Una casa de locos
Disclaimer: Hetalia y sus personajes no me pertenecen, son propiedad del señor Himaruya.
Capítulo 1: Arrivederci, Roma
El Mediterráneo se extendía como un gran manto azul a cientos de kilómetros por debajo de mí y yo lo contemplaba desde la ventanilla haciendo todo lo posible por ignorar los molestos ruidos del idiota que tenía sentado al lado, que no era otro que mi estúpido hermano menor, Feliciano, culpable mismo de que yo estuviera metido en esa maldita lata de sardinas, llamada comúnmente avión, con otras doscientas personas con destino a España.
¿Y por qué digo que es culpa del estúpido de Feliciano? Porque lo es, así de simple. Todo lo que hace ese maldito idiota acaba repercutiendo sobre mí de alguna forma y esta vez no iba a ser menos. Y es que el muy imbécil no había tenido otra ocurrencia mejor que la de irse a vivir a España con el abuelo tras terminar el instituto y continuar allí con sus estudios y, cómo no, me había arrastrado con él…
Vale, realmente no había sido él, al menos no directamente, sino mi queridísima y adorada madre…
El día que Feliciano soltó la bomba yo me encontraba tan ricamente recostado en el sofá mientras disfrutaba de la tranquilidad de no tener nada que hacer (ventajas de que al imbécil de tu jefe le dé por despedirte por "darles prisa amablemente" a los clientes de su restaurante para que pidan y tomarles nota) cuando lo vi acercarse a mí dando saltitos y con una cara estúpida que desbordaba felicidad.
―Ve~ fratello, tengo algo que contarte~.
Feliciano siempre tiene algo que contarme, desde la tontería más grande del mundo como que ha visto por la calle un gato con un rizo igual que el suyo hasta las cosas que él considera más importantes como que mamá le ha regañado por un descenso en sus notas. Y por la sonrisa que traía el muy idiota seguro que se trataba de alguna estupidez como que aquella noche cenaríamos su plato de pasta favorito.
―Habla, idiota –le dije de mala manera, quería recuperar la maldita tranquilidad que enturbiaba con su presencia―, ¿qué te pasa ahora?
―Venga, Feli cariño –intervino mi madre entrando al salón junto con mi padre. Genial, una jodida reunión familiar inesperada―, ya puedes contarnos eso tan importante. Tú –me señaló con el dedo y me apartó a un lado del sofá―, siéntate como Dios manda.
Hinché las mejillas y me replegué a un rinconcito del sofá dejando sitio para que mis padres se sentaran. Me habría ido a mi habitación, pero quería saber qué era lo que tenía que contar Feliciano para reunirnos a todos, sólo por curiosidad, conste, no porque me interesara en lo más mínimo.
El idiota de Feliciano estaba allí de pie delante de nosotros tres temblando como una hoja, ¿por qué demonios estaba tan nervioso? Debía de tratarse de algo bien gordo, quizás algo por lo que lo regañarían y por eso temblaba, pero conociendo la actitud de mis padres hacia mi hermano al final le brindarían todo el apoyo del que hicieran acopio. Sí, todo el apoyo que me negaban a mí cuando me proponía hacer cualquier cosa.
Y entonces soltó la noticia. Se hizo el silencio. Yo lo miraba con la boca abierta, siempre ha sido un maldito cobarde, ¡si todavía se mete en mi cama por las noches cuando tiene miedo! ¿De dónde ha sacado el valor para emprender una aventura de tal envergadura solo? Bueno, vale, que no estará solo del todo, que se irá con el abuelo… que para el caso es como si estuviera completamente solo.
Mi madre salió de su shock inicial y comenzó con la ronda de gritos, ya estaba tardando, ¿cómo iba a dejar ella que su adorable e inocente retoño se marchara a un país lejano con un viejo irresponsable y mujeriego? ¡A saber el estilo de vida que llevaría! Seguro que lograba corromper a su pequeñín.
Con una ligera sonrisa en los labios yo escuchaba a mi madre despotricar contra su suegro y regañar a mi hermano, que ya había empezado a llorar aunque no parecía dispuesto a retractarse de su decisión pese al miedo que le infundía mamá. Para mí resultaba un tanto satisfactorio que, para variar, los gritos de mi madre no fueran dirigidos a mí. Claro que si antes lo pienso antes ocurre.
―¡LOVINO! –me gritó como si le fuera la vida en ello, ¿qué demonios había hecho yo ahora?―. ¡Esto es culpa tuya!
―¡Joder! ¿Y por qué tengo yo que tener la culpa de que el idiota éste se quiera largar? –le espeté enfadado, frunciendo el ceño lo más que podía, hinchando las mejillas y poniéndome en pie.
―¡Porque seguro que tú ya lo sabías! Feliciano te lo cuenta todo, seguro que te lo has callado para que no podamos hacer nada.
Me estaba enfadando cada vez más, yo no tenía ni idea de las intenciones del idiota de mi hermano, me acababa de enterar igual que todos. Pero antes de poder replicar, Feliciano corrió hacia mí y me abrazó refregando su húmeda mejilla contra la mía (¡Arg, qué asco!).
―¡Mi fratello no sabía nada! –me defendió aún llorando―. El único que lo sabía era el abuelo, que llamó para felicitarme por acabar el instituto y fue quien me lo propuso.
La respuesta de ese idiota le dio a mi madre una nueva razón para odiar más a su suegro. Seguro que si me lo hubiera propuesto a mí mi madre no habría dudado en hacer mi maleta y mandarme en el primer vuelo con destino a España, además de alabar a mi abuelo y tenerlo en un pedestal.
Y ahora que lo pensaba… ¿por qué el abuelo no me había propuesto a mí algo similar cuando me llamó por los mismos motivos el año anterior? Supongo que la respuesta está clara: por Feliciano. En aspecto somos prácticamente iguales, pero no en carácter. Feliciano es el más amable, el más simpático, amigo de todos, el que tiene talento, el que mejor cocina, el que mejor limpia, el que no se mete en líos… Y yo… yo no soy más que un cero a la izquierda a su lado, el solitario, el irascible, el gruñón y mal hablado hermano mayor bueno para nada.
El enfado de mi madre me sacó de mis pensamientos, se acercaba a nosotros hecha una furia y parecía estar a punto de echar humo por las orejas. Estaba jodidamente cerca. Inconscientemente me abracé más al idiota que había provocado aquel desastre y que sollozaba entre mis brazos, ambos estábamos acojonados.
―Si Feli lo tiene tan claro, no tiene caso seguir discutiendo –habló mi padre por primera vez en toda la tarde, casi me había olvidado de que estaba presente.
―¿CÓMO DEMONIOS SE TE OCURRE DECIR ESO? –le espetó mi madre dirigiendo toda su furia italiana hacia él―. Feliciano apenas sabe defenderse por sí mismo, ¿cómo esperas que pueda desenvolverse solo en un país desconocido? ¡NO LO PERMITIRÉ!
―No estará solo, mi padre se ocupará de él.
―¡Menudo alivio! –dijo con sarcasmo―. No es más que un viejo irresponsable y un mujeriego, ya conoces las historias que circulan por ahí. ¡Y NO ME FÍO DE ÉL! Así que me niego a dejar que mi pequeño se vaya solo con él.
A esta mujer no hay quién la haga entrar en razón, ni siquiera el paciente de mi padre.
Se volvió hacia nosotros de nuevo. Feliciano se aferró a mi cuello con fuerza, ¡el muy imbécil me estaba asfixiando! Y entonces lo vi, un destello cruzó los ojos ambarinos de mi madre y la escalofriante expresión de su cara cambió a una más relajada.
―Quizás me quedara más tranquila si Lovino se fuera con él.
Feliciano relajó su agarre y abrió los ojos como platos mirándonos alternativamente a mi madre y a mí. Una estúpida sonrisa de felicidad se dibujó en su maldita cara y comenzó a dar saltitos a mi alrededor con esa cara de imbécil que pone cuando más feliz está.
―Fratello~ ~
Yo estaba en shock. ¿QUÉ? Me encontraba perfectamente bien en Italia, ¿por qué tendría que irme a otro estúpido país y encima con el idiota de mi hermano?
―¡NO, DE ESO NADA! –grité saliendo de mi trance―. ¡YO NO ME MARCHO!
―Claro que sí, te irás con tu hermano y cuidarás de él.
―¡Y UNA MIERDA!
―Piensa en ello como una oportunidad ―intervino mi padre―, así podrás aclararte por fin con respecto a lo que quieres hacer con tu vida. ¿Qué problema tienes? No tienes trabajo y tampoco amigos ni novia a los que dejar atrás.
Oh no, lo que me faltaba, que el idiota de mi padre apoyara la idea de mi madre y se pusiera en mi contra y que encima metiera el jodido dedito en la llaga recordándome lo patética que es mi vida.
―¡QUE NO ME VOY, JODER!
―Mira, Lovino –la mirada de mi madre se oscureció y compuso una media sonrisa que me puso los vellos de punta―, te doy dos opciones: o te vas a España y cuidas de tu hermano…
―¡QUE NO! –repliqué con lágrimas en los ojos a las que por puro orgullo no dejaría salir y menos delante de mi madre.
―… o te vas de casa.
Me quedé helado. Feliciano detuvo su estúpido baile de repente y me miró con temor. La muy cabrona no hablaba por hablar, me echaría de casa en serio.
Por fin después de 19 años había encontrado la excusa perfecta para deshacerse de mí. ¿Por qué? Porque me odia. Sí, me odia, no es nada nuevo, lleva haciéndolo desde el momento en el que yo aparecí en su maldita vida con el único fin de joderla y hacerle perder tooooda su juventud, según ella. Claro que sí, y también fui yo quien hizo que se abriera de piernas delante de mi padre a la primera de cambio. Obviamente esto último no iba a soltárselo a la cara por más ganas que tuviera, porque de la hostia que me daría mi padre me dejaría igual de tonto que Feliciano o más y de la que me daría mi madre me mataría y yo todavía valoro un poco mi vida, aunque resulte patética.
―¿Y bien? ¿Qué decides?
―Me voy a España con Feliciano y el abuelo –dije con resignación.
Mi madre sonrió con suficiencia, había conseguido librarse de mí al fin, y salió de la sala con mi padre.
Me quedé a solas con Feliciano, que de nuevo daba saltitos con cara de imbécil, y se fue hacia el teléfono para llamar al abuelo. Yo, dejando que se liberara la ira que había contenido a lo largo de la tarde, corrí hacia él e intenté estrangularlo con el cable del teléfono por haberme metido en semejante embrollo.
No sé cómo reaccionó el abuelo cuando el idiota de Feliciano le comunicó que yo también entraba en el paquete, aunque tampoco me importa.
Lo único que le veo de bueno a todo esto es que me he librado de mis padres, de los que no pensaba despedirme, me han echado de casa y encima exiliado, que no esperen muestras de cariño por mi parte. Pero mi madre, aunque me odia, no dejó que me fuera sin antes darme un par de besos y ciertas recomendaciones.
―No te metas en líos…
Ni que yo buscara ahora los problemas, ellos me encuentran a mí.
―…cuida de tu hermano…
Lo vigilaré de cerca como mucho, pero no pienso quedarme pegado a él como una lapa.
―… ten cuidado de no dejar embarazada a ninguna chica…
No pienso ser la tercera generación que comete el mismo error.
―… y haz caso de lo que te diga tu abuelo, procura no darle muchos dolores de cabeza.
Ahora va a preocuparse por mi abuelo después de ponerlo de vuelta y media, no se puede ser más hipócrita en este mundo.
Dejé a mis padres abrazando a Feliciano por última vez en mucho tiempo y me fui a pasar el control policial. No sé si los inútiles de los policías me vieron cara de mafioso o de qué, pero los muy imbéciles me registraron de arriba abajo como si fuera un jodido criminal, tan solo les faltó meterme una sonda por… Menuda forma de empezar este maldito viaje.
Desde la ventanilla del avión pude ver cómo Italia, mi querido hogar, quedaba atrás. Me sentí triste (aunque esto no pensaba reconocerlo jamás ante nadie).
―Ve~~ Fratello, ¿qué te pasa? ¿Te has mareado? ¿Te duele el estómago? ¿Tienes hambre?
Es una suerte que Feliciano sea tonto y no se dé cuenta de nada.
―Sí, tengo hambre –mentí―, encima de que la comida de los aviones es tan asquerosa que parece hecha por un inglés ni siquiera se molestan en servirla a su hora.
―Veee~
No sé lo que me espera en España, tan sólo deseo que lo que tenga que venir sea mejor que lo que dejo atrás.
Bien, pues aquí les dejo el primer capítulo del que viene a ser el primer fic que escribo.
Espero que les haya gustado... todavía me siento muy insegura a la hora de publicar :S
Gracias por leer!
