Disclaimer: Los personajes del oneshot son del derecho de su creador, Eiichiro Oda, yo solo hago una versión a mi estilo, sin ánimo de lucro.
Título: Real Love.
Pareja: Sanji x Nami. [Zoro x Robin, Usopp x Kaya].
Géneros: Romance & Humor & Drama.
Resumen: "Tú me rechazas, pero yo siempre me quedaré. Siempre me quedaré, sí", ¿qué hará Nami?
Advertencias: AU. Lenguaje Vulgar & Sobredosis de dulzura.
Clasificación: Fiction Rated T (+13).
Inspiraciones: Stay, Kygo ft. Maty Noyes & Real Love, Clean Bandit ft. Jess Glynne.
— Capítulo 1 —
El eco del tacón resonó por el local, marcando cada paso que la muchacha de anaranjados cabellos daba hasta llegar al escenario. La decoración oscura y de intenso rojo iba perfectamente sincronizada con ese labial y ese vestido ceñido que acentuaba las curvas de su joven cuerpo.
—Pensé que podría dejarte —su quebradiza y melodiosa voz se escuchó por todo el lugar—, porque sentía mi corazón entumecido —Cogió con fuerza el micrófono—. Me dio bien fuerte, cerré los ojos y salí disparada corriendo —Formó una media sonrisa y sus ojos cruzaron una vez más una vivaz mirada con un hombre de erizada ceja—. Me di la vuelta y vi esa mirada en tu rostro, así que me quedé, me quedé…
Cuando terminó la canción todos los presentes aplaudieron ese corto pero intenso espectáculo que había conseguido ablandar la mayoría de corazones, los cuales lanzaron grandes cantidades de dinero —y un serio Vergo se encargó de recoger—, queriendo que aquella joven siguiera deleitándolos con su voz.
Nami sonrió y abandonó el escenario con un ligero meneo de cadera —ganándose algunos silbidos y halagos por esa sensual vista—, y se dirigió a una de las mesas que estaban frente al enorme y imponente escenario, a la espera del cliente que le acompañaría aquella noche. Había dos sillas y decidió sentarse en una de ellas, después se cruzó las piernas. Nami, solamente, deseaba que esa noche no se hiciera eterna. Más que nunca, sentía su corazón cansado.
—Preciosa.
—Me alegra que te gustara la canción.
Nami sujetó delicadamente la bebida que se posaba en su vaso, movimiento el líquido de ese gin tonic.
—Oh, sí, la canción también es preciosa —Sonrió galante, observando a la joven, la cual contuvo una pequeña risita por esa manera tan ridícula y cliché de empezar una conversación—. Tienes una hermosa voz.
—¿Quieres algo, hm...? —Pronunció, sin saber el nombre del hombre que se encontraba frente suyo.
—Qué descortés por mi parte —Chasqueó la lengua, cómicamente—. Sanji, encantado —Expulsó el humo del tabaco—. Soy cocinero en un restaurante cercano. Desde ahora, siempre que vayas al Baratie, tendrás una mesa reservada —Hizo una reverencia y cogió la mano de la chica para depositar un suave beso—. ¿Y tu nombre, bella dama?
—Nami, también es un placer —Aceptó con una tierna sonrisa la invitación de ese hombre trajeado, de oscura y arreglada perilla y de cabellos rubios, a pesar de que, ella, sabía que nunca podría realizarla, mejor dicho no lo tendría permitido—. ¿No tienes acompañante, Sanji?
—Me estaba preguntando lo mismo. ¿Sigue libre? —Hizo un movimiento con su cabeza para indicar la silla situada al lado de la muchacha.
Nami asintió.
—Perfecto —una cálida melodía envolvió sus oídos, indicando que una nueva chica, de cabellos rubios y dulce mirada, estaba en el escenario—, ¿bailas conmigo? —Nami le miró dubitativa—. Solo será uno. Seguramente no sea un experto bailando, pero estaría bien que me dieras una oportunidad.
Sanji extendió su mano, caballeroso y calmado, sin importarle el tiempo en que Nami necesitase para pensarlo. No supo cual fue la razón, pero aceptó la invitación de Sanji y agarró con fuerza su mano. El chico la guió hasta la pista de baile, con el resto de clientes.
—¿Vienes a menudo? —Posó sus brazos en la cadera de la chica y empezó un tranquilo movimiento de pies.
—Haces muchas preguntas, Sanji —Su sonrisa continuaba en el rostro, pero, por extrañeza de lo habitual, esta vez no la fingía. Ese hombre trajeado era alguien singular—. ¿No serás un pequeño acosador?
—¿Acosar? ¿Yo? ¡Por favor, Nami-swan! —Soltó una intensa carcajada y se tomó el lujo de llamarle por ese cariñoso modo—. Una dama tan preciosa y solitaria como tú despierta toda mi curiosidad —Sujetó con fuerza la cadera de Nami—. No me respondiste.
Sus mejillas se sonrojaron levemente, incomodándola.
—Trabajo aquí —Hinchó sus mejillas, provocando que la risa de Sanji se prolongara—. Y no hagas estupideces, idiota —Le miró fijamente—. O te robaré todo el dinero que lleves encima.
Detuvieron la conversación por unos momentos, siendo —ahora sí— totalmente envueltos por la atmósfera que les rodeaba: algunos bebían de sus cócteles y ofrecían sus más radiantes sonrisas, otros bailaban al ritmo de la música demostrando su ingeniosa habilidad y el resto se detenían a observar —con cierta depravad en su mirada— a cuál de las féminas del lugar se llevarían aquella noche a la cama.
—Eres pésimo mintiendo —rió coqueta, acercándose al pecho del rubio—, en realidad eres todo un maestro bailando.
—Supongo que todo es gracias a la persona con quién bailo. Una buena compañera de baile hace milagros.
El traje de Sanji —Nami había interpretado que se trataba de un hombre muy elegante, siempre que le veía, vestía uno— era suave y pulcro, impregnado de un característico aroma a frutos secos y, lentamente, la joven de anaranjados cabellos cerró los ojos, sintiendo la respiración del cocinero a través de su tonificado pecho.
—¿Siempre eres así con todas las mujeres?
Sanji le rodeó por la espalda.
—Supongo —se quedó pensativo—, soy un hombre sencillo. ¿No te gusta mi actitud, Nami?
Dos mujeres, ambas morenas, empezaron un erótico baile en el escenario, de gran impacto visual y Sanji las observó, abrazando aún a Nami. Una de ellas, alta y delgada, con cabello oscuro hasta los hombros, llevaba un vestido largo y violeta, mientras que, la otra, de cabello negro y largo por delante de su cintura y mechones enmarcando su pálido rostro, movía de un lado a otro su voluptuoso cuerpo. Sanji quedó poseído por las voluminosas pestañas de esa mujer: era realmente hermosa.
—Son Robin y Boa, ellas se dedican al baile del salón —Presentó a sus compañeras—. La chica que cantaba antes era Kaya. Ella y yo solemos preparar canciones, el señor Doflamingo nos suele decir que somos bastante creativas.
El cocinero quedó embobado, al punto que —inconscientemente— no atendiera a la mujer.
—Todas las damas de aquí sois preciosas.
Nami bufó, no entendía por qué, pero le molestó ese halago por parte de Sanji donde incluía también a sus mejores amigas.
¿Pero qué…?
—Veo que también eres mujeriego. No me gustan los mujeriegos —Bajó sus manos por el pecho del rubio—. Que sepas que te quitaré todo el dinero que tengas.
—Adelante, hazlo —Siguió abrazándola con la misma intensidad—. Hazlo —repitió—, si eso consigue hacerte feliz y que dejes de sufrir.
Nami paró de bailar y se separó totalmente de él.
—Esta conversación se ha terminado —Frunció el ceño—. Nunca debí ponerme a bailar contigo, si eres un detective o algo, yo… —Dio media vuelta, con la idea de volver a su camerino y Sanji le siguió hasta cogerle el brazo en un momento en donde la luz era poco visible—. ¡¿Qué quieres?!
Aquella noche no podía entender qué le ocurría, estaba diferente. Normalmente no le costaba esfuerzo mantener la conversación con aquellos hombres que le acompañaban en sus noches..., quizá, su intranquilidad se debía a que, por primera vez, había mantenido una conversación que se separaba del ámbito sexual, una charla trivial, humana.
—Nami, si te ofendí, lo lamento —Su respiración estaba entrecortada—. No quiero pensar que ahora me odias. Siento si esa pregunta te incomodó, de verdad, perdóname.
Lo cierto es que seguía encerrada, completamente subyugada a los caprichos de la famosísima Familia Donquixote Doflamingo, los mayores traficantes de mercancía humana del Bajo Mundo.
—No sé nada —prosiguió Sanji ante el silencio de la mujer—, pero por lo que veo, sí que hay un ellos.
Nami empezó a temblar y el cocinero no dejó pasar ese detalle.
No creía que ese hombre se tratase alguien estrictamente sospechoso, su buen porte y sus tiernas palabras le parecían tan cálidas y sinceras que, por extraño que le fuera, causaban que su traumado y roto corazón volviera a conocer el significado de la esperanza.
—Olvídame.
Sanji no dejó de sujetar la mano de aquella mujer de anaranjados cabellos, sintiendo la calidez de todo su cuerpo brotar por ese débil roce.
—Nami —Cogió aire—. ¿Quién te hace sufrir?
No quiso responder.
—Nami. Por favor.
—¿No eres detective, verdad?
El rubio chasqueó la lengua y después asintió.
—Antes ya te dije que era cocinero y aunque el viejo sea un coñazo —sonrió por el recuerdo de Zeff—, no cambiaré mi pasión.
El rostro de Nami reflejaba una clara duda y confusión.
—Entonces... ¿Cómo?
—Tus ojos. Aunque no llores, sufres; aunque no lo demuestres, sufres; aunque seas preciosa, sufres —Le contempló con su ojo visible—. Las personas pueden mentir, pero los ojos no, Nami. Soy amante de cualquier mujer, me gustáis tanto que, con solo una mirada, os puedo entender.
Las personas pueden mentir, pero los ojos no.
¿Qué cursilada era esa?
¿Ese tipo —el galante llamado Sanji— siempre recurría a las frases cliché para sorprenderla?
—Tú no sabes nada… ¡Absolutamente nada de mi vida! Vete. Déjame.
—No voy a hacer eso —suspiró, preparándose para lo que diría—, porque te amo.
La mujer de anaranjados cabellos quiso articular algún sonido pero se le hizo imposible.
—Tranquila, tómate tu tiempo en responder —Dio una profunda calada a su cigarro, aspirando todo el aroma a almendra tostada—. Supongo que no todos los días se te declara un hombre tan perfecto como yo.
—¡Imbécil! —Le insultó; realmente no entendía a ese joven—. ¡Definitivamente robaré todo tu dinero! Yo… —Cambió el tono, mordiéndose su labio inferior—. No puedo amar...a nadie, porque esa persona estará destinada a luchar por mí y no quiero que sufra.
El rubio ladeó la cabeza y cortó la distancia entre la mujer y él.
—Lo sé, tu canción ya me advirtió.
—Pues si entendiste la letra, debes saber que no te necesito. Incluso te hará falta un milagro para intentarlo de verdad y cambiarme.
Sanji tiró al suelo el cigarro, luego lo pisó delicadamente con su zapato.
—Tú me rechazas, pero yo siempre me quedaré —Mantuvo firme su voz—. Siempre me quedaré, sí —Extendió su mano y le acarició la mandíbula—. Llevo días viniendo cada noche que cantas y sé que tú también lo has notado, ¿me lo negarás? —Levantó la barbilla de la chica y sostuvo contacto visual—. Cruzamos miradas siempre en la misma parte de la canción, Nami.
Tú me rechazas, pero yo siempre me quedaré.
Se abalanzó a sus brazos, rodeando su cuello y, con dolor, las lágrimas brotaron por su rostro. El cocinero no dijo más —no hacía falta—. Sanji se limitó a secar sus lágrimas en silencio. Nami, entonces, hizo justamente lo que nunca había expresado ante nadie: se desahogó, expulsó todas sus inquietudes mientras era apresada por el afectuoso y templado abrazo del rubio.
—¿Por qué… —empezó a cuestionar Nami— …no puedo decir que no a la mirada en tu rostro?
Se quedaron de ese modo hasta que la sesión nocturna de aquella noche se vio finalizada. La joven respiraba el aroma a tabaco que desprendía la chaqueta de ese excéntrico y peculiar cocinero que acaba de conocer y, aunque su rostro estaba húmedo, esos brazos le recordaron que no estaba sola en ese camino hacia la felicidad.
Tú me rechazas, pero yo siempre me quedaré. Siempre me quedaré, sí.
Sí, ese hombre siempre recurría a frases clichés.
¡Muchas gracias por leer!
Últimamente le he cogido un gran cariño a esta pareja —¡ese lloro que Nami hecha en el capítulo 806 por lo que le haya pasado a Sanji es enternecedor!—, pues bien, normalmente en los fanfics de One Piece que he tenido el placer de leer aparece un Sanji muy pesado (que acaba siendo el "pagafantas" de cualquier mujer, vamos), así que: ¡ahora es su turno de ser el "príncipe encantador"! O esa es mi intención (jaja).
No sé si hice demasiado OoC, por lo que agradecería algún comentario donde me lo aclarara (^^).
Supongo que, con este primer capítulo, habré dejado algo desconcertados a algunos, pero tranquilos, poco a poco se irá desvelando todo lo relacionado con las chicas [Nami, Robin, Boa y Kaya] y qué hacen con Doffy [¡mi villano favorito, por cierto!].
Ojalá os guste la historia.
Besazos,
Akari Etsu.
