"ENCUENTROS"

Por Lady Nadia de Grandchester

INTRODUCCION

Candice White Andley, enfermera de profesión, de carácter dulce y naturaleza bondadosa, poseedora de un corazón puro, de espíritu fuerte e independiente que la ayuda a sobreponerse de cualquier adversidad que se le presente.

Terrence Greum Grandchester, actor de teatro, de carácter fuerte y naturaleza apasionada, de personalidad arrolladora y poseedor de un corazón noble, firme en sus convicciones, es sin lugar a dudas un guerrero incansable de la vida, ó guerrero de la luz, cómo lo llamó, si mi memoria no me es infiel, en un maravilloso ensayo la talentosa y querida Lady Zafiro.

Los caminos de Candy y Terry se cruzaron en el momento justo para ambos. Los dos sufrían por diferentes causas que atormentaban su vida, siendo cada uno de ellos, consuelo y solución para el otro. Un amor jamás confesado con palabras, pero si con hechos, nació entre ellos, siendo el motor para impulsar sus caminos. El destino les jugó una mala pasada, obligándolos a tomar senderos distintos, pero con la certeza de que aquel sentimiento que compartían viviría para siempre en sus corazones.

Cuatro años han pasado desde la última vez que se vieron, tiempo en el cual Candy y Terry siguieron con su vida. Cada uno por su lado, ha tratado de cumplir con la promesa hecha al pie de las escaleras, mudas testigos de esa triste separación, "Ser feliz", es más fácil pronunciarlo que llevarlo a cabo.

Candy, después de descubrir los lazos que la unían con Albert, tomó su papel como hija de la familia Andley, sino por placer, si por agradecimiento al joven que le cambió la vida. Sin dejar de lado su profesión, se ha convertido en la dama que siempre deseó que fuera Elroy Andley, elegante, fina y educada, sin perder su sencillez y la bondad de su corazón, un corazón que aun llora por verse alejada del amor de su vida.

Terry, después de un periodo oscuro en su vida, regresó a Broadway para demostrar su gran talento sobre las tablas y cumplir con el compromiso moral adquirido tiempo atrás. Su carrera actoral se encuentra en la cúspide, considerado como uno de los mejores intérpretes shakesperianos, puede decirse que es exitoso, aunque un vacío en su corazón no le permita gozar de la felicidad completa.

El tiempo ha pasado, tal parece que esos amantes corazones se han resignado a dejar sus vidas como están, y aunque pudiera ser que ya todo esta escrito, tal vez, aún no se haya dicho la última palabra, siempre habrá encuentros que cambien el rumbo de nuestra vida.

Nota de la autora:

¡Hola queridas lectoras!

Aquí me tienen con una nueva historia dedicada a mis personajes favoritos, Terry Grandchester y por supuesto, Candy White Andley.

Mucho se ha escrito sobre esta pareja, probablemente se seguirá escribiendo por mucho tiempo más, y sin más, quiero compartir con ustedes mi visión de un posible final para ellos.

En esta historia no hay malos malvados ni buenos demasiado buenos, simplemente trató de plasmar con palabras las reacciones que tendrían nuestros queridos personajes en las situaciones que se lleven a cabo, dándoles la oportunidad de experimentar cada uno de los sentimientos que los embarguen a medida que transcurra la historia.

Espero contar con su apoyo y deseo que "Encuentros" sea de su agrado.

¡Un beso para todas y mil gracias por leer!

Lady Nadia de Grandchester.

"ENCUENTROS"

Por Lady Nadia de Grandchester

CAPITULO I

"RECUERDOS DE NUESTRO AMOR"

La luz de la luna se filtraba por la ventana, alumbrando débilmente el rostro de la muchacha recargada en el alfeizar de la ventana. Pasaba de la media noche, sin embargo, Candy no tenía apuro en irse a la cama. En sus pequeñas manos sostenía un periódico, del cual sobresalía una foto que enmarcaba un rostro de facciones aristocráticas y mirada azul intensa que revelaba una madurez adquirida con el paso de los años, una mirada que aunque fuera impresa en papel, lograba cautivarla tal cual como lo había hecho el primer día.

TERRENCE GREUM GRANDCHESTER TRIUNFA EN BROADWAY.

Poseedor de un talento indiscutible, Terrence Greum Grandchester se consagra como uno de los mejores intérpretes shakesperianos de nuestros tiempos gracias a su sentida interpretación en "Hamlet". El sentimiento impreso por parte del joven actor en cada escena y dialogo ha logrado cautivar el corazón de la audiencia que noche a noche tienen el privilegio de gozar de la maravillosa actuación del joven Grandchester del que seguramente escucharemos hablar por mucho tiempo.

Una vez más Candy leía el contenido de esa nota, agradeciendo a la vida por los triunfos de se querido Terry, deseando secretamente, haber compartido con él todos y cada uno de ellos, sintiéndose más que orgullosa de que él hubiese vencido a sus demonios internos y retomará con mayor ímpetu el camino que había elegido.

Cuatro años habían pasado, tiempo en el cual no había dejado de pensar un solo instante en él. Internamente trataba de convencerse de que lo mejor para todos era que se mantuvieran lejos, existía una mujer que había sacrificado todo por Terry y era el deber moral del joven quedarse con ella para brindarle su cariño y cuidados, aunque con ello, a ambos, se les diluyera la vida.

La joven rubia dirigió su mirada hacia la hermosa luna que brillaba en la oscuridad de la noche. Esa luna que se había vuelto su inseparable compañera en sus horas de soledad, tiempo en el que podía dar rienda suelta a los sentimientos que ocultaba ante todos. Era verdad, nadie podía imaginar el dolor de Candy, ella se había encargado de confeccionar una fachada ante todos sus seres queridos, fachada en la cual se mostraba alegre y contenta, solamente quien pudiera interpretar lo que había detrás de sus ojos color verde esmeralda podría darse cuenta del dolor que su alma guardaba y de la agonía que su corazón padecía al encontrarse lejos del ser amado.

-¡Terry, mi querido Terry!, has hecho realidad tu más grande sueño, ¡eres un triunfador!, me siento orgullosa de que tu nombre aparezca en las grandes marquesinas de Broadway… al menos… uno de los dos es feliz.

Los recuerdos se agolparon en la mente de la rubia, llevándola a un bello prado en Escocia, lugar en el que por primera vez Terry le habló de su pasión por el teatro.

-Terry, tu amas el teatro, ¿verdad?

-No Candy.

-¡Mentiroso!, subrayaste cada pasaje… ¿todavía vas a negarlo?

-Es cierto, me gusta…realmente amo el teatro…amo actuar. El teatro es como magia, nuestra vida esta determinada, no podemos cambiar nuestra identidad, pero en el teatro puedes ser cualquiera, un rey ó un ladrón.

Hermosos y gloriosos días en que germinó la semilla del amor entre los dos, un amor que pensaban, estaba hecho para durar toda la vida. No contaban con que el destino, caprichoso y cruel, les tenía deparados diferentes caminos para andar. Cuando pensaban que por fin podrían estar juntos para no separarse más, la tragedia los envolvió obligándolos a vivir uno lejos del otro.

Su mirada nuevamente se posó en aquella fotografía, mientras que su mano acariciaba con ternura el papel donde se encontraba impresa, deseando que en realidad lo que estuviera debajo del toque de su mano fuera el rostro de su amado Terry. Sí, su amado Terry, tal vez pudiera él estar con otra, pero Candy podía darse el pequeño lujo de decirse a si misma, tratando de creer en ello, que el corazón del joven siempre le pertenecería.

Candy se alejo del alfeizar, enfilando sus pasos hacia el vestidor, sólo una tenue luz alumbraba el lugar, pero no le impidió encontrar lo que buscaba. Del fondo del vestidor sacó un cofre, en el que guardaba sus más preciados tesoros. Con sumo cuidado dobló el recorte de periódico donde hablaban de Terry y lo introdujo en ese cofre que guardaba los recuerdos del amor de su vida. Cuidando de no hacer demasiado ruido, volvió a ponerlo en su lugar, mientras que una lágrima solitaria surcaba su mejilla al pensar en lo que pudo ser y no fue.

La función había terminado, el público asistente había abandonado el teatro que momentos antes había vibrado con el aplauso ensordecedor dedicado a la maravillosa puesta en escena que habían presenciado. Sólo una de las butacas de la galería estaba ocupada por un joven que al parecer no tenía intención alguna de marcharse. De porte aristocrático, cabellos castaños y envidiable gallardía, Terrence Greum Grandchester, aun ataviado con la vestimenta del personaje interpretado, mantenía su mirada fija en el escenario, la segunda pasión de su vida.

Desde su regreso al mundo del teatro, era un misterio donde había estado y lo que había hecho durante su ausencia de las tablas, de naturaleza callada y reservado ante los demás, nadie podía imaginar los pensamientos que cruzaban por la mente del joven actor. Terry no era el tipo de persona que gustaba de salir en grupo con los miembros de la compañía Stratford a la que pertenecía, ajeno a todo bullicio, prefería invertir el tiempo que podía disfrutar a solas en navegar por el mar de sus recuerdos, solo así podía sentirse vivo después de bajar del escenario.

No era fácil presumir el mantener una amistad con Terrence Grandchester, eran pocos los amigos con los que contaba, y uno de ellos, el más querido quizás, hacía tiempo que no lo veía, no porque no pudiera, sino porque estaba conciente de que al buscar a William Albert Andley, no podría contener el impulso de encontrarse con ella, con Candy.

Sabía por los diarios que la familia Andley ofreció una fiesta en la que Albert había presentado a Candy como su hija adoptiva ante la estirada sociedad de Chicago. No pudo ocultar su emoción cuando vio en el periódico, meses atrás, la fotografía de su querida pecosa en dicha fiesta. Albert la llevaba orgulloso del brazo y ella, parecía feliz, ó al menos eso es lo que podía apreciar en aquella fotografía. El recuerdo de la chiquilla revoltosa de coletas que guardaba celosamente en su memoria, palideció ante la imagen que sus ojos admiraban. La belleza de Candy había emergido como delicada flor en primavera, enmarcada por el bello vestido que acentuaba con delicadeza unas sinuosas curvas que anteriormente no se encontraban en aquella geografía.

Sin lugar a dudas Candy se había convertido en una hermosa mujer, pero más allá de su belleza física, él la amaba por la pureza de su alma y la nobleza de sus sentimientos. Sólo Candy se había adentrado hasta lo más profundo de su alma, obligándolo a despojarse de su careta de rebeldía para mostrarse ante ella tal y cómo es, apasionado e impulsivo, y a la vez, noble y tierno, dispuesto a entregarse por completo a la dicha de ese amor que se vio truncado por caprichos del destino, y que, sin embargo, seguía vivo dentro de su corazón.

-¡Candy!...cuatro años…cuatro largos años en que no he podido dejar de pensar en ti…lo que daría por estar a tu lado… ¿me recordarás?... ¿pensarás aunque sea un poco en mí?

Era un martirio constante el pensar en ella, imaginar que otro hombre pudiese haber ocupado su lugar en el corazón de ella desataba aquellos celos que no podía darse el lujo de sentir, él había hecho su vida lejos de Candy, y lo menos que podía desear para la dueña de sus pensamientos era la dicha completa que él estaba lejos de sentir.

-Joven Terrence... –La voz del señor Cameron lo sacó de su ensoñación.-…perdone que lo moleste pero ya estamos por cerrar.

Terry dirigió su mirada al anciano velador que se encontraba de pie frente al escenario.-Discúlpeme usted a mí, señor Cameron, perdí la noción del tiempo.

El joven se puso de pie y enfilo sus pasos hacia el camerino para cambiarse de ropa. Minutos después arribo a la salida, donde ya lo esperaba el velador.

-He de decirle joven Terrence que esta noche, al igual que todas, brilló en el escenario.-Le dijo con sinceridad el anciano.

-Gracias, señor Cameron, el escenario es mi vida y cada noche dejo una parte de mí sobre el.-Le dijo al traspasar el umbral.

-¿A casa joven Terrence?-Le preguntó antes de cerrar la puerta.

-Como todas las noches...-Contestó con un dejo de amargura casi imperceptible, al tiempo que se acomodaba el abrigo sobre los hombros para emprender su camino.

El señor Cameron se quedo observando como se perdía la figura del joven actor. Los años vividos otorgan a los ancianos una sabiduría que los jóvenes solamente adquirirán con el paso del tiempo, por ello, son capaces de ver cosas que para los demás no son evidentes, y el señor Cameron sabía que el alma del joven Terrence, como él le llamaba, sufría en silencio. En todos los años que llevaba prestando servicio como velador del teatro, había visto pasar a infinidad de actores, algunos talentosos, otros, no tanto, pero ninguno como Terrence Greum Grandchester.

Continuará...