragón desenredó su cuerpo serpenteante y la llevó a los cielos. Subieron a un ritmo tan rápido que Abi temió caerse, agarrándose al cuerno como si fuera su salvavidas.

La tierra se extendió bajo ellos en un giro gradual mientras el viento frío soplaba por su pelo y su ropa. Abi se acostumbró lentamente al vuelo, la sensación de euforia iluminó su rostro. Con su nueva vista, Abi podía ver las luces de fuego parpadear en las aldeas y la niebla que rodeaba las colinas. Los animales y las personas correteaban a su alrededor en medio de la noche como pequeñas hormigas.

Abi parpadeó cuando la desorientación volvió a golpearla, reafirmando su agarre. Ella abrió la boca buscando aire, el cual parecía escaso, a la vez que su cuerpo se estremecía de frío. Abi trató de pedirle que volaras más bajo, pero su voz se perdió en el viento helado, y no salió nada. A lo lejos, un castillo de piedra tallada en una colina apareció a la vista, los detalles eran borrosos mientras su visión se hacía más borrosa y se desvanecía. El castillo fue lo último que vio antes de que a Abi se la escapara la consciencia como agua deslizándose a través de sus dedos.