Bueno esto... es un desahogo de mis propias emociones. We... se que es una rareza pero no puedo evitar plantarme en los zapatos de Hiei. Y es que es el personaje con el que mas he me identificado en toda mi vida.

Pero eso es una irrelevancia.

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Mi absurdo ser. (Hiei POVS)

Toda una vida me he encerrado en la oscuridad.

Odié todo lo que me rodeó. La miserable existencia que no puedo abandonar, no cuando esto significaría demostrar eterna debilidad en mi.

Odié mi ser. Mi falta de fuerza absoluta, veme sometido a otros mas fuertes que yo, y que no importaba cuanto lo intentare o deseare, siempre había alguien mas poderoso que yo.

Permití que el odio se volviera parte de mi. Que tomare la marchita alma que al ser débil permitió esa intromisión.

La única manera de sobrevivir era esa.

Y con el tiempo olvidé la razón por la cual luché por mantenerme con vida. Olvidando ello, el odio se convirtió en mi forma de vida.

El Makai... los youkai. El Reikai... los demonios muertos y todos aquellos sabía que moraban en algún lugar. Mi esencia... mi cuerpo, inclusive mi propia repulsión por la vida. Todo lo odie.

Hubo un tiempo en que encontré una relativa calma... o equilibrio. Tal vez distracciones a una perturbada mente.

Pero cuanto tu alma está llena de odio, este nunca mas saldrá.

Encontré esa salida momentánea en una persona la cual no debía ser.

Con el tiempo sus ojos jade calmaron el ímpetu de encontrar y poseer cuanto tesoro hubiere. Y su rojizo cabello el fuego que hubiese querido me brindare de su calor. Su voz me mostró que la calma y el cariño tienen un lugar, que murmuran mi nombre deseando llamarme ahí.

Kurama se convirtió en mi refugio, mi refugio secreto. Y nadie podía saberlo, ni siquiera él.

Después que decidí aceptar lo que empezaba a crecer en mi, a aquel sentimiento no exclusivo de los humanos, ocurrió algo atroz...

Comencé a odiarme más...

Otra vez reprochando mi debilidad, mi necesidad. Pero hubo alguien a quien odié mas que todo esto junto...

A mi...

Al echar una mirada a mi alma, necesaria para convencerme el que comenzaba a amar al kitsune, me di cuenta de lo repulsivo que resulté ser.

Yo no podía profesar amor... Ni recibirlo... Me odiaba tanto a mi mismo que no me lo permitiría.

Y aunque lo deseare... ¿Cómo es posible dar amor, si me odio a mi mismo? Para brindar amor debería aceptarme a mi mismo. ¿Entonces como era posible que quisiere a kurama? Si mi alma no era capaz de sentir otra cosa que no fuese dolor.

Los días pasaban, y nada en mi cambiaba.

Le visitaba como me era costumbre. Algunas veces me mostraba ante él, otras mas no. Como fuere yo estaba ahí. Junto a él a pesar de lo que hacía que me golpeara por dentro...

Deseos...

Por besarlo, de abrazarlo, de abandonarme en sus brazos.

Tortura a la que me sometía a mi mismo. Cada noche, en el día... vigilando sus acciones.

Supuse él se había dado cuenta de mi silenciosa presencia cuando comenzó a mirar todo su alrededor. Buscando el las sombras en las cuales sabía que me resguardaba.

Deseaba correr a su encuentro, pero eso no me lo iba a permitir.

Una noche le seguí de regreso a casa. Acababa de terminar un examen. Era tarde en la noche y llovía ligeramente, y él sin ese paraguas que generalmente cargaba.

Entro a esta, y yo subí hasta la acostumbrada rama del árbol a sus afueras. El frío rocío de agua golpeaba mi cara. Cuando la sutil luz de su habitación se hizo presente. A través de sus sedosas cortinas blancas noté sus acciones. Mudaba su ropa, cepillaba su cabello y amarraba en una trenza para su mayor comodidad.

Pero el sabía que yo estaba afuera. De algún modo él podía sentirme.

Se levantó de su descanso el la cama. Y en pasos suaves se aproximó hasta la ventana. Cuando me di cuenta Kurama ya estaba asomado por la ventana. Dándome una de esas sonrisas que hielan mi sangre.

Me invitó a pasar un segundo. Que llovía y podía hacerme algún daño.

Me negué.

Yo no me permitiría pasar un momento a su lado.

Supuse dejaría ese tema olvidado cuando metió de nuevo su cuerpo en la habitación, pero estaba equivocado.

Antes de darme cuenta ya había salido en mi búsqueda. Trayendo consigo una manta negra. Subió a mi lado en la rama. Y me dio una sonrisa mas.

"Anda Hiei ponte esto" Dijo completamente convencido que yo aceptaría esa oferta. Alargué un brazo mío para tomar esta, pero él me tomó de la muñeca suavemente y la apartó del camino. Tomando eso como momento para él mismo cubrirme con ella.

Pasando sus brazos por mi cuello, cubriendo mi espalda con ella. Pero nunca se apartó de mi. Se quedó en esa exacta posición, mirándome fijamente a los ojos.

No note que el tiempo pasaba... solo pensaba en todo lo que deseaba poder permitirme posar mis labios en esos tentadores labios suyos.

Y cuando pude concentrarme en otra cosa que no fueren estos, ya estaba él muy cerca de mí. Cerrando los ojos sutilmente muy próximo a hacer eso que yo deseaba pero nunca me permitiría.

Coloqué dos de mis dedos en sus labios, impidiéndole el avance a su dueño. Kurama abrió mucho sus verdes ojos, sorprendido de mi reacción.

Deseó preguntar que había pasado, pero estaba tan sorprendido que no consiguió el aliento para hacerlo.

Yo mismo deseé poder explicarle...

Que no me iba a permitir nada de esto. Que a pesar de todo lo que lo deseaba simplemente esto no era parte de mi persona, de mi esencia, de mi pasado o de mi futuro.

Pero no pude si quiera articular una sola palabra.

Me quedé preso de sus mirar, confundida y bella expresión.

Sin dar mas explicaciones corrí de ese lugar. Saltando hacia las calles del Ningenkai. Escuché algunas de sus peticiones, que me quedare, tenía que hablar de esto, que le disculpara.

El no debía disculparse de nada.

Pero no podía regresar a decírselo.

Corrí hasta que me quedé sin aliento, llegué hasta un bosque humano.

Solo de nuevo.

Reprochándome todo.

Pero cuestionándome si había sido lo correcto. Correr y dejar así a esta singular persona.

Y aunque no fuese lo mejor... así tenía que ser.

Yo no estoy hecho para amar... No puedo permitir tal debilidad. Viviría solo toda la vida que me restare, tal y como la había llevado hasta ahora.

Privándome de la felicidad...

Negándome a Kurama...

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Y eso es ...

Aquí acaba esto. Mi eterna pelea con este bastardo subconsciente. Yo ... Hiei... ¿Qué mas da?

Lo que no me cae es... ¿continuacion? Kien sabe ...

Hikari.