Ser fuerte.

Inútil. Así se sintió Harry cuando vio a Hermione sentada en medio de la tienda con la mirada perdida. Tenía el cabello opaco y nada arbustoso, y se dio cuenta de que extrañaba esa peculiaridad en su amiga. Le faltaba estar levantando la mano y dando brinquitos en su asiento, desesperada por contestar una pregunta y también le faltaba ese- un poco irritante- aire de sabelotodo que impregnaba su aura natural. Le faltaba contestar ingeniosamente a los "sangre sucia " de Malfoy, pero sobre todas las cosas le faltaba Ron Weasley al lado.

Sabía lo que Ron significaba para ella, y lo que había significado al verlo partir- joder, ambos sentían casi lo mismo- solo que Hermione Granger podía darse el lujo de derramar cuanta lágrima de cocodrilo quisiera salir de su corazón, ella podría berrear, gritar, renunciar. Pero él no.

Hermione Granger podía hacerle saber al mundo que su corazón acababa de romperse en más de mil pedazos, pero no Harry Potter. No el Elegido.

El debía ser fuerte. Por Dumbledore, por Sirius. Por ojoloco, Por la oreja de George. Por Lily y James Potter, por ella, por él, por todos.

No debía siquiera sentir un nudo en la garganta, sus ojos tenían prohibido empañarse, su corazón siempre escudado, y su mente siempre en "Alerta permanente". Debía ser fuerte.

Por eso cuando entró en la tienda de campaña- harto, helado y cansado- decidió derribar barreras y al fin dar rienda suelta a todo su pesar. Desde maltratos de los Dursley, hasta mala suerte en Hogwarts y el prematuro abandono de todos a quienes amaba. Se juro que lloraría. Lloraría como u niño perdido y luego volvería a ser fuerte. Debía ser fuerte.

Jamás cumpliría su promesa.

Porque en cuanto vio a Hermione secarse de manera apresurada se dio cuenta de que no era papel suyo desahogarse, ella lo hacía por ambos. Ella que lloraba desconsolada era más fuerte que él. Sin miedo a sentirse mejor, sin miedo a salir herida, sin miedo de tener fe, sin miedo a creer en Harry James Potter- el niñito enclenque que era golpeado por su primo Dudley y que todas las mañanas durante diez años había sacado arañas de sus calcetines- eso era ser fuerte. Ella lloraba, pero seguía adelante.

Entonces comenzó la música y supo de inmediato lo que los iba a liberar a ambos. Tal vez no era lo más indicado por el estado emocional de su amiga, pero la cálida mano de Hermione ya había tomado la suya. No había vuelta de hoja.

Y hasta ese momento fue que Harry descubrió que para curar sus heridas solo necesitaba a Hermione, una radio mágica y O'children haciendo de balada.

Entonces comprendió que la verdadera fuerza es poder amar en tiempos de odio. Ver la luz en medio de la más densa oscuridad, sonreír teniendo a la muerte respirándote en la nuca, llorar de risa en medio de la guerra más cruel, morir por quienes amas y perdonar al que haya cometido un error.

Siguió bailando. Queriendo gritarle en la cara que lo vencería, que lo esperara. Pero más que nada, deseaba decirle que lo viera bailar y reírse mientras él temblaba por sus Horrocruxes. Y queriendo gritarle a Hermione que ella era su pilar, su valor, su suerte.

Que Hermione Jean Granger era su verdadera fuerza.