Los personajes pertenecen a Verónica Rooth, la historia es mia.
Este fic participa en el reto "Tu personaje favorito" del foro "Un Abismo de Facciones"
Albert no quería saltar. Pero no podía aguantar mas, no podía seguir con la farsa de que igual pasaba la iniciación, porque sabía que no iba a ser así, y no quería convertirse en un abandonado. No quería vivir por las calles, solo, sin nadie, sabiendo que lo hizo mal, torturándose a si mismo con los errores que había cometido, con cosas que él cambiaría, pero que ya estaban hechas.
Ese era el dilema, de una retorcida forma, el sabía que debía saltar. Su subconsciente se lo ordenaba, ya no quería causar mas daño. Recordaba los ojos azules de Tris, el entendimiento que paso por su rostro cuando se dio cuenta de que él era uno de sus atacantes, y la decepción que vino después. Decepción al darse cuenta de que Al le había fallado. No le iba a perdonar, ella ya se lo había dicho bien claro.
Al había visto esa expresión demasiadas veces en sus padres, cuando ellos se daban cuenta de que él no encajaba en su facción. Él no encajaba en ninguna parte. Pero lo que realmente no pudo soportar fue ver esa mirada en los ojos de Tris. Le había fallado a su amiga, le había fallado a ella, y de que manera.
Esos últimos días Al no estaba en sus cabales, el pasaje del miedo le había trastocado la mente, le había traumatizado de maneras psicológicas que no podía llegar a entender. No sabes lo que es que te pongan tu mayor miedo, la cosa que mas odias en el mundo, en frente de tus narices, y te obliguen a luchar contra ese miedo, contra la cosa que te aterra, una y otra vez. Hasta que no puedes mas, hasta que tu mente llega a un punto en el que ya no siente el miedo. El verdadero problema era que la mente de Al se había atascado en el sufrimiento, en la desesperación de cuando te das cuenta de que tienes tus pesadillas en frente tuyo, en carne y huso, y son reales. El simulador te presentaba las cosas con una realza enfermiza.
Era por eso que Al estaba ahí parado, al borde del abismo que adorna el complejo de osadía, preparándose para saltar. No había sido una sola cosa lo que había impulsado a Albert a llegar ahí, a estar parado en el borde, agarrándose de la barandilla, preguntándose si el mundo no estaría mejor sin él. No, era una acumulación de cosas. Una bola de nieve que al principio había sido un inocente disparo, pero que, con el paso del tiempo, se había convertido en una avalancha, llegando a un punto en el que solamente quería dejar de sentir.
Así que Al cerro los ojos, reprimiéndose mentalmente por eso, pero sin atreverse a enfrentarte a la muerte cara a cara. Cobarde, pensó, incluso en tus últimos momentos sigues siendo un cobarde.
Y si alguien en el complejo de osadía, por culpa del insomnio hubiera salido a dar un paseo, habría visto a un chico de dieciséis años, precipitándose al vacío, con los ojos cerrados, y una mueca de dolor en su rostro.
...
Espero que os haya gustado
Cualquier comentario, ya sea bueno o malo, comentario me haría inmensamente feliz, solo para saber que alguien mas ha leído esta historia.
