Hola sempais :D, nuevamente Mary los saluda desde su computadora. Sinceramente, quería utilizar la inspiración que me dio para alguna continuación, pero le vi cero esperanzas al recapitular que en mis fics -y hay que admitirlo- se me da el patrón de hacer que mis personajes sientan una profunda desconfianza por las personas, etc, así que me he propuesto esto: Crear un nuevo fic donde -al menos de poco a poco- cambié esto. Obviamente, se lo quiero dedicar a mi pareja favorita de Naruto: SasoDei, simple y sencillamente porque ambos son... Perfectos, el uno para el otro. Además, mi obsesión por esta pareja ha llegado a límites insospechados gracias a los videos de Nico Nico Douga :3. Y no he podido evitar la tentación =w=U

Advertencias: Yaoi, posible OC en los personajes. Esta es de mis pocas historias donde se habituan en el mundo ninja, y no soy muy buena en éste, así que tengan paciencia ¬¬U

Naruto no me pertenece. Es propiedad de Masashi Kishimoto, único y maravilloso autor de las personalidades usables para los fics xD.


((~*~EVERYONE NEED SOMEONE~*~))

1

"Recuerdo lo que llevabas puesto el primer dí a mí vida y pensé: ¡Hey! Eso podría ser el comienzo de algo..." Two better than one, Boys like a girls.

Eterno y Efímero.

¡Empieza la rivalidad artística!

.

.

El espeso follaje se alzaba a su alrededor y el único sonido que eran capaces de escuchar, era el ruido de sus quedas pisadas. Bajo cada paso, una pequeña nube de tierra se levantaba, pero ninguno parecía advertirlo. No demasiado lejos, un pájaro carpintero golpeo la madera con absoluta normalidad, sin reparar demasiado en las dos figuras que —vestidas con capas negras adornadas con nubes rojas—, caminaban a la par, sin decir palabra alguna.

Uno de ellos pensaba en tararear una canción, aunque no sabía qué tan bien recibida podría pasar por su acompañante, y decidió mejor entretenerse en mirar el cielo.

Sus ojos azules tuvieron que entrecerrarse un poco al ver la luz del sol que emitía unos cálidos halos que atravesaban el bosque. En otro momento, se habría permitido sonreír, pero ahora, no estaba muy seguro de querer hacerlo.

Lo que en realidad deseaba hacer, era montarse en una de sus figurillas de arcilla y volar por los aires; Sentir el aire contra el rostro, el vértigo agradable que daba cuando miraba hacia abajo y se encontraba a millones de pie de distancia —aunque claro, eso tal vez era una exageración—, ó quizá, simplemente por no ir acompañado —obligatoriamente— por aquella figura jorobada y escalofriante.

Los cabellos largos y rubios le cubrieron un poco el rostro cuando, disimuladamente, giro a ver al hombre que caminaba a su lado. Tenía la piel morena, y casi grisácea, los ojos pequeños y facciones adustas. Era, claramente, la imagen que podría haberse reservado para el nombre del renegado de la aldea de la arena, y miembro de la organización Akatsuki. Akasuna no Sasori, el marionetista más grande del que se había escuchado en el mundo ninja, caminaba a su lado y en realidad, él no quería dirigirle la palabra.

El haber entrado a Akatsuki, no era cosa suya. Recordó con amargura al joven Uchiha que hasta hace apenas un par de semanas, lo había sometido a voluntad con su estúpido genjutsu y ahora estaba obligado a caminar con aquel integrante, más mudo que una roca.

Deidara, solo se mantenía callado porque en realidad, estaba disfrutando del silencio aunque eso significara la inminente tortura de sus pensamientos. No había querido entrar a Akatsuki, en su vida habría accedido. Sus metas querían ir más lejos, demostrar su arte y hacer que no solo en Iwa fuese proclamado como un gran shinobi. Onoki nunca había dejado que explotase sus verdaderas habilidades, y a sus catorce años, necesitaba algo más para demostrarse que existía realmente. Que su arte podía valer para los demás tanto como lo hacía para con él.

Estaba tan ensimismado en sus pensamientos, que cuando su compañero se detuvo en medio de un claro, no se dio cuenta.

—Deidara— llamó la grave y ronca voz del marionetista e inmediatamente hizo que el rubio parase y se volteara a ver —Descansaremos aquí.

El rubio frunció el ceño. El líder les había dicho que quería que capturaran pronto al ninja de la Arena que significaría para Akatsuki una buena recompensa. Deidara pensó, que el estúpido avaro y tesorero de la organización: Kakuzu, debía de tener hilos también en el cerebro. ¿No tenían suficiente dinero ya?

Normalmente, él no preparaba las cosas de antemano y las iba sacando conforme la situación, así que la tendencia de prever todo era algo que no iba mucho con su personalidad. Algo que, recordó en ese instante, Onoki le había reprochado infinidades de veces. "Un día" le decía "Un día vas a perder algo muy importante por esa estúpida tendencia nueva que tienen los jóvenes de creerse los inmortales". Deidara no quería ser inmortal, en realidad. Y tampoco tenía delirios de invulnerabilidad, esos eran puros cuentos de su abuelo, tan senil como su propia apariencia.

—¿No me has escuchado, mocoso?— preguntó el marionetista, agregando un tono amenazante a su voz y Deidara se obligo a regresar al presente —Ponte a descansar a comer ó yo que sé, pero no te me quedes mirando con cara de idiota.

—Yo no lo he estado mirando, hum— contestó Deidara con el ceño fruncido —¿Por qué dice tal idiotez?

Y eso había sido cierto, al menos, hasta cierto punto. Hiruko frunció el ceño y el rubio sintió un escalofrío bajar por su espalda, consciente de que lo había hecho enojar.

—¿Me estás llamando mentiroso?— preguntó el marionetista, antes de sacar una cola de metal parecida a la de un escorpión y señalar al joven con la punta de ésta —Quizá quieras recapitular, ¿eh?

Deidara no quería recapitular nada. Era cierto que no lo había mirado con intención. Quizá, su subconsciente lo hacía porque la marioneta resultaba una peculiar figura en cualquier ángulo que se viera. Era horrible y escalofriante. Aunque claro, él no sabía que éste, era solo un muñeco que escondía el verdadero cuerpo del marionetista.

—No lo estoy llamando mentiroso, hum— dijo Deidara, con un tono casi sumiso. Y cayó en la cuenta de que al decirle que no lo llamaba mentiroso (aunque cierto) hacía que Sasori se enfadara más porque, efectivamente, lo estaba volviendo a hacer. Previendo que Sasori estaba a punto de lanzarle la cola metálica añadió rápidamente: —Lo siento. Quería decir… que no lo hacía a propósito.

La marioneta permaneció inmutable, y el marionetista, en silencio. Como si sopesara aquella afirmación y la considerara. Otro día, el rubio habría echado riña encantado, pero ahora no quería meterse en problemas. La pesada mirada de Hiruko sobre su cuerpo era algo que, en realidad, pagaría por no tener que soportar.

—¿Entonces?— cuestionó el pelirrojo, con una voz que debía de significar fingida amabilidad y luego agregó, con un identificable tono de burla —¿Te quedaste pensando en la inmortalidad de Jashin?

Deidara parpadeó, confundido. Frunció el ceño hasta que sus cejas prácticamente se tocaban.

—¿Jashin? ¿Quién es Jashin, hum?— preguntó.

—Ah— comentó el marionetista, como si hasta ese momento recordara que su broma no surtiría efecto con alguien como el rubio. Pareció lanzar una especie de suspiro exasperado antes de agregar: —Así se llama el inexistente dios de un idiota de la organización.

—¿Cuál?— preguntó Deidara, esperando escuchar el nombre de Itachi en la oración.

—Hidan— respondió Sasori, con sencillez. El rubio se llevó una desilusión pero igualmente miró al Akatsuki, tampoco es que conociera al albino.

—No estaba el día que me trajeron— comentó, como si hablara del clima. Sasori pareció ignorarlo mientras se encaminaba a la sombra de un árbol y se quedaba ahí, muy quieto —¿Verdad, hum?

—Por eso es que perdió chiste— contestó el ninja, emitiendo una especie de risa ahogada —¡Qué fastidio! Un mocoso como tú no debería de estar en Akatsuki. Encima como mi compañero. Tsk, odio a los mocosos, solo se vuelven un estorbo.

—¡Yo no soy un estorbo, hum!— refunfuñó el rubio, gritando de manera ofendida. Sasori permaneció en silencio, perforándolo con la mirada de su marioneta.

—Claro que lo eres. De haber ido con Orochimaru, habría llegado ayer. Tú no aguantas el hambre y tienes que descansar. Tus habilidades de resistencia son muy pocas, e incluso nulas.

Deidara apretó los dientes hasta que las encías el dolieron.

—Pues yo no soy Orochimaru. Y si usted no parara a cada rato, yo podría seguir por días, hum— contestó, de manera grosera. Sasori emitió una risa baja —¿Y ahora qué?

—Claro que no eres Orochimaru. ¡Gracias a Kami te has quedad callado tanto rato! Me pregunto cuánto durara el gusto.

Odiaba a Sasori. En esos días que había pasado con él, se había comportado de la manera más déspota, mandona, pedante y soberbia posible… Y él se lo había estado aguantando. Pero poco faltaba para que intentara convertir al marionetista en parte de su arte.

Sin embargo, se consolaba pensando que quizá, pronto llegaría algo que pudiera explotar.

Camino hasta el lado contrario de donde estaba el mayor y se sentó con desgana sobre el pasto, recargándose en un árbol. Durante unos segundos le mantuvo una mirada desafiante a Sasori, pero pronto lanzo un suspiro y simplemente se giro a ver el cielo. Tenía muchas ganas de volar, hace mucho rato que no lo hacía.

Para él, volar sobre una de sus figuras de arcilla era sentir libertad, como si nadie pudiera ponerle la mano encima. Se entristecía al pensar que, quizá eso fuera a ser lo único que lo aliviara durante su reclutamiento en Akatsuki. ¿Y si no lo dejaban volar? La misma idea, parecía corroer su pecho y hacer pesar su corazón. Incluso siendo terrorista y un ninja, guardaba ciertos sentimientos en especial por ser —en palabras de Sasori, claro—, un mocoso idiota. Pese a que la única emoción que experimentaba era el anhelo por llevar a la práctica y mostrar su arte, éstos ideales parecían muy lejanos, ahí encadenado a la tierra como un ave enjaulada.

Su mirada se había vuelto ansiosa y melancólica. Y soltó un suspiro largo y pesado. Pese a todo, él era un hombre de palabra, y si había dicho que se quedaría si se le derrotaba, es que iba a hacerlo. Claro que por su cabeza desfilaban ideas por las que los miembros morían, hasta que por fin, él era el único que quedara de pie y pudiera regresar a su vieja vida, donde todo era perfecto, donde todo parecía tener sentido. Y donde además, una marioneta que parecía sacada de película de terror no lo mirara como lo hacía ahora.

Regresó la mirada hacia Hiruko, donde Sasori tenía la mirada fija hacia él. Tuvo ganas de decirle lo mismo que anteriormente, el maestro de las marionetas le había dicho, pero se quedo sin voz. Vaya, si la cola de escorpión ó cualquier arma y Jutsu que tuviera ese hombre no mataba a sus oponentes, seguro que el miedo sí lo hacía. Sin embargo, no se dejo intimidar y le dirigió una media sonrisa arrogante al Akatsuki.

Hiruko permaneció inmutable, y simplemente pareció un poco divertido por el silencio.

—¿A usted le agradaba ser compañero de Orochimaru?— preguntó Deidara, con sincera curiosidad, después de varios segundos de la mudez que compartían ambos en esos instantes —¿Siente que se haya ido, hum?

Sasori pareció enojarse por tal afirmación.

—Esa estúpida serpiente senil y yo jamás logramos congeniar— admitió, con un tono de advertencia que no pasó inadvertida por el joven ninja —Y no creo que debas de estar haciendo preguntas. Más valdría que te quedaras callado.

—Creí que quería iniciar una conversación, hum— contestó el rubio, frunciendo un poco el ceño.

—¡Una conversación!— soltó Sasori, lanzando una carcajada grave y cortante —Como si yo pudiera tener un solo tema de qué hablar contigo, mocoso.

El rubio frunció el ceño.

—No sé si sepa— dijo, en un tono amargo y desafiante —Pero tengo nombre. Y es Deidara. No me gusta que me diga mocoso, hum.

—Te diré como se me antoje a mí decirte— contestó déspota el otro, casi con sorna.

Deidara encogió las piernas. Por un momento pensó en abrazarlas y gritar de frustración, pero se limito a recargar el codo en la rodilla y la cabeza en la mano. ¿Y de qué le iba a servir ponerse a discutir? Estaba claro que el mayor jamás lo trataría con igualdad. Eso solo sirvió para aumentar el anhelo de salir pitando de ahí.

Pero quería saber. Mucho más allá de un estúpido trato, quería quedarse en Akatsuki para saber qué pasaba. Había escuchado un poco de la organización: Todos eran poderosos criminales que habían sembrado el mal a donde hubieran ido. Sin embargo, quería saber más. La curiosidad era un defecto que a lo largo de los años solo había logrado crecer.

—Usted mató a Sandaime Kazekage, ¿cierto?— preguntó entonces, tanteando terreno. Sasori pareció sorprendido de que el chico lo supiera siquiera.

—Ah— exclamó, con burla —¿Lo sabías?

—Mi abuelo siempre se mofó de la aldea de la Arena por no darse cuenta, hum— terció Deidara, con una sonrisa burlona —Me contaba un poco sobre Akatsuki antes de que me fuera de Iwa.

—Y pusiste atención. Quizá, eso es lo que más me sorprende a mí.

Deidara frunció el ceño.

—Puedo parecer despistado e incluso ingenuo, pero no lo soy, hum— reprochó el rubio, con el ceño fruncido —Usted por otro lado, no debería de juzgar a todos como más débiles. Podrían sorprenderle.

—¿Es eso una amenaza, mocoso?

—Es algo que me decía mi abuelo siempre. Fastidiaba mucho, hum— añadió haciendo un ademán de mano. Sin embargo, a veces extrañaba al vejete —Me daba órdenes todo el tiempo.

—¿Te hiciste terrorista por eso?— preguntó Sasori, y antes de que Deidara abriera la boca para responder, el otro atajó —¡Que estupidez!

—Yo no me hice terrorista por eso— contestó Deidara, entre diente. A cada minuto perdía más la paciencia e imaginaba la mejor manera de hacer arte a Sasori —Es es solo que Onoki frenaba mi arte.

Hubo un silencio profundo.

—¿Arte?— preguntó Sasori, con un deje por primera vez impresionado. Deidara se sintió extraño —¿Te interesa el arte? ¿En serio?

Había un tono interesado que sorprendió a Deidara, aunque fuera de la sorpresa, sucumbió a una especie de placer ilógico. Sonrió y asintió enérgicamente.

—Vivo por y para mí arte, hum— contestó, satisfecho de su respuesta. Sasori se quedo callado más rato, indagando sus siguientes palabras.

—El arte…— susurro, la voz grave impidiendo que realmente Deidara se enterara de lo que estaba diciendo el Akatsuki —El arte lo es todo para mí.

Deidara se sintió atraído por esa idea, había una especie de adoración que Sasori había empleado por la palabra que le hizo sentirse, por un momento, en su lugar correspondiente. Su corazón había latido con fuerza ante el sonido que producían esas últimas palabras —tan iguales a las que diría él—, en sus oídos. La respiración se le había agitado y sus piernas habían temblado de emoción. ¡Eso era lo único que quería comprendieran los demás!

Resultó cómico que, segundos antes de que Sasori hubiese dicho eso, lo odiara y ahora, significara la única persona que podía asegurar, era igual a él.

—¿En serio?— exclamó, emocionado.

Todo el mundo que parecía haberse volcado contra el rubio, recargando su peso sobre los hombros de Deidara, golpeándolo con palabras como "El arte es una tontería" "El arte es burdo" y cosas por el estilo, ahora pareciera más liviano solo por este personaje tétrico y malvado.

—Nadie lo comprende— soltó Sasori, como leyendo los pensamientos del rubio y eso solo hizo para que la sonrisa de éste último creciera en tamaño y sentimiento —Actúan como si…

—Fuese una idiotez, hum— finalizó el rubio. Sasori permaneció callado y poco después, asintió —¡Pero es cierto! No importa nada más que el arte, aquellas pequeñas explosiones de sentimientos que tienes cuando por fin vez que tú obra de arte sale a la luz, hum.

—Para que la admiren todos y por siglos, incluso después de tu muerte— convino Sasori, seguro de que el rubio pensaba lo mismo. Hasta que…

—¿Cómo dice?— preguntó Deidara, con cara de tener indigestión.

—Que permanece en la eternidad— contestó Sasori, un poco confundido de aquella pausa que había hecho el rubio con pregunta más estúpida.

—Eso no es arte, hum— dijo Deidara, con seriedad. Sasori se habría lanzado una carcajada, pero se entero (por la mirada y el tono serio del rubio) que parecía estar hablando con aparente solemnidad —El verdadero arte debe durar poco, nacer e inmediatamente desaparecer, para que solo unos afortunados puedan apreciarlo y sea todavía más importante. Como una explosión, hum.

De haber podido, el marionetista habría hecho parpadear rápidamente a Hiruko. Dentro de ésta marioneta, el verdadero Sasori se había quedado con los ojos abiertos de par en par, y la boca entreabierta, sorprendido por tal estupidez. Parpadeo rápidamente, asimilando las palabras de su nuevo compañero, en silencio. ¿Había escuchado bien?

—¿Ar...te? ¿Una…una explosión?— pregunto Sasori tartamudeando. Esa sería la única vez que Deidara vería algo parecido ó semejante y se quedo mirándolo, impávido —¿Qué… qué clase de…?— el marionetista hizo una pausa, para recuperar el habla y no estar tartamudeando como idiota —¿Qué estás diciendo, mocoso? ¿Cómo una explosión puede ser arte?

La burbuja que Deidara había creado con la perspectiva del gusto de arte de Sasori, se vino abajo, comprendiendo, que sus ideales eran completamente diferentes.

0*0*0

Ninguno quiso dirigirse la palabra el resto de la tarde. Sasori solo le habló para decirle que habían descansado suficiente y volvieron a avanzar por el bosque. Deidara se sentía un poco ofendido, aunque no tanto por la riña que tuvieron antes de quedarse sumidos en silencio.

El rubio había recibido un fuerte golpe con la cola de Hiruko en el estomago, que le había arrojado contra un árbol y ahora cojeaba. Sasori, por otra parte, se había ganado una quemadura en la capa de Akatsuki cuando el rubio le lanzó una pequeña bomba, instintivo y ejemplo del arte perfecto. Lástima que la cola de Hiruko estuviera tan bien reforzada, que de no ser por ella, el daño hubiese sido mayor.

Sasori lo había insultado y de momento, había salido victorioso en la muestra de arte. Deidara pensó en Itachi, en la manera en que el moreno se había lucido frente a él como un gran artista, y que, también lo había vencido. Era la segunda vez desde que llegó a Akatsuki y se sentí frustrado. La ira comenzaba a carcomerle la boca del estomago y hacía que tuviera que tragar bilis, porque la sensación amarga y de que tenía el latiente corazón en la garganta no se le quitaba.

Recordó que nadie en Iwa —a excepción de Onoki, el maldito vejete que hizo que diera un gruñido en el instante—, nadie lo había vencido. Y durante un segundo, extraño esa adulación que la gente de la aldea le mostraba. Pero…Pensó en su familia y se sintió un poco entristecido, siendo sinceros.

Nunca pudo ser lo que su familia quería de él. Por más que se esforzaba, ahí todos eran indiferentes ante sus logros. Y es que, Deidara no era tan parte de esa familia. Solo era el hijo de la antigua novia de su padre, la cual había quedado embarazada de él y a la cual Onoki jamás quiso unida con su hijo. Cuando ella murió, su padre había decidido que lo adoptaría bajo su nombre… Pero nunca dio señales de impresionarse por él cuando lograba cosas que sus dos hermanastros: Akatsuchi y Kurotsuchi no lograban hacer y que, probablemente, nunca lo harían. Onoki, por otro lado, siempre quiso hacerle la vida imposible, poniendo peros a todo lo que hacía ó pensaba, intensificando al límite ó ignorando sus entrenamientos. Todo lo había logrado solo y así había sido siempre.

El arte era lo único que le dio fuerzas de seguir. Cada vez que hacía una figurilla de arcilla, pensaba en su madre. Ella, en su tiempo, también había conseguido formar figuras con la arcilla que impresionaban y ese don había ido a parar en su hijo. La muerte de ésta fue algo que Deidara probablemente fingiera que no le importara, pero, antaño, ella había sido la única a la qué asirse cuando estaba a punto de caer. Porque nadie quería al hijo de una puta. Deidara sabía que eso no era lo que su madre era, pero aún así, cada vez que la habían insultado, había resultado como un golpe a él.

Deidara no dejó de mirar el suelo, absorbido por sus sombríos pensamientos. Hasta que, de pronto, dejo de caminar y se quedo quieto, con la mirada perdida en la nada, buscando en el suelo algo que no sabía qué era.

A unos metros más adelante, Sasori notó que las pisadas de Deidara se volvían más lentas y cuando éstas pararon, lanzó una maldición y miró hacia el mocoso.

En aquel claro, con la luna saliendo de entre una de las grisáceas nubes, Sasori se sorprendió al encontrarse embelesado por la apariencia frágil y hermosa del niño. Era como si el halo de la luna, hubiese secuestrado al cielo a un ángel y lo despojara sobre la tierra, arrancándole las alas y dejándolo ahí, perdido y agobiado por la súbita soledad y los engaños humanos. Se le ocurrió pensar que, si ahora era bello, cuando creciera más, sería más que solo hermoso.

Pero, ¿llegaría a serlo? En realidad, Sasori había apostado —y aquel punto de vista lo compartió con Akatsuki el primer día que le mostraron a Deidara—, a que el mocoso no duraría más de un año siendo miembro de Akatsuki. La apuesta se había vuelto más interesante al pensar qué sería Deidara de sobrevivir. La curiosidad le mandó llamar por primera vez en mucho tiempo.

No le molestaría convertir a Deidara en parte de su arte, y, aunque era solo un mocoso ingenuo e impetuoso, probablemente significaría una especie de entretenimiento para sí.

Dentro de Hiruko, el pelirrojo abrió la boca. Y justo después la cerró. No quería estar perdiendo el tiempo con ese idiota ahí parado como…como…efectivamente, un estúpido.

—¡Oye!— le llamó, aunque fue ignorado por el otro —¡MOCOSO!

El resultado fue el mismo. Deidara parecía haberse quedado trabado. Durante un segundo, el marionetista considero que quizá, se estuviera haciendo el tonto. Después pensó que tal vez, el mocoso tenía hambre. Al ser —casi— una marioneta no necesitaba de alimentos, pero Deidara sí y tal vez ahora estaba falto de combustible.

Con cierta indignación, mandó a Hiruko acercarse a Deidara.

—¿Qué te pasa? ¿Tienes hambre? Ya te dije que pararíamos hasta una posada para que descanses— le dijo con un tono irrevocable de orden.

Deidara levantó la cabeza, advirtiendo por fin la presencia del marionetista.

—¿Hum?— preguntó, con cara de un gennin al que se le pregunta algo cuando es obvio que toda la clase, ha estado tirando baba sobre el pupitre.

—¡Idiota, a mí no me tratas de tu tonto!— gritó Sasori, sacando la cola de Hiruko y dándole un fuerte golpe en la cabeza con la base del metal más allá de la punta —¡Ponme atención cuando te hablo!

—¡AUCH!— gritó Deidara, sobándose la ahora adolorida y palpitante cabeza —¡Cabrón, eso me dolió, hum!

Silencio. Deidara no fue capaz de darse cuenta de la grosería que le había mandado al pelirrojo, porque justo después, la cola de escorpión lo sujeto y pegó sus brazos a los costados, impidiendo cualquier movimiento, y, otros segundos después, Sasori lo volteaba de cabeza y le estrellaba la cabeza contra el piso una vez, y una segunda. Luego, lo levantó y aventó por los aires una segunda vez en el día hacia una roca grande que estaba por ahí. Deidara escuchó un chasquido antes de que el dolor le perforara la cabeza y le hiciera sentirse débil. Estaba seguro que de haber pensado en ponerse de pie, se habría caído de rodillas sin poder hacer nada, así que se quedo quieto.

No es tampoco, que hubiera podido siquiera sostenerse sobre sus manos. No tardó en cerrar los ojos y perder la consciencia.

0*0*0

Sintió un paño frío en la cabeza cuando por fin, horas después abrió los ojos. A diferencia de aquella mañana, no despertó a la intemperie, sino que estaba dentro de una especie de cuarto de un azul muy pálido, casi blanco. Le costó horrores poder sentarse erguido y quitarse el paño de la frente. Una gota de agua fría que le refrescaba ahí donde pasaba, corría desde su sien hasta su barbilla, produciéndole unas ligeras cosquillas.

Su cabeza todavía le latía pero ahora con menos fuerza, y, sin pasar la mano por sus despeinados supo que tenía una venda en la cabeza y que probablemente estaba manchada de sangre. Tenía una vaga idea de lo que había sucedido, y recordó a Sasori aventándolo por los aires con suma facilidad, como si él no fuera más que solo un muñeco de trapo. La frustración volvió, y de no haber creído que el dolor de cabeza aumentaría sí lo hacía, se habría echado a llorar de coraje e impotencia. Bajó la mirada e hizo de tripas corazón para no llorar, aunque le ardían tanto la garganta como los ojos.

Notó que había estado recostado en un futon y lo considero una peculiar señal, aunque una buena distracción. Miró el cuarto. En realidad, era de lo más sencillo, con las paredes de un blanco grisáceo. Había una mesa para dos personas y sillas de madera ya un poco desvencijadas, no existía ni un solo cuadro y solo un par de ventanas por las que entraba la luz de la madrugada, aunque había tres velas situadas en una mesa baja de noche a su lado que iluminaban un poco más con su titilante brillo amarillento. Notó el terrible silencio al que empezaba a acostumbrarse y pensó que estaría bien largarse. No tenía planeado volver a encontrarse con Sasori.

Aunque, el destino parecía tenerle otro destino preparado.

Cuando intentaba ponerse de pie, la puerta se corrió a un lado, acompañada de un tenue crujido, casi imperceptible para cualquiera que no fuera un ninja. Del umbral de la puerta, apareció un joven un poco bajo y de desordenados cabellos rojizos, con unos bellos ojos café grisáceo y la piel casi tan blanca como la porcelana, muy pálida y sin ningún rubor en las mejillas. Llevaba puesta una camisa azulada con mangas cortas y un pantalón del mismo color, con una especie de tela blanca atada en la cintura. En un principio, Deidara lo confundió con la ayuda de cámara.

Aquel se le quedo mirando entre burlón y curioso, mientras una sonrisa se extendía por su rostro de una manera pedante y en los ojos notó que —aunque aburridos y vacíos— parecían con tantas experiencias dolorosas que más bien, su brillo estaba muerto. Deidara sintió un escalofrío bajar por su espalda, aunque intentó disimularlo. El chico que estaba frente a sí, le daba una sensación de inseguridad y pavor que no tenía nada que ver con algo que sintiese en un pasado.

Con la mirada busco la bolsa de arcilla que siempre llevaba atada a la cintura, y la encontró con que estaba encima de la mesa, a unos escasos cuatro metros de distancia.

Se estaba preparando para lanzarse en pos de ella cuando de repente, el otro habló:

—¿Qué piensas hacer ahora, mocoso?— la voz era serena, tranquila y… hermosa. Deidara miró sorprendido al pelirrojo, la creciente ira también abriéndose paso entre sus facciones —No pensarás atacarme, ¿o sí? Sería una tontería más grande que decirme cabrón.

El corazón de Deidara se detuvo en el instante y después, al reiniciar su marcha, sintió como si le faltara el aire.

—¿Sasori?— murmuró, sorprendido. Sus ojos abiertos de par en par. El aludido sonrió.

—Qué lástima— susurro el marionetista, suspirando —Esperaba que no tuvieras que ver nunca mi verdadera forma. Sinceramente esperaba que ya estuvieras muerto.

La forma en que lo dijo pasó de momento como algo que no activaría la ira de Deidara, simplemente por la visión que tenía delante. Con que, esa era la verdadera apariencia de Sasori. Sin Hiruko se veía bastante atractivo, menudo y… ¡Espera un momento! Él no podía ser el Akasuna no Sasori del que había escuchado. Es decir, el marionetista, llevaba catorce ó quince años desaparecido de Suna, y para entonces, debía de tener dieciséis años de edad. ¿Por qué, frente a él tenía a un joven en apariencia apenas dos ó tres años mayor que él? Que alguien se lo explicara, ó le daría que se volvía loco.

—Es una broma, ¿verdad?— soltó, en un murmullo sin dejar de mirar al pelirrojo con la incredulidad palpable en su rostro —Tú no puedes ser Sasori, hum.

El pelirrojo abrió los ojos con cierta irritación, aunque después la sonrisa volvió a su lugar y lanzó una melódica carcajada. A Deidara se le tensaron todos los músculos del cuerpo y cortó su respiración.

—Lo soy, mocoso— contestó Sasori, mientras cerraba la puerta y ponía una mano en la cintura, observando con burla a su compañero —Soy el verdadero Akasuna no Sasori.

Deidara, no por oírlo se lo creyó. Si podía ser posible, su incredulidad sí que se vio aumentada.

—Pero… Pero… tú deberías tener, más o menos, veintinueve años y pareces… un mocoso de quince, hum— soltó. Sasori sufrió de una especie de tic mientras observaba a Deidara con el ceño fruncido.

—No me digas— soltó, con displicencia y haciendo que Deidara se sonrojara avergonzado —Que te den el premio del año. No se me habría ocurrido pensar en eso.

Sí. Ahora sí se lo creía. Ese era Sasori. Pero… ¿cómo podía…? Las palabras escaparon de su control antes de poder pensar en ser prudente y pensar antes de hablar.

—¿Por qué no eres viejo, hum?

Pensó que el pelirrojo volvería a lanzarlo por los aires, ó que de pérdida, se acercaría y lo golpearía en la adolorida cabeza. Para su sorpresa, Sasori sonrió más.

—Adivina— le dijo, apremiante.

Deidara pasó unos segundos en silencio antes de fruncir el ceño y negar con la cabeza, rindiéndose.

—¿No?— preguntó Sasori con cierta decepción —Ni siquiera has tratado— hizo una pausa y volvió a sonreír, adquiriendo un semblante todavía más bello y (Deidara se sorprendió al llegar a la conclusión) angelical —Una pista: Te dije que el arte lo es todo para mí.

La primera cosa que se le vino a la mente, fue contestar que eso no tenía nada que ver. Pero entonces…

Hubo algo en su interior. Una especie de chispa que le golpeo directo en el estomago e incluso en la cabeza. Sintió un calor abrasador recorrer cada fibra de su ser, tensándolo y atrayéndolo con fuerza contra el suelo: Sin embargo, en algún lugar recóndito de su ser, se sintió liberado, como un ave saliendo de su jaula. Veía la luz del sol y pensó que eso era lo más maravilloso que alguien podría insinuarle. Ahora no lo sabía, pero se equivocaría al suponer que el arte era todo cuanto le podía importar y prender esa chispa, pero quizá, habría que ir más despacio y decir, que lo que sintió en ese momento por Sasori, fue nada más ni nada menos, que una profunda admiración.

—Usted es… Se ha convertido a sí mismo en una marioneta— respondió por fin el rubio, en un susurro.

Sasori lo apremió con una sonrisa. Y por primera vez, incluso en la poca luz de la madrugada, Deidara reparo en el seccionamiento que tenían los brazos de madera.

En realidad, el arte eterno que profesaba el pelirrojo era algo que no concordaba mucho con Deidara, pero…

—Es un verdadero artista— murmuro Deidara —Sasori no danna, hum.


No sé qué decir. Creo que para empezar, debería de anunciar que será amor lento, así que váyanse con paciencia sempais. Quiero agradecer que lean la historia y como siempre, que cooperen con ella con un review que valorara mi esfuerzo.

Espero no tardar demasiado en dejar conti, porque pese a todo, sigo ignorando a Sasori danna y sigo publicando... unas pocas cosas que se me vienen a la mente y que me arriesgo a publicar mientras Danna está descuidado con Deidara ¬w¬

Ojalá les haya gustado y dejen review, para que ni Sasori danna me mate cuando se entere que lo desobedecí como para que yo no les arroje una maldición JashinIgirisu ^^

Mary is a good girl, sempais :D