Atado a tu amor

Primer capítulo: Esposados.

- Te digo que no es así.

- Claro, como si tus ideas fuesen tan brillantes.

- Son más eficientes que las tuyas, al menos. - Harry soltó una carcajada irónica y ella se enfureció. - Al menos intento que en mis ideas no exista espacio para los errores y no me hago el lindo con media población femenina cuando en realidad debería estar trabajando.

- ¡Tú estás loca! - Exclamó. El resto del cuartel miró a los jóvenes Aurores, blanquearon los ojos y suspiraron, resignados. Estaban tan acostumbrados a esas tontas discusiones que ya ni se molestaban en intervenir. Es más ya ni se molestaban en prestarles atención, salvo cuando las ocurrencias fuesen graciosas. Porque las carcajadas eran monumentales.

- ¡Eres un maldito mediocre!

- Seguramente fue mi mediocridad la que salvó tu culo hace más de 10 años, Weasley...

- El mismo discurso de siempre, tú complejo de héroe sabes bien por dónde metértelo, Potter.

- Gracias a eso ahora somos una bonita comunidad, además de feliz, claro. – Rió irónico.

- Tu felicidad me importa una mierda. – Dijo claramente. Harry le mantuvo la mirada tan fría a la cual tenía acostumbrada a Ginny ver. Él sabía mejor que nadie que a ella le importaba muy poco si él tenía ilusiones o motivos para sonreír.

- Eres una maldita mujer insoportable las 8 horas que te veo aquí, añadiendo las otras escazas que logro aguantarme tu cara en casa de tus padres, lo que te hace una maldita insoportable el 100% del tiempo, ¡Eres peor que nada, maldita oportunista! - Ella no se amedrentó y lo miró desafiante.

- Se me olvidaba que solo eres un caballero con las mujeres que pretendes llevarte a la cama. - Susurró. Algo que sorprendió a los dos, él la miró buscando algún rastro en su mirada, huella tal ves de unos 11 años atrás. Pero no encontró absolutamente nada observando esos castaños ojos.

- Gracias al cielo tú no estás dentro de esas mujeres. - Sonrió Harry, en una mueca burlona. Ella se ruborizó y por un instante bajó su mirada, perturbada.

- No te preocupes Potter, gracias a Merlín tú y yo nos odiamos...

- No te equivoques Weasley, tú no eres importante como para dirigir un sentimiento tan fuerte como el odio, como mucho tú me inspiras asco. - Esta ves el sonrojo fue mucho más evidente, hasta Harry lo notó. En los ojos de Ginny aparecieron lágrimas de rabia.

- ¿Te parece si por una ves en la vida logramos llegar a un acuerdo en el trabajo?

- Solo podríamos llegar a un acuerdo referente al trabajo tú y yo.

- Absolutamente en nada más,... Muy bien. - Exhaló Ginny en un profundo suspiro, volviendo a los planos que había en una mesa larga. - En la última comitiva se llegó a la conclusión que en Kensington, se realizan reuniones un día a la semana. Allí se trafica como mínimo 10 millones de galeones por noche...

- ¿Qué se trafica?

- Instrumentos de plata, elementos de procedencia negra, magia oscura...

- ¿Quién podría traficar...?

- Definitivamente tú eres un maldito idiota... ¡Es obvio que son Mortífagos!

- ¡O tal ves sean tipos necesitados de dinero que harían de todo por conseguir un Knut, como por ejemplo Mundungus Flitcher! - Exclamó Harry alterado, ella bufó y con el soplido se quitó un mechón de la nariz.

- No vuelvas a interrumpir, ¿Quieres?... Cuando lleguemos a Kensington debemos cubrir el lugar para que no se escape ni una sola rata, el punto es descubrir si realmente ha resurgido una "era mortifaguezca"

- Eso es un hecho...

-Te dije que no me interrumpas, Potter. - Dijo malhumorada. Si había algo que Ginevra Weasley no soportara en la vida era que la interrumpieran a mitad de una idea y mucho más si ese "alguien" era Harry Potter, resopló e intentó serenar su respiración. - Bien, si estamos frente a Mortífagos nuevamente debemos estar aún más preparados porque...

- Me parece... - Ginny se exasperó, no podía controlar sus impulsos con él, nunca pudo. Odiaba a sobremanera que la interrumpieran.

- ¡MALDITO CABEZA RAJADA! - Esta ves el resto del cuartel tomó participación en la amena charla de los dos aurores, y estallaron en una carcajada. - ¡ODIO QUE ME INTERRUMPAS TODO EL TIEMPO, TE LO ADVERTÍ, PERO ERES INCAPAZ DE CERRAR TU MALDITA BOCOTA Y NO HACES MÁS QUE DECIR IDIOTECES, PERO TÚ ERES INDEFECTIBLEMENTE UN CASO SIN REMEDIO!

- COMO SI TUS IDEAS FUESEN GRANDES PENSAMIENTOS - Gritó con sarcasmo, el resto del cuartel no hacía más que desternillarse de la risa, gozando la situación. - MIERDA WEASLEY! ERES TAN AMARGADA TODO EL TIEMPO QUE DUDO QUE EXISTA EL HOMBRE QUE SE APIADE DE TI Y TE HICIERA EL FAVOR CON UNA MALDITA FOLLADA PARA HACERTE FELIZ! - Cachetada en la mejilla izquierda. Los dedos de Ginny quedaron marcados en la roja y adolorida mejilla de Harry.

- No te permito que me insultes de esa manera. - Le advirtió ella, encolerizada, temblando de los pies hasta la cabeza. Sus ojos estaban acuosos mientras blandía un amenazador dedo índice ante él. Mientras Harry la miraba con un profundo desprecio. Definitivamente había que tener una mente enfermiza para bromear con el hecho de que ese par alguna ves se llevara bien, no se toleraban ni se apreciaban y punto. Una puerta de un opaco y gastado Acacio se abrió. Una figura imponente apareció, serio. Kingsley Shacklebolt, el jefe del cuartel de Aurores miraba, desafiante a Ginny y a Harry, ellos súbitamente dejaron de maldecirse con la mirada y ahora concentraban su atención en su jefe.

- ¡¿Es que no pueden regalarnos un día de paz? - Tronó, evidentemente molesto.

- Lo siento señor. - Murmuraron los dos a la ves.

- Por una maldita ves deben dejar sus sucias diferencias y canalizar la energía en infantiles discusiones a encerrar Mortífagos en Azkaban. Weasley tus alaridos desquiciarían a toda la república Argentina, Merlín.

- Lo siento. - Repitió ella, ruborizada.

- Y tú Potter, deberías entender que es importante el respeto hacia una mujer...

- Esa mujer no merece mi respeto.- Agregó él, arrogante.

- No se gaste Kingsley, Harry Potter no conoce el significado de la palabra Respeto...

- ¿Quién podría respetar a esa mujer siendo tan poca cosa? - Preguntó con simpleza. Ginny lo miró furiosa y él con altivez no dejó de observarla.

- Eres un maldito patético... - Él rió con sorna

- Deberías hacer trabajar tu pequeño cerebro y entender que la única patética que se distingue a metros eres tú.

- Eres un maldito bastardo. - El rostro de Harry se ensombreció después de escuchar ese mortífero susurro cargado de veneno. Ella después de escucharse se sintió una imbécil, una ves más sucumbía a las provocaciones de Harry terminando siempre en pleitos. Pero esta ves los insultos habían llegado muy lejos, pero su orgullo Weasley le impedía pedir las disculpas pertinentes. Solo bufó molesta.

- Es imposible que ustedes logren pasar un día sin discutir y la única solución que se me ocurre es un eficaz correctivo, solo así podrán tolerarse a tiempo completo. - Harry y Ginny dejaron, por unos segundos, de matarse con la mirada, y giraron sus cabezas para observar con preocupación y confusión a su jefe.

- ¿Eficaz correctivo? - Repitió Harry, pero la respuesta no fue verbal, no aún al menos. Ambos se vieron atados de las muñecas por unas esposas Muggles. Los dos aterrados intentaron, torpemente separarse. El cuartel en pleno estalló en carcajadas ante el castigo impuesto por su jefe al par de intolerables de sus compañeros. Harry, furioso miró al resto del cuartel, y todos sin excepción dejaron de reír. Ginny forcejeaba con el brazo de Harry, buscó su varita para romper la conexión...

- Si llega a pronunciar aquel conjuro, le advierto Señorita Weasley, me vería muy apenado despidiendo a uno de mis mejores elementos de este cuartel. El primero que rompa la conexión quedará expulsado de este cuartel, llámese Ginevra Weasley o Harry Potter. No me temblará la mano ni la voz al expulsarlo. Estarán esposados dos semanas...

- ¡Dos semanas! - Exclamó Harry, incrédulo. Ginny estaba petrificada.

- Así es, dos lindas semanas para comportarse a tiempo completo. Francamente ya me agotaron sus absurdas peleas, y creo que hablo por el cuartel completo. - Dicho esto, El resto de los muchachos rompieron en aplausos. - Pareciera que se amaran. - Agregó con aspereza. Ginny comprendió que las dos semanas que se le venían a cuestas eran peor que una película de terror.

- ¡Por Merlín! ¿Es esto legal? - Preguntó, un desesperado Harry.

- Cualquier cosa por mantener la paz en este cuartel. - los aplausos volvieron a escucharse. Harry sentía fastidio por compartir dos espeluznantes semanas con ese ya casi habitual llamado "Demonio pelirrojo". No podría convivir durante dos semanas con esa maldita mujer, nada bueno saldría de ese nefasto "correctivo" - Se pueden marchar ahora para organizar sus "Problemas domésticos" - Rió.

- Genial. - Murmuró Harry.

- Estas, definitivamente no son las vacaciones de las cuales hablamos, Kingsley. - Acusó Ginny, el auror sonrió.

- Ustedes no comprenden los buenas personas que son separadas, porque juntas ¡Merlín se apiade del mundo si alguna ves los viera en plan de matrimonio! - Y rió estruendosamente. Ginny miró de soslayo a Harry y una tímida sonrisa apareció en su rostro ¿Por qué todo era más complicado después del colegió?

Sin embargo en Harry también apareció aquella tímida e incipiente sonrisa, absolutamente nadie se dio cuenta de ello. Todos parecían olvidar que alguna ves ellos fueron novios, y además muy felices. Aunque fuese una relación fingida, debía admitir que antes pensó que ella fue su mayor fuente de consuelo y que murió pensando en ella. Aunque Harry Potter se moriría antes de admitir eso en voz alta. Porque francamente de eso se sentía ajeno ya.

- Deben entender, en general que Harry no se da aires de grandeza por haber acabado con Voldemort y que Ginny no es una insoportable. De hecho, es muy agradable y estoy pensando seriamente en presentarle a mi sobrino, Stuart. - Ginny sonrió de compromiso. Harry fulminó con la mirada aquella detestable sonrisa.

- No me mal entienda, Kingsley. Pero no estoy en busca de una cita. - Lo cortó ella, educadamente.

- Bien, el jueguito sensible se acabó, me voy para mi casa.

- Dirás a mi casa.

- Sueña con el momento en que pise tu mugrosa casa...

- Pues, entonces deberás cortarme el brazo porque yo iré a mi casa...

- ¿Qué tal una semana en lo de Weasley y luego en tu casa, Potter? - Propuso, cansado Kingsley. Harry blanqueó los ojos, miró a Ginny, enojado y se limitó a asentir. Lo que Ginny llamó como un verdadero milagro, pero decidió no decir nada.

- Está bien. - Cedió él a regañadientes.

- Muy bien, Adiós. - Los chicos dieron media vuelta para recoger sus pertenencias. Aunque al hacerlo cada uno fue en distintas direcciones, lastimándose las muñecas y volvieron a mirarse, fulminando al otro, primero fueron hasta el cubículo de Ginny y luego hasta el de Harry, francamente ya exasperado y aun no terminaban de pasar diez minutos atado a esa mujer, se encaminaron hasta las chimeneas para acceder hasta la casa de Ginny vía red Flú.

- ¡Hola Homero! - Exclamó Ginny, sonriendo, cuando llegaran hasta su casa, Homero era un labrador de un color café claro brillante hermoso. El perro se abalanzaba feliz de ver a su dueña mientras le lamía el cuello. Harry miraba la escena sin algún atisbo de sentimiento. - ¿Tienes hambre? - Preguntó ella con dulzura.

- Sí y mucha... - Respondía él.

- Le preguntaba al perro. - Le espetó Ginny acariciando las orejas de Homero. A Harry le dieron ganas de ahorcarla. - Tú plato tendrá una extra porción, muchacho. - Le sonrió a Homero y luego le dirigió una despectiva mirada a Harry. - No pienses que voy a cocinar una maravilla para ti.

- No te lo estoy pidiendo. Y tú no tienes una habilidad para la cocina, no puedes hacer nada bien, de hecho preferiría pasar hambre en ves de morir envenenado por tú comida. - Ginny bufó molesta y se contuvo en responder.

- Me importa muy poco la ponderación que reciba de ti a cada cosa que hago. – Suspiró. - En fin, no dejaré de comer por ti...

- Sí, pero antes de que me envenenaras quisiera morir limpio, quiero darme una ducha. - Dijo él, como si nada. Ginny frunció el ceño.

- ¿Qué?

- Ya me oíste.

- ¿Por qué siempre tienes que ser un maldito arrogante?

- ¿Por qué siempre tienes que ser una maldita insufrible? - Ginny suspiró amargamente. Con él no había remedio. Era un consumado insoportable.

- Sabes una cosa, no tengo intención de discutir en mi casa. Tú y yo no nos soportamos y no lo haremos nunca, ¿Por qué simplemente no nos hablamos y punto?

- Jamás creí que escucharía algo coherente de tus labios. Pero incluso eso es algo idiota, vamos a convivir durante dos largas y putas semanas, Weasley. Y todavía necesito una ducha.

- De acuerdo. - Cedió ella, aunque irritada. Ella lo llevó hasta el baño, de cerámica rojiza y piedra a pesar de lo frio que podía verse era muy cálido. Todo era, obviamente muy femenino y coqueto, así como toda la casa. Las paredes eran la mitad superior de un rojo sangre y la mitad inferior de un empapelado crema y unos bonitos listones dibujados rojizos también. La sala era amplia y desde esta se podía tener acceso a todas las dependencias de la casa. - Desvístete dentro de la bañera y me pasas tu ropa.

- No pretendo que veas mi ropa interior... - Ella blanqueó sus ojos.

- Como si nunca hubiese visto un calzoncillo. - Ironizó. - Por Merlín, Harry, intento ser práctica. - Él la miró. Hacía mucho tiempo que ella no le decía Harry, 8 años para ser exacto. Desde el mismo momento en que presentó la solicitud y lograr entrar en el cuartel de Aurores. Harry, desde que salió de Hogwarts trabajaba en el ministerio, en cambio Ginny trabajó 2 años en San Mungo, hasta que descubrió que lo suyo era ser una flamante Auror y que esta profesión la llenaba de pasión - Quítate los zapatos, los calcetines. Te metes en la regadera, terminas de desvestirte, mientras te duchas yo sostengo tu ropa, luego te paso una toalla te secas te vuelves a vestir y fin, ¿Te parece? - Harry asintió dubitativo.

- No me espíes. - Ginny rodó los ojos y por un momento quiso reír al ver la cara de circunstancias de Harry.

- Nada de lo que te viera sería algo nuevo para mí. - Él frunció el ceño, a regañadientes se quitó los zapatos y los calcetines. Mientras se duchaba, la mano de Ginny que estaba esposada a la suya recurrentemente tocaba su cuerpo desnudo, su cabeza, y le hacía sentir un ronroneo en el estómago... era imposible, después de todo. Del otro lado de la cortina de baño, Ginny no podía controlar el temblor de sus manos, provocado a la cercanía del cuerpo de Harry, y no entendía cuál era el motivo y sencillamente tampoco quería saberlo, o quizás no quería admitirlo. Harry terminó haciendo todo como le indicara Ginny y resultó de maravilla. Un par de horas más tarde estaban cenando Espagueti con una salsa blanca y bebiendo un delicioso vino blanco. Ambos estaban en silencio, el único ruido era el de los cubiertos y él ni la mirada le dirigía y Ginny lo miraba de soslayo, al menos la comida le había gustado, había notado la considerable cantidad de comida que él había servido en su plato. Ginny pensó que le tiraría el plato por la cabeza, pero curiosamente él comía silenciosamente. Entonces ella decidió por decir lo que antes le había revuelto la conciencia.

- Quería disculparme. - Harry por primera ves levantó la mirada y la sacó del plato, la miraba con expresión de sorpresa. Si no hubiese escuchado el débil susurro de Ginny jamás lo hubiese creído. - Hoy dije algo que realmente no quise decir...

- ¿Qué cosa?

- No lo quiero repetir, la cuestión es que no me siento orgullosa de lo que dije y estoy arrepentida y a pesar de que tú y yo no nos soportemos yo sí se respetar a las personas.

- ¿Te remueve mucho la conciencia por decirme bastardo, Weasley? Tienes toda la razón, no tuve padres, soy un huacho...

- No eres eso, tienes muchas personas que te quieren, no estás solo, Harry. - Suspiró ella. Harry la odió aún más por esa dulce respuesta. La fulminó y ella le sostuvo esa cruel y fría mirada.

- No me importa que piensas acerca de mí, Weasley. Pero lamentablemente debemos ponernos de acuerdo y organizarnos en los horarios. ¿Tienes novio? - Preguntó así, sin más. Ginny se ruborizó y retrasó su respuesta bebiendo vino.

- No.

- Bien, yo tampoco, pero si tengo algo con alguien y no quiero dejar de verla...

- Deliras si piensas que traerás a tú amiguita a mí casa. - Espetó ella, sintiendo una llama por dentro que le quemaba las entrañas. Harry reprimió una carcajada.

- No necesito traer a nadie hasta este lugar, perfectamente puedo tener mis citas en el ministerio...

- ¿Es del ministerio, Potter? – Preguntó asqueada, recordando que antes lo llamara por el apellido y no por su nombre. Harry le lanzó una mirada divertida y altiva

- No te interesa.

- ¿A caso queda una mujer del ministerio que no te hayas tirado?

- Las que faltan son porque, honestamente no me producen ni el más mínimo deseo de levantarles la falda, más que nada porque son unos verdaderos machitos, Weasley... ¡Pero si solo eres tú ese machito! - Rió, burlándose. Ginny lo miró con lágrimas de un profundo dolor en los ojos.

- Te aseguro que no soy ese machito a la hora del sexo, Potter, te enterarías que me encanta que me besen en cada centímetro de mi piel… que un solo gemido de mi boca te haría correrte de lo lindo, que disfruto y soy yo la que manda... tú me entiendes, solo un orgasmo que te regale y luego no querrás más mujer que yo... eso te lo aseguro. - Susurró, jugando con la copa de vino, sin apartar la mirada de los labios de Harry, sin dejar de seducir en cada palabra, en cada susurro. Luego sonrió y de un trago se acabó el vino. - Necesito ponerme el pijama, lo que será un fastidio, suelo dormir desnuda... me gusta sentir la suavidad de mis cómodas sábanas de seda verde contra mi cuerpo desnudo, imaginar que estoy con un hombre y que descubra cada espacio de mi cuerpo con su lengua, que me haga estremecer de placer y gemir pidiendo por más caricias sobre mis pechos y que no se detuviera por nada mientras su lengua nos entretiene a ambos... ¿Puedes imaginar? - Sonrió, complacida. Se mordió el labio y quedó con aire soñador, imaginando cada palabra que acabara de decir y que ese hombre fuese uno en particular, se estremeció. Harry respiraba entrecortadamente. ¿Cómo no podía imaginar todo lo que ella dijera? Bufó, se secó con la manga del suéter el sudor de la frente y la del labio superior. Carraspeó aún perturbado por lo que ella dijera.

- ¿Irás al baño para ponerte el pijama? - Preguntó molesto. Ella asintió. Usaron el mismo método de Harry. Pero esta ves él no pudo contenerse y espió. Disimuladamente pudo ver el perfil del cuerpo de la mujer, la parte superior estaba desnuda y como si fuese una especie de deja vú, el pecho que lograba ver le hacía una insinuante invitación a llenarlo de caricias y creyó volverse loco al vislumbrar esa cúspide erguida… alzó un poco más la vista y vio una sonrisa en los labios de Ginny y sus ojos, gracias a Merlín estaban cerrados. Lo que él no sabía era que ella recordaba el rostro que Harry había puesto cuando ella le hablara abiertamente de sus "preferencias sexuales". Él dejó de observarla cuando Ginny le hubiese entregado toda la ropa y solo faltaba que se pusiera la polerita del pijama. Cuando por fin salió él quedó deslumbrado observando la perfecta figura de la pelirroja, y su mirada se quedara pegada en los pechos, que bastante le hacía pensar e imaginar en cómo sería si...

- ¿Qué tengo? - Preguntó. Harry la miraba, estupefacto. Ginny era de esas mujeres que difícilmente lograba pasar inadvertida para otro hombre. No porque fuese de una perturbadora belleza, no porque su cuerpo fuese exagerado, y aunque fuese hermosa y su cuerpo fuese el más bonito que Harry viera, lamentablemente para él, ella se hacía desear porque era tremendamente inteligente y esa inteligencia la hacía ver irreparablemente sensual, casi sexual. Y eso gústele o no a Harry Potter siempre lograba desarmarlo.

- Nada. - Musitó, aún mirando sus pechos y para desgracia propia ella se dio cuenta y se aclaró la garganta.

- ¿Te sientes bien? - Él la miró a los ojos y sintió un calor impresionante expandirse por todo su cuerpo. Ese calor era agradable, siempre era todo más agradable cuando podía mirar esos ojos castaños.

- Muy bien. - Respondió con la voz ronca.

- ¿Estás seguro?

- ¿Qué quieres que te diga?

- Te quedaste como un idiota mirándome...

- Que mi cara de idiota y yo no te perturben.

- ¡Es que parece que aquí el perturbado eres tú!

- Deja de fastidiar ¿Quieres? - Ginny parecía echar humo por la nariz, salió de la regadera le quitó la ropa bruscamente y comenzó a caminar mientras él la seguía un poco más rezagado, observaba el bonito trasero de Ginny, con una sonrisa en los labios. Mientras se encaminaban hasta la habitación él no dejaba de observar esa parte que, si bien había vislumbrado entre las ropas de Ginny en el trabajo ahora era mucho más evidente, y lamentablemente para él, no menos tocable, apetecible para sus manos, repentinamente Ginny se detuvo y Harry que venía concentrado observando el trasero de la pelirroja chocó con la espalda de ella, ambos sintieron una descarga eléctrica que los quemó por dentro, ella enseguida se separó y lo miró.

- ¿De qué lado prefieres dormir? – Él frunció el ceño, Harry sabía que Ginny intentaba llevar bien las cosas entres los dos, pero él no quería tener trato con ella, y francamente fastidiarla era su mejor rutina.

- ¿De qué lado duermes tú? – Preguntó con aspereza.

- Izquierdo.

- Ah, pues, yo también. – Ella arrugó la frente ante esa respuesta tan infantil

- Bien, duerme tú de ese lado. – "Gracias a Dios la cama es grande" Pensó Ginny. "Mierda, Weasley, discúteme, dime que tú quieres dormir de ese lado…" Pensó él. Ambos se acostaron mirando el techo, queriendo estar en cualquier sitio pero solos, sin la compañía del otro. Harry intentaba buscar motivos para fastidiar a Ginny y tenía de sobras, pero ese aroma dulzón que desplegaban las sábanas verdes y el mismo cuerpo de la mujer llanamente lo atontaban, impidiendo el poder trazar una idea y esta llevarla a puerto… Juraba que ese aroma le haría soñar el mejor de los sueños, cerró los ojos, frustrado, por esos idiotas pensamientos. – Harry. – Escuchó susurrar a Ginny, pero no quiso responder. – Harry… - Esta ves el susurro fue algo más fuerte, pero si quería fastidiar a esa mujer, bendita la oportunidad que no rechazaría. - ¡!HARRY! – Bramó Ginny depositando la palma en el pecho de Harry, zarandeándolo.

- ¿QUÉ? – Preguntó, furioso, matándola con esa mirada cargada de desprecio hacia ella. – Mierda Weasley, ¿martirizas mis días y lo harás también en las jodidas noches? Ya tengo bastante con tenerte a mi lado soportando tu puta presencia…

- ¡Perdón! – Exclamó. – Olvidé algo. – Dijo sencillamente, mientras apoyaba un codo en la cama y la tela del pijama hacía más pronunciado el escote. Harry resopló y cerró los ojos, para evitarse esa escena.

- ¿Se te olvidó darme el beso de las buenas noches? – Ironizó. – Debiste decirme antes para poder lavarme los dientes después…

- Idiota. – Replicó ofendida. – Olvidé mi vaso de leche, no puedo dormir si no tomo leche en las noches, me relaja…

- ¿Qué? ¿Me viste cara de vaca? – Ella sonrió, aprovechando que él aún mantenía los ojos cerrados.

- De un tierno corderito… - Él abrió los ojos, fulminándola.

- Tú humor es digno de un festival para la comedia, Weasley.

- Necesito mi vaso de leche…

- Pues ve por tu…

- no puedo ir sin ti. – Harry esbozó una sonrisa petulante en su rostro.

- Por fin entiendes que…

- No empieces Potter, tú tampoco puedes estar durante dos semanas sin mí, o te lamentas o te subes al carro de los pacifistas en el que voy yo y dejas de joderme la existencia por una ves en tu miserable vida. – Le espetó Ginny, llena de reproche. Harry se levantó molesto y si no es por los reflejos de cazadora o simplemente de buena Auror el porrazo era de antología. Maldiciendo a todos los magos, siguió a Harry hasta la cocina. Una ves allí Ginny buscó la jarra rebosante de blanca leche y vertió en un vaso. Bebió hasta el fondo. Un hilo de leche comenzó a caer por el mentón, siguiendo una curva directa y lenta por el cuello, Harry miraba expectante esa maldita gota que caía también por ese maldito cuello, cabe decir de aquella maldita mujer también. La gota seguía su rumbo imperceptible por ella, Harry concentrado en aquella inocente gota de leche, que bajaba sigilosa por el pecho, hasta perderse en los pechos de esa mujer, haciéndolos absolutamente dulces. Una tirantes sintió en la parte más sensible de su cuerpo, y disimuladamente bajó la vista. Con la mano libre se tapó la evidente excitación. Maldijo en ruso. Miró a Ginny.

- ¿Terminaste con tu jodido vaso de leche? – Preguntó Alterado. Ginny asintió con una leve sonrisa en sus labios. Nunca nadie comprendería la satisfacción de beber un tibio vaso de leche en la noche antes de irse a dormir. Era magistralmente único.

- Sí – Dijo suavemente. - ¿Te sientes bien?

- ¿Qué si me siento bien? Eres tan estúpida para despertarme en la mitad de la noche por un puto vaso de leche, Weasley. Eres…

- Párala ahí, Potter. Deja de una ves tú maldito resentimiento fuera de mi casa…

- No es que sea un lujo estar aquí, te recuerdo que si no fuera por nuestro querido jefe, ni la sombra me ves en esta… ¿Casa llamaste? – Rió.

- Casa, aunque se te caiga el sub suelo, si, casa. Me harta tu completa manía de polemizar todo lo que se te cruce por delante, cada palabra, cada intervención que hago…

- Me interesa una mierda cada intervención que tú hagas, Weasley, me importa una soberana pelotudez las veces que hablas, piensas o actúas, te creí más inteligente, siempre fue así, siempre. – Sonrió, arrogante. Ginny enmudeció, ella lo sabía perfectamente y no era necesario que él le hiciera notar aquello.

- Yo solo quiero ir a dormir… - Suspiró. Pero ese suspiro que parecía querer entablar la bandera blanca de la paz, para Harry fue todo lo contrario. Se enfureció de tal forma que unos cuantos vasos, platos y otros vidrios resonaron resquebrajados en la cocina. Ginny solo pudo dar un brinco de susto y luego devolverle la mirada asesina a su huésped.

- ¡DORMIR! Y UNA MIERDA, WEASLEY, ME DESPIERTAS POR UN JODIDO VASO DE LECHE EN MITAD DE LA NOCHE, ERES UN A MALDITA E INDEMONIADA MUJER QUE LE ENCANTA…

- ¡CÁLLATE!

- ERES TAN ASQUEROSAMENTE BULGAR… - Cachetada en la majilla derecha de Harry propinada por Ginny. Él la miró con odio.

- No vuelvas a ponerme un mugroso dedo nunca más en tu miserable vida, Weasley. – Dijo en un susurro cargado de odio, orgullo y Ginny también vislumbró en cierto punto un profundo pozo de demencia albergada ahí. Pero Harry estaba muy lejos de comprender que ella se amilanaría con esa actitud.

- O si no ¿Qué? Debo entender que me golpearás como cualquier vulgar mortífago, en busca de la revancha de la vil venganza, madura de una ves Potter, entiende de una ves que de ti lo último que quiero es la venganza… - "¿Qué pasó? ¿Dime que pasó?" Pensó él, frustrado y furioso con él y con ella.

- Entiende que no eres hembra ni siquiera para tomar venganza… no eres nada. – Concluyó. Caminando hasta la habitación haciendo que Ginny lo siguiera como una idiota tras él. Ambos se dejaron caer en la cama, sin dirigirse la palabra ni la mirada. Uno mirando el techo y la otra perdida en el armario, deshecha por esas dos largas semanas que se venían por delante. Respiró profundamente y acercó un peluche, un oso de felpa café oscuro con un lazo brillante alrededor del cuello. Lo abrazó para dormir y se giró hacia el lado de Harry para permitirle a él la mayor comodidad en cuanto a moverse se refería. Harry aún sentía ese dolor, ese mismo dolor que no lo dejara tranquilo en 11 años. Y esa maldita habitación no hacía más que infundirle recuerdos de lo que tuvo, sonrió, de lo que creyó tener. Miró a Ginny, quien ya estaba profundamente dormida, y tuvo deseos de romper algo para que ella despertara. Maldita mujer que aborrecía. Ella fruncía su nariz continuamente por un mechón pelirrojo que le molestaba. Harry adoptó la misma posición que Ginny utilizara unos minutos antes para joderle la existencia por un mugroso vaso de leche, y apoyó su codo en el colchón, observándola, suavemente quitó el mechón de pelo y ella sonrió, y acercó más su peluche a su cuerpo. La mano esposada de Ginny, pareció unos segundos querer acariciar la mano de Harry y él movió su mano bruscamente despertando a Ginny sobresaltada. – Perdón, no te recordé, Weasley. – Bostezó. Se acomodó dispuesto a dormir por fin. Ginny frunció el ceño, y fiel a su hermano Ron se encogió de hombros y siguió durmiendo. Harry la miró exasperado. Nunca iba a poder con esa mujer, ni con esos arrebatos en querer ser algo más amable… a quien mierda engañaba, con ella las amabilidades no existían. Luego de unas horas por fin, pudo conciliar el sueño.