La habitación daba vueltas.
El aire se hallaba denso, espeso y con un olor amargo a tabaco negro, a cabello quemado y a sudor rancio.
El partisano con vidapropia mostraba una caracrimen ante las mutilaciones y las torturas, a pesar del torrido y turbado ambiente se encontraba extrañamente sereno. Su cuerpo de felón segregaba hormonas suficientes como para apaciguar cualquier dolor en aquella fébril situación, la pachanga se alzaba ante él hasta que llegó su mayor temor, el tributo de Prometeo a los humanos según la religión de los antiguos griegos, ahora bajo el dominio de los dictadores de Eurasia que obligaban a olvidar a sus pueblos la cultura de sus ancestros.
Un funcionario del Minipax patohablaba casi balbuceando con su cara mongólica, trabajador del ministerio que a nuestro protagonista le parecía de retresado irremediable y redomado. Su gestos y sus palabras eran irrelevantes, aunque nuestro amigo era incapad de siquiere concentrarse en analizar su -escaso- trasfondo o poder ordenarlas en frases con sentido. Notó la escasa sangre que le quedaba agolparse en su cerebro.
Llegó el aceite hirviendo en dos calderos.
Llegó el alquitrán ardiendo. Nunca había suficiente para construir carreteras o producir cigarrillos con él pero siempre disponían en abundancia para las macabras acciones que hay dentro se llevaban. No había falta de recursos para esclavizar y controlar a la población, desde doble plus alfas del partido superior e interior hasta epsilones obreros industriales y campesinos rurales.
Y como lo negro es blanco, y negroblanco es un delito de la mente el fuego purificador a aquel pequeño intelectual traidor a su partido se le asemejó al yugo de su pensamiento cuando en realidad era una herramienta de purificación en masa. Cenizas eres y en cenizas te convertirás repetía el Gran Hermano, el nuevo Prometeo.
Quiso gritar, quiso huir, pero estaba amordazado de mente y cuerpo. Los instintos de doblepensar y del paracrimen asomaron reproduciéndose en todos los rincones de su psique, en cada pliegue de su cerebro. Y por primera vez en mucho tiempo fue feliz, ¿qué importaba la sinceridad y la realización si se forzaba uno a sí mismo, acompañado por los demás, para estar en el más puro extasís?
Ni el soma había logrado algo semejante. Las raciones de café, chocolate y tabaco cada vez se reducían pero las de esta droga aseptica e impuluta se duplicaron en estos últimos lustros, llegará un punto en que los miembros alfas del partido interior sólo se alimentarán de ella.
Pero a él no le importaba, no se preocupaba por nada más, ni de vivir, porque él ya estaba muerto por dentro. Como este mundo, un Mundo Féliz.
Su temor más visceral.
FIN
