Nota de la autora: Aquí estoy de nuevo, segunda historia del día, parece que las vitaminas están funcionando y ya hasta me trabaja mejor el cerebro, ja ja. Pero esta historia requiere de explicación previa. Como comenté alguna vez, soy de Argentina, un maravilloso país donde se habla el idioma español pero con ciertos modismos, expresiones, frases, e incluso palabras provenientes del lunfardo, el idioma utilizado sobre todo del tango y en parte originado por la mezcla de culturas de las que está formado nuestro ser nacional. Desde que comencé a escribir historias de Bones, siempre traté de hacerlo de forma neutral, en parte porque sé que la mayoría de quienes aquí leen son de España y otros países donde se utiliza el tú en lugar del vos y otras diferencias, en parte también me sonaba raro escribir de vos cuando en las traducciones de los capítulos se hablaban de tú. Pero creo que cada país tiene su riqueza, y quería hacer algo bien cómico con esas expresiones populares tan auténticas que no son iguales si se traducen aún en el mismo idioma.
Si leyeron toda la explicación, les agradezco un millón de veces, no sin antes advertirles dos cosas:
1º - Esta historia está calificada como M porque he utilizado ciertas expresiones y frases que son consideradas vulgares o groseras (guarangas, que le decimos por aquí). Las escribí porque las consideraba necesarias para el objetivo que me propongo, en la vida real prácticamente no las utilizo, soy una señorita ;). Pero, considerense advertidos, como se dice, "el que avisa no es traidor".
2º - Evidentemente, no soy dueña de Bones, se nota, ¿cierto?
Huesos, yo y mi otro yo
Tumbado en una reposera, al sol, con los anteojos negros sobre la cabeza, el agente Booth decide no cuestionarse su buena suerte de ese día. Aquel sábado Huesos lo había llamado por la mañana para discutir algunos detalles del caso que acababan de cerrar y su habitual discusión sobre temas varios terminó con la invitación de ella a la piscina de su edificio.
Así que allí estaba, en traje de baño, untado apropiadamente con crema protectora luego de otra discusión con Huesos, observando desde su lugar cómo ella se refrescaba en la amplia piscina.
A pesar del calor, no había demasiada gente en el lugar. De seguro porque en aquel elegante edificio todos los departamentos poseían aire acondicionado, a diferencia de aquel donde él residía, donde una piscina hubiera generado más concurrencia que si regalaran algo.
Ella estaba sentada en los escalones, sumergida en el agua hasta la cintura, con su discreto biquini de dos piezas negro, que a pesar de cubrirla apropiadamente no lograba disimular las curvas de su esbelto cuerpo y resaltaba espectacularmente su piel levemente bronceada y el color de sus ojos.
El agente entrecerró los ojos, observando con atención a su compañera totalmente relajada.
- Está muy buena, ¿no? ¡Qué pedazo de mina!-.
La voz masculina sonando tan cerca de su oído lo sobresaltó. En la reposera de al lado, tumbado exactamente igual que él, había un chico como de unos 17 años.
Se veía… se veía realmente extraño.
Bajando los anteojos para observarlo por encima de ellos, el agente notó que aquel muchacho era semi – transparente, casi como el fantasma de una película.
- ¿Qué demon…? – exclamó sobresaltado, incorporándose rápidamente-.
- Ey, tranquilo, macho, tranquilo- El muchacho levantaba las manos para apaciguarlo – Mirá, nada más soy… digamos… alguien que conocés bastante bien-.
El agente lo observó con mayor atención ante estas palabras. Atlético, cabello castaño claro que se encrespaba un poco en la nuca, una pequeña cicatriz en el…
¡Dios mío, soy yo! El pensamiento lo golpeó como un mazazo en la cabeza.
- Ok, ok, no hace falta que te asustés, chabón – lo increpó el chico con descaro – Por ahí el sol te calentó mucho el marote y estás viendo cosas raras – ahora se tumbaba nuevamente con los brazos detrás de la cabeza – Yo nada más te comento lo que vos ya sabés. La Dra. está como un camión, ¿o no?-.
- Si, claro, pero…- el agente sólo podía balbucir.
- ¿Y qué estás esperando, boludo? Mirala, mamita, esas piernas, ese culo… - el chico señalaba a su compañera, quien ahora ejecutaba unos largos en la pileta - ¿Te acordás cuando se vistió de Roxy? Si hubiera tenido una maestra así…-.
- Sssií… pe…pero… - con las manos a ambos lados de la cabeza miraba al adolescente a su lado, y luego a su alrededor. Nadie parecía haber notado nada extraño.
- ¡Dejate de joder, carajo! ¿No te dije que soy una alucinación? ¡Está todo bien, flaco! – el chico observaba con sorna al adulto a su lado.
- Pero… yo…quiero decir, ella…- el agente trataba de explicarse ante sí mismo.
- Si, si, si, ya sé, vos ahora sos todo un caballero, le abrís la puerta del auto, la dejas pasar primero, bla bla bla, todas esas gansadas. Pero decime una cosa, a ver, caballero, ¿a qué no le mirás bien el culo o las gambas cuando se sienta en la camioneta o cuando pasa por delante tuyo? -.
- Ella es sólo mi compañera- respondió ahora el agente, ya más tranquilo, sólo aguardando con paciencia a que la alucinación con su yo adolescente terminara.
- Y yo soy San Martín, Maradona, y Perón. A otro perro con ese hueso, yo no me como ese chamuyo. ¿Que te pensás, que me chupo el dedo? Hablando de eso, a ella no le chuparía el dedo, pero sí...-.
- ¡Sssshhh!-.
- Mirá, serás más grande, pero con esta mina seguís igual de pelotudo que yo- sentenció con rotundidad el joven- Y si no movés el expediente rápido se la va a enganchar otro y ahí si, ¡te vas a cantarle a Gardel!- ¿Te acordás de Sully? Tu supuesto amigo y compañero, ja ja , digo yo, con amigos así, ¿quién necesita enemigos? Encima esta le cuenta a la otra chusma que le decían maní porque tenía pedazo de... - nuevamente el agente lo silenció con un sonoro chistido.
- No puedo hacer nada – contestó el adulto, encogiéndose de hombros.
- No, claro que no podés hacer nada – el chico se encoge también de hombros y continua como quien no quiere la cosa – Como te gusta más quedarte en el bulín haciéndote la del mono…
- Wow, espera, ¡No te lo permito! – el ex – ranger se incorporó en la reposera, su dedo índice en alto amenazando a aquel adolescente atrevido.
- Sí que me lo permitís, porque yo soy vos, ¿entendés, salamín? Y evidentemente, necesitás ayuda, se ve que estás acumulando afrecho hace rato y ya no pensás bien. Acordate, a ver, ¿Cuánto hace que no mojás?- el chico lo miraba interrogante - ¿Cuánto hace que te imaginas a tu compañerita con la bata del laburo y traje de Eva abajo? Decime, ¿Cuándo fue la primera vez que te imaginaste con ella en el catre, en pelotas los dos? ¿No es cierto que no te gustaría hacer cornudo a nadie pero por esta mina no te molestaría aunque sea ser el pata de lana? ¡Si estás hasta las manos! ¡Contestame, dale!-.
- Es… es que ella no quiere – contestó Booth después de una larga pausa, si realmente estaba hablando consigo mismo no perdía nada con seguir la conversación.
- ¡Andá! – el muchacho enfatizaba sus palabras con un gesto de su mano – Si todo el mundo dice que harían buena pareja y todo eso.-.
- Pero a ella no le importa lo que piense todo el mundo-.
- No, claro, a ella le importa lo que vos pensés, ¿o no te diste cuenta? ¿Qué más necesitás? Mirá, si yo hubiera tenido una compañerita así… - se detiene y finge pensar, con un dedo sobre la sien - ¡Mamá, la parto al medio! – exclama con entusiasmo – Después de ponerme de novio con ella, claro- acota – Si vos que sos un boludón grande, estás hecho un tarado y ni la tocaste, yo puedo ser un poco meloso, así romanticón, como le gusta a las pibas, ¿viste? – el chico sonríe ahora con sinceridad.
- Pero no tienes una compañera así, de manera que no lo entiendes- sentencia el agente un poco molesto – Las cosas no son iguales en el mundo adulto-.
- ¿Ya empezaste con la huevada de la edad del pavo? Mi vieja me tiene podrido con eso… No soy un pendejo… - en ese momento la voz del chico se va esfumando para ser sustituida por otra más aguda.
- ¡Booth! ¡Booth! – abre los ojos para encontrarse a su compañera parada frente a él en su biquini, y nota el agua cayendo de su cabello mojado hacia el valle de sus pechos.
- ¡Huesos! – el agente se incorpora sobresaltado nuevamente – Yo… eh… - mira hacia uno y otro lado, comprobando que su yo adolescente ya no estaba allí, como tampoco el resto de la gente – Creo que me quedé dormido – se disculpa pasándose una mano por el cabello.
- No hay problema – sonríe ella, sentándose a su lado – Pero… quiero hacerte una pregunta – se inclina hacia él, al tiempo que pasa la lengua por sus labios sin dejar de mirarlo-.
Cuando ella está a pocos centímetros de su boca, siente como coloca su mano sobre su pantalón, exactamente en el sitio donde el vientre cambia de nombre y su piel se eriza.
- ¿También traes la pistola para bañarte en la piscina? – pregunta ella, soltando el aliento caliente sobre su boca.
Él se separa lo suficiente para mirarla a los ojos cómodamente y notar la chispa de deseo brillando en ellos.
Sin contestar una palabra, su mano se dirige a la nuca de ella, donde se topa con el nudo del biquini y lo desata con un movimiento diestro.
Las tiras caen, revelando sus pechos redondos y llenos, y ella se endereza, como orgullosa de mostrárselos.
Con la mano que mantiene en su nuca, la acerca hasta su rostro, la tiene a pocos centímetros, nuevamente nota su respiración agitada mientras su otra mano sube en busca de aquellos senos…
- ¡Booth! ¡Booth!- ahora escucha su nombre como si viniera de muy lejos y nota una mano posada sobre su hombro sacudiéndolo decididamente. Abre los ojos lentamente para encontrarse con su compañera delante, envuelta en una toalla, y se incorpora rápidamente.
- Te quedaste dormido – sonríe ella, entre pícara y avergonzada, al tiempo que se sienta a su lado.
- El agua está un poco fría ya… - continua mientras lo mira directamente a los ojos con expresión que no puede descifrar – pero diría que es justo lo que te conviene ahora-.
Siéntanse con libertad de opinar y comentar lo que quieran, bueno o malo. Y si algo no se entiende, pregunten y también responderé.
Espero al menos haber hecho reír a alguien, con eso me voy a dormir contenta.
¡Gracias por leer!
Besos
Ana
