¡Hola! Bueno, creo que muchos de mis lectores, si es que deciden seguirme también en este n.n. Se sorprenderán mucho porque escriba un fic de esta pareja. Pero es por dos razones. La primera, me gusta la pareja y sin ella, Ryoma no existiríaXD. La segunda, un reto. Pues me dijeron que no sería capaz de escribir un fic de Nanjiro y Rinko. Bueno, pero aquí está.
-Pareja: Nanjiro-rinko.
-Capítulos: No lo sé.
-Tema: Romance, humor, celos, sensualidad.
-Autora: Chia-Uchiha o pervert-chan.
-Lemon: En su momento.
-Avisos: El fic comienza desde que Nanjiro y Rinko se conocieron. Igual dejo detalles a un lado y posiblemente no los meta. Meteré personajes inventados de vez en cuando. Si no los describo demasiado, es que no son importantes.
-La historia de el pasado estará escrita en cursiva.
-El presente en letra normal.
Resumen:
Recordando su pasado, Nanjiro se recuesta plácidamente sobre la mujer que ama. Nada arrepentido de tenerla, disfrutará de sus recuerdos con la relajación de un marido satisfecho. ¿Qué secretos se esconde en su pasado de noviazgo?
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Prólogo.
Seducción lenta.
El viento movió las hojas de los árboles lentamente creando hondas de luz que le golpearon. Su negro kimono quedó cubierto por los rayos y sonrió cuando su mano creo sombra, recibiendo las caricias en su piel. Sintió algo blando chocar contra su espalda y como unos brazos rodeaban su cuello. El perfume golpeo contra sus sentidos y sonrió sin abrir los ojos. Era capaz de reconocerla en cualquier lugar. Ella enredó sus manos, acariciándose en un mutuo acuerdo de caricias.
El sonido de una pelota al ser golpeada le hizo volver en sí y regresar la vista al niño que jugaba repetidas veces en soledad, sin cansarse, golpeando una y otra vez el redondel amarillo. Suspiró y se dejó atraer por las manos femeninas, tumbándose sobre el cuerpo de su mujer. Sintiendo como su nuca era suavemente acogida por los blandos senos. En aquella posición, podía observar perfectamente su rostro. Un rostro que no se cansaba de ver. Entrecerró sus ojos cuando sintió una de las manos acariciar su pecho, desprendido de cualquier trozo de tela de el kimono. Era agradable. Demasiado agradable aquel tacto.
Sonrió pervertidamente y la miró con fijeza. Sus ojos entrecerrados tendían a mostrar lo que pensaba en hacerle si no se detenía. Y ella sonrió, inclinándose para besarle. Un simple roce de labios, que él mismo terminó por exigir más. Alargó su manaza, posándolo en la nuca femenina y antojó a más el beso. No por ser mayor, iba a dejar de besar a su esposa como siempre. Tampoco habían interrumpido sus relaciones sexuales. Porque disfrutaba de ella. Y todo lo que le había dado, era maravilloso.
Ir a América era algo de lo que nunca se arrepentiría. Sí. Definitivamente, fue una buena idea.
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Una semana después de haberse despedido de Ryuzaki y llegar al terreno de su sueño, quiso centrarse en los partidos. Sin embargo, existían ciertas cosas que él no podía soportar. La bajeza de los hombres era una de ellas, especialmente, con personas tan ególatras como ese hombre y no dudó ni un segundo en verter la bebida sobre él.
Ya estaba metiéndose en líos. Y no eran de faldas.
Sin embargo, no se vio cumplido su idea de mostrar al viejo quien mandaba. Una japonesa. Igual que él. Lo sujetó de el brazo y lo arrastró hasta el exterior. ¿Le había salvado? No lo sabía, pero desde luego, aquella mujer no tenía más que temperamento. Tras presentarse y confesar que el tenis solo era un pasatiempo para ella, había algo que a él le intrigaba más y quizás por ello, su relación fue marcada.
Había alargado las manos para atrapar en las grandes palmas de su mano los dos senos cubiertos por tanta ropa y sonreír malicioso, indicándole que no era de su gusto, aunque, que le partiera un rayo si cuando se alejó, la sensación de aquellos voluptuosos encantos femeninos, no se quedaron grabados en sus manos.
Tenía que reconocer que era un pervertido, pero había algo extraño. Se centraba demasiado en los partidos, aunque aceptaba el cariño de Alicia, la mujer encargada de llevarle a los partidos. Pero aún así, algo siempre llevaba a su encuentro. Aquella mujer parecía estar totalmente dispuesta a meterse en su vida. Quizás, esa fue la razón por la que no pudo apartar la vista de ella.
Y ya, el remate final. El punto de marcaje que le llevó a tender la mano al destino que los uniría. Seguramente, si no se lo hubieran contado, ella no habría tenido el valor de hacerlo. O era demasiado reservada o incapaz de decirle lo que sucedía por las pocas confianzas que tenía con él.
El resultado fue un partido. Y aunque nunca se lo confesaría, un partido en plan venganza. Las heridas que le había creado aquel hombre iban a ser pequeñas con las que él le haría por golpearla.
¿El premio? Sí. Llegó. En un viaje que no esperaba que ella recorriera a su lado. Comenzó, desde el momento en que puso su cuerpo sobre el asiento de aquella moto y la estrechó entre sus brazos, con el suficiente talento como para no dar índices de lo que tenía en mente y volver a rozar los senos que sus manos tanto habían anhelado.
No podía prometer que no disfrutó de los triunfos que siguieron. Que no se sentía orgulloso cuando la veía entre las gradas o fuera de estas, esperándole para ir al siguiente destino. Se acabó la camioneta y una rubia despampanante. Lo que había conseguido era superior.
Lo malo de todo es que aquella mujer era de armas tomar y no era tan sencilla de seducir. Aunque de vez en cuando, la había sorprendido mirándole con atención, como si quisiera guardar su recuerdo para siempre. Quizás… ¿Temía perderle?
Y así era. Rinko Takeuchi tenía miedo. Se había enamorado demasiado rápido de aquel hombre de miradas estremecedoras y sonrisas destructoras de fortaleza. Cada vez que lo veía jugar, no podía evitar maravillarse y sentirse más enamorada de él. Lo peor de todo, es que siempre había algo que rompía su seguridad.
Celos.
Esa palabra tan fuerte y poderosa que hacía volver loco al más cuerdo de los hombres, la había poseído a ella más de una vez. No se lo iba a demostrar, porque se había hecho una promesa con firmeza. No mostraría a Nanjiro más allá de leves sonrojos si no estaba segura de que la amaba.
Muchas veces le había visto tocarla con demasiadas confianzas. No era de aquella forma descara y pervertida que tenía por costumbre utilizar con ella desde la primera vez que la había visto. Eran caricias que la hacían temblar. Un roce con sus dedos en el hombro. Sujetarla con firmeza y seguridad de el codo. Apresar su cintura con su mano, acariciar la zona distraídamente con sus dedos mientras la apegaba contra su cintura. Rozar sus hombros, dormir sobre su costado o piernas tras comer en algún picnic.
Lo peor, siempre eran sus miradas. Esas miradas que parecían atravesar su alma. Hacerse posesivas en algún que otro momento y desnudarla. Ahora comprendía lo que quería decir que la mirada también podía acariciar. Especialmente, cuando de vez en cuando, los ojos castaños se clavaban en sus senos, rodeaban sus caderas y se perdían en sus piernas.
Le había visto humedecerse los labios cada vez que hablaba con él de cualquier tema y desde entonces, no podía apartar la mirada de su rostro. Aquellos masculinos labios la llamaban con fuerza. Le decían sin palabras que se acercasen a probarlos. Llenos. Llamativos. Tiernos. Cálidos.
Se había tenido que reñir a sí misma para no pensar más en ello. Tampoco en la sensación que tenía cuando lo veía aparecer corriendo y feliz con una de sus copas, para abrazarla levemente. ¿Cómo sería ser enterrada dentro de aquellos músculos? O mejor, cubierta por ellos bajo unas sábanas. Y de nuevo la rojez a su rostro llegaba.
Para su suerte, él había tomado sus muslos como cojín y dormitaba levemente mientras eran acariciados por la brisa de verano. Tres meses hacía ya desde que lo conoció y no podía evitar sentir leves celos de lo que condimentara el futuro. ¿Qué sentiría la mujer que ocupara su cama todas las noches? ¿Cómo la besaría? ¿De qué forma la tocaría para excitarla? ¿Qué clase de miradas expresaría para excitarla?
Jadeó al pensar en las que le dedicaba a ella y frotó su rostro en necesidad de apartar la rojez que comenzaba a acumularse en su cuerpo. El calor crecía siempre de forma insospechada y cuando menos tenía que hacerlo. Le bañaba el cuerpo por completo y la hacía estremecerse. Algo que muy bien podía tener nombre.
Excitación.
Jadeo al darse cuenta y se removió inquieta. Sin embargo, aquello ejerció que él despertara, al sentir sus movimientos inquietos y rogó porque no descubriera en el estado que se encontraba, cubriendo su rostro con el libro que se entretenía en leer, intentando recopilar información en sus estudios. Una carcajada escapó de la garganta masculina y descubrió parte de su rostro en busca de la razón.
Tragó saliva. De nuevo aquellos ojos. Ojos que la volvían loca.
Y es que él disfrutaba mirándola. Sintiendo como cada vez, poco a poco, iba cediendo a sus roces, a sus sonrisas, a sus caricias. Había roto aún más la cercanía, terminando por rozarla levemente en obligación de querer sentirle, y así, había conseguido que cediera.
Dormir sobre sus piernas se había vuelto una costumbre necesitada. Rinko continuaba durmiendo lejos de él y aunque fuera por meros momentos, disfrutaba de los torneados muslos con gusto. Sabía que su cercanía la ponía nerviosa y sentirla temblar se había vuelto en ocasiones verdaderamente divertidas y excitantes. Aquel rostro sonrojado que siempre intentaba ocultar de una forma u otra.
-¿De qué te ríes?- Preguntó ella descendiendo levemente el libro.
Suspiró, alzándose con la única sujeción de su brazo estirado sobre la hierba, sujeto por su mano. La risa le había quemado la garganta, pero había sacado sus frutos. El sonrojo de su rostro. Aunque sospechaba que no era exactamente por eso. Si se trataba de ser conquistador, él podría serlo perfectamente. Y ya se estaba cansando de tanto esperar una respuesta a su gestos leves. Si tenía que enfondase más, lo haría.
Agarró el libro entremedias, cerrándolo y quitándoselo. Últimamente, le hacía más fácil arrebatarle las cosas cuando la miraba con tanta fijeza y el movimiento de alejar la mirada llegó. Más cuando se rio divertido por el acto, se volvió para encararle y en el momento justo en que abrió sus labios para protestar, los atrapó con su pulgar. Y cuando lo hizo, los labios temblaron contra su dedo.
-Nanjiro… que…
-Calla- ordenó.
Y los acaricio con soltura. Delineo las formas, los enrojeció con el roce. Sintió el aliento golpear contra su dedo. Se hizo paso entre ellos, acariciando el inferior internamente. Un toque suave que creara cosquillas y logró lo que quería. Que ella gimiera levemente y que su lengua intentara tocar el pulgar. Cuando esos gestos llegaron, se estremeció notablemente, respirando agitada.
Y es que para ella fue algo demasiado erótico a lo vivido hasta ahora. La habían besado alguna que otra vez. Besos cortos, tímidos que no terminaban en algo más. Pero nadie nunca había acariciado sus labios y la había obligado a expulsar un simple gemido, llevando a su lengua querer tocarle. Y cuando rozó la yema de el dedo, fue justo con un punto bastante sensible y un escalofrió la recorrió por completo.
No quiso hacerlo. No de esa forma, pero sus labios se movieron de nuevo en una angustiada suplica.
-Nanjiro…
Y él sonrió. Tan sensual, que sintió que el suelo temblaba a sus pies y si no se sostenía, terminaría por caer sobre el césped. ¿Qué haría Él? ¿La sujetaría contra él o se tumbaría sobre ella para continuar acariciándola?
-¿Rinko?
NO quería despegarse de las caricias, pero, perezosamente, se volvió hacia la voz. Abrió los ojos sorprendida y se alzó, algo tambaleante.
-Profesor Hideki- Exclamó acercándose hasta el hombre- ¿Cómo es que está aquí?
-Dando un paseo. ¿Tu acompañante es…?
Enrojeció levemente y movió sus castaños cabellos en necesidad de apagar el fuego que el mismo que, sentado todavía sobre el césped, esperaba de brazos y piernas cruzados.
-Echizen Nanjiro. El joven tenista de el que le hablé.
EL profesor afirmó como salutación y Nanjiro alzó una mano sin demasiado interés. Estaba demasiado nerviosa como para pensar que los resultados que él había creado en su cuerpo pudieran molestar al castaño. Especialmente, que los mostrara ante hombre sin darse cuenta, pero, ¿qué demonios podía saber ella si Echizen no aclaraba y ella tampoco cedía?
Su larga carrera al amor estaba recién comenzando y ninguno parecía darse cuenta de los resultados que esto crearía en un futuro. Un futuro en el que tambaleaban y no se daban cuenta. Porque todos somos demasiado desconocedores como para saber lo que habrá más allá de lo que en esos instantes vivimos.
Y para Nanjiro Echizen, que estaba a punto de comenzar a entender las razones de porque enlazar más pronto de lo que creía a Rinko, estaba por descubrir, que, por muy seductor y sensual que fuera, había muchos otros trabajos que hacer, para mantener a Rinko Takeuchi a su lado.
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Notas autora:
Cortito, pero buenoXD.
Es un prólogo n.n.
Tengo que decir que lamento si las personalidades no confirma mucho. He mezclado a RInko de el anime con la de el manga, así que perdón si eso molestó.
Nanjiro es pervertido y me viene como anillo al dedoXD. Pero me gusta usar
la sensualidad así que tardarán igual lo suyo en caerXD.
Bueno, me despido que tengo mis fics Ryosaku por continuar n.n y otros nuevos que colgarXD.
