Nota: Quería escribir un Wesker/Redfield antes de morir. Sin propósito y sin explicación.
Disclaimer: Resident Evil pertenece a Capcom. Un Capcom joven y lleno de ideas revueltas.
Albert
Con las manos enguantadas entra a la estación de policía, el olor a café y desinfectante le hacen sentir como en casa. Nadie le pregunta a qué viene (y los que pueden preguntarle ya le han visto un par de veces por ahí, hablando con el chico violento de los S.T.A.R.S.) o a dónde va. Claire cuenta los escalones mientras los va subiendo y se recuerda a sí misma que no puede llamarle Albert. Que de hecho no debería saber que se llama así. Lo único que debe salir de sus labios es capitán Wesker. Capitán Wesker.
La garganta se le seca y las manos se le humedecen. Se siente torpe y un poco desorientada, como cuando le arrebató el cucharón a su hermano a los seis años y le aseguró que aunque fuera pequeña ella iba a aprender a cocinar por los dos. Ese día no comieron, pero tampoco quemaron la cocina. El subidón de adrenalina le recuerda lo maravillada que estuvo con su primer viaje en motocicleta y lo feliz que la hacía poder evitar a los automóviles con maniobras suicidas, lo paralizada que se mantuvo al sujetar una pistola por primera vez y lo tensa que terminó tras hablar por primera vez con él.
La pelirroja mastica el nombre, con sus seis letras y sus dos sílabas. Al principio le sonaba como el nombre de un científico, luego como el de un hombre taciturno y al final le sonó como el de un rubio orgulloso y confiable.
Toca la puerta desde donde puede salir y se mordisquea los labios hasta ponérselos rojos. Mira el pasillo cada medio segundo con el corazón en la mano, preparada para lanzárselo en la cara a cualquiera que desee burlarse de su nerviosismo.
El capitán de los S.T.A.R.S. es quien abre y le sonríe gentilmente.
— Señorita Redfield, es una sorpresa verle. ¿Su hermano se encuentra bien? —Claire no puede mirarlo a los ojos y asegurar que la preocupación también los alcanza. Desea quitarle las gafas con tantas ansias que se mantiene firme para inmovilizar sus propias manos. — Me parece que le encontrará si se marcha ahora. Ya debe de estar en casa.
Las palabras se cuelan por sus oídos y la hacen enrojecer suavemente. Vacila antes de asentir y atropellar un gracias. Ha quedado como una tonta, pero es una tonta que ha podido verlo.
No entiende por qué jamás se tutean; en realidad sí que entiende, pero prefiere pensar que hay más posibilidades de que se llamen por sus nombres que siempre llamarse por sus apellidos. Como dos extraños que se tienen consideración o dos conocidos que sólo comparten un tiempo y espacio de vez en cuando.
— Corazón, ¿necesitas que alguien te lleve?
Quiere decirle que sí, que su forma de decirle "corazón" le derrite y que su propio corazón está enloquecido por ello, pero en su lugar escupe el apellido ajeno con tanto respeto que no se siente ella.
— Puedo cuidarme sola, capitán Wesker. —La réplica le sale sola, odia que la traten como una niña. — Agradezco el gesto y lamento haberlo importunado.
Su coleta baila cuando se gira para retirarse y no alcanza a notar la sonrisa ladina del mayor. Claire le parece una niña, pero no el tipo de niña que es Sherry Birkin, con las rodillas raspadas y la curiosidad sin dirección de todo crío. Claire siempre le parecerá un poco más joven de lo que es. Está en los genes Redfield: parecer más joven de lo que realmente se es y meterse a empujones a la vida de los demás.
