DE CUERPO Y ALMA

By Sayuri08

Aquella mañana Kagome se despertó algo menos casta que la anterior, sentía la humedad en sus entrañas y no era para menos, últimamente estaba más ansiosa, sexualmente hablando, que de costumbre donde sus incursiones nocturnas la transportaban a un mundo de lujuria y desenfreno, en el cual el principal protagonista era un muy conocido joven de complexión robusta y orejas caninas.

No quiso rememorar más sus sueños húmedos ya que debía asistir al instituto donde la esperaban tres largas horas de examen de álgebra, lo mejor sería enfundarse en su uniforme habitual y bajar a desayunar con su familia, con la que pocos días compartía sus mañanas.

Mientras bajaba las escaleras dio un último repaso a sus apuntes y se encaminó entretenida hacia la cocina donde la esperaban todos.

- Buenos días hija, ¿a que hora tienes tu examen? – La madre de Kagome esbozaba su maravillosa y reconfortante sonrisa mientras ponía a su pequeña de 16 años unas apetecibles tostada.

- Pues si no voy herrada... a primera hora. – Dudo por unos instantes con sus frecuentes faltas bien podía estar equivocada pero finalmente parecía convencida y continuó comiendo su tostada tranquilamente. – Mamá cuando vuelva del instituto regresaré de inmediato al Sengoku, Inuyasha y los demás deben estar impacientes, ¿podrías...

Su madre no la dejó acabar la frase.

- Tranquila cariño, cuando regreses tendrás la comida de todos preparada incluida una buena ración de ramen instantáneo.

Bastaron unas miradas entre madre e hija para que los presentes fuesen concientes de la compenetración entre ambas, que nuevamente se dedicaban a sus cosas con una amplia sonrisa y renovadas energías.

Las horas que duró el examen parecieron una eternidad para Kagome, que como de costumbre, no había estudiado prácticamente así que los problemas revoloteaban largos minutos en su cabeza antes de empezar a ser contestados, fue tedioso y estresante pero al acabar, se deshizo automáticamente de la carga mental que había soportado los días anteriores, ya le era igual si había aprobado o no, el caso es que ya estaba hecho y podía continuar con su agradable rutina, pues incluso perseguir al desgraciado de Naraku era mejor que esto.

Así que felizmente se dispuso a regresar al templo para cruzar ese pozo que tantas veces durante aquel año la había visto cruzarlo. Intentó pasar desapercibida entre sus amigas y el insistente Hojo, tenía una inquietud en su pecho y todo apuntaba a que deseaba como nunca ver ese par de orbes doradas como el oro y tan intranquilas como el animal salvaje que las poseía.

Mientras subía las escaleras del templo, rememoró el tacto áspero de las garras del semidemonio quemando sobre su piel y sus besos líquidos y salvajes, era exasperante la reacción de su delicado cuerpo ante las sensaciones que podía provocar un simple sueño, que estaba muy lejos de ser inocente pues hacía un tiempo que la chica había comenzado a ver al esquivo muchacho con algo más que amor en su mente... se estaba inundando del más puro deseo y estaba segura que la influencia del monje libidinoso no tenía nada que ver en su discreto cambio de actitud.

Colocó con premura todo lo que su madre había preparado, en la ya gastada mochila amarilla y se dejó caer entusiasmada al interior del pozo, sabiendo que esa noche vería, como todas las noches de luna nueva, la faceta humana de su hanyou.

Ese hermoso chico de cabello intensamente azabache y ojos del mismo color, que si bien no mantenía el misticismo de su lado demoníaco, era terriblemente tierno y apetecible.

"Que horror parezco el mismísimo Miroku..." Kagome se reprendió ante estos pensamiento impuros mientras subía desesperada por las enredaderas del pozo en el Sengoku.

- Has tardado mucho, hemos estado a punto de irnos sin ti... – Esta irritante voz era muy conocida para ella y a pesar del "cariñoso saludo", nada estropearía su estado anímico actual.

- Yo también te he extrañado Inuyasha. – El deje de ironía en sus palabras no pasó inadvertido para el molesto hanyou.

Kagome paseaba su vista por la llanura buscando al resto del grupo y aprovechando para llenar sus pulmones, saturados del nauseabundo aire de la ciudad, con la pureza que emanaba del bosque.

- ¿Dónde están todos?

Inuyasha sujetó la pesada mochila y viendo las pocas intenciones de discutir de la morena se dio por vencido, de paso se libraba de un osuwari casi adjudicado.

- Se han adelantado, nos encontraremos dos pueblos más hacia el oeste, nosotros deberíamos partir ya, hemos recibido noticias sobre el paradero de Naraku. – Ambos caminaban hacia la aldea de la anciana Kaede, Kagome se había adelantado un poco por lo que su esencia corporal quedaba expuesta al viento y al agudo olfato de Inuyasha que, aunque estaba algo debilitado por su próxima transformación, distinguía un matiz ligeramente diferente en ella, era como una especie de invitación y no sabía exactamente a que.

- Bien, pasamos a despedirnos de Kaede y nos vamos. Por cierto, ¿quién ha filtrado la información? – La chica sacudió sus cabellos al viento causando fascinación en el hanyou.

- Kagura, quién sino. – Los ojos ambarinos rodaron graciosamente. - Y lo más posible es que sea una trampa pero al menos tenemos la oportunidad de acercarnos a ese maldito engendro, nunca se sabe.

Kagome asintió convencida, con el tiempo habían llegado a la conclusión de que la mejor manera de llegar a Naraku, era dejándose llevar por sus burdas maquinaciones, aunque siempre salían lastimados, ya fuera física o mentalmente.

Durante todo el camino hacia la aldea la pareja guardó silencio e Inuyasha se dejó hipnotizar olfateando el aire, que arrastraba consigo aquel aroma de Kagome hasta ahora desconocido para él y que en conjunto con el suave contoneo de sus caderas comenzaban a hacer mella en el instinto animal del hanyou.

"Puede ser que esté comenzando a ver a Kagome con otros ojos... ¡Feh! imposible"

Se recriminó a si mismo por este pensamiento que no era más que un reflejo interior de lo que hacía un tiempo había comenzado a sentir, en parte por las constantes declaraciones de amor incondicional de la chica y por otro lado estaba aquel casto beso en el castillo de Kaguya, al que él había respondido tímidamente y del cual no habían vuelto a hablar, se convirtió en tema tabú entre ellos por desgracia.

Una vez en el poblado, se apresuraron a pasar por la choza de Kaede ya que no querían que les sorprendiera la noche pues bien sabían que sería peligroso y más con un Inuyasha indefenso ante los demonios que les acechaban. Keade que sabía del riesgo que corrían pasando la noche fuera, puso su granito de arena.

- Creo que lo mejor sería que salierais mañana con la primera luz del alba, de lo contrario ¿dónde pasaréis la noche?.

El joven que prácticamente ya estaba cargando en su espalda a Kagome, contestó sin girarse.

- No te preocupes abuela Kaede, aunque sea un humano, sabré cuidarme sobretodo si tengo a Kagome a mi lado. – Estas últimas palabras fueron fruto de su cercana humanidad, ya florecían sus sentimientos que en su estado natural sólo significaba debilidad pero esta vez no le dio importancia y agitando la mano al aire sin mirar atrás comenzó a correr tan veloz como le permitían sus fuerzas.

No pudo ver el rostro desencajado por la revelación que expresaba Kaede pero si pudo notar lo tenso que estaba el cuerpo de la miko, apoyada en su musculosa espalda.

Realmente desde aquella vez que, en su estado humano, decidió hacer frente a Kagura para salvar al lobo apestoso sintiendo el coraje, el apoyo y la confianza de sus amigos, había comenzado a apreciar más su humanidad, quizás estaba equivocado y no era algo de lo que debiera avergonzarse... ¿acaso no eran Miroku, Sango y Kagome humanos? Y ellos nunca se habían cuestionado su valor, a pesar de haber estado expuestos en numerosas ocasiones a la muerte y no por ser humanos eran más débiles pues la cobardía no figuraba entre su principios.

Con estos pensamientos el hanyou se adentró en el bosque, cuando el crepúsculo de la tarde se hacía inminente y bañaba con tonos rojizos el cielo, Kagome que había permanecido en silencio hasta ahora, hizo un gesto señalando con la mano hacia la espesura.

- Creo que he visto una cueva, tal vez podríamos pasar allí la noche... ¿no crees Inuyasha? – No podía evitar un leve sonrojo en sus mejillas, no eran muchas las noches que pasaban solos y con su frecuente desequilibrio hormonal no estaba segura de poder dormir tranquila en presencia del chico que perturbaba sus sueños, colmándolos con las más tórridas fantasías.

Inuyasha utilizó sus últimos minutos de poder para inspeccionar la cueva asegurando la zona y buscando leña para hacer un confortable fuego mientras Kagome sacaba de la mochila los suculentos envases de ramen, todo un manjar para el selectivo hanyou.

El chico regresaba de un río cercano y en sus manos se mecía un recipiente con el agua que utilizarían para preparar la exquisitez del futuro, Kagome detuvo su vista en el y una vez más quedó embelesada mientras observaba la transformación que duró apenas unos segundos pero que pudo apreciar al detalle.

- Nunca dejarás de sorprenderme. – Mantenía sus ojos cacao fijos en los negros del que ahora era su igual.

- ¿Me prefieres así?

- Ya sabes que no, para mi tu eres tu en cualquier estado que te encuentres, aunque algunos me asusten más que otros. – Esta vez orientó su vista a los troncos que eran consumidos por el fuego, recordando aquellas vivencias con un Inuyasha sádico y descontrolado con los ojos inyectados en sangre y auque era él, su amado Inuyasha, le parecía una visión aterradora pero al fin y al cabo otra faceta más que debía aceptar si se proponía amarlo sin barreras.

- Te refieres a cuando soy dominado por mi lado youkai... si, no es algo de o que me sienta orgulloso pero gracias a esta espada puedo mantenerlo a ralla. – Colocó su mano suavemente en la vaina y por un momento su mente viajó en el tiempo remontándose al día en que la chica había sacado a Tessaiga de la tumba de su padre. – Han pasado tantas cosas desde entonces...

- ¿A qué te refieres? – Kagome puso su cara más infantil y a Inuyasha se le antojó hermosa.

- Simplemente me alegro de haberte conocido. – Dijo esto y esbozó una cautivadora sonrisa, que provocó de inmediato el rubor en las mejillas de la chica.

El resto de la noche lo pasaron rememorando aventuras y se asombraban de las innumerables anécdotas que había vivido, en un corto año desde que la reencarnación de la poderosa sacerdotisa muerta había llegado del futuro para librar al hanyou del sello que lo retenía en el Goshimboku. Mucho habían pasado juntos desde entonces.

Poco a poco sus cuerpos se habían relajado y como era costumbre en la morena, apoyo su sedosa melena en el hombro del joven que ahora presentaba una complexión natural de un ser humano, aunque no por esto era menos atractivo.

En la atmósfera se respiraba paz y el delicioso aroma floral que emanaba del cuerpo de la chica y que embriagaba los sentidos de Inuyasha.

- ¿Recuerdas aquella noche en que te dije que me encantaba tu olor?

- Claro... nunca la he olvidado, eras humano igual que hoy, fue la primera vez que te vi así. – Kagome dudó antes de afirmar esto pero era la pura verdad.

- Sigo pensando lo mismo.

Estaba segura de que si su corazón hubiese podido latir más rápido, le habría salido disparado del pecho, esta noche tenía delante a un hombre desconocido para ella, él podía llegar a ser sensible en su vulnerable estado pero en ese momento estaba sobrepasando los límites de la realidad, tanto que Kagome llegó a barajar la posibilidad de estar soñando pero un súbito roce en su cuello le confirmó lo contrario.

Inuyasha había enredado un mecho del rebelde cabello entre sus dedos y lo acercó a su rostro para olerlo con devoción ante la pasmada chica.

- Inu... yasha. – Kagome no podía gesticular palabra, ¿al fin se habrían escuchado sus súplicas? Si esto era un sueño no quería despertar.

- Hace mucho que deseaba hacer esto. – Las profundas orbes negras se clavaron en los dulces e inexplorados labios que temblaban levemente.

- ¿Hacer... qué? – Antes de darse cuenta notó el cálido roce de los labios del hombre al que tantas veces había deseado besar con locura y no supo en que momento su propia hambre se desató, presionando y lamiendo la boca masculina para la fascinación del chico.

Sus lenguas no tardaron en encontrarse y revolotear cual mariposas, provocando un estallido de placer en sus cuerpos que temblaban descontrolados por los nervios y el deseo contenido. Los besos se hicieron cada vez más húmedos y profundos con un matiz de ansiedad por parte de ambos que exploraban tímidamente el cuerpo del otro con sus manos que de momento se limitaban a las zonas "no erógenas" pero no por esto menos placenteras y excitantes.

Una mano de Inuyasha se deslizó por la espalda de la chica hasta afincarse en su nuca, sujetando su peso mientras la recostaba lentamente en el pasto, colocándose él encima de ella, pudo comprobar como sus cuerpos encajaban deliciosamente y por primera vez abandonó su boca para explorar la suavidad de la piel en su cuello, al cual dedicó besos y caricias tibias con su lengua mientras notaba como con cada roce Kagome se estremecía en su regazo, deleitándose con los gemidos incontrolados que escapaban de la boca de ella y de la suya propia, estaba a punto de perder la cordura.

Kagome por su parte se sentía extasiada, la fricción entre sus cuerpos atravesaba su piel haciéndola suplicar más y acariciar cada músculo de los hombros y la espalda de Inuyasha, como si quisiera memorizarlos hasta que notó la palpitante presión en su vientre, que desencadenó una electrizante sensación en sus entrañas, que bien sabía lo que era y lo mucho que lo deseaba.

El moreno no se contuvo más y acarició fervientemente los pechos por encima de la camisa haciendo una leve presión en los pezones, con esto consiguió que Kagome se arqueara bruscamente hacia él jadeando de placer, al tiempo que comenzaba a embestirla instintivamente con sus caderas. Eran sentimientos nuevos para ellos, estaban conociendo con caricias y besos el cuerpo del otro pero poco les duró la dicha.

Se sintió un extraño ruido proveniente del bosque, algo parecido a una ventisca que ya era muy conocida para la pareja que maldijo el inoportuno momento, separando dolorosamente sus excitados cuerpos y con el aliento sofocado se alejaron nerviosamente regalándose miradas de complicidad bañadas de insatisfacción.

Pocos minutos después del sonido apareció Koga entre la maleza con su habitual porte altanero.

- Vaya chucho, veo que has perdido tus poderes. – Dijo esto mientras observaba curioso las arreboladas mejillas de ambos y sus respiraciones chocar fuerte contra su agudo oído.

No tardó en olfatear la excitación de ambos y no pudo evitar, dar un paso atrás cuando estaba a punto de acercarse a Kagome. Entonces la ira y los celos se apoderaron de él.

- ¡Qué le has hecho a mi mujer chucho sarnoso, no quiero pensar que te hayas atrevido a ponerle tus sucias manos encima¡ - Sus gritos se escucharon en toda la zona, provocando que algunas aves que descansaban, batieran sus alas asustadas.

Inuyasha se armo de valor, saliendo de su estupor y enfrentó al demonio lobo que le enseñaba sus afiladas garras y dientes rabioso.

- ¡Kagome no es tu mujer lobo apestoso, no vuelvas a llamarle así nunca más!

Estaban a punto de iniciar una pelea cuando la morena se interpuso.

- ¡Ya basta! Koga basta por favor. Es mejor que te vayas, no estáis en condiciones de hacer tonterías.

- ¿Lo dices por mi Kagome? – Inuyasha se dio por aludido sabiendo que en su condición humana no podría enfrentarse plenamente a Koga, aunque estaba seguro de poder demostrarle a ese idiota que él sería el único hombre en la vida de Kagome y más después de probar la miel de sus labios, no lo compartiría con nadie. Se dirigió repentinamente hacia ella. – ¡Sabes que aun siendo humano podría acabar con este lobo apestoso!

- ¿Me estás provocando chucho? Que insignificante eres.

Kagome se empezaba a desesperar, estas situaciones nunca le habían parecido tan críticas. Entonces serenó su semblante y decidida a pararlos de la manera más tajante, se dirigió a Koga.

- Koga... yo amo a Inuyasha, si le haces daño, me estarás hiriendo a mi, si de verdad te importo márchate... por favor.

El rostro de ambos contrincantes quedó paralizado, Kagome podría haber dicho cualquier otra cosa o estallar en un ataque de nervios como solía hacer pero demostró tanta determinación que al lobo se le quebró el corazón en mil pedazos y no le quedó más remedio que darse media vuelta, no sin antes dedicar una última mirada resentida al chico que se mantenía en tensión.

- Esta ves te me has adelantado, no es justo, tu juegas con ventaja... Inuyasha. – Cuando comenzó su carrera dejó a dos desconcertadas figuras rodeadas por una turbia nube de polvo.

Inuyasha se quedó pasmado por unos instantes y luego dirigió sus penetrantes orbes hacia la chica que permanecía callada y observando el sitio por el que había desaparecido Koga.

- Me... amas. – No era una pregunta, Inuyasha se lo estaba repitiendo para si mismo en voz alta.

Kagome le devolvió la mirada con la misma intensidad y sin más comenzó a caminar hacia el interior de la cueva evitándolo pero antes, se detuvo observando el fuego, en dónde antes había leña ahora sólo quedaban brasas.

- No puedo creer que te sorprendas... siempre lo has sabido. ¿Y tú Inuyasha, sientes lo mismo? – La chica continuó su camino, recogiendo su mochila y tirando tierra al fuego para apagar los rescoldos. No esperaba una respuesta, era una pregunta hecha al viento, sabía que le importaba al hanyou pero de ahí a amar hay mucha distancia y de repente este sentimiento, fulminó todas las electrizantes sensaciones vividas hacía breves instantes aunque estaba segura de una cosa. Aquella noche hubiese estado dispuesta a entregase por completo a Inuyasha.

P.D.: Esta humilde historia será corta, no pretendo hacer una saga... de hecho me estoy poniendo a prueba a mi misma. Gracias por leerme.