Okey, la inspiración llegó por este lado, y si no la agarro, se me escapa y no la vuelvo a atrapar. Llegó gracias a "Señales" de Mel Gibson y al guapérrimo Joaquin Phoenix, y a "Taken" de Spielberg y salió esto. Celebrando el mes de cumpleaños del Gatito. Este capítulo se creó en 2014.


Abducido Parte I

El lugar era totalmente blanco, él estaba acostado en la camilla, apenas cubierto con una bata también blanca; el color albo deslumbraba del todo sus pupilas, haciéndole mantener los ojos entrecerrado. Se dio cuenta que no había nada que lo mantuviera sujeto a la camilla, sólo que no deseaba o no era capaz de levantarse y salir de ahí. Su mente se encontraba embotada; seguramente había sufrido un accidente en la carretera. Sí, eso debía ser, por eso había despertado en un hospital. El no era experto en hospitales, apenas y si conocía la fachada y la sala de espera del hospital donde trabajaba su prima. ¿Estaría internado en ese lugar? El Santa Juan, recordó que se llamaba. Pero todo era silencio y algo en el ambiente sobrecogía horriblemente su ánimo, haciendo que su ritmo cardíaco comenzara a dispararse. Probó a mover sus extremidades, tratando de descubrir qué daño habría sufrido en el accidente. "Bien", pensó, "puedo mover las manos", cerró y abrió los puños; "puedo mover los pies", los tobillos giraron con cuidado y no sintió ningún dolor. "¿Entonces…? ¿Qué hago aquí?", se preguntó. El muchacho comenzó a revolverse en la estrecha camilla y se quedó quieto cuando dos figuras entraron por una puerta que se deslizó de costado con un sonido sibilante. El joven trató de enderezarse en la camilla, pero no lo consiguió y, antes de poder enfocar adecuadamente a los doctores que había entrado, recibió en el rostro un haz de luz muy intenso que le obligó a cerrar los ojos castaños por completo.

Un par de manos frías le recorrió los brazos y sintió que le sujetaban, mientras recibía un pinchazo que le embotó aún más los sentidos, sintió que la luz era desviada de su rostro y pudo abrir los ojos. Dos rostros, más triangulares que ovalados le miraron desde arriba. Pero... debía ser efecto de la inyección, pues tenían unos enormes ojos negros, sin esclerótica ni iris, almendrados y crueles. Si, mostraban una frialdad que asustaba. De pronto, le fue colocado un extraño artilugio metálico que le hizo abrir la boca, el muchacho no resistió más y lanzó un gutural grito, tratando de huir, pero fue sujetado por dos manos muy fuertes y de dedos sumamente largos, con un tono grisáceo y, para su horror, aparecieron correas de un untuoso material color negro que le ataron a fin de inmovilizarle.

Su horror creció cuando sintió que una sonda flexible le es introducida por la boca y, pareciendo tener vida propia, lo siente reptar a través de su garganta y forcejea gritando, abandonándose al terror de verse ultrajado sin poder hacer nada. Un nuevo pinchazo en el brazo le empieza a sumir en la oscuridad y su horror es total mientras pierde la consciencia.

-¡NOOOOOOO!

Archie saltó del lecho, enredándose en el cubrecama y tropezando, por lo que cayó de rodillas al lado de la cama. No le importó, gateó hasta chocar con la pared. La oscuridad del lugar le asustó, pues temía que los dos seres grises surgieran y la arrastraran a otra nueva tortura.

-¡NOOOOOO! –repitió.

La lámpara que se encendió iluminó la alcoba y el rostro pálido y asustado de Annie, quien se acercó a él. Archie permanecía acurrucado junto al sillón donde solía leer, antes de dormir, sudoroso y temblando.

-Archie –murmuró Annie, inclinándose y tocando el hombro de su marido.

Un grito gutural le hizo salta hacia atrás, mientras Archie se arrastraba fuera de su alcance. Annie se quedó helada y sin habla: el cabello desordenado, la piel sudorosa y temblando incontrolablemente, el estado de su esposo es lamentable.

-¡Archie! –Annie acabó por arrodillarse junto a él y abrazarlo, a pesar de que de primera instancia, el muchacho trató de soltarse, hasta que en sus ojos de pupilas dilatadas, apareció el reconocimiento del rostro amado.

-Annie… Annie… Annie… -Archie pareció regresar de un lugar oscuro y tenebroso y la sujetó con desesperación.

-¡Cálmate, Archie, todo está bien!

Annie consiguió ponerlo en pie y hacerle recostar en la cama matrimonial.

-Voy a traerte agua –avisó.

-¡No me dejes solo! –exclamó Archie, como un niño pequeño.

-La jarra está en la mesa, sólo serviré un vaso –Annie se extrañó de la conducta de su esposo.-

-Archie –Annie respiró profundamente antes de comenzar a hablar, buscando las palabras adecuadas-. Ya van dos noches que tienes pesadillas.

-Son tan vívidas –explicó Archie-. No sé donde estoy, es un lugar muy extraño, parecido a una sala médica, pero… no sé cómo llegué a ese lugar –se mesó los cabellos.

-Sólo son malos sueños, amor –trató de animarlo Annie.

Archie tardó en volver a dormirse, temeroso de lo que pudiera soñar. Y es que, más que sueños, le parecían recuerdos de algo vivido y que había olvidado. Nadie en la familia había sabido lo sucedido hacía más de dos semanas, poco antes de que empezaran las pesadillas.

OoOoOoOoOoO

Archie manejaba de Chicago a Lakewood, donde pasaría un mes en compañía de su pequeña familia, en unas merecidas vacaciones, otorgadas por William. Había enviado desde la mañana a Annie, a los gemelos, Alistair y Janis, a la niñera y la doncella de Annie, que transportaban un enorme equipaje. Más que un mes en Lakewood parecería que irían a pasar un año en el extranjero. El se entretuvo dejando todo al corriente en el Corporativo y el Banco, hasta que un hastiado y firme presidente Andley le instó a irse.

-Archie, ya con más de las cinco de la tarde, vas a llegar de noche a Lakewood –avisó.

Archie asintió y salió apresurado, pues era invierno y no deseaba manejar en la oscuridad, tomando en cuenta que la noche caería poco más allá de las seis de la tarde. Gracias a Dios, no amenazaba tormenta, aunque las nubes cubrían gran parte del cielo invernal. Casi a la mitad del camino, y en pleno campo, con la carretera prácticamente vacía, Archie divisó una extraña luz entre las nubes, que desaparecía y volvía a aparecer. La curiosidad le mantuvo con la vista fija en las nubes unos momentos, cuando la luz apareció en un haz que iluminó por completo su automóvil, y de pronto, este se detuvo, a mitad de la carretera. Archie se asustó y, tratando de alejarse, abrió la portezuela y descendió con rapidez. La luz le cegó y le impidió moverse de donde estaba parado. En un acto reflejo de puro miedo, cerró los ojos y rezó mentalmente una oración…

… De pronto, la luz dejó de cegarlo y él abrió los ojos, quedándose desconcertado por unos momentos. Estaba a más de diez metros de su automóvil, que permanecía con la portezuela abierta y la noche caía en toda plenitud y oscuridad. Archie respiró pausadamente, tratando de calmar su desbocado corazón. ¿Qué había sucedido? El no se había movido del lado del automóvil ¿o sí? ¿Fue tal su miedo que le hizo correr, alejándose de la carretera hasta llegar al prado en el cual se encontraba? No había otra explicación. Regresó al auto, mirando al cielo, pero solamente descubrió el manto celeste, oscuro y lleno de estrellas, que cintilaban con regularidad.

Annie se le lanzó a los brazos en cuanto llegó a la Mansión de Lakewood, primero aliviada por verlo ileso, y luego le comenzó a regañar con voz dolida.

-¿Dónde te metiste? ¡Es más de medianoche!

Archie se quedó de una pieza, su mente se había protegido contra el hecho de que, cuando descendió del automóvil apenas caía la noche, y cuando regresó al mismo, la noche era ya completamente cerrada. Habían pasado más de seis horas desde que saliera de Chicago, no era para tanto, el viaje llevaba la mitad del tiempo.

-Yo… pasé a casa y me entretuve, Annie, el equipaje… -comenzó a explicar, refugiándose en una mentira un tanto blanca.

Sí había pasado a casa al salir del Corporativo, pero no se había demorado más de cinco minutos en tomar la maleta, ya preparada y que permanecía en el vestíbulo, y salir. Lo único que recomendó al mayordomo fue el cuidado de la casa. Aguantó el regaño de su esposa, quien tuvo el cuidado de llevarlo a la alcoba que ocuparían para continuar con sus reclamos. Archie acabó por disculparse con Annie por lo sucedido y, sin apetito alguno por el extraño acontecimiento, decidió que sería mejor que descansaran. Cuando se desvistió en el baño, mientras Annie lo hacía en el vestidor, se quedó de una pieza. Su pecho mostraba una decoloración a nivel del esternón, que al presionarle, le causó un ligero dolor. Sus brazos mostraban marcas de pinchazos en patrones de triángulos y una extraña escoriación, como si alguien hubiera raspado piel de su antebrazo. Se vistió rápidamente con el pijama y, pretextando un enorme cansancio, apagó rápidamente la luz.

La primera pesadilla comenzó un par de noches después, y le mostró una fría habitación que acabaría reconociendo en cada una de las posteriores pesadillas. El estaba inmovilizado en la camilla blanca y, le pinchaban tomando muestras de su sangre. Igualmente, un par de seres inhumanos le miraban y parecían hablar entre sí, aunque él no entendía lo que se decían. De ahí, despertaba gritando y tratando de alejarse de lo que le asustaba.

Pronto, el carácter del joven magnate cambió, desarrollando terrores nocturnos, más propios de un niño pequeño y de los cuales él mismo se avergonzaba a la luz del día, pero que le controlaban las noches, al grado de acabar pidiendo a Annie que mantuviera una pequeña lámpara nocturna encendida, igual a la que sus hijos usaban. Hizo hasta lo imposible para que Annie se diera cuenta de sus lastimaduras, evitando desnudarse delante de ella, así que las veces que hicieron el amor en las primeras semanas, él procuró mantener la habitación en absoluta oscuridad, aunque al dormir pedía la luz.

Perdió su apetito, ya que la incertidumbre de lo sucedido mientras se trasladaba de Chicago a Lakewood le llenaba la mente y el ánimo. Y, a pesar de que tuvo cuidado de que Annie no viera sus heridas, que no tenían la menor explicación para él, fue su esposa la que descubrió algo que le dejó helado y desconcertado

-¿Qué tienes aquí, Archie?

Annie estaba de pie y tras de él, mientras se movía por la habitación acomodando las compras hechas en la ciudad cercana a la Mansión. Archie leía en el sillón, un poco más tranquilo que otros días, cuando Annie, juguetona, se había inclinado a soplarle tras la oreja izquierda, para hacerle cosquillas y fue cuando lo descubrió.

-¿A qué te refieres?

Archie sintió que su corazón se detenía un latido; al día siguiente que llegara a la Mansión y durante un par de días, había sentido un escozor en el lugar que su esposa le tocó con su dedo fino y delicado.

-Aquí –avisó-. Son tres piquetes y se siente duro –le presionó-. ¿Te duele?

-No –replicó Archie y era verdad.

Acabó por levantarse.

-Seguramente me picó algún bicho -explicó-. El día que hicimos el picnic.

El no había podido ver de qué se trataba.

-Pues no parece un piquete de bicho… -replicó Annie suspicaz.

-De seguro, desaparecerá, no me duele ni nada –replicó Archie-. Ven, vamos a ver a los niños.

Otro motivo más para preocuparse… ¿qué sucedió esa tarde-noche que él se dirigió a Lakewood? ¿Por qué las noches estaban plagadas de miedos y de extraños sueños que le llenaban de terror? Archie comenzó a sudar frío cuando una certeza le llenó la mente.

¿Acaso se estaría volviendo loco?

Continuará…

Lady Lyuva Sol.