DISCLAMER: lOS PERSONAJES DE HARRY POTTER NO ME PERTENECEN.

Hola, aqui vuelvo con un proyecto que hace rato queria cumplir, escribir un Dramione. Es pero les guste, ya que esta es mi pareja favorita. en cuanto a mis otros fic no desesperen, pronto se acerca otro capitulo de Heroe de Corazón y muchos mas de Loprohibido se Hace tentador. Esta historia en particular esta inspirada en la obra de Alden Jami titulada "Fiesta privada". Se q este primer capitulo parecerá mas una adaptación, pero en el futuro esto puede cambiar.


CAPITULO I

La Boda

Hermione Granger era, sin lugar a dudas, la novia más hermosa que Draco Malfoy había visto jamás. El vestido de color marfil sin tirantes dejaba los brazos de la joven al aire y, si cerraba los ojos, Draco podía imaginarse lo sedosa que sería aquella piel bajo las yemas de sus dedos. Aunque el velo le ocultaba la cara, a Draco no le costaba ver en su mente aquellos ojos grandes y de largas pestañas, ojos del color marrón como pozos de chocolate ardiente, la nariz pequeña, un poco respingona y los labios rosados y carnosos. Los pechos de la joven henchían con elegancia el corpiño del vestido, aunque con solo verlo al joven ya se le secaba la boca y le sudaban las manos. La falda amplia y ahuecada de su vestido de novia cubría casi por completo el pasillo entero de el Salón de fiestas de la Mansión Malfoy y a Draco le recordó a un delicioso merengue, un merengue tentador que lo desafiaba a llevárselo a la boca entero, de un solo y lujurioso lametón.

Draco sintió un nudo en el pecho cuando vio acercarse a la novia y el estómago se le fue encogiendo cada vez más con cada paso que acercaba a Hermione al altar. Aquella mujer iba a llegar hasta el final. Draco había tenido dieciocho meses para prepararse mentalmente para aquel momento y, con todo, la realidad lo golpeó como un puñetazo en las tripas. Apretó los puños, respiró hondo para tranquilizarse y se obligó a no dar la vuelta y salir corriendo de la iglesia tan deprisa como podía. Había hecho una promesa y, al igual que todos hombres de su familia, cuando él daba su palabra, tenía por costumbre cumplirla.

- ¿Quién entrega a esta mujer en matrimonio a este hombre?

Draco observó, con un dolor amargo invadiéndole el estómago, al padre de la joven, Albert, que levantaba el velo y revelaba la sonrisa nerviosa de Hermione, una sonrisa que no terminaba de invadirle los ojos.

- Su madre y yo la entregamos —respondió Albert, y Draco contuvo la maldición que clamaba en su cerebro cuando el prometido de Hermione, uno de los idiotas, digo Héroes, más grande del mundo mágico, Ronald Weasley, se adelantó para coger la mano temblorosa de su novia.

- ¿Pero se puede saber dónde está? Es hora de cortar la tarta.

- Estoy segura de que estará aquí de un momento a otro – Hermione Granger Weasley intentó tranquilizar a la acelerada organizadora de su boda, Luna.- ¿Por qué no le pides a uno de los amigos del novio que mire en el baño mientras yo voy a ver si está en el vestíbulo?

Con franqueza, se diría que Ronald ya debería saber a esas alturas que el novio no desaparece en medio del banquete.

- ¿Va todo bien? - Ginny, la dama de honor de Hermione, se acercó con sigilo para hablar con ella.

- No encuentro a Ron. Supongo que necesitaba un momento a solas.

Ginny alzó una ceja.

- Ya…

Está bien, quizá Ron no fuera el tío más introspectivo del mundo pero, con todo, era el día de su boda. Bien sabía Dios que hasta Hermione estaba un poco abrumada con todo aquello.

- Supongo que no lo habrás visto.

Ginny sacudió la cabeza.

- ¿Dónde está nuestro anfitrión? Creí que era su trabajo vigilar al novio.

- Se fue justo después de hacer su brindis -dijo Hermione. La novia sonrió un poco al pensar en el brindis de Draco. Tan ensayado, tan civilizado. Tan poco propio de él. Draco ya no era el tío que se preocupaba mucho por lo que la gente pensase de él, sobre todo no la multitud pomposa y prepotente que se había dignado a asistir a la boda de Hermione. El estilo relajado y natural de su ex enemigo lo hacía destacar entre aquella masa, incluso cuando intentaba encajar.

Al contrario que el de Ronald, el cabello rubio platinado de Draco siempre iba un poco desaliñado, y su cuerpo atlético se veía espectacular con cualquier cosa que se pusiera. Pero había aparecido con un aspecto absolutamente delicioso con el esmoquin que contrastaba de una forma de lo más seductora con su piel pálida. Draco siempre había sido guapísimo y había mejorado todavía más en los cinco años que habían pasado desde la última vez que Hermione lo había visto.

La novia cerró los ojos e intentó no imaginarse los palmos músculos que ocultaba aquel esmoquin. Hermione creía haber superado aquel enamoramiento absurdo y adolescente, y desde luego el día de su boda con Ronald Weasley no era el mejor momento para resucitarlo.

Hermione se dio una bofetada mental; era el día de su boda, por el amor de Dios. Todos aquellos meses de duro trabajo y preparativos al fin daban su fruto y no era el momento de revivir el encaprichamiento que había sentido por la oveja negra de la casa Malfoy.

La novia salió del salón de baile y se abrió camino por el vestíbulo sin dejar de detenerse para intercambiar algunos comentarios corteses con cuantos invitados se encontraba. Al acercarse al cuarto de las escobas, oyó un golpe seco tras la puerta cerrada. Después una risita. Y luego un gemido.

Un gemido decididamente masculino.

Con el estómago más o menos a la altura de los tobillos, Hermione tuvo un horrible presentimiento; no quería imaginarse lo que iba a encontrar tras la puerta.

- Serás hijo de puta. -Su voz le sonó muy lejana, como si saliera del final de un túnel larguísimo y lleno de ecos.

Cerró los ojos con tanta fuerza que tuvo un calambre en los párpados. Aquello no podía estar pasando. Es que no podía.

Pero allí estaba Ron, inconfundible, inmóvil en pleno embate mientras se follaba a otra mujer contra la pared. La chica la miraba con la boca abierta por encima del hombro de su novio de un modo que habría sido incluso cómico en otras circunstancias.

Hermione le lanzó una mirada rápida a la otra mujer. Ah, claro, la encantadora Lavander, la ayudante que acababa de entrar a trabajar para Ron. A Hermione se le había ocurrido en su momento que el contrato de Lavander tenía más que ver con unas piernas de varios kilómetros y unos pechos exagerados que con sus habilidades como secretaria, y se dio un par de patadas mentales por haber sido tan estúpida y haberle dado a Ron el beneficio de la duda. Pero la última vez que lo había pillado engañándola, su novio había jurado por Merlín, sobre la tumba de su abuela y por las ramas de su adorada escoba Mimbus 3000 que nunca, jamás de los jamases volvería a ocurrir. Le había prometido que la próxima vez que tuviera relaciones sexuales sería con ella, en su noche de bodas. Y con los preparativos de la boda en pleno apogeo, había sido más fácil creerle que admitir que estaba a punto de cometer el peor error de su vida.

- Hermione, no es nada. No significa nada. -Ron se manoseó con torpeza los pantalones del esmoquin y después se sujetó el fajín cuando los pantalones volvieron a caérsele hasta los tobillos. Lavander se había bajado la falda y se tiró en plancha a recuperar las bragas, un movimiento que lanzó hacia atrás a Ron, que tropezó con una fregona y un cubo antes de caer de culo encima de Lavander.

A Hermione jamás le habían dado un puñetazo a traición pero se imaginó que la sensación debía de ser muy parecida. Un golpe seco en medio del pecho y la sensación de quedarse sin aire hasta terminar jadeando como una trucha recién pescada. Un dolor que la atravesaba entera, acompañado por el ardor gélido de la humillación. Con todo, la novia intentó no perder el control: no quería que Ron viera que se estaba haciendo añicos por dentro, explotando en un millar de fragmentos diminutos. La mente de Hermione trabajaba a mil por hora, intentando encontrar lo más apropiado que se pudiera decir o hacer en una situación como esa. Pero no había forma de barrer aquello bajo la alfombra con un puñado de sutilezas sociales.

Coger el mango de una fregona y meterlo en algún sitio extremadamente doloroso quizá no fuera la mejor respuesta, por atractiva que resultara en ese momento.

- Se supone que tenemos que cortar la torta -dijo Hermione; hasta a ella la frase le sonó absurda.

Aturdida, regresó al salón como pudo. ¿Cómo podía haber sido tan estúpida? Permitir que la arrastraran hasta el altar como una especie de vaca destinada al sacrificio. La dulce Hermione, la perfecta Hermione, la que siempre hacía lo que tenía que hacer por sus padres, por sus amigos, por su trabajo. Tan decidida estaba a no armar jaleo por nada que se había negado a admitir la verdad sobre su futuro marido.

Apenas consciente de lo que hacía, Hermione abrió de un empujón la puerta del salón de baile, la joya de la corona del imperio Malfoy. Después de la muerte de su padre en la batalla final, a favor de el trió dorado y de la absolución de sus delitos como mortífago, los Malfoy se habían radicado en Francia y habían convertido la mansión Malfoy en uno de los Hoteles Museo más grandes del mundo mágico.

Pero ni siquiera vio el precioso salón de baile recién redecorado con sus sofisticadas arañas de luces y los tapices de seda que transmitían un ambiente de elegancia y lujo antiguo. A Hermione le daban igual las decenas de miles de dólares en rosas blancas que adornaban cada una de las setenta mesas que se habían dispuesto para albergar a los invitados a la boda. Ni siquiera le importó chocar con un camarero y que una copa de merlot le salpicara la falda de su vestido de novia de Vera Wang hecho a medida.

Atravesó la multitud sin ver más que el contorno borroso de color carne de los invitados que intentaban estrecharle la mano y besarla en la mejilla para felicitarla. Hizo caso omiso de todos y cada uno y se dirigió al estrado que había en la parte delantera del salón y que en esos momentos ocupaba la orquesta.

Cuando subió el primer escalón la radiante novia sintió una mano firme que le cogía el brazo, pero ni siquiera reconoció a Ginny cuando se desprendió de los dedos de su amiga.

Hermione le hizo una seña a la orquesta para que parara, cogió el micrófono y lo bajó hasta que lo tuvo a la altura de la boca. Fue entonces cuando se dio cuenta de que estaba temblando. No era un simple temblor de manos sino un auténtico terremoto por todo el cuerpo. Se quedó mirando una multitud que representaba a la flor y nata de la comunidad mágica. Por el rabillo del ojo vio al ministro de magia tirándole los trastos a una de sus amigas. Los socios de Ronald, los jueces de el Wizengamot y los ricos financieros y sus esposas; todos la miraban con actitud expectante.

Hermione se humedeció los labios y apretó al micrófono. Se le quedaron los nudillos blancos cuando se aferró al micro como si fuera un salvavidas. Miró a su derecha y se le encogió el estómago cuando dos camareros entraron con el carrito que llevaba la tarta de bodas de cinco pisos, de chocolate y frambuesas con glaseado de vainilla, y la colocaron a su lado.

- ¿Pueden prestarme atención, por favor?

La petición era innecesaria, todo el mundo se la había quedado mirando con la boca ligeramente abierta.

- Les agradezco que hayan venido para celebrar lo que se suponía que iba a ser el día más especial de mi vida. —La inundó una sensación vaga, como sí abandonara su propio cuerpo y pudiera verse desde el otro extremo de la sala. ¿Qué iba a decir a continuación la pequeña novia psicópata?-. Por desgracia, ese día tan especial lo ha arruinado el hecho de que mi marido —Hermione señaló con un gesto la parte posterior del salón, donde Ron luchaba por abrirse camino entre la multitud— decidiera que su banquete de boda era el sitio perfecto para follarse a su nueva ayudante.

Un coro de gritos ahogados y murmullos se alzó entre la multitud y lo puso todo en perspectiva de repente. La gente se quedó mirando con la boca abierta y los ojos casi salidos de las órbitas mientras estiraban el cuello para ver al novio descarriado.

- Así que, si bien les ruego que sigan disfrutando de la fiesta, yo creo que voy a dar la noche por terminada. -Se recogió la falda entera y apenas había conseguido llegar al borde del escenario cuando Ron la alcanzó al fin.

- Hermione, lo siento, por favor, tienes que escucharme. -Ron se había peinado y se había estirado el esmoquin, y una vez más era la encarnación de la masculinidad impecable. La cogió por los brazos con tanta fuerza que Hermione supo que le quedarían marcas y después le dijo con tono suplicante-: Soy adicto al sexo. Es una enfermedad. No puedo evitarlo, Hermione…

Hermione se deshizo de las manos de su novio de un tirón y una oleada de rabia la sacó de repente de su estado de shock. Esa era la clase de excusa que se le tenía que ocurrir a Ron algo que lo absolvía a él de toda responsabilidad personal y suscitaba comprensión en lugar de censura, Hermione se puso tan furiosa en un momento que temió que la cabeza le estallara en llamas.

- ¿Adicto? –chilló-. ¡Pues para ser un adicto no has tenido mayores problemas para no ponerme ni un dedo encima a mí!

Ron se acercó a ella con gesto decidido pero Hermione se apartó e intentó rodearlo.

- ¿Tengo yo la culpa de querer evitar un caso permanente de congelación? -murmuró Ron en voz tan baja que solo ella pudo oírlo. De cara a la multitud se explayó un poco más-: ¿Cómo puedes darme la espalda así cuando necesito tu apoyo?

Todos los ojos se habían clavado en el drama que se desarrollaba sobre el escenario.

- Apártate de mi camino, Ron. – Hermione tenía que salir de aquel salón, tenía que alejarse de todos y de todo lo que la había obligado a someterse a aquella humillación pública.

Ron se movió otra vez para cogerla, Hermione estiró el brazo hacia atrás por instinto y sus dedos entraron en contacto con la superficie cremosa de la torta. Se giró un poco y cogió el piso superior del pastel, bastante pesado, por cierto. Después hizo acopio de todas las fuerzas que le quedaban y estrelló la tarta contra el rostro conmocionado de Ron.

- Quizá quieras subirte la cremallera de paso —se burló la novia.

Tras lo cual, Hermione Granger, su alteza serenísima la Heroína del mundo mágico, cuadró los hombros, levantó la barbilla con arrogancia y sacó su persona, manchada de vino y tarta y totalmente enfurecida, del salón del banquete.

Continuara...


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xoxo

Elizabeth Black Malfoy de Lannister.