Hakuouki no me pertenece sólo mis personajes originales son de mi propiedad.
Nota: lo que está entre comillas son pensamientos del personaje. Lo escrito en cursiva son recuerdos o sueños, según el caso.
He aprovechado para unificar los tres primeros capítulos del fic en uno sólo y corregir un poco la redacción. Poco a poco iré haciendo correcciones antes de retomar el fic nuevamente.
El silencio de la noche de Kioto envolvía el cuartel del Shinsengumi. La noche sin luna, únicamente iluminada por los esporádicos relámpagos que anunciaban la proximidad de una tormenta, parecía aumentar el silencio imperante. Serizawa bebía sake mientras su mente divagaba en pensamientos mucho más oscuros que la noche. En su interior, su furia contenida gritaba de manera ensordecedora. Su mirada se encontraba fija en la recámara en donde se encontraba la causa de su enojo. Si había algo que Serizawa Kamo no conocía era el arrepentimiento. Pero en las últimas semanas, se arrepintió por haber asumido el hacerse responsable de ella.
Finalmente llegó a la conclusión que debió eliminarla hace mucho tiempo. No obstante, Yukimura Koudou había dicho que ella era indispensable para desarrollar la medicina en la cual había estado trabajando en estos últimos años.
̶ Indispensable…- dijo con ironía - nadie es indispensable… ¡no es así perro!- gritó mientras lanzaba su copa hacia Ibuki Ryunosuke, quien recibió de lleno el golpe.
̶ ¡Ey! ¿Y ahora qué sucede? - exclamó Ryunosuke, cansado de soportar los constantes cambios de humor de Serizawa en las últimas semanas.
Ryunosuke lo había visto enojarse antes, pero en ocasiones parecía transformarse en otra persona incapaz de reconocer a quienes tenía a su alrededor.
̶ Nadie es indispensable perro. Podría eliminarte ahora mismo y conseguir otro perro más eficiente y leal que tú antes de terminar la semana…. Si…. ni tú ni ella son indispensables. – divagaba Serizawa mientras que Ryunosuke lo miraba con extrañeza.
"¿Ella? ¿A quién se referirá?" pensó Ryunosuke.
Serizawa llevaba horas bebiendo y era evidente que ya había rebasado su límite de tolerancia al alcohol. De hecho, temía que en cualquier momento se descontrolara. En estos meses había sido testigo de primera mano, de lo que Serizawa era capaz de hacer en ese estado. No sabía qué era, pero esa noche Serizawa le inspiraba temor.
̶ Serizawa-san debe descansar además ya se acabó el sake y…
̶ Ve a comprar más- le interrumpió Serizawa.
̶ ¿Qué?
̶ ¿Además de idiota eres sordo perro? ¡Que busques más sake!
̶ Serizawa-san es muy tarde y ya ha bebido suficiente…
Poniéndose en pie gruñendo como una fiera, Serizawa tomó a Ryunosuke por el cuello estrellándolo contra un poste de madera.
"¿Cómo es posible que en este estado tenga tanta fuerza?", se preguntaba Ryunosuke, incapaz de hablar, porque Serizawa prácticamente lo estaba estrangulando.
̶ Escucha maldito perro, tu amo te ha dado una simple orden. Ve a comprar sake y no vuelvas sin él. De lo contrario ni te molestes en regresar o yo mismo te mataré.
Dicho esto soltó a Ryunosuke quien desesperadamente jadeaba intentando llenar sus pulmones de oxígeno. Él sabía perfectamente que en esta situación era mejor no contrariarlo. Tomó el dinero y se preparó para irse. Algo en su interior le decía que no debía marcharse porque era peligroso dejar solo a Serizawa. Antes de marcharse vio cómo Serizawa seguía de pie con la mirada perdida. Si Ryunosuke hubiese prestado mayor atención se habría percatado qué era lo que captaba la atención de Serizawa. Pero habiendo escapado de la muerte hacia un instante, no quiso arriesgarse por segunda vez en la misma noche.
El sonido de los pasos de Ryunosuke alejándose le indicó que ya se encontraba solo. Serizawa vio por fin la señal que habia estaba esperando. El cuarto que vigilaba por fin quedaba a oscuras, y no había nadie cerca que lo detuviera. Sólo debía esperar un poco más a que ella se quedara profundamente dormida. Entonces finalmente él saldaría cuentas con la mujer que llevaba meses obsesionándolo.
̶ Yoko…
Hacía años que las tormentas la atemorizaban, agravabando sus noches de sueño interrumpido. Los relámpagos le hacían recordar un pasado que ella prefería olvidar. La mujer cepillaba su largo cabello rojizo, pero sin prestarle mucha atención.
"Fue en una noche tormentosa como esta…" pensó.
Finalmente el golpeteo de la lluvia le hizo volver al presente. Puso sus ojos azul verdoso en el reflejo que la miraba desde el espejo. Si su pasado le resultaba doloroso, su futuro era realmente incierto. Ahora que Yukimura Koudou había desparecido no sabía qué sería de ella.
Sola, con un grupo de samuráis para quienes lo más importante, era el shogunado. Quizás eso le había permitido permanecer en donde se encontraba. Llevaban días buscando a Yukimura. Hijikata la había interrogado al respecto pero ella desconocía qué podría haber sido de aquel doctor, que para ella había significado la oportunidad de continuar con vida.
Pero incluso estar con el Shinsengumi, como ahora se hacían llamar, no le garantizaba su seguridad. Ella no era tonta y sabía que su situación era precaria. No sabía si para estos hombres ella les sería de utilidad o no. Además, se había percatado de la lucha por el poder y liderazgo dentro del grupo.
Por un lado el enigmático Serizawa Kamo, quien pese haber ayudado financiera y políticamente al Roshigumi, su conducta poco honorable, lo convertía en un riesgo para el grupo. Y ella era consciente que él no la toleraba. Se lo había dejado muy claro al llamarla perra extranjera. Por el otro lado estaba Kondou Isami, quien era tan distinto a Serizawa. A veces le resultaba difícil creer que una persona tan gentil como Kondou, pudiese ser el líder de un grupo de guerreros, pero era evidente que sus hombres lo respetaban y estaban dispuestos a seguirle hasta el final.
Su destino estaba en manos de quien lograra superar al otro. Pero lo que Yoko desconocía es que su destino inmediato estaría en manos de alguien más y de quien menos esperaba. Finalmente, apagó la lámpara de su cuarto y quedando en la oscuridad, se preparó para dormir en su futon.
"Podré pasar cien años en este país y siempre extrañaré una cama. Sólo espero poder dormir algo esta noche" fue su ultimo pensamiento antes de dejarse vencer por el sueño.
̶ Regresé justo a tiempo. Heisuke, Shinpachi y los demás llegarán demorados y empapados por la lluvia- dijo para sí Harada Sanosuke mientras caminaba por los pasillos del cuartel iluminados por la luz de los relámpagos que surcaban el cielo, mientras que los truenos y la lluvia interrumpían la calma nocturna.
Llovía a cántaros y difícilmente se podía escuchar algo. Mientras caminaba hacia al cuarto que compartía con Shinpachi y Heisuke vio que el cuarto de Kondou seguía iluminado.
"Ciertamente la noche es propicia para una reunión."
No era necesario que le dijesen quiénes acompañaban a Kondou. Era seguro que con él estaban Hijikata Toshizo y Sannan Keisuke. Incluso podía intuir qué temas estarían discutiendo: la desaparición de Yukimura y la conducta de Serizawa.
Unos hombres seguían rastreando cada pista acerca de Yukimura, mientras que los otros continuaban con su labor de patrullaje. Por eso era que en el cuartel no había tanta gente como era costumbre. Por otra parte, Serizawa se convertía en un problema para el Shinsengumi. Pero eso a él ahora no le importaba, solamente quería descansar, y pensó que eso haría al entrar en su cuarto.
La tormenta se había desatado en el momento perfecto. Serizawa caminó sigilosamente al cuarto donde dormía Yoko y abrió suavemente la puerta. Cerró la puerta tras él mientras la observaba dormir en su futon. Caminó hasta acercase a ella. Por un rato contempló a la mujer en silencio. Su piel blanca, sus rasgos finos, su cabellera ondulada que enmarcaba su rostro y sus labios gruesos, rosados y besables.
Serizawa dejó su espada a un lado y desató su bata sin quitar su mirada de la mujer, dejando su pecho al descubierto. Lentamente como un depredador se acercó a ella, hechizado por ese rostro. Estiró su mano para tocar su mejilla. El toque hizo que Yoko despertara y se encontrara con alguien encima de ella. La luz de un relámpago iluminó el cuarto y pudo ver que se trataba de Serizawa.
̶ ¡SERIZAWA-SAN!- gritó Yoko aunque nadie escucharía sus gritos con la lluvia y los truenos.
No fue capaz de decir más, porque que ya él le había cubierto su boca con la mano. Sus desorbitados ojos miraban el rostro de Serizawa y lo que veía la aterrorizaba. Su viejas pesadillas regresaban a ella en un cruel deja-vu. La mujer podía sentir el olor a licor emanando de él, mientras se acercaba a besar su cuello, su quijada hasta llegar a su oído. Ella temblaba ante el peso de su cuerpo sobre el de ella. Quería huir pero era imposible.
̶ ¿No dijiste que debía comportarme de acuerdo a mi dignidad? Pequeña perra…- dijo mientras tomaba entre sus labios el lóbulo de oreja. La respiración de Yoko se aceleraba lo mismo que sus latidos.
̶ ¿Qué sabes tú de dignidad? ¿Si quiera sabes cómo es un hombre, lo que estar con un verdadero hombre? – dijo mientras besaba a Yoko en el cuello.
Yoko suplicaba con su mirada a Serizawa que se detuviera, mientras una lágrima corría por su mejilla humedeciendo la mano de él. Serizawa recorrió con su lengua el camino que había realizado la lágrima, mientras sonreía cruelmente.
̶ Pues bien esta noche yo te voy a enseñar lo que es estar con un verdadero hombre.
Kondou Isami y Hijikata Toshizo, explicaban a Sannan Keisuke los por menores de su reunión con el clan de Aizu. Sannan escuchaba pensativamente a sus compañeros. Una vez éstos terminaron de hablar, tomó la palabra.
̶ Así que esas son las instrucciones del clan de Aizu.
̶ Así es Sannan-san. Si el Shinsengumi debe subsistir…- dijo Kondou.
̶ … entonces Serizawa-san debe ser eliminado. - sentenció Hijikata, al tiempo que un relámpago iluminaba la estancia.
Kondou estaba atormentado. Había hecho todo lo posible para que Serizawa renunciara a su cargo y se retirara del Shinsengumi. No obstante, eso no era lo que el señor de Aizu quería. El hombre deseaba no tener que eliminar a quien, pese a todas sus fallas, los había llevado hasta donde estaban. Por primera vez Kondou Isami entendía que cumplir con su ideal, no iba a ser tan simple como él creía. Ahora más que nunca las palabras de Serizawa acerca de su incapacidad para comprometerse adquirían total sentido. Pero Kondou estaba decidido y, si así debía ser, él asumiría el precio.
̶ ¿Y ya decidieron cuándo y cómo se llevará a cabo?- preguntó Sannan.
̶ Será en unos días. Sólo necesitamos concretar unos detalles para que todo se haga sin levantar sospechas- respondió Hijikata. - Hay que decidir quiénes lo llevarán a cabo. Está de más decir que debemos tener sumo cuidado. Ese hombre no es ningún incauto. Estoy seguro que debe presentir algo. Él fue capaz de delatar a Niimi-san sin mayores contemplaciones, a sabiendas de que le costaría la vida. Debemos estar preparados.
̶ Estoy de acuerdo. Y ahora debemos considerar otro tema. Aún no hemos encontrado a Yukimura-sensei. Pese a nuestros mejores esfuerzos, no ha sido posible obtener una pista fiable de su paradero. Ni siquiera Yoko-san ha sido capaz de darnos información- dijo Kondou.
̶ ¿Qué tan informada está ella acerca de los experimentos que Yukimura-sensei y Niimi-san llevaban a cabo?- cuestionó Hijikata.
̶ Parece ser que Amamiya-san no está al tanto de lo referente al ochimizu, Hijikata-kun. Ella siempre ha mantenido que sólo colaboró con Yukimura-san traduciendo unos textos. Parece ser que él nunca permitió que estuviese presente en los experimentos con esos hombres. Si bien ella ha visto una furia, no sé si sabrá que la medicina guarda relación con ellos. No obstante, me pregunto si habrá deducido algo. Tal vez sería conveniente ponerla al tanto, podría sernos de utilidad- expresó Sannan.
̶ Sannan-san no creo que sea conveniente- exclamó Hijikata - ¿Qué sabemos de esa mujer? Podría intentar traicionarnos.
̶ Vamos Toshi, creo que exageras. Yoko-san no me parece capaz de algo así. Por el contrario, ha dado pruebas de lealtad, y nos ha ayudado antes- contestó Kondo.
̶ Kondou-san tú tienes por costumbre pensar bien de todos y no dudar de las demás personas. Algo me dice que ella guarda un secreto. Tal vez sería más sencillo simplemente eliminarla.
̶ ¡Toshi!- gritó Kondou.
̶ Vaya, vaya, Hijikata-kun. Esa respuesta es más propia de Okita-kun. No creo que tú alzaras tu espada para matar a una mujer. Y sospecho que Amamiya-san goza de tu estimación pues no has refutado los atributos que Kondou-san le ha reconocido- dijo Sannan sonriendo, lo que hizo que Hijikata frunciera el ceño y que Kondou sonriera. - Además si no logramos encontrar a Yukimura-sensei, necesitaremos del conocimiento de Amamiya-san.
̶ Hablaré con Serizawa-san mañana para decirle de nuestra intención de usar los cuartos disponibles en su área del cuartel para los nuevos reclutas. Aprovecharé para solicitarle tener la custodia de Yoko-san. Sé que Yukimura-sensei se la encomendó a él, pero viendo su actitud hacia ella creo que le dará gusto liberarse de ese compromiso.
̶ Haz como quieras Kondou-san- dijo con resignación Hijikata.
̶ Toshi sabía que también te agrada Yoko-san. – dijo Kondou riendo.
̶ …Tonterías…- contestó con desdén mientras que Sannan asintió sonriendo a lo que había dicho Kondou para molestia de Hijikata.
Con su mano libre Serizawa fue levantando la yukata de dormir de Yoko, mientras acariciaba su pierna. Ella se retorcía ante la invasión de su intimidad. Trataba de rechazar el roce de ese hombre. Los intentos de ella por impedirle acariciar su femineidad hacían que Serizawa sonriera. Le gustaba que se opusiera, le gustaba conquistar.
̶ Vamos, no finjas que tú no has estado con otros antes, perrita, hacerte la difícil no te servirá de nada.
Finalmente Serizawa empezó a acariciar salvaje y bruscamente la entrepierna de Yoko quien empezó a gritar de dolor e impotencia, aunque sus gritos eran sofocados por la mano de Serizawa. El placer que sentía Serizawa, no podía expresarse en palabras. Ni él mismo se había percatado hasta ahora, lo mucho que deseaba a esa mujer. No era sólo su apariencia física lo que lo atraía. Era ese espíritu guerrero en ella. Pese a todos los desplantes que le había hecho ella no se sometía a él. Ella tenía la osadía de desafiarle. Ella tenía ese fuego que en el pasado otra mujer había tenido. Aquella mujer le fue arrebatada por la muerte. Pero esta mujer estaba viva, muy viva y a su alcance. Por eso mismo él había decidido someterla y hacerla suya.
̶ Eres tan suave- dijo mientras irrumpía la femineidad de Yoko con sus dedos y, con su lengua acariciaba su oreja - Vas a ser mía, mía Yoko- le susurraba mientras empezaba a besarle el rostro.
Las quejas de Yoko morían en su boca, la cual Serizawa seguía manteniendo cubierta con su otra mano. Sólo su pavor era mayor que la repugnancia que las caricias de Serizawa le provocaban. Ella no permitiría que él lograse su objetivo; tenía que hacer algo para alejarse de él.
Como pudo Yoko logró morder la mano con la que Serizawa le cubría su boca. Lo mordió con todas sus fuerzas e hizo que Serizawa se detuviera al instante, mientras gritaba ante el ataque de la mujer. Pero muy pronto Yoko se dio cuenta que acaba de empeorar la situación.
̶ Me has mordido… ¡maldita perra!- gritó el hombre golpeando con su puño el rostro de Yoko.
Serizawa fuera de sí continuó golpeándola sin cesar. Con sus brazos libres del peso del cuerpo de Serizawa, Yoko intentaba en vano protegerse. Finalmente Serizawa se detuvo. Yoko sangraba y sentía que el cuarto giraba en torno a ella así como el dolor por los golpes. La mujer luchaba con todas sus fuerzas para no perder el conocimiento.
De pronto sitió como Serizawa abría a la fuerza su yukata a la altura del pecho. Sintió como sus labios se posaban sobre sus senos expuestos. Percibió como él tomó uno de sus pezones entre sus labios succionándolo, mientras que con su mano apretaba bruscamente el otro seno ocasionándole daño.
̶ Se…rizawa…san…. ¿por…qué?
La tenue voz hizo que él alzase la vista hacía la cara de ella. Soltando su pecho, levantó su rostro y fijó su mirada en la faz de la mujer a quien había pegado tan brutalmente. Acercó su rostro hasta casi tocar sus labios con los de ella.
̶ Tú eres la única culpable. Te has burlado de mí.
̶ Eso no es cierto, yo le salvé aquella vez que…- .
̶ ¡CALLATE!- gritó Serizawa haciendo que Yoko guardara silencio atemorizada.- Cállate… a eso me refiero. Me ofendes al insinuar que yo estoy en deuda contigo. ¿Qué te has creído?
̶ Yo… nunca dije eso… yo solo… no quería que muriese. – respondió midiendo sus palabras.
Serizawa la miró con extrañeza. En ese momento retiró sus manos del cuerpo de ella para llevarlas al rostro golpeado. Fue como si por un instante hubiese reaccionado a lo que le había hecho.
̶ Serizawa-san…- susurró mientras con cuidado ubicaba una de sus manos en la mejilla de Serizawa.
No hubo rechazo por parte de él, tampoco intentó detenerla, así que con cuidado acercó sus labios a los de él y lo besó suavemente. Al ver que no la rechazaba siguió besándolo mientras acercaba su otra mano al rostro de él. El sabor de los besos de Yoko le resultaron sumamente agradables y pronto él comenzó a besarla y acariciarla apasionadamente. Yoko sentía cómo él se colocaba a gatas sobre ella quedando sus piernas entre las de él. Yoko deslizó sus manos hasta llevarlas al pecho de Serizawa, acariciándolo dócilmente, sin dejar de besarle. Él estaba extasiado ante el momento de placer que sentía. Por fin esa mujer sería suya.
Cuando éste cerró los ojos, supo que había llegado su oportunidad. Reuniendo todas sus fuerzas, ella golpeó con su rodilla la entrepierna de Serizawa. Él gritó de dolor mientras perdía su equilibrio. Yoko aprovechó el instante para empujarlo, mientras ella se levantaba para correr en sentido contrario y así huir de él. Serizawa la tomó por el tobillo haciéndola caer, pero Yoko lo pateó en el rostro hasta que éste la soltó. Ella se levantó y alcanzó la puerta corrediza; pero al abrirla sintió que algo le rozó la espalda, mientras que una punzada de dolor y una sensación de ardor le hizo caer en el pasillo.
Serizawa, había tomado su espada y había alcanzado a cortarla en la espalda. El dolor que él aún sentía en su entrepierna le hizo caer al suelo. Ese dolor además de todo el alcohol que había ingerido, le restó habilidad en el ataque, evitando que el corte fuese letal.
La adrenalina que corría en sus venas hizo que Yoko se levantara nuevamente y se alejara tambaleándose por el pasillo. Debía buscar ayuda. Kondou la protegería de ese hombre. Cerró su yukata cubriendo sus pechos, mientras avanzaba por el corredor que separaba el pabellón de Serizawa del de los demás. El dolor en todo su cuerpo se hacía insoportable. Podía sentir cómo la sangre corría por su espalda.
̶ ¡Te voy a matar maldita perra! – gritó Serizawa levantándose y siguiendo a la mujer.
Ella lo escuchó, aterrorizada reunió las fuerzas que le quedaban y apretó el paso. Por fin a su vista estaban las habitaciones del Shinsengumi y vio que había luz en dos de ellas. Ya casi llegaba. Quería gritar pero no le quedaban fuerzas. Debía entrar en una de esas habitaciones.
"Serizawa se acerca, necesito ayuda" pensaba al tiempo que alcanzaba la puerta de uno de los cuartos y se desplomaba dentro de la habitación.
Ryunosuke protestaba caminando de regreso al cuartel con la botella de sake al hombro, bajo la fuerte lluvia que se había desatado y que le calaba hasta los huesos. Intencionalmente, se había demorado más de lo debido, puesto que en nada le agradaba la idea de regresar con Serizawa.
̶ Ese maldito de Serizawa-san mandarme a buscar más sake en medio de semejante tormenta. Le he hecho esperar así que es muy probable que me golpee.
Después, imitando el tono de voz de Serizawa y haciendo el ademán de tener un abanico en sus manos, dijo:
̶ ¡Inútil! ¿Por qué te has demorado? Te dije que serías mi perro no mi gato, así que no me des excusas tontas como que estaba lloviendo.
Ryunosuke sonrío amargamente ante la parodia que acaba de representar.
"Serizawa-san cada día bebe más. Especialmente desde que tiene esos episodios de dolor. Aquel día en el restaurante bebió tanto que se puso como loco hasta llegar al punto de no saber en dónde estaba o con quien."
Algo tenía ese hombre, que aunque intentara odiarlo, por alguna bizarra razón sentía pena por él. Tal vez fue por aquella conversación que escuchó sin querer cuando estaba con Oume en su cuarto. Descubrir que Serizawa estaba enfermo y de la misma dolencia que sufrió la única mujer que él amó, lo humanizó para él en cierta manera.
Nadie supo, ni siquiera el propio Serizawa, que Ryunosuke había escuchado esa confesión. Y éste, en un acto de lealtad había guardado el secreto, ocultándolo a todos, incluso a Yoko.
̶ ¡Por supuesto Yoko-san! – exclamó golpeando su mano con su puño, como cuando se tiene una gran idea - Si le digo lo que sucede con Serizawa-san seguramente ella podría ayudarle…. No a quien quiero engañar seguramente Serizawa-san podría intentar hacerle algo si él se enterase que ella….
Ryunosuke se detuvo en seco, con los ojos muy abiertos, preso del pánico.
"Yoko-san, -pensó Ryunosuke- Serizawa estaba mirando hacia su cuarto, están solos y él se había vuelto violento como aquella vez."
̶ Ella. Él dijo ella, ¡tenía que estarse refiriendo a Yoko-san!- , exclamó Ryunosuke en voz alta haciendo que los pocos transeúntes que quedaban lo miraron como si de un loco se tratara.
Pronto la sensación de amenaza que había sentido al dejar solo a Serizawa cobró sentido y se maldijo por no haberse dado cuenta antes. Ryunosuke corrió tan apresuradamente como le fue posible el camino que le quedaba de vuelta al cuartel.
"Por favor, por favor, que Serizawa-san no le haga daño".
Entró corriendo por el patio y se dirigió hacía el pabellón de Serizawa. Justo cuando iba a doblar la esquina escuchó a Serizawa gritar haciendo que la sangre se le helara en las venas. Ryunosuke se detuvo en la esquina, desde donde observó cómo Serizawa se dirigía hacia el pabellón de Kondou con la misma expresión de enajenación que el día que se descontroló en el restaurante. Sus temores aumentaron y sin perder más tiempo, corrió hacia el cuarto de Yoko. Lo que divisó le dejo atónito: el futon revuelto y la espada de Serizawa manchada de sangre tirada en el suelo. Su vista recorrió el piso y por el pasillo vio un rastro de sangre que iba en dirección del pabellón del Shinsengumi.
̶ Dios mío… ¡Yoko-san!- gritó Ryunosuke mientras corría siguiendo a Serizawa.
Sanosuke había dejado su lanza a un lado. Apenas comenzaba a quitarse el haori del Shinsengumi, cuando sintió que su puerta se abría y escuchó un golpe seco en el suelo. Inmediatamente se volteó para ver qué sucedía, y cuál no sería su sorpresa al ver en el piso el cuerpo de una mujer pelirroja.
̶ ¡Qué demonios!…- dijo sin entender claramente lo que estaba ocurriendo.
̶ Po… por favor… ayúdeme… me va a matar.
̶ Amamiya-san que te… dijo Sanosuke pero no pudo completar su pregunta.
De golpe, la puerta de su cuarto se abrió por completo. De pie, con una mirada que haría temblar de terror al mismo demonio, se encontraba Serizawa Kamo, observando con ira a Yoko quien, lo veía desde el suelo, con una mirada de pavor.
̶ Se… Serizawa-san… por favor…- suplicaba Yoko al borde las lágrimas.
̶ Te voy a matar, maldita perra- gruñó Serizawa y pateó a la mujer en las costillas dejándola sin aliento.
Aquello fue más de lo que Harada Sanosuke podía tolerar y sin dudarlo se abalanzó sobre Serizawa tomándolo de los puños para detenerlo.
̶ ¿Se ha vuelto loco Serizawa-san? ¡Deténgase ahora mismo!
Serizawa se liberó del agarre de Sanosuke. Lo golpeó en el estómago y luego en el rostro haciendo que Sanosuke cayese a un lado del cuarto.
̶ No te metas idiota, y tú maldita ven aquí.
Agarró a Yoko por el cuello, levantándola y apretándola hasta cortarle la respiración. Ella luchaba por soltarse, pero ya casi no tenía fuerzas, después del esfuerzo que había hecho para escapar. La falta de aire le hacía jadear desesperadamente, tratando de respirar.
̶ Seri…za…wa…san.
Serizawa, inmisericorde, veía directamente a esos ojos azules, que poco a poco iban apagándose frente a él.
̶ ¡SUELTELA, LA VA A MATAR SERIZAWA-SAN! - gritó Ryunosuke mientras se lanzaba sobre él tratando de liberar a Yoko. - ¡Serizawa-san por favor reaccione!
̶ Ryunosuke…- dijo desde el suelo Sanosuke viendo como el joven intentaba salvar a Yoko.
La voz de Ryunosuke sólo enfureció más a Serizawa quien se lo quitó de encima y lo tiró al suelo. Ryunosuke tomó la botella de sake que había comprado y de un golpe la rompió en la cabeza de Serizawa. Furioso éste le dio una patada a Ryunosuke quien cayó nuevamente. Serizawa miró a Yoko fijamente y asiéndola del cuello la lanzó al interior del cuarto de Sanosuke. Para el espanto de Sanosuke y Ryunosuke, Yoko golpeó de lleno su cabeza contra un mueble de madera, haciéndose un corte del que sangraba profusamente. Ella respiraba fatigosamente tratando de recuperar el aliento, mientras que la habitación le daba vueltas.
"Ya no puedo hacer nada más. Me va a matar" pensó Yoko.
La mujer volteó para ver a quién le arrancaría la vida. En su lugar, vislumbró como un velo celeste se interponía entre ella y su verdugo. Pudo reconocer el uniforme del Shinsengumi. Sanosuke tomó su lanza y se colocó frente a ella como un escudo, dispuesto a matar a cualquiera que intentase hacerle más daño.
̶ ¡Harada!- exclamó Ryunosuke quien observaba todo desde el suelo del pasillo.
Los ojos ambarinos de Sanosuke brillaban con furia. Serizawa miraba con desprecio a Harada. Este hombre no lo detendría.
̶ Quítate.
̶ No lo haré.
̶ ¡Que te quites he dicho!
̶ Tendrá que matarme Serizawa-san, y le advierto que antes que lo haga le mataré, porque no voy a dejar que le ponga otro dedo encima a esta mujer.
"Harada… Me está protegiendo…" pensó Yoko mientras que visión le fallaba. El cuarto se le oscurecía a ratos y casi no sentía su cuerpo.
Entonces lo supo: ella estaba muriendo.
̶ Entonces eso lo decide todo, creo que podemos dar por terminada la reunión de esta noche, salvo que alguno de ustedes…- dijo Kondou cuando fue interrumpido por un grito.
̶ ¡SUELTELA, LA VA A MATAR SERIZAWA-SAN!
Los tres hombres se levantaron al mismo tiempo, mirándose entre ellos con una expresión de sorpresa y conmoción.
̶ ¡Ese fue Ibuki!- , exclamó Hijikata mientras abría rápidamente la puerta del cuarto de Kondou.
Los tres comandantes vieron desde el umbral de la puerta, a Serizawa de pie frente al cuarto de Harada. Ibuki, empapado por la lluvia, estaba tirado en el suelo y parecía que Serizawa peleaba con alguien más.
̶ Maldito sea ese hombre. Es Serizawa-san, creo que está peleando con Harada-san- exclamó Hijikata.
Rápidamente los tres hombres se dirigieron al cuarto de Sanosuke y al llegar quedaron desconcertados por la escena ante ellos: Sanosuke con sangre en su rostro amenazaba con su lanza a Serizawa y detrás de Sanosuke, en el suelo, había una persona herida.
- ¡DETÉNGANSE AHORA MISMO! ¿Qué sucede aquí?- preguntó Hijikata gritando.
Serizawa los miró por sobre su hombro. Sanosuke no abandonó en ningún momento su postura. De pronto los ojos de los recién llegados quedaron como platos al reconocer al herido.
̶ ¡Yoko-san!- finalmente pudo exclamar Kondou - ¿Serizawa-san por qué ha hecho esto?- preguntó Kondou, casi gritando.
En ese momento Serizawa recobró la cordura. Vio a Yoko en el suelo respirando pesadamente. Vio en qué condición se encontraba ella, y miró a sus manos. "¿Yo hice esto?" pensó Serizawa. Pero, sin cambiar su expresión de enojo, arrogantemente, se limitó a responder.
̶ Esta perra me ha ofendido y debe pagar por ello- aunque su voz ya no sonaba tan iracunda como hacía unos instantes.
̶ Serizawa-san -dijo Sannan en su tono sereno y dando un paso adelante– lo que sea que esta mujer le haya hecho, ya ha sido suficientemente castigada por ello, por lo que la ofensa ha quedado reparada. Le pido por favor, que la deje ir- dijo finalmente mirando fijamente a Serizawa.
̶ ¡Sannan-san!…- protestó Hijikata quien no podía permitir que uno de los comandantes del Shinsengumi maltratase de esa forma a una mujer, pero Kondou puso su mano en su hombro, indicándole que guardara silencio y se detuviera.
Hijikata iba a reclamarle a Kondou, cuando vio su mirada llena de rabia e impotencia. Comprendió que esto también era difícil para Kondou.
̶ Bien- dijo Serizawa dando la vuelta y ordenó antes de salir - No quiero volver a ver a esa perra en mi pabellón. Si sobrevive, ustedes serán responsables de ella.
Hijikata apretó su puño mientras miraba con odio a ese hombre. Deseaba con todas sus fuerzas matarlo en ese mismo momento, y no poder hacerlo le hacía hervir la sangre en sus venas. Al salir del cuarto, Serizawa vio a Ryunosuke, quien lo miraba temblando desde el suelo del pasillo. Serizawa miró en el piso la botella hecha añicos y el sake derramado.
̶ Maldito perro, haber desperdiciado un buen sake de esta manera por nada.- Y sin decir más Serizawa regresó a su cuarto.
Sanosuke dejó caer su lanza y tomó en sus brazos a Yoko. Al colocar su mano en la espalda de ella ésta se quejó. Se percató entonces que su mano estaba manchada de sangre. Los demás hombres se acercaron mirando ansiosamente a la herida.
̶ Ella está muy mal. Necesita un médico- exclamó Sanosuke con preocupación.
Kondou asintió con la cabeza al tiempo que empezó a girar órdenes.
̶ Toshi, tú y Harada-san lleven a Yoko a mi cuarto. Sannan-san busca a Yamazaki-kun, para que atienda las heridas de Yoko mientras llega Matsumoto-sensei. Ibuki-kun tú sabes dónde vive Matsumoto-sensei, explícale lo sucedido y haz que venga inmediatamente.
̶ Sí- respondieron Sannan e Ibuki salieron a buscar a las personas que le habían encargado.
Sanosuke cubrió con el haori de su uniforme, el cuerpo malherido de Yoko. Hijikata le ayudó a levantarla y a colocarla en sus brazos. El movimiento hizo que Yoko se quejara y abriera sus ojos, los cuales se clavaron en el rostro de Sanosuke.
̶ Ha...ra...da...-san- murmuró ella.
̶ Ya estás a salvo Amamiya-san, tranquila- le respondió Sanosuke.
̶ No temas. Vamos a ayudarte- le dijo Hijikata.
̶ Resiste Yoko-san, no mueras- le pedía Kondou.
Los párpados le pesaban y la vista le fallaba. Sanosuke vio que ella estaba a punto desfallecer.
̶ ¡No cierres los ojos. Mírame, Amamiya-san! - insistió Sanosuke. - Amamiya-san quédate conmigo.
La voz de Sanosuke, le hizo fijar su mirada en los ojos ambarinos del hombre, que parecían un par de estrellas brillantes en el cielo. Pero Yoko ya no escuchaba y y sin fuerzas, cerró los ojos perdiendo el conocimiento, incapaz de escuchar las palabras que le decían los hombres quienes desesperadamente trataban de salvarle la vida.
